Clarín 2...
Esta contratapa continúa la de ayer, ambas dedicadas al tema central de la audiencia pública de la Corte Suprema de Justicia por la Ley de Medios,
que fue el de la escala: cuanto más grande es mejor, y cuanto más
grande es peor. Por cuestiones de espacio focalicé ayer sobre si (y si
sólo) se puede hacer periodismo de investigación político crítico de los gobiernos desde una empresa de medios muy grande. Y en la de hoy, sobre si el tamaño de Clarín afecta la pluralidad, dificultando el desarrollo democrático y/o la libre competencia, trabando el desarrollo económico.
Habría que comenzar diciendo que si una empresa es la primera en
diarios, la primera en televisión, la primera en radio, la primera en
cable y la primera en internet, o todos los demás son tontos o existe alguna ventaja que ese conglomerado tiene y dificulta a cualquiera competirle.
En un reportaje publicado en Perfil el sábado de la semana pasada, el CEO de Cablevisión, Carlos Moltini,
dijo que sin la fusión de Multicanal con Cablevisión “la empresa no era
sustentable en el largo plazo”. O el problema está mal planteado, o nos
encontramos frente a un raro caso donde una empresa o muere o es líder
en todo.
Yo no creo que Moltini mienta ni tampoco que Sabbatella esté
totalmente equivocado, cada uno tiene su parte de razón. El problema es
que, aunque la Corte Suprema pudiera descifrar lo verdadero de cada
lado, no podría resolver el problema de fondo porque no tiene el poder absoluto del rey Salomón, quien ejercía simultáneamente el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La tarea quedará para un nuevo gobierno y un nuevo congreso a partir de 2015. Lo que la Corte ahora podrá hacer es impedir que se rompa lo irreparable.
De cualquier forma, el debate es enriquecedor y preparativo para 2015, además de orientar a la Corte sobre qué cuidar.
Moltini dijo que Clarín no es sustentable en el largo plazo
porque “la pérdida de lectores del diario es permanente. En TV abierta
no hay un programa que supere los veinte puntos de rating. Los
consumidores evolucionaron en la manera de acceder a los contenidos.
Todo medio independiente hoy en la Argentina tiene algo atrás que le da
sustentabilidad”.
Primero habría que aclarar qué es ese “algo” que tendrían atrás y que da sustentabilidad a los medios independientes, porque el
diario La Nación o Editorial Perfil no tienen ninguna otra actividad
que no sea medios gráficos y son a la vez independientes y hoy
sustentables. Habría que precisar entonces a qué se refiere
Moltini con “largo plazo”: ¿cinco años o cincuenta años? Ya Bill Gates
pronosticó el fin del papel para el año 2000 y se equivocó por mucho.
Hoy en día no se habla de una desaparición total del papel pero sí de
una reducción sólo a la elite –como, por ejemplo, el teatro– para 2030
en Estados Unidos y progresiva a 2050 en el resto de los países.
Paralelamente los diarios Clarín, La Nación o Perfil no serían
sustentables en un largo plazo dentro de algunas décadas sólo si no
hacen nada, mientras que, por el contrario, podrían encontrar en lo digital una oportunidad más grande que en el papel para entonces.
En televisión, cine o música continuamente aparecen ideas similares
de catástrofe y de que la industria se acaba. Generalmente es hecha por
gente que siente tener una edad profesional en la que ya superó su cenit
y se deprime.
Siempre habrá información, entretenimiento y producción de contenidos. Quizás la nostalgia anticipatoria de Moltini
podría relacionarse con lo que plantea el libro lanzado en abril pasado
y que ya se transformó en un best seller de los medios, titulado The End of Big: How the Internet Makes David the New Goliath
(para reforzar su idea, Moltini lo puede comprar por 18 dólares en
papel en Amazon o sólo por 14 para leerlo en Kindle). Volviendo al
teatro como ejemplo anticipado de los medios offline, después de varias
décadas de reducción de la cantidad de espectadores, el teatro llegó a
fines de los 90 en Argentina a un piso de 3 millones de espectadores
anuales, para alcanzar más de 5 millones de espectadores anuales en la
actualidad. Eso sí, las salas son más chicas que antes.
Pero seguramente Moltini no mira los medios como productor de contenidos
sino como un técnico en telecomunicaciones y, desde la perspectiva de
la conectividad, que es bien distinta a la de la producción de
contenidos, Moltini tiene razón. La finlandesa Nokia era la mayor
fabricante de celulares del mundo hace cuatro años y perdió todo su
mercado porque no pudo competir contra Apple y Samsung. Fue vendida
ahora a la norteamericana Microsoft, que tendría tamaño suficiente para
competir con otra norteamericana y una asiática (el producto bruto de
Finlandia es la mitad del de Argentina).
Previamente al 7D, Moltini dio una entrevista a Mariano Grondona y
dijo: “Telefónica es 16 veces más grande que Cablevisión, la fusión de
Cablevisión y Multicanal fue la convergencia de infraestructura para el
desarrollo de los servicios triple-play y cuádruple-play. Cablevisión y
Multicanal se fusionaron porque era la única posibilidad que tenían de subsistir
en un mercado competitivo de las comunicaciones en el cual la masa
crítica es absolutamente necesaria para seguir prestando los servicios.
La fusión trajo la digitalización, el HD y el Fibertel 30 megas.
Y el poder ser una empresa competitiva e independiente que pueda dar una pelea en el espacio de las telecomunicaciones. Cablevisión sólo tiene el 10% del mercado de las telecomunicaciones en Argentina. Si fuéramos más pequeños no existiríamos, porque no tendríamos la masa crítica para invertir ni dar un servicio competitivo ni apetecible para nuestros clientes. Lo que pasaría es que los grandes operadores como Telefónica, a la que le aprobaron la fusión con Telecom, pasarían a ser prácticamente los dueños de todo el negocio de las telecomunicaciones, como sucede en Perú”.
Y el poder ser una empresa competitiva e independiente que pueda dar una pelea en el espacio de las telecomunicaciones. Cablevisión sólo tiene el 10% del mercado de las telecomunicaciones en Argentina. Si fuéramos más pequeños no existiríamos, porque no tendríamos la masa crítica para invertir ni dar un servicio competitivo ni apetecible para nuestros clientes. Lo que pasaría es que los grandes operadores como Telefónica, a la que le aprobaron la fusión con Telecom, pasarían a ser prácticamente los dueños de todo el negocio de las telecomunicaciones, como sucede en Perú”.
Exacto; en el mercado peruano, más chico, no existieron un Clarín ni,
como en México, un Slim, que le hicieran frente a Telefónica.
Dependiendo de la perspectiva, hasta podría ser un motivo de orgullo que
Argentina cuente con una empresa de telecomunicaciones con mayoría
nacional (40% es de un inversor mexiconorteamericano). En México, Slim
lo logró recibiendo el monopolio de la telefonía, que era del Estado
cuando, en 1990, se privatizó Telmex.
Pero Brasil, seis veces mayor que la Argentina, no pudo generar una empresa de telecomunicaciones mayoritariamente nacional porque los tres grandes operadores son Telefónica, Telecom y el propio Slim. La Globo tuvo que venderle a Slim la empresa equivalente a Cablevisión que tenía en Brasil cuando no pudo pagar su deuda y no tuvo la influencia suficiente (quizá tampoco el deseo, porque esa deuda no arrastraba a todo el grupo) para hacer modificar la Ley de Quiebras y sancionar otra de Bienes Culturales, como pudo hacer Clarín en Argentina. Lo mismo sucedió con la operadora de televisión por cable de Editorial Abril, que por los mismos motivos fue vendida a Telefónica de Brasil.
Pero Brasil, seis veces mayor que la Argentina, no pudo generar una empresa de telecomunicaciones mayoritariamente nacional porque los tres grandes operadores son Telefónica, Telecom y el propio Slim. La Globo tuvo que venderle a Slim la empresa equivalente a Cablevisión que tenía en Brasil cuando no pudo pagar su deuda y no tuvo la influencia suficiente (quizá tampoco el deseo, porque esa deuda no arrastraba a todo el grupo) para hacer modificar la Ley de Quiebras y sancionar otra de Bienes Culturales, como pudo hacer Clarín en Argentina. Lo mismo sucedió con la operadora de televisión por cable de Editorial Abril, que por los mismos motivos fue vendida a Telefónica de Brasil.
Clarín logró lo que ninguna empresa de medios de Brasil pudo lograr
–a pesar de ser todas ellas más grandes– gracias a que, al ser productor
de contenidos periodísticos, utilizó su influencia como constructor de
subjetividad política para presionar por regulaciones que le permitieran crear un “pequeño monopolio” en comparación con el de Slim, en su caso desde el cable.
Con la perspectiva de Moltini, un negocio decadente como el de la
producción de contenidos se debía usar para intervenir en la creación de
un negocio con futuro, como el de las telecomunicaciones. El problema
aparece cuando, al tener que reinvertir parte de las ganancias de las
telecomunicaciones para aumentar la influencia como generadores de
contenidos y así mantener y potenciar su poder de constructores de
subjetividad para seguir influyendo, terminan afectando a todo el
sistema de medios y a la pluralidad.
Para la Harvard Business School, lo que hizo Magnetto es genial. Para
los profesores de la Facultad de Periodismo de la Universidad de
Columbia, sería criticable.
El negocio de las telecomunicaciones es en la Argentina decenas de
veces mayor que el de la producción de contenidos: ninguna empresa de
producción de contenidos puede competir de igual a igual con otra que
además tenga una empresa de telecomunicaciones. Y Clarín es la única empresa que actúa en todos los campos de la producción de contenidos
y a la vez es dueña de una empresa de telecomunicaciones, explicándose
así por qué es la número uno en diarios, radio, televisión, etc.
Dos frases del mundo de los negocios que resumen esa lógica: 1) “Los
productos nunca fallan por sus propios errores, siempre fallan porque
falta dinero; si existe la suficiente inversión para corregir y volver a
probar, corregir y volver a probar, siempre se tendrá éxito”. 2) “La
creatividad se compra; lo único que no se puede comprar (porque nadie
que lo tenga lo vende) es la distribución (el acceso)”.
Falta agregar que Telefónica, que internacionalmente dejó de estar interesada en la producción de contenidos, mantiene Telefe para tener una puerta de entrada al Gobierno, lo que es otra forma muy criticable de utilización de un medio.
Después de todo lo expuesto, ¿qué habría que decirles a los legisladores de 2015?
Lo primero es que Cablevisión/Multicanal/Fibertel es una empresa
eficiente, además con mayoría de capital nacional, que no habría que
estropear. Lo segundo es que hay que evitar que las empresas de telecomunicaciones utilicen su poder económico o logístico (el acceso) para controlar la producción de contenidos. Esto vale tanto para el Grupo Clarín como para Telefónica.
En las condiciones de la tecnología actual (en diez años puede ser
todo diferente), y dado que todavía hoy quien tiene la posibilidad de
impedir el acceso a señales de TV por cable para favorecer a las señales
propias tiene un poder abusivo, lo ideal sería que las empresas de
telecomunicación tuvieran prohibido producir contenidos y que, al mismo tiempo, no se redujera ni dividiera Cablevisión/Fibertel.
Si el 80% de las ganancias del Grupo Clarín proviene de
Cablevisión/Fibertel, en términos económicos sería mejor para el dueño
de Cablevisión/Fibertel no contar con el diario Clarín, Canal 13, radio Mitre, TN, etc., a cambio de asegurarse de que no lo obliguen a reducir Cablevisión/Fibertel el 20%.
Cuando internet cambie todo y la conectividad pierda su poder, allí
el contenido será el rey, como desde hace años se viene pronosticando
sin acierto. Pero falta por lo menos una década, y en Argentina, más. En síntesis: los medios pueden ser (y serán) más chicos. Las que no pueden ser más chicas son las empresas de telecomunicación.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 15/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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