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lunes, 27 de febrero de 2017

Negacionistas: ¿para qué sirve la Historia?... @dealgunamanera...

Negacionistas: ¿para qué sirve la Historia?...


El 23 de marzo de 1944, en Roma, durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de partisanos detonó dos bombas contra una columna de policías de Bolzano (italianos germano parlantes): mataron a 28 de ellos y a tres civiles. El comandante de la Gestapo en Roma, Herbert Kappler, decidió hacer un escarmiento. Contó con la colaboración de Erich Priebke, a quien los argentinos conocen pues fue extraditado desde nuestro país a Italia para ser juzgado.

© Escrito por Federico Lorenz el lunes 27/02/2017 y publicado en http://www.rionegro.com.ar, de la ciudad de General Roca, Provincia de Río Negro.

La represalia de las tropas de ocupación alemanas, indiscriminada, consistió en fusilar, tomados al azar, a diez italianos por cada una de las víctimas del ataque partisano. Los llevaron a las Fosas Ardeatinas, unas minas abandonadas cerca de Roma, y los asesinaron y enterraron allí. Resultaron 335 víctimas porque se equivocaron en las cuentas.

Mientras ocurrían los hechos, circularon varias versiones para justificar la matanza: que antes de proceder al fusilamiento los ocupantes alemanes habían publicado un bando en el cual advertían acerca de las represalias en caso de atentado contra sus tropas; que habían empapelado Roma con bandos invitando a los responsables a entregarse. Al no hacer caso a las advertencias, ni entregarse después, los resistentes eran los responsables de las muertes perpetradas por las SS.

El historiador italiano Sandro Portelli demostró que, aunque falaces, estas versiones construyeron un sentido común que funcionó como la “verdad” sobre lo que había sucedido. Los partisanos eran irracionales (no habían escuchado la advertencia, ni pensado en las consecuencias de sus actos) y cobardes (no se habían entregado y habían muerto inocentes en su lugar). Pero Portelli estableció que ese bando nunca había existido: fue un rumor que propalaron diarios conservadores, corrió de boca en boca, y se asentó en la memoria como verdad. En esa mentira, los resistentes eran los responsables del crimen nazi.

Todo lo contó Portelli en un libro llamado La orden ya fue ejecutada. Roma, las Fosas Ardeatinas, la memoria.

Muchos de los que a finales del siglo XX empezamos a trabajar “temas de memoria” (que en Argentina aún significa “la época de la dictadura y Malvinas”) encontramos en ese libro una gran inspiración. En estos días en que con tanta impunidad y ligereza aparecen funcionarios, políticos, intelectuales y periodistas que impugnan lo que ya es cosa juzgada en la Argentina (el terrorismo de Estado), lo recordé con nostalgia y alguna amargura. ¿Hay que empezar todo de nuevo otra vez? ¿No logramos acumular conocimiento? Bastó rascar un poquito para que apareciera allí la foja cero a la que pretenden volver. Parecería que todo se reduce a opiniones, que no hay verdad posible, y que lo mejor que podemos hacer es “completar la memoria”.

Es verdad que se pueden profundizar temas, mejorar explicaciones, pero revisar la historia no es negarla. Eso lo aprendí, también, gracias a otro libro leído en aquellos primeros años como investigador: Los asesinos de la memoria, de Pierre Vidal - Naquet. Hijo de dos deportados asesinados en Auschwitz, este célebre helenista se propuso demostrar que los negacionistas no solo no hacen buena investigación histórica, sino que mienten. Desmontó los argumentos de Robert Faurisson, un negador del Holocausto. Lo hizo con método, y de una manera implacable, a pesar de que para ello tuvo que echar sal a sus heridas. Superó la prueba del propio involucramiento emotivo: “aquí no se trata de sentimientos” –escribió- “sino de la verdad.

Esa palabra, que antes pesaba, tiene hoy en día una tendencia a disolverse”. Tal vez demasiado tajante, pero es que Vidal – Naquet supo que el peligro era muy grande, y no se podía dar el lujo de distraerse. Los negacionistas no quieren destruir la verdad “que es indestructible, sino la toma de conciencia de esa verdad”. Terrible, porque esa toma de conciencia es el momento de la decisión política, el paso previo a la acción. ¿Cómo paralizar a miles? Golpeando “a una comunidad sobre las mil fibras aún dolorosas que la ligan a su propio pasado”. Es un trabajo de zapa, que disfrazado de la revisión para avanzar, paraliza, no nos deja salir de un momento fundante a partir del horror: “se trata de privar, ideológicamente, a una comunidad de lo que representa su memoria histórica. Henos pues obligados, en última instancia, a probar lo ocurrido.

Nosotros, que sabemos desde 1945, henos aquí forzados a ser demostrativos, elocuentes”. Reemplacemos “1945” por “1985”, el año histórico del Juicio a las Juntas. Hemos construido pisos de saber, aproximaciones a la verdad (pues no existe algo así como la verdad absoluta) pero resulta que hay quienes, escudados en el derecho a opinar, impugnan esa verdad juzgada.

Cuando hace años leía estos textos fascinantes, atrapado en el dolor y la esperanza de mi propio país, encontré también sentido para mi trabajo como historiador. Escribe Sandro Portelli, el autor de La orden...: “He entendido concretamente algo que sabía en teoría: una tradición es un proceso en el que también la simple repetición significa una responsabilidad crucial, porque el sutil encaje de la memoria se lacera de modo irreparable cada vez que alguien calla. No es solamente en África donde, como decía Jomo Kenyatta, se quema una biblioteca cada vez que muere un viejo; también en Italia, cada vez que un antifascista calla, se quema un pedazo de libertad”.

¿Hay que empezar todo de nuevo otra vez? ¿No logramos acumular conocimiento? Bastó rascar un poquito para que apareciera allí la foja cero a la que pretenden volver.

Vidal Naquet desmontó los argumentos de un negador del Holocausto. Lo hizo con método, y de una manera implacable, a pesar de que para ello tuvo que echar sal a sus heridas.



domingo, 2 de junio de 2013

Detrás de la muerte… De Alguna Manera...


Detrás de la muerte…

Jorge R. Videla. Dibujo: Pablo Temes.

Investigación Videla. Tras lo revelado por Perfil sobre la salud del dictador, hubo traslados de presos. Los otros casos.

El miércoles pasado a las 12.30, el director del Servicio Penitenciario Federal, Víctor Hortel, se apersonó en las instalaciones de la Unidad de Detención de Ezeiza. No bien llegó, procedió a ordenar el corte de la línea directa de la sala de videoconferencias y mediante la Disposición 1244 –un “traslado con efecto”– dispuso que los internos de mayor edad y riesgo que estaban detenidos en el penal de Marcos Paz fueran llevados a Ezeiza. Ellos fueron Marcelo Barberis, Juan Manuel Bayón, Lucas Billich, Eduardo De Lío, Hugo Delme, Hugo Fantoni, Vicente Forchetti, Horacio Luján, José Madrid, Emilio Felipe Picabea, Luis Alberto Rodríguez Vázquez, Julio Héctor Simón –represor conocido como el “Turco” Julián, personaje temible– Julio Alberto Tommassi, Mario Torres, Martín Zuñiga. Entre los que fueron llevados de Ezeiza a Marcos Paz estaban los tristemente célebres el Jorge “Tigre” Acosta y Adolfo Miguel Donda, junto con Carlos Capdevila y Víctor Olivera.

Estas son algunas de las consecuencias de la nota sobre la muerte del genocida Jorge Rafael Videla publicada en PERFIL el domingo pasado. Sobre el caso en particular, se han conocido otros detalles. Uno de ellos es que, diez días antes de su fallecimiento, uno de sus defensores había solicitado al tribunal evitar los traslados debido a su avanzada edad y al deterioro que ya exhibía su salud. Un punto clave que está bajo investigación del Dr. Juan Pablo Salas, magistrado subrogante de los juzgados federales N° 1 y 3 de Morón, es el referido al conocimiento o no que el tribunal que lo juzgaba tenía de la caída que el dictador había sufrido el viernes 10 de mayo mientras se duchaba. Al respecto, algunos detenidos señalan que el día antes de su muerte – jueves 16– un médico examinó al paciente que se quejaba de dolores. Recién ahí se le diagnosticaron las fracturas que se encontraron en la autopsia. Videla debió haber sido internado en el Hospital Militar Central o en el Hospital Militar de Campo de Mayo. Era un paciente de alto riesgo. En la actualidad hay otros en esta misma situación. He aquí algunos de esos casos:

El Teniente primero Antonio Orlando Vargas tiene en la actualidad 73 años. Sufre una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) severa, cáncer de próstata e hipertensión arterial. Debe usar mascarilla de oxígeno 17 horas por día. De sólo hablar se agita. En septiembre pasado sufrió una neumonía severa. Una junta médica que lo evaluó desaconsejó tanto sus traslados –estaba detenido en Córdoba y se debía presentar ante un tribunal en Jujuy– como su permanencia en una unidad penal, pedido que no fue atendido hasta aquí. En la actualidad, Vargas se encuentra detenido en Ezeiza.

Roberto Luis Pertusio sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) en septiembre de 2012, y como consecuencia del cual quedó con una hemiparesia en el hemicuerpo derecho y con trastornos del habla. Padece además hipertensión arterial y diabetes tipo II. A pesar de este cuadro, se le quitó el arresto domiciliario y en los últimos días de marzo de este año se lo trasladó primero a la Unidad Penal de Ezeiza y luego a la de Marcos Paz.

Héctor Luis Selaya fue operado de un neurinoma del acústico. Las secuelas de la intervención fueron la pérdida de la audición del oído derecho y de la visión del ojo del mismo lado. Además, es hipertenso y se le diagnosticó una poliquistosis renal. Tanto en estos casos como en otros –la casuística es más extensa–, el médico legista que los ha evaluado aconsejó la prisión domiciliaria.

Todos aquellos que tuvieron responsabilidades en el plan de exterminio que llevó adelante la última dictadura militar, crimen de lesa humanidad, deben ser juzgados y condenados. Eso es indiscutible. El tema es el tratamiento que se les dispensa. Erich Priebke es un criminal de guerra responsable de uno de las tantas masacres producidas por el nazismo en la Segunda Guerra Mundial: la Matanza de las Fosas Ardeatinas. Tras haber escapado a la Argentina, en la que vivió durante 50 años, fue descubierto y extraditado a Italia, en donde fue juzgado y condenado. Hoy día Priebke cumple esa condena bajo arresto domiciliario.

Los casos aquí descriptos –con el de Videla a la cabeza– dejan expuestas situaciones de crueldad y mala atención médica. Tal situación comporta violaciones a derechos humanos elementales de todas las personas, sean ellas las mejores o las peores. Y ello es inadmisible en el Estado de Derecho, en el que la vida es sagrada.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 02/06/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.