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martes, 16 de junio de 2015

Virginia Ungar... Una argentina en lo más alto del psicoanálisis internacional… @dealgunamanera...

Una argentina en lo más alto del psicoanálisis internacional…


Fue electa presidenta de la asociación psicoanalítica que fundó Sigmund Freud en 1910. Es la primera mujer que accede a este cargo en 105 años.

En 1910, bajo el influjo de Sigmund Freud y un puñado de colegas, en Núremberg, Alemania, se fundó la Asociación Psicoanalítica Internacional (API), cuyo primer presidente electo fue otra figura clave del psicoanálisis: Carl Gustav Jung. Ciento cinco años más tarde, la misma organización –que hoy reúne a 12 mil profesionales de todo el mundo abocados a la “madre” de las psicoterapias– acaba de elegir a su primera presidenta mujer de la historia: la médica psicoanalista argentina Virginia Ungar.

La especialista en niñez y adolescencia fue propuesta como candidata por la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. A pocas horas de ganar la votación, Perfil la entrevistó en su consultorio.

—¿Cómo interpreta ser la primera mujer que llega a ese puesto en 105 años?
—No es sencillo encontrar una respuesta porque en la historia del psicoanálisis las mujeres analistas tuvieron una presencia muy destacada. Basta nombrar a Anna Freud y a Melanie Klein. Pero también es cierto que en la cultura en que nació el psicoanálisis era el hombre el que tenía el lugar central en la familia. Y era raro hasta que una mujer estudiara en la universidad. Es difícil mirar y explicar una época como la victoriana desde la óptica actual, en una cultura en que la mujer ha ganado su espacio, aunque todavía falta mucho por hacer. La reciente y multitudinaria concurrencia al “Ni una menos” habla por sí sola.

—¿Por qué en su plataforma electoral propuso enfrentar el envejecimiento profesional?
—Se trata de un fenómeno que está pasando en todo el mundo: a nuestra especialidad ingresan menos miembros de lo que sería deseable para poder sostenerla y hacerla crecer.

—¿Cómo se llegó a esto?
—Por varias razones, pero creo que –al menos en Argentina– este fenómeno es un poco la consecuencia del gran éxito que la especialidad tuvo entre los años 60 y 70, cuando muchos colegas dejaron la “trinchera” de la salud pública y las universidades, los espacios donde se trataban patologías graves y los lugares económicamente más comprometidos. Muchos psicoanalistas se quedaron en sus consultorios, porque tenían una importante demanda de pacientes. Además, formarse en psicoanálisis es una opción que implica muchísimos años de estudio. Finalmente, es una especialidad que se contrapone con la actual cultura mediática que premia exhibir aspectos personales. Nosotros proponemos un espacio más íntimo.

—¿Cómo explica la gran diversidad de tratamientos psi disponibles?
—Hoy se pueden elegir terapias sistémicas, neurocognitivas o conductismos, entre otras. Mi interpretación es que cambiaron las condiciones de nuestra cultura. Ahora estamos en un espacio de la inmediatez, y se buscan resultados rápidos. Esto se ve hasta en los más chicos. Yo soy especialista en niños y muchos padres nos piden que los ayudemos a adaptarse a esa cultura veloz para que tengan éxito en una especie de carrera que creo mucho no se entiende.

—¿El psicoanálisis tiene respuestas para ese cambio cultural?
—Estamos pensando nuevas herramientas para esta época: desde el tiempo que toma hacer una terapia a cómo se lleva adelante el tratamiento o el uso de la tecnología para el análisis remoto. Mi hipótesis es que no podemos cerrar los ojos a los cambios. Cuando nació el psicoanálisis el modelo familiar era otro; nuestra sexualidad no es la misma que en la época de Freud, los modelos de crianza son diferentes, existen las familias ensambladas, hay madres adolescentes, etc. Son variables muy diferentes de lo que pasaba cien años atrás.

—¿Por eso la gente opta por otros tratamientos?
—La verdad es que no podemos decir que hoy el público esté eligiendo, en forma masiva, la opción psicoanalítica. En parte, porque el psicoanálisis no ofrece cambios rápidos. Es cierto que pasar por una experiencia de este tipo no tiene por qué implicar veinte años de análisis. Pero sí se entra en un tiempo diferente al que marcan las necesidades de hoy. Pero estoy convencida de que el psicoanálisis es la terapia que puede generar cambios más profundos en la personalidad. Y permite llegar a superar los problemas resolviendo el conflicto de fondo, sin derivarlo a otra patología.

—¿Cómo ve el psicoanálisis el avance de las neurociencias?
—Ante todo tenemos que reconocerlas y dialogar más con los neurocientíficos, para poder enfatizar lo interdisciplinario: aportarles lo nuestro y también recibir lo suyo.

“Acá el terapeuta es una figura cotidiana”

—Doctora Ungar, suele decirse que Argentina es el país con más psicoanalistas por habitante. ¿Por qué?
—Este es un fenómeno que asombra y sigue interesando a las ciencias sociales. Pienso que pueden haber influido varios factores: promediando los años 40 llegaron a la Argentina analistas que habían recibido formación en una Europa que estaba diezmada por el nazismo. Fueron pioneros como Ángel Garma, Marie Langer, Heinrich Racker, que se encontraron con colegas del campo de la salud mental muy interesados en el psicoanálisis. Por otra parte, Buenos Aires era una capital cultural en la posguerra y se dio ese encuentro entre una excelente tradición médica, los pioneros y la sociedad que supo recurrir a pedir ayuda para el sufrimiento mental. Esto no ocurrió sólo en Buenos Aires, mi maestro Horacio Etchegoyen pasó unos años en Mendoza. Allí hay una Sociedad Psicoanalítica, como también en Rosario y en Córdoba.

—¿Cuál es su percepción sobre la sociedad argentina?
—No me resulta cómodo generalizar pero vemos las mismas patologías que en otras latitudes: a las clásicas neurosis se han sumado los trastornos de personalidad, adicciones, patologías borderline, trastornos de alimentación y otras. Lo que caracteriza al argentino es que el terapeuta es una figura cotidiana, más allá de cualquier diferencia social. Así leemos reportajes de personalidades públicas que no tiene ningún reparo en decir que se analizan y también vemos personajes en la ficción que los representan. A diferencia de lo que se puede ver en otros países, no genera tanto pudor contar que se ha recurrido a la ayuda terapéutica. Eso es positivo, alienta a las personas que sufren a pedir ser escuchados con la expectativa de aliviar sus síntomas.

El legado de Anna F.

Hacia 1902, Sigmund Freud invitó a cuatro colegas a reunirse y discutir su trabajo. Así se formó la Sociedad Psicológica de los Miércoles ya que se reunían ese día. En 1908 ya eran 14 miembros, y el nombre cambió a Sociedad Psicoanalítica de Viena.

En 1907 Ernest Jones, neurólogo inglés, le sugirió a Carl Jung, colega de Freud, organizar una reunión internacional con colegas para discutir sobre psicoanálisis. Esa reunión se concretó en Salzburgo en 1908 y allí se decidió formar una asociación internacional, intención que se formalizó en 1910. Por su parte, Anna Freud –sexta hija de Sigmund– fue secretaria de la API entre 1925 y 1934, y luego presidenta honoraria.

© Escrito por Enrique Garabetyan el martes 16/06/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.