Viaje al pasado…
El dólar de ya no ser, CFK y GW. Dibujo: Pablo
Temes.
Dólar, cortes de luz, aumento del
mínimo no imponible y acuerdo con Irán: tarde o mal.
En el viaje al pasado al que día
tras día va llevando Cristina Fernández al país, revivió en esta semana, como
nunca desde el comienzo de la era de los Kirchner, la fiebre del dólar. En
medio del mal humor producido por el calor agobiante y los cortes en el
suministro de energía eléctrica, tanto el jueves como el viernes que pasaron,
como sucedió otras veces en la historia argentina, el valor que hora tras hora
alcanzaba la divisa estadounidense en el mercado paralelo fue marcando el pulso
de la actividad económica. No importa si eran grandes inversores o el señor o
la señora de barrio. Nadie estuvo, en esas horas, indiferente al destino del
blue.
Es curioso este fenómeno generado
por la mala praxis económica llevada adelante por funcionarios kirchneristas
que, con sus medidas y sus dichos, contradicen uno de los postulados básicos
–la estabilidad del dólar– que formaban algo así como el manual de la
gobernabilidad que Néstor Kirchner aplicaba como un concepto casi “bíblico”. El
ex presidente, que se había preocupado por estudiar economía y por aprender sus
principios básicos, sabía también que el superávit fiscal era un pilar
fundamental para asegurar una buena administración gubernamental. En fin, cosas
de sentido común que Kirchner había tenido el tino de aprender y poner en
práctica.
Todo eso se ha tirado por la
borda. Y aparece aquí, entonces, un verdadero desafío para el Gobierno: la
necesidad de hacer correcciones. Y ésta es una alternativa para la que la
Presidenta ha demostrado tener poca aptitud. Y esa poca aptitud se manifiesta,
entre otros hechos, en la manera como se reacciona desde el oficialismo cuando
alguien se atreve a desnudar la citada mala praxis gubernamental que ha
generado un enorme problema cuya solución habrá de ser cada vez más costosa. Es
lo que le pasó a Mario Wainfeld a raíz de su última columna dominical en
Página/12. Mario, a quien nadie podría tildar de opositor y al que se lo valora
por su pluma y por su respeto a la pluralidad, no hizo más que narrar el
sinsentido de lo que hoy vive la mayoría de los ciudadanos que quieren o
necesitan comprar dólares. Ante la enunciación de esa realidad, el Gobierno
actuó como siempre, es decir, la descalificación. Eso fue lo que significó la
“respuesta” que le dio la AFIP, en la que lo que faltó fue una contestación al
planteo hecho por nuestro colega. Fue un calco del caso de la carta de la
Presidenta a Ricardo Darín en la que lo que menos hizo la remitente fue
responder al interrogante sobre su fortuna personal que se había planteado el
actor.
La desilusión reinante en las
filas de la CGT Balcarce luego del anuncio hecho por la Presidenta a través de
la cadena nacional de la suba del mal llamado mínimo no imponible ha sido un
termómetro de lo insuficiente de la medida. Es más o menos lo mismo que pasa
con una enfermedad: cuando un remedio se da a destiempo y en cantidades
insuficientes, aun cuando contenga la droga adecuada para el mal en cuestión,
terminará siendo ineficaz. Es lo que está sucediendo ahora con la decisión del
Gobierno. La suba anunciada del mínimo no imponible –del 20%– llega tarde y es
insuficiente. Es más, dependiendo de los aumentos salariales que se acuerden en
las negociaciones paritarias, a muchos trabajadores los terminará perjudicando.
Al lado de este problema que afectará a muchos asalariados, está el de la
inflación, que también los perjudica. “Este dinero irá al consumo”, señaló
Fernández de Kirchner el lunes pasado. El problema es que, en el marco dentro
del que se desenvuelve la actividad económica, el aumento de la demanda es hoy
un factor inflacionario más. Por otra parte, como consecuencia de esa dinámica,
en la Argentina de hoy todo es consumo, nada es ahorro. Por eso es que la
irrealidad de los índices del Indek ya no sirve más. Y esto va más allá de la
censura que acaba de aplicarle al país el Fondo Monetario Internacional. El
ministro de Economía acaba de anunciar que se creará un nuevo índice. ¿Quién le
creerá?
El azoro de la semana lo produjo
la inesperada decisión del Gobierno de disponer que tanto el juez como el
fiscal que tienen a su cargo la investigación por el brutal atentado terrorista
contra la AMIA deberán trasladarse a Teherán para interrogar a los funcionarios
del gobierno iraní incriminados en el hecho. Al respecto, lo que no hay que
olvidar es que ese atentado se produjo en territorio argentino, que fue hecho
contra una entidad argentina, y que las víctimas fueron en su mayoría
ciudadanos argentinos junto con algunos ciudadanos extranjeros residentes en la
Argentina. No es, por lo tanto, similar al atentado contra el vuelo 103 de Pan
Am que se desintegró, el 21 de diciembre de 1988, en pleno vuelo al estallar
una bomba colocada en el Boeing 747 cuando se hallaba sobre la localidad
escocesa de Lockerbie, durante la travesía Londres-Nueva York. En ese atentado
murieron los 243 pasajeros, los 16 miembros de la tripulación y 11 personas más
en tierra. La acusación por el hecho recayó sobre integrantes del gobierno del
dictador libio, Muamar Kadafi. A pesar de que la aeronave pertenecía a una
empresa estadounidense, el juicio lo llevaron adelante jueces de Escocia en un
país neutral –Holanda– al que Kadafi entregó a los dos oficiales de
inteligencia acusados.
Que la Presidenta haya hecho este
anuncio de tamaña trascendencia por Twitter es una desagradable muestra de
banalización de un tema grave y doloroso: una cosa es utilizar el contenido de
140 caracteres para apreciaciones críticas o sarcásticas y otra, hacerlo sobre
el caso AMIA. Decir que aceptar que los interrogatorios se hagan en Irán es una
reafirmación de la soberanía es como afirmar que lo que es blanco es negro. E
imaginar que por esta vía se logrará que el régimen de Mahmud Ahmadinejad
entregue a sus funcionarios parece quimérico. ¿Será el próximo paso del
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner pedirle disculpas a Irán?
Producción periodística: Guido
Baistrocchi.
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