Al menos esta nota sí tiene un
"título"…
“Acá estoy después de nueve corridas”.
Gracias a Dios, el discurso no fue en España y la Presi pudo mantener algo de
dignidad ante los asistentes que presenciaron como Cristina mantenía una
videoconferencia para inaugurar “La Matanza Expone”. Lo único que había para
exponer era el concurso de natación forzosa de Laferrere y Virrey del Pino,
pero no lo pasaron. Tampoco mostraron qué pasó con los dos mil millones de
pesos para obras hídricas que prometió hace un año. A la vista del resultado,
suponemos que se invirtieron en el Plan Verano Para Todos y llevaron piletas a
los hogares de cada ganador de la década.
Más allá de eso, no deja
de sorprenderme el enorme esfuerzo que pusieron para llevar a cabo la videoconferencia.
No sólo llama la atención sino que resulta casi un esfuerzo supremo coordinar
los astros para que, primero, dejara de llover y el intendente matancero no
tenga que aparecer con esnorquel; y segundo, para que no hiciera demasiado
calor y la conexión se pudiese llevar a cabo sin problemas, ni boicots
antinacionalistas bajapalancas.
La noticia buena: los
bonaerenses todavía no desarrollaron mutaciones aberrantes y sus cuellos
permanecen libres de branquias. La mala: las escuelas que la Provincia pintó de
naranja parecen boyas, pero no flotan.
Cristina
estaba recién levantada, radiante y con toda la energía, como corresponde a una
persona responsable que arranca el día cuando todavía es casi de noche –tipo
19,00 horas de la madrugada– así que pasó a explicar a los jóvenes metalúrgicos
la importancia de ponerle “sosguar a los fierros” y que hay que aprovechar este
momento “fundante” para llevarlo a cabo.
Luego
de contar las habituales bondades de su Modelo de Redistribución de
Inundaciones, destacó que su gobierno continuó la gestión energética de su
difunto marido, a la cual definió como “revolucionaria”. Debo reconocer que
estoy de acuerdo, no sólo porque es cierto que continuó con la joda energética,
sino con el concepto revolucionario, etimológicamente hablando. Cualquier
cambio generalizado que ponga patas para arriba una realidad es una revolución.
Y sí, el kirchnerismo también hizo una revolución en materia energética, al
convertir un país autoabastecido y exportador, en uno importador. Y todo se
logró a menos de diez meses de iniciada la gestión de Néstor.
En
una joda loca de palabras, Cristina se mostró en su mejor nivel. La misma mujer
que hizo lobby para privatizar lo que luego expropiaría, pidió a los
empresarios que pongan “reglas coherentes”. No solo se notó que faltó a la
clase de Constitucional I cuando dieron Poderes del Estado, sino que se olvidó
que es la jefa de un Gobierno que prometió no subir las retenciones, subió las
retenciones, congeló el dólar, lo devaluó, lo prohibió y lo liberó
parcialmente, reguló las importaciones, las trabó, las liberó a pedido, propuso
una ley de medios para todos, sacó a las telefónicas por ser amigas, subsidió
concesiones y las quitó sin mayores problemas.
También
se quejó porque Estados Unidos “le da a la maquinita de imprimir” y que por
culpa de eso tiene “una inflación del 3 y pico”. En la embajada yanki todavía
se están cambiando los pañales del ataque de risa que les dio la afirmación de
la Presidenta del tercer país con mayor inflación del mundo, en el que la
impresión de billetes está a cargo de un vicepresidente con más causas que
canas, y no tuvieron tiempo para remarcar que la inflación del último año fue
del 1,5%. Sin embargo, podemos rescatar una buena: Cristina alguna vez pasó
cerca de un apunte de Economía Política.
Como
andaba quisquillosa porque este país está lleno de gente con problemas, también
se enojó con los intendentes que ejercen presión impositiva. Se ve que en la
facu de La Plata, el aula de Derecho Tributario no era fácil de encontrar. A
continuación, remarcó que el salario mínimo de Argentina es el de mayor poder
adquisitivo de Latinoamérica, demostrando que, no sólo le importa tres carajos
que haya trabajadores por debajo de la línea de pobreza, sino que el aula de
Derecho Laboral estaba al lado de la de Tributario y por eso no se enteró que
siempre tuvimos el salario mínimo más alto de la región.
Luego
de pasarse los últimos 84 meses amenazando con volver a 2001, pidió que se
termine con el discurso apocalíptico, para luego avisar que si se paga a los
fondos buitre, se cae la reestructuración de la deuda y volvemos a 2001.
Finalmente, celebró la juntada porque a los empresarios no los llevaron “por el
choripan” porque no eran militantes. Habría que ver cuál es el aspiracional de
cada quien: lo que para unos se arregla con el almuerzo, para otros alcanza
recién con una licitación o un crédito blando. De la polémica sobre su título no
habló, aunque remarcó que es abogada.
No es que pretenda encarar
para el lado de sus capacidades intelectuales, dado que los conceptos que acabo
de mencionar se dan en la Facultad, pero si los ubicamos todos, es porque
también los vimos en la secundaria, además de pertenecer al más sencillo
sentido común. Por eso, a esta altura del partido, más que reclamar el título
de abogada, habría que reclamarle un psicotécnico.
Porque una persona que se
la da de culta no puede hacerse la ofendida porque “Estados Unidos creció en la
década del 40 gracias a la guerra”, cuando fue el mismo motivo que nos llenó de
guita a nosotros. No habremos tenido Plan Marshall, pero les enchufamos
nuestros productos agropecuarios a cuanto país cagado de hambre encontramos
tras la matanza de 50 millones de personas y la destrucción de cualquier medio
productivo europeo.
En mi opinión personal, si
tuviera que inventarme un título, habría elegido otro con más popularidad que
el de abogado. Astronauta, stripper, campeón de karaoke, no sé. Sin embargo, el
hecho de que se haya o no recibido, no me afecta desde el punto de vista de
querer que me muestre el título, dado que en la Facultad de Derecho dejás un
ladrillo y en cinco años le dejaron un diploma abajo. He conocido cientos de
abogados que no pueden reconocer la diferencia entre un expediente y el
cuaderno de comunicaciones de quinto grado. Son los que caen en una mesa de
entradas, se acodan en la ventanilla, se acomodan el traje comprado en cuotas y
te preguntan cuál es el criterio del juzgado para resolver una excarcelación,
como si hubiera otro criterio que el del Código de Procedimiento. Ahí radica mi
única duda: el analfabestialismo de la Presi no es excluyente para tener un
título universitario.
Y si bien es cierto que
para ser Presidente no hay que ser, precisamente, abogado –de hecho, más de la
mitad de quienes nos gobernaron no lo fueron– la discusión pasa por otro lado.
Chicos, si planteamos el debate entre que tiene o no tiene que tener título por
el sólo hecho de si sabe o no sabe, le estamos pifiando. Es una cuestión de
principios, de a qué te podés acostumbrar, de qué estás dispuesto a permitir.
El dilema con el título sí
o título no, en el caso de la Presi hasta resulta diferente del de otros casos
divinos de la última década. Cristina construyó su relato personal en base a la
persecución política de la década de los setentas. Y según su historia, ella es
una “exiliada interna”, porque se tuvo que ir a Río Gallegos para zafar de los
militares, porque está claro que en Santa Cruz gobernaba Pérez Esquivel. Según
sus propias palabras, Cristina se fue de La Plata por el peligro que resultaba
vivir en una ciudad con tanta persecución política. Y fue ella misma quien dijo
que dio las últimas tres materias en 1979. Pero resulta que en 1979, la
Universidad de La Plata tenía al mismo rector, Guillermo Gallo, a quien acusan
por la desaparición de 750 personas, entre docentes y alumnos. Ahí está uno de
los mayores problemas del discurso cristinista: si fue a La Plata, ingresó a la
facultad, presentó el DNI para dar las últimas materias y se recibió en 1979,
tan militante no era.
Independientemente de todo
esto, algo tiene que quedar en claro, alguna regla mínima tenemos que mantener
sin violarla ni hacerle 32 pibes. Al menos una regla. Cada vez que se percibe
una mentira, un engaño, un chamuyo, se dibuja un nuevo límite. En el mismo
instante en que notamos que el otro cruzó la línea, aparece una nueva,
instantáneamente, esperando a que nosotros decidamos si nos importa que el otro
mienta y no la cruzamos, o si nos da exactamente lo mismo y también cruzamos la
frontera.
“En
esto también me mintió, pero no es para tanto”, es más de cornudos conscientes
que de seres racionales y con un mínimo de amor propio. Y a los hechos me
refiero: dijo que no esperáramos que “esta presidenta” devalúe, nos clavó la
mayor devaluación desde la salida de la convertibilidad, dijo que el país no
necesitaba un Plan B frente a la crisis internacional y terminó presentando el
plan canje de calefones, dice que no hay cepo al dólar, dice que bajó la pobreza
cuando es imposible caminar una cuadra sin tropezarse con un winner de El
Modelo, dice que no hay problemas de empleo y que las empresas no están en
crisis cuando las suspensiones son más comunes que un escándalo del Diego, dice
que fue opositora al neoliberalismo cuando fue colgada de la lista y de las
tetas de Menem en todas y cada una de las elecciones de 1989 a 1997.
Nos
dijo que el mundo se “derrumba como una burbuja”, que estamos mejor que
Australia y Canadá, que el Cabo Sosa de Valentín Alsina le avisó que ISIS la
quería matar, que los bondis no iban a aumentar, que la inflación son los reyes
magos, que nunca se construyeron tantas viviendas, que para 2010 tendríamos el
tren Bala y que para 2009 el Almirante Irizar estaría en funciones.
Si
nada importó, es lógico que tampoco importe que toda su fortuna se deba a que
siempre fue y es una exitosa abogada. Pero al menos esa nos tendría que dar un
poquito de escozor. Algo. Porque la única forma que encontró la Presi para
justificar que es una multimillonaria empleada pública, es una profesión que
nadie recuerda que haya ejercido.
No
es la aptitud para el cargo, es la primera mentira para justificar el choreo.
Si usurpó dos títulos o uno sólo –firma sus decretos como doctora, cuando eso
sí está probado que no lo es– debería generar, aunque sea, alguna pregunta.
Al
menos por curiosidad.
O por pudor.
© Escrito por Nicolás Lucca (Relato del Presente) Publicado el Viernes 31/10/2014 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.
Viernes. De la muerte, de los cuernos y de la mentira, no
se salva nadie. Del kirchnerismo, tampoco.