Destituyentes...
Habitantes de una villa que se plantan ante las topadoras hasta que
les paguen lo que piden. Padres y docentes que secuestran a un director
de escuela hasta lograr lo que desean. Activistas de una facultad
zapatean sobre la mesa de una deliberación universitaria para impedir la
elección de una decana, mientras anuncian que si no se salen con la
suya, “se va a armar quilombo”. Un grupo de avejentados setentistas se
instala con sus carpas y arcaicas pancartas en la avenida Callao
ocupando media calzada a la altura de la Casa de Córdoba para exigir la
liberación de “presos políticos”. Azafatas súbitamente cancelan vuelos
de una empresa aérea sin preaviso ni explicación, aduciendo
incumplimientos contractuales y dejando anclados en tierra a millares de
pasajeros. Así funciona hoy la Argentina, sólo basta verlo y
escucharlo. El país ha naturalizado su mutación en enorme cuadrilátero
de puja bestial y desalmada. Todos quieren todo y ya.
Es posible porque
la Argentina es hoy una ruina de sociedad civil donde de arriba hacia
abajo se ha consagrado el imperio de la fuerza, ese derecho de las
bestias del que hablaba el señor que murió el 1º de julio de 1974.
En Comodoro Rivadavia, un operativo de ribetes cinematográficos
permitió rescatar al ministro de Educación de Chubut, Luis Zaffaroni,
cuando la infantería policial lo liberó por el techo de la Escuela 757
Hipólito Yrigoyen. Zaffaroni fue rehén durante 11 horas, encerrado por
casi 300 docentes y padres que exigían mejoras salariales y mantienen
sin clases a escuelas de la ciudad patagónica hace 45 días. Los alzados
le exigían al ministro chubutense que renuncie, les dé un aumento
salarial y levante el operativo policial en las escuelas, como condición
para ponerlo en libertad. Escuelas tomadas, ministros secuestrados,
hechos cotidianos en una Argentina donde el bullying es un recurso
permanente y que ya no asombra.
Nada de esto se diferencia mucho del ya consagrado y fulminante
sistema de acción directa adoptado por los sindicatos del transporte
(ferroviarios, aviación, colectivos). Asambleas repentinas que, por
definición, no pueden ser jamás verdaderamente representativas, de la
noche a la mañana descerrajan medidas extremas, sin anestesia, acciones
que toman al pasajero como cautivo. A quienes toman estas medidas no les
interesa divulgar sus razones, ni persuadir con sus argumentos. Eso
forma parte del pasado. No reparten volantes explicativos, ni se afanan
por hacerse querer. Operan en frío y contra la gente, al igual que las
cotidianas brigadas de escrachadores, cortadores de calles, y
acampadores profesionales. Maximalistas convencidos, proceden con un
método contundente.
Es el mismo modelo aplicado con todo éxito en la ya multitudinaria
Villa 31 de la Capital Federal, donde el Gobierno pagó más de 800 mil
pesos en “subsidios” para que le permitan demoler 27 casas que obstruían
la traza ferroviaria del Belgrano Cargas, donde se expandía un
asentamiento. Todo sugiere que el monto sería mucho mayor, según
blanquearon los propios ocupantes. La Administración General de Puertos
(AGP), dueña de ese predio, confesó que tuvieron que darle un promedio
de 30 mil pesos a cada grupo de esas casas, aunque trascendió que
algunos cobraron hasta 160 mil pesos. Esas viviendas habían sido armadas
hace tres años y medio, junto a las vías e incluso sobre ellas,
ocupando un sector de 150 metros de largo; algunas de ellas están bajo
la autopista Illia. Hubo “negociación” hasta que los 27 grupos se
aseguraron cobrar un subsidio del gobierno nacional, a cambio de
permitir la demolición de sus casas.
Cuando los movimientos de demolición y remoción de escombros
avanzaban hacia la avenida Castillo, bajo la autopista Illia, la
limpieza de las vías debió suspenderse porque unos veinte grupos
familiares frenaron a las topadoras. “Nadie se nos acercó a ofrecernos
nada”, dijeron los habitantes, plantados ante las máquinas.
Exijo, luego existo, nueva consigna argentina, versión reformateada
del siempre eficaz “el que no llora no mama y el que no mama es un gil”.
En la Villa 31 y su hermana menor, la 31 bis, viven unas 30 mil
personas. Cristina Kirchner reivindicó el auge de la Villa 31 como parte
de su política económica. “La transformación que ha experimentado este
espacio, que se traduce en ladrillos, en construcción de mampostería, en
chapas, implica y expresa la profunda transformación que ha tenido el
país en estos años”, dijo el 11 de mayo. “Pasaba todas las semanas por
este lugar y esto era un conjunto apenas de cartones y de chapas, de
aglomerados” contó. Para ella ese abigarrado núcleo poblacional muestra
el progreso del país bajo los gobiernos de ella y su marido.
En todas partes, violencia, asambleísmo tumultuoso y bloqueo a las
hoy desacreditadas “formalidades” burguesas. Graciela Morgade, nueva
decana electa de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires, no pudo asumir el cargo porque no la dejan entrar. Grupos
de izquierda consideran que su designación deriva de la “falta de
democratización de los órganos de representación”. Por eso, “tomaron” la
sede de la calle Puán 480. Morgade no pertenece al equipo de Mauricio
Macri. Es kirchnerista, como su predecesor, Hugo Trinchero. La “toma”
que mantenía a la decana electa despachando asuntos de la Facultad desde
una mesa de bar es la obra de 200 personas, sobre un total de 16 mil
alumnos censados. Para mamar, todos lloran. Nadie es un gil aquí.
© Escrito por Pepe Eliaschev el domingo 20/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.