Dictadura Militar. Mi Oratorio San Pablo...
Las Monjas Francesas: Evelyn,
Ivonne, Alice y Léonie...
Hermanas Léonie Duquet y Alice Domon
Cronología de un hallazgo, y de una búsqueda...
Junio 1977: Alice Domon e Yvonne Pierron son detenidas en la procesión de
Corpus Christi. Las liberan un día después.
Diciembre 1977: El 8, secuestran a Alice de la Iglesia de la Santa Cruz,
junto a otros ocho familiares de desaparecidos. El 10, se llevan a Léonie
Duquet de la parroquia San Pablo de Ramos Mejía. Las llevaron a la ESMA.
Diciembre 1977: Evelyn Lamartine presenta el hábeas corpus por sus
compañeras.
Enero 1978: Evelyn ayuda a Yvonne a salir del país y a exiliarse en
Francia.
Diciembre de 1985: El Juicio a las Juntas condena a los jerarcas de la
represión ilegal.
Diciembre 1986-Junio 1987: Se aprueban las leyes de Punto Final y
Obediencia Debida.
Marzo 1990: En su ausencia, Astiz es condenado a prisión perpetua en
Francia por la desaparición de las monjas.
Agosto 2003: El Congreso declara nulas las "leyes del perdón".
Septiembre 2003: El 16, Astiz es detenido por la causa ESMA.
Junio 2005: La Corte confirma la inconstitucionalidad de esas leyes.
Agosto 2005: El 29, el Equipo de Antropología Forense anuncia la
identificación de los restos de Léonie, que un mes después son inhumados en la
Iglesia de la Santa Cruz. Alice Domon
sigue desaparecida.
"Desaparecieron
hace 30 años, pero aún espero a Alice y Léonie"
Lo dice Evelyn Lamartine, la madre superiora en la Argentina de las monjas francesas desaparecidas durante la dictadura. Ella arriesgó su vida para salvarlas. En exclusiva, a 30 años del secuestro, habla por primera vez.
Durante 30 años eligió el
silencio. Hoy decide romperlo: "Es una forma de que mis amigas sigan
vivas", sonríe Evelyn Lamartine con sus 74 años y un mate por cebar. Vive
en uno de los barrios más humildes del conurbano. Ahí donde el frío o el calor
nunca son bienvenidos.
"Nosotras optamos por
esta vida. La gente, en cambio, no elige vivir en la pobreza". Cuando dice
"nosotras" habla de las monjas de las Misiones Extranjeras de París
y, en especial, de Alice Domon y Léonie Duquet, las religiosas francesas
desaparecidas después de que Alfredo Astiz se infiltrara en el grupo de Madres
de Plaza de Mayo.
En 1977, Evelyn era la madre
superiora de la orden en la Argentina, una tarea nada sencilla durante esos
años. "Yo elegí ser monja porque en el fondo mi preocupación era el mundo
obrero, que era el mundo de mis padres", recuerda. Nunca pensó que esa
elección la llevaría a protagonizar "casi una telenovela", como le vuelven
ahora los hechos a la memoria.
Había conocido a Alice Domon
en el noviciado en Francia y llegaron juntas a la Argentina el 5 de febrero de
1967. "Alice quería ir a la India, pero la convencimos de que acá también
nos necesitaban", cuenta. A Léonie Duquet e Yvonne Pierron, otra hermana,
las conoció en Buenos Aires: "Ellas ya estaban trabajando acá, en villas y
colegios", explica. El compromiso con los más necesitados pronto las llevó
a involucrarse en la lucha de las Madres de Plaza de Mayo. "En ese momento,
ellos también estaban entre los más desamparados", rememora sobre aquella
época.
Hermanas Léonie Duquet y Alice Domon
"Ya en el 77,
la cosa estaba peligrosa, lo sabíamos, pero no sentíamos miedo, sino
bronca", enfatiza Evelyn. Por eso, Alice y Léonie habían intentado
renunciar a la Congregación. No querían comprometer al resto de las
religiosas ni tener privilegios. Las demás monjas se opusieron y les rogaron
que pidieran una dispensa. El obispo de Toulouse les concedió la licencia.
En junio de ese año, participaron de la procesión de Corpus Christi.
"Léonie, Yvonne y Alice iban con los familiares de desaparecidos rezando
el rosario, de Congreso a Plaza de Mayo. Era una forma de pedir explicaciones
por lo que estaba pasando. ¡No podía ser que la gente desapareciera como si se
la hubiera llevado un ovni!", se indigna Evelyn. Léonie se volvió antes
porque se sentía cansada, esta vez se salvaría. En cambio, Alice e Yvonne fueron
detenidas junto a otros manifestantes: "Las llevaron a la comisaría 5ª de
la calle Lavalle. Me avisaron y salí corriendo a pedir un velo para ir a
buscarlas", señala. Las monjas habían decidido dejar de usar los hábitos para
no verse diferentes y para trabajar más cómodas en sus barrios.
Evelyn se presentó al comisario como la madre superiora, pero aún así tuvo que
tolerar los embates del funcionario que la retó porque no controlaba a "su
tropa" y acusó a Alice e Yvonne de estar con los subversivos.
"Nooo, estaban rezando el rosario, le dije yo con cara de idiota",
ironiza Evelyn cuando habla de la primera vez que arriesgó su vida para salvar
a sus hermanas. Las monjas quedaron "en investigación" y fueron
liberadas al día siguiente.
Esa detención fue el preámbulo de lo que vendría meses más tarde: a Evelyn le
estaría reservado el rol de la búsqueda, el rescate y la protección. Nadie sabe
bien qué le pasó a Alice esa noche en aquella comisaría. Nunca lo contó, pero
lo que haya sido no la detuvo y se involucró aún más con el reclamo por los
desaparecidos. Alice, junto a Léonie, comenzó a elaborar las listas de
desaparecidos, recolectaban dinero con los familiares para publicar una
solicitada en la que reclamaban por el paradero de su gente. Ivonne regresó a
Corrientes, mientras Evelyn misionaba en las villas de Hurlingham. Allí, 10
años antes, había conocido a uno de los vecinos más devotos del barrio: Jorge
Rafael Videla. "Nunca imaginamos que iba a formar parte del infierno
que vendría después", reflexiona y recuerda que lo conoció porque llevó a
su hija María Cristina Videla de campamento.
El infierno para Yvonne comenzó tras el golpe: "Desde 1976 nos dimos
cuenta de que esto iba mal, y que en cualquier momento había que aceptar la
cárcel o morir" (ver reportaje). Para Alice y Léonie fue el
secuestro, la tortura y la muerte. "La última vez que vi a Alice fue
15 días antes de que se la llevaran. Estaba llena de proyectos: quería
abrir una escuela y planeaba visitar a su familia en Francia. La
acompañé a tomar el colectivo...", revela Evelyn. Nunca más la vio.
El 8 de diciembre,
un seminarista le avisó: "Agarraron a Alice de la iglesia de la Santa
Cruz". "Dios mío, en la iglesia de mi barrio", pensó Evelyn, que
se había criado en un conventillo de Once, a pocas cuadras de allí. En la
iglesia de la Santa Cruz, hizo su catequesis y definió su vocación
religiosa. "Llamé a Léonie, le conté y le rogué que se fuera",
dice Evelyn. Pero Léonie se negó: "A lo mejor viene con hambre o quiere
bañarse", le contestó. Dos días después, se la llevaron de la
Parroquia San Pablo de Ramos Mejía.
Evelyn comenzó un peregrinaje inesperado: golpear puertas de tribunales,
comisarías, despachos, y hasta de la Nunciatura. Acompañada por la
hermana Montserrat Bertrán, fue a ver al representante del Papa, monseñor Pío
Laghi. "Nos miró como si fuéramos bichos asquerosos, y nos dijo:
"nosotros no sabemos nada, por algo habrá sido". Montse
se arrodilló y le rogó que hiciera algo. «él se la sacó de encima,
instintivamente, describe Evelyn, que entonces pensó: "Dios no se
olvida de lo que dijiste".
Hermana Léonie Duquet
No sintió miedo ni
se retractó, buscaba a sus hermanas y no se detuvo. El caso de las monjas
francesas desaparecidas cobraba relevancia internacional y para Francia ya era
cuestión de Estado. Evelyn presentó los recursos de hábeas corpus para
Alice y Léonie. "En esos años mucha gente moría por firmar ese papel.
Ella, sin embargo, no tuvo temor y conociendo su suerte, no dudó y lo
firmó", destaca Horacio Méndez Carreras, abogado de los franceses
desaparecidos durante la dictadura, mientras señala la foja 1 del expediente Nº
40.249 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 3, donde
se abrió una de las causas (ver facsímile).
Después vinieron semanas de desesperación e incertidumbre. A pedido del
embajador francés Francoise de la Gorce, Evelyn volvió a arriesgar
su vida, esta vez, para sacar a Yvonne Pierron del país, la otra monja que
estaba en la mira de Alfredo Astiz, quien ayer cumplió 57 años en el Instituto
Penal de Campo de Mayo: "Le tengo lástima, usó toda su belleza y
su inteligencia para hacer el mal", confiesa Evelyn.
Evelyn se repone de ese horror con una sonrisa cuando piensa en los chicos del
centro de rehabilitación de adictos con los que trabaja. "No es
exactamente lo mismo que hacían ellas, pero estamos en la misma línea. Son
otras épocas y otras necesidades. En lo que hacemos, también están ellas.
Entonces, no lograron matarlas", reflexiona y concluye:
"Igual, uno siempre las sigue esperando".
© María Arce,
Andrea Basconi, Florencia Bianco - (Diario Clarín de Buenos Aires 18-11-2007)
Cuando la verdad resiste a la impunidad...
La religiosa estaba enterrada como NN en el cementerio de General Lavalle,
donde fue sepultada durante la dictadura, luego de que su cuerpo apareciera en
las playas bonaerenses. Es del grupo de Azucena Villaflor. Por este caso fue
condenado en Francia Alfredo Astiz.
El cuerpo de la religiosa francesa Léonie Duquet, secuestrada el 10 de
diciembre de 1977, fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología
Forense. Su cadáver estuvo sepultado como NN durante 28 años en el cementerio
de General Lavalle junto con los de las tres madres de Plaza de Mayo cuyos
restos ya fueron entregados a sus familiares. “La verdad salió a la luz.
Necesitábamos este poco de justicia. Esto es importante para toda la gente que
luchó, los que conocimos a Léonie, su familia y por tantos que dieron su vida
en Argentina”, señaló Thérèse Logerot, quien fue compañera y superiora de las
monjas francesas desaparecidas en Argentina que estuvieron cautivas en la
Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
El juez Horacio Cattani fue el encargado de hacer el anuncio público del
hallazgo. “Esta mañana nos llegó la confirmación del estudio genético que
establece que se identificó a Léonie Duquet y por lo tanto se procedió a
ordenar la rectificación de su partida de defunción”, señaló ayer al mediodía
el magistrado, acompañado por sus colegas Gabriel Cavallo, Eduardo Freiler,
Martín Irurzun y Eduardo Luraschi.
“Es un día de agradecimiento y reconocimiento”, dijo Blandine Kreiss,
encargada de negocios de la embajada francesa, que estaba presente cuando
Cattani dio la noticia. La desaparición de Duquet y su compañera Alice Domon
provocó durante años roces entre el gobierno argentino y el de Francia, que
impulsó tanto en Buenos Aires como en París la investigación de los hechos (ver
aparte). “Argentina tiene una gran deuda con Francia”, reconoció Horacio Méndez
Carreras, durante años representante de las familias de las religiosas y
actualmente encargado del área de derechos humanos de la Cancillería, que
estuvo en tribunales en su “doble rol” de funcionario y abogado. Méndez
Carreras hizo hincapié en la responsabilidad del represor Alfredo Astiz en el
secuestro de Duquet: “El quería borrar toda huella que lo uniera con los
secuestros en la iglesia de Santa Cruz, que ya estaba teniendo mucha repercusión”,
afirmó.
Duquet fue secuestrada el 10 de diciembre de 1977, dos días después de
que la Marina se llevara a un grupo de familiares de desaparecidos y
a Domon de la puerta de la iglesia de Santa Cruz, donde estaban reunidos para
preparar una solicitada que saldría en el diario La Nación. El mismo
día que fue detenida Duquet desapareció Azucena Villaflor, fundadora de las
Madres de Plaza de Mayo. Estas personas, doce en total, fueron apresadas a
partir de un operativo de infiltración realizado por Astiz, que se hizo pasar
por el hermano de un desaparecido para acercarse a las Madres.
El “Ángel Rubio”, actualmente detenido en una base naval de Zárate y
sometido a un tratamiento para tratar de paliar un cáncer, fue condenado en
ausencia en Francia a cadena perpetua por el secuestro y asesinato de las
religiosas. “La identificación de Léonie no cambia la condena contra Astiz.
Vamos a seguir pidiendo su extradición”, aseguró desde París Sophie Thonon,
abogada de los familiares de las monjas.
El cuerpo de Duquet fue exhumado en enero de este año por el EAAF en el
cementerio de General Lavalle junto con otros seis cadáveres. Tres pertenecen a
las Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor de De Vicenti, Esther Ballestrino
de Careaga y María Ponce de Bianco. Los estudios genéticos habrían descartado
que dos de los cuerpos recuperados fueran del grupo de familiares de
desaparecidos secuestrados en diciembre de 1977. El séptimo sí pertenece a una
de las personas detenidas en la Santa Cruz. Aunque no se informó
oficialmente, es de Ángela Aguad, cuya huella dactiloscópica hallada entre los
papeles de un archivo de la policía bonaerense fue el primer indicio que
permitió llegar a los restos de las madres y la monja francesa.
Los cadáveres ahora recuperados habían sido encontrados en las costas de San
Bernardo y Santa Teresita entre diciembre de 1977 y enero de 1978 y fueron
enterrados como NN en General Lavalle. La identificación de la religiosa fue
posible porque el sobrino materno de Duquet, Michel Jeannigros, mandó una
muestra de sangre desde Francia.
Al igual que lo ocurrido con las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, el
análisis antropológico forense determinó que la causa de las fracturas que
tenía Duquet en sus huesos largos era compatible con “las que son habituales
observar como producto de una caída de un cuerpo desde cierta altura y su
impacto contra un elemento sólido”. Este hecho, que confirma que la mujer fue
arrojada al mar desde uno de los “vuelos de la muerte”, ya había sido advertido
por los médicos de la policía que realizaron la primera autopsia en 1978.
Duquet y Domon pertenecían a la congregación de las Hermanas de las
Misiones Extranjeras. La primera llegó a Buenos Aires en 1949 y la segunda en
1966. Léonie enseñaba catequesis en el colegio Sagrado Corazón, en Morón, y
colaboraba en la capilla de su barrio, San Pablo.
Antes había recorrido el interior del país y trabajado con comunidades
indígenas y campesinas. Alice se había volcado de lleno al trabajo social con
los habitantes de las villas miseria. En 1971 se instaló en Corrientes para
apoyar la formación de las Ligas Agrarias. Cuando los militares se hicieron con
el poder, sus amigos y conocidos empezaron a desaparecer. La religiosa viajó a
Buenos Aires para reclamar por ellos y de esta forma se conectó con las Madres
de Plaza de Mayo. Se hospedaba con Léonie en Morón y, así, su compañera también
se vinculó con el incipiente movimiento de derechos humanos que se organizaba
en el país.
El paso de las monjas por la Escuela de Mecánica de la
Armada está documentado por numerosos testimonios de sobrevivientes de ese
centro clandestino de detención. “El 8 de diciembre (de 1977) sentimos entrar
en el sótano a todo el grupo de la Santa Cruz. A nosotros (los otros
detenidos) nos encerraron pero sabíamos que los traían y escuchamos el ruido de
las cadenas. Sabíamos de la infiltración de Astiz porque ellos mismos lo
contaban”, narró a Página/12 Graciela Daleo.
Dos o tres días después, cuando fue a lavar los platos, la mujer se
encontró con una señora mayor con signos de haber sido maltratada. Estaba
sentada y encapuchada. Se acercó, la abrazó y le preguntó si necesitaba algo.
“Un café”, respondió. En ese momento un guardia se interpuso y con un grito le
ordenó a Daleo que saliera del lugar. Luego le informó que la señora era una de
las monjas del grupo de la Santa Cruz. Era Léonie.
La Armada se empeñó en negar esos secuestros, de los que se hacía
demasiado eco la comunidad internacional. En un intento por despejar las
sospechas evidentes, los subordinados de Emilio Eduardo Massera ordenaron a un
detenido sacar una foto de las religiosas en el sótano de la ESMA con
una bandera con la leyenda Montoneros de fondo. A Domon le obligaron a escribir
una carta en la que decía que la había secuestrado “un grupo disidente del
gobierno de Videla”.
Por esos días los detenidos de la ESMA también se enteraron del
“traslado” (asesinato) del grupo secuestrado en la Santa Cruz. “Los
oficiales, entre los que estaba Héctor Febres, volvieron con las botas
embarradas. Decían que habían encontrado un buen lugar para dejar `los bultos`.
Nosotros dedujimos que se las habían llevado en una lancha, que no había sido
un vuelo”, recordó Daleo. Ahora se sabe con certeza de qué hablaban los
represores cuando se referían a Domon y Duquet como “las monjitas voladoras”.
“Los políticos y militares de la época mentían y manchaban el nombre de
Léonie y Alice. Decían que se habían ido a México a ejercer la prostitución,
como dijo el ministro del Interior Albano Harguindeguy. Astiz fue condenado en
ausencia en Francia y no creo que Argentina lo entregue al gobierno francés.
Pero si lo juzgan y lo dejan preso sería aún más importante que entregarlo a
otro país. Es la mejor forma de justicia y enseñanza, fortalece la memoria para
que no se repita la historia”, afirmó la superiora Logerot, desde las afueras
de Toulouse.
Una lucha incansable.
La Justicia argentina encontró e identificó los restos de la religiosa
francesa Léonie Duquet, víctima de la dictadura militar argentina.
Este hallazgo es el resultado de la lucha incansable de casi tres décadas
de las víctimas, los familiares, los sobrevivientes y los organismos de
derechos humanos. Sus acciones han logrado revertir las políticas de perdón e
impunidad y han permitido recuperar la esperanza de construir una sociedad
basada en la justicia y la verdad.
Léonie Duquet fue secuestrada de la capilla San Pablo de Ramos Mejía,
partido de La Matanza, el 10 de diciembre de 1977. Fue llevada a la
ESMA, donde compartió cautiverio con Alice Domon y diez personas más, algunas
de las cuales fueran secuestradas dos días antes en la
Iglesia de la Santa Cruz. Desde su desaparición las autoridades
francesas realizaron innumerables gestiones ante el gobierno argentino para
lograr dar con los cuerpos y condenar a los responsables.
La labor silenciosa y eficaz de la Cámara Federal y el Equipo
Argentino de Antropología Forense han permitido garantizar el derecho de los
familiares a la verdad y al duelo. La anulación de las leyes de impunidad
habilita la continuación de las acciones judiciales para condenar a los
responsables: autores materiales e intelectuales.
De este modo, el Estado argentino ha dado cumplimiento al reclamo de las
autoridades y de la sociedad francesa que clamaron durante todo este tiempo una
respuesta institucional a lo ocurrido a los ciudadanos franceses víctimas de la
dictadura militar argentina. Una vez más, gracias: Madres de Plaza de Mayo,
organismos de Derechos Humanos, sobrevivientes por su incansable colaboración,
gracias a las familias Domon y Duquet por la confianza depositada, y gracias a
todos los amigos que sin pertenecer a estos sectores han manifestado un apoyo
invalorable para poder continuar con esta lucha.
(*) Abogado de los familiares franceses desaparecidos durante la dictadura
militar y actualmente se desempeña como representante especial para los
Derechos Humanos en el ámbito Internacional de la
Cancillería argentina.
© Horacio
Méndez Carreras - (Diario Página/12 de Buenos Aires 30-08-2005)
“Todavía no conocí
la democracia en Argentina”
El eslabón fue hasta Pueblo Illia, Misiones, donde vive una de las monjas
francesas que sobrevivió a la última dictadura militar. A punto de cumplir 80
años, continúa fiel a su compromiso de acompañar a los más necesitados.
“¿Pueblo Illia?
Siga derecho nomás”, indicó un mensú a la célula dormida del eslabón en
Misiones. La orientación necesitó, kilómetros más adelante, un refuerzo. Allí
otro trabajador de la tierra, machete en mano, señaló que el camino, minado de
monte, plantaciones de mandioca, té y choclo, iba a ser más largo de lo
imaginado. Los 18 kilómetros que en teoría unen la ruta nacional 14
con Pueblo Illia se multiplicaban por la sinuosidad del trayecto, las piedras,
curvas y picadas.
Cuando todo indicaba que era mejor pegar la vuelta y robar información de
Internet para cumplir con el espacio de esta nota, un coqueto cartel anunciaba
que estábamos en el lugar indicado.
Unos metros más adelante, como un milagro de la arquitectura, se levanta un
complejo educativo imponente. Allí, los hijos de colonos y guaraníes estudian,
hacen deportes, comen e incluso se internan como pupilos.
Una de las
responsables de la obra es Ivonne Pierron, la misma monja francesa que salvó su
vida de milagro durante la última dictadura militar, y que llegó a Misiones en
1987 por medio de un referente del Movimiento Agrario Misionero. A punto de
cumplir 80 años, hoy sigue educando, asesora a la Secretaría de
Derechos Humanos de la provincia y asegura que no se calla nada porque “hace 50
años que vivo en Argentina y todavía no conocí la democracia”.
Compromiso con los
pobres. Sin tiempo para precalentar, Ivonne toma la iniciativa en la entrevista
y hace bailar el grabador con golpecitos en la mesa. “No podemos hablar de
democracia si nuestros abuelos que trabajaron como esclavos en el campo y las
ciudades después no tuvieron jubilaciones ni pensiones como deben. Acá para la
gente de la chacra ni hablan del tema”, se indigna Ivonne, en un afrancesado
castellano.
En el albergue no
hay teléfono ni computadora, pero Ivonne está al tanto de la situación social.
La monja sabe que este es un año electoral y que su figura sigue teniendo peso.
“Me vincularon a distintos partidos en la provincia pero yo quiero vivir libre.
Decían que yo apoyaba a una lista. No me pidan que me incline por alguno, mi
color político es la liberación del pueblo”, arremete sin concesiones la
religiosa.
Según la monja
francesa, la juventud tiene la responsabilidad de asumir mayores compromisos
con el momento político actual. “Para que la juventud luche –afirma– hay que
darle un camino para luchar, hay que darle confianza e integrarlos. Desde este
gobierno nacional veo por primera vez una intención de cambio, pero faltan
muchas cosas. A un chico que pide en la calle no lo formás para un país. En
educación aplicamos un plan como la EGB, que lo rechazó toda Europa,
porque a los gobernantes le conviene el pueblo ignorante. El único fin es
dominar al pueblo, por eso hay que sacarse el sombrero con estos fulanos por
cómo planifican todo”.
Presente y pasado.
Ivonne Pierron conoció de cerca al nazismo cuando vivió en Francia. En 1955
vino al país y se enamoró de la gente criolla. La religiosa estuvo un tiempo en
Buenos Aires y luego se radicó en Corrientes. Allí trabajó junto a los
campesinos cerca de la zona de Curuzú Cuatiá y Goya, hasta que tuvo que
abandonar su misión porque mataron a sus compañeras Leonie Duquet y Alice
Domon.
“Trabajaba con las
ligas agrarias. Nosotras tomamos los votos de lucha junto a los campesinos
porque tenemos que estar al lado del que sufre. Hicimos huelgas de hambre en la
catedral de Goya y conseguimos mejoras en el precio del tabaco”, recuerda y
reivindica Ivonne.
En ese entonces,
Alice Domon, que misionaba con Pierron, acompañó a familiares de desaparecidos
de Goya a Buenos Aires para sumarse a las Madres de Plaza de Mayo. Pero en las
reuniones que mantenía el grupo había un infiltrado: el ex marino Alfredo
Astiz, que bajo el seudónimo de Gustavo Niño se hizo pasar por hermano de un
desaparecido y se ganó la confianza de las religiosas. “Ellas me hablaban
maravillas de Astiz, pero yo les preguntaba de qué trabajaba, y ellas me decían
que no tenía trabajo. Además tenía auto y todas las noches acompañaba a una
madre distinta a su casa. Eso no me gustó nada. Yo le decía a las otras
hermanas que era sospechoso, pero hasta una vez se enojaron conmigo por pensar
eso”, memora ahora Ivonne.
El beso de Astiz
en las mejillas de las religiosas y de Azucena Villaflor (una de las fundadoras
de Madres cuyos restos fueron encontrados el año pasado por el Equipo de
Antropología Forense) fue la señal de la entrega. Pierron se enteró
inmediatamente de la noticia y recibió un mensaje de la embajada francesa para
que abandonara el país si no quería correr la misma suerte que las otras
religiosas. “Yo no me quería ir –dice–, porque es más doloroso dejar a la gente
que morir”. Al final aceptó la partida con el compromiso de trabajar en la
denuncia internacional.
El paso hacia la libertad no fue sencillo. En el vuelo de Air France tuvo que
contar con el apoyo de la embajada francesa y la complicidad del piloto, que la
protegió de los militares que registraron el avión.
En el exilio
participó de algunos ámbitos junto a Mercedes Sosa, a Daniel Viglietti y a
numerosos luchadores sociales. También conoció a Isabel Perón y a Mario
Firmenich. “Un jefe montonero que en Francia se quiso reunir con (Emilio)
Massera para tumbar a Videla, mientras sus compañeros morían”, rememoró Ivonne
acerca del jefe guerrillero.
Antes del exilio,
Pierron estuvo detenida por participar de una marcha junto a las Madres de la
Plaza de Mayo en 1978. Su documento con dirección de Corrientes generó
sospechas en las bestias de uniforme verde oliva. “Cuando me llevaban los
militares yo les preguntaba por qué me apuntaban con una ametralladora. «Para
defenderla hermana», me respondían. Yo estuve en la guerra contra Hitler, les
dije, y sé que para defender un lugar hay que apuntar los cañones para el otro
lado de la frontera ¿Usted que es militar no lo sabe? Me daba alegría provocar
a los militares, si me mataban, me mataban”, cuenta la religiosa.
Hermana Ivonne Pierron
Pierron intentaba
trasladar esa valentía a las madres de desaparecidos.
“Nosotras
recomendábamos –dice la monja– que no tengan miedo, porque en las listas
estabas vivo o muerto. Cuanto más hablabas, más te torturaban, porque más
querían saber”.
El regreso. “En el
80 fui a Nicaragua porque pedían gente para la reconstrucción del país y a mí
me faltaba América, la gente criolla. En noviembre de 1984 volví a Buenos
Aires, pero no podía volver a Corrientes porque estaba marcada como terrorista
y no quería asustar al pueblo. Entonces surgió la propuesta de Misiones. Yo
estaba en el sur con los mapuches pero quería quedarme en el nordeste. Volví
pero no sabía si verdaderamente había un cambio”, explica la monja.
“¿Qué más quieren
saber?”, pregunta con cortesía la religiosa a este medio, sin importarle que el
grabador caminó sin detenerse durante dos horas. La charla continuó en las
afueras del albergue. Allí nos mostró la primera casa que habitó en el pueblo y
la flamante estructura que funciona con energía solar y provee de agua caliente
a todo el establecimiento. La noche ya se había adueñado del paisaje misionero.
Ivonne se sometió a una sesión de fotos más y nos acompañó hasta la puerta.
Sabía que nos deparaba un regreso arduo y culebrero. Como la construcción de la
verdad histórica del país.
Nota de Edición.
El oratorio San Pablo Apóstol, ubicado hoy en Ramos Mejía, fue parte de mi
barrio de pibe, allí jugábamos al fútbol, realizábamos kermeses, asistíamos a
misa, enseñábamos catecismo y fue construido por el barrio, en aquella época
pertenecía al municipio de Morón, más precisamente Haedo.
Conocí a la Hermana Léonie Duquet, tenía un temperamento muy fuerte, cuidaba el
Oratorio como nadie, nos retaba cuando rompíamos sus plantas con la pelota de
fútbol, pero denotaba la realización de un trabajo social como ninguna persona
de la Iglesia había realizado en el lugar. Su ausencia fue irremplazable,
aunque no faltaban en barrio aquellos tristes comentarios de... Por Algo será...
© Luis A. Capomasi. Publicado el 18 de Noviembre de 2007.
dealgunamanera@gmail.com