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martes, 5 de junio de 2018

La disyuntiva del aborto (I)... @dealgunamanera...

La disyuntiva del aborto...


No puedes abortar. Tampoco puedes tener muchos hijos. Tienes que cuidarte. Pero tampoco puedes andar con condón en la cartera, eso es de puta. Y no puedes ser puta. La mujer se tiene que preservar. Sino, ningún hombre va a querer casarse contigo.

No salgas con ropa corta, apretada, transparente, escotada, ropa de puta. Así, estás pidiendo que abusen de ti. Después un tipo pasa y te toca y todavía quieres reclamar. No seas zorra. No seas promiscua.

El hombre actúa por instinto. No lo provoques. No quieres merecer que te violen. Pero, si te violan, no puedes abortar. La criatura no tiene la culpa.

Cuando salgas a un bar, no puedes tomar. Después te emborrachas, te pasa algo, y todavía reclamas. Tomar es de ordinarias. Tienes que ser rectita. Sino ningún hombre te va a querer. A los hombres no les gustan las mujeres que viven en la calle. Pero tampoco vivas encerrada en tu casa, porque así no vas a conseguir novio.

No te acuestes en la primera cita. El hombre no se casa con la mujer que coge de primera. ¿Cómo que no te quieres casar? Toda mujer se quiere casar. Ya hace un año que te casaste, ¿y? ¿Para cuándo el bebé? Toda mujer tiene que tener hijos.

Pero no engordes después de tener hijos. Al hombre no le gusta la mujer gorda, dejada. No te puedes descuidar. Pero tampoco adelgaces mucho. Al hombre le gustan las curvas.

¿Cómo que no te gustan los hombres? No puedes ser lesbiana. Las lesbianas son promiscuas. Las Bi son todas sinvergüenzas. Andan con esas pendejadas de ser lesbianas o Bi porque nunca se las cogieron bien.

Hay que casarse, tener hijos, tener un cuerpo que encaje en el patrón de belleza y estar bien arreglada. Al hombre no le gustan las mujeres desarregladas. Después te caga, y tú todavía reclamas.

También tienes que trabajar. ¿Las mujeres no querían tener derechos? Hay que trabajar igual que los hombres, pero ganar menos. El hombre se siente inferior si la mujer gana más. Y, si por acaso, ganas más que él, no le digas a nadie, así no lo haces sentir mal.

Estudia. Al hombre no le gusta la mujer ignorante. Pero no estudies mucho. Con que te recibas está bien. No precisas de posgrado, maestría, doctorado, esas cosas. Al hombre no le gusta la mujer que quiere ser más inteligente que él.

El Feminismo es cosa de putas. No puedes ser puta. Si quieres igualdad, anotate en el ejército. Que no te guste el fútbol ni los videojuegos, ni nada de esas cosas de hombres. Al hombre no le gusta la mujer que quiere saber más de deportes que él. La mujer solo quiere saber de esas cosas para llamar la atención de los hombres.

Al hombre no le gusta la mujer que vive llamando la atención. Al hombre no le gusta la mujer que se pone a discutir sobre cosas de hombres. Después sufres algún tipo de violencia y todavía pretendes reclamar.

No seas puta. No seas puritana.

Ten hijos, pero solo cuando te lo permitan.

No engordes. No seas muy flaca. No quieres que te violen o te den una paliza. Ponte en tu lugar. No te pongas a exigir derechos.

Ubícate. No cuestiones. No reclames. Cumple tu rol de mujer. Tu rol de novia. Tu rol de esposa. Tu rol de madre.

¡Qué papelón! No cojas, a no ser que sea para tener hijos. No hagas nada de lo que tengas ganas.

No seas feliz. No pienses. Y si es posible... ¡Ni existas! 

Anónimo.

© Publicado el domingo 29/04/2018 en el muro de la Red Social Facebook de Himura Kuranay Ciudad de Trujillo, República del Perú.




miércoles, 4 de julio de 2012

Vis a Bis... De Alguna Manera...

Vis a Bis...


Sospechada de cobardía o de promiscuidad, despreciada por la misma comunidad lgbtti, la bisexualidad estuvo presente en los orígenes de la historia de la militancia, aunque escondida en un closet dentro del closet, defendiéndose de sus propios aliados. Actualmente es una palabra que circula entre los más jóvenes como bandera del rechazo a las identidades estancas. Pantalla o bandera, es una figura molesta que pone en evidencia la pretensión general de dividir el mundo en blanco y negro o, dicho de otro modo, en hombre o mujer, homo o hétero, rosa o celeste.

Se ha decretado, en unanimidad silenciosa, que la bisexualidad no existe. O que casi no existe, es una grieta, la hendidura imaginaria entre la heterosexualidad y la homosexualidad que se soluciona dando “el paso”. Decirse bisexual es una declaración fanfarrona (le gusta todo, prueba de todo, consigue doble) o cobarde (es gay o es lesbiana y no se anima, está confundido, no le llegó el telegrama). Admitir en una misma figura ambas interpretaciones casi opuestas es uno de los sinos con los que carga el bi y que lo constituyen, no es una cosa ni la otra y tampoco las dos. 

Disfrutar de ciertas comodidades del paraguas de la heterosexualidad y a su vez ejercer las fantasías sexuales de lo gay, son sus ventajitas más reprochadas. Recibe, como mínimo, una sonrisa socarrona, porque es un impostor: mientras la homosexualidad, aunque no se declare, “se nota”, la bisexualidad es falsa aunque se grite. Muchos teóricos queer, como Amber Ault, afirman que los procesos por los cuales se margina a la bisexualidad no hacen más que preproducir los mecanismos que la heteronormatividad utiliza para marginar a lesbianas y a gays, y en líneas generales son cuatro: supresión (se niega su existencia), marginación (no se los admite), incorporación (se insiste en que son gays y lesbianas) y deslegitimación (se los acusa).

Pero aun así, como suele ocurrir con todo lo negado y silenciado con tanto esfuerzo, las personas bisexuales existen y tienen voz, no necesariamente una voz portadora de una verdad revelada sino muchas veces reproducción de esa misma zozobra por no pertenecer completamente a ningún sistema cerrado de signos, sin adscribir a los rasgos distintivos de un grupo pero tampoco permanecer inmune a lo señalamientos de perversión. Una voz que por momentos, como se puede ver en los testimonios de esta nota, también alcanza un tono altanero, orgullo de poder circular por lugares que aparentemente están separados por un abismo.

Si letra B se hizo su lugar bastante temprano en la sigla de las identidades disidentes, con nombres propios, señoras y señores casados con familias y con hijos y también enamorados de personas de su mismo sexo, en la historia de la militancia se dio una paradoja: las personas bisexuales, que se cuentan entre las primeras filas del activismo histórico, se vieron obligadas a ocultar su bisexualidad y declararse gays o lesbianas para no ser expulsadas de sus movimientos. Y éste es sólo uno de los puntos en los que esta identidad difusa pone en cuestión los mecanismos poco amables, con la diferencia que tiene la misma diferencia: ser o no ser, ésa es la cuestión, el resto se borra. La bisexualidad puede ser entendida como una categoría que en el fondo no existe, ni como institución ni como grupo ni como verdad elegida o heredada, sino que se trata de un término aglutinador de diferentes patrones eróticos y sociales. 

La palabra quema incluso para los mismos que la llevarían prendida como una escarapela en el corazón: ¿cuándo uno es bisexual? ¿Por la existencia de la posibilidad de que le guste alguien de uno u otro sexo? Y cuando le gusta alguien de su sexo, ¿sigue siendo bisexual o se ha pasado al otro bando? El “bi” conlleva una doble afirmación de pertenencia que parece retratar un estrabismo a la hora del deseo. De hecho muchas personas están “pasándose” al término queer, más amable, libre –por extranjero– de toda connotación reconocible y sobre todo del prefijo “bi” que tanto remite a binarismo, goza de lo ambiguo y de lo híbrido, sus dos condiciones. Además la teoría queer ha sido más que anfitriona de la idea de bisexualidad, apuntándola como baluarte de la lucha contra las identidades más acomodadas (incluyendo la homosexual). 

Un bisexual es queer en tanto ejercita aquella perversión polimorfa que Freud había reconocido como natural en la tierna infancia, acusa solidaridad con gays y lesbianas y eleva el nivel de confrontación con el erotismo entendido como cuestión de género. No definir la identidad por el género que tiene el objeto de deseo, y no decir tampoco que “da lo mismo”, es uno de los grandes actos terroristas con los que la letra B, de bomba, amenaza.

© Escrito por Liliana Viola y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 29 de Junio de 2009.