Reacciones inesperadas…
¿Y si el voto bronca desaparece...? Dibujo: Pablo Themes
El país ya no resiste las viejas mañanas de la política. La gente ha mostrado su hartazgo una y mil veces.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 13/11/2021 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Domingo de votación para una elección de medio término en la que se juega mucho más que la renovación de nombres en las bancas del Congreso Nacional, las Legislaturas provinciales y los Concejos Deliberantes. Hay en esta elección un plebiscito a la primera mitad del gobierno del Frente de Todos y una lucha mucho más profunda por alcanzar el equilibrio de fuerzas en el Parlamento.
El final de la campaña se vio marcado –y alterado– por tres temas que preocupan a los ciudadanos en primer lugar y que exigen respuestas inmediatas: la inseguridad brutal que cada día se cobra la vida de uno o más argentinos, la disparada del dólar y la inflación que empuja el costo de vida a niveles insoportables.
A esta altura ya todos conocen a los candidatos, sus spots, sus largas promesas y, en muchos casos, el vacío de ideas. ¿Pero qué es lo que ha ocurrido con la gente a lo largo de esta campaña? ¿Con qué se han encontrado los principales competidores en el cara a cara con los ciudadanos? La calle impone sus propias reglas y les da a todos su baño de realidad. Es una manera interesante de recoger el lado B de la campaña electoral. Lado B que debería estar siempre en primer lugar y que, como suele ocurrir, nunca se cuenta o solo se muestra lo que le conviene a cada agrupación.
Los tiempos cambiaron y atrás han quedado las fotos de candidatos abrazando niños, sonriéndole a la gente y erigiéndose como los dioses salvadores de una realidad adversa. El motivo del cambio es tecnológico y generacional, pero sobre todo tiene su raíz en la democratización del proceso de comunicación. Donde hay un candidato con su equipo de fotógrafos y redes sociales dispuestos a mostrar su cara más amable, también hay a su alrededor miles de habitantes con sus teléfonos celulares captando imágenes y listos para demostrar que el mensaje de campaña ya no es unidireccional.
“La vergüenza del reparto de bicicletas, calefones y heladeras, en distintos sectores del Conurbano, mostró la indignidad del ‘plan platita’ porque miles de ciudadanos viralizaron lo que estaba ocurriendo. Muchos con sorpresa y otros con bronca y dolor. Es claro. No había para todos. Y pronto aparecieron los testimonios de personas, que contaron la contraprestación que debían realizar, para recibir algo a cambio” –así lo describió un vecino de General Rodríguez luego del vergonzoso despliegue del oficialismo en esa tierra. No solo les pedían el voto, los amedrentaban diciéndoles que tenían forma de controlarlos y que si no se ganaba en el distrito se quedarían sin la ayuda social que reciben. En algunos casos los obligaban a colgar banderas partidarias en el frente de sus viviendas para simular un apoyo que muy lejos estaba de ser real.
En las primeras recorridas de los candidatos de Juntos por el conurbano bonaerense, se notó el hastío de la gente. “No querían a los políticos, muchos vecinos se ofuscaban de solo verlos pasar. Pero no por el color de la agrupación; no era solo un problema partidario. Manifestaban su enojo con la clase dirigente en general” –recuerda un kiosquero del sur de la PBA. Ya se había percibido en la campaña para las PASO –y sobre todo en esa primera instancia– el denominador fue la apatía, el cansancio y la falta de esperanza.
Ya en la recta final por supuesto que hubo matices. Cada agrupación recibió el calor de su gente que los impulsaba a seguir adelante. Lamentablemente tampoco faltaron los insultos de algún militante contrario dispuesto a agredir a la pasada. Hay aquí un punto que merece una reflexión aparte. La violencia no puede ser parte del proceso democrático. “Los jóvenes impulsivos” no son una excusa válida para generar desmanes; pero qué difícil es sostener la cordura cuando el mensaje que baja desde arriba es el opuesto. Basta recordar los dichos de la vicepresidenta en funciones sobre los barras bravas allá por el año 2012 cuando dijo que la “maravillaban” las tribunas y “esos tipos parados en el paraavalanchas (sic)”. Y en una clara apología insistió: “En la cancha colgados del paraavalanchas y con la bandera, nunca mirando el partido, porque no miran el partido, arengan, arengan y arengan, la verdad, mi respeto para todos ellos”. En las recorridas de campaña los principales dirigentes van acompañados por sus asesores y, en ocasiones, algún pequeño grupo de militantes. Juntos dejó de lado esta opción y recorrió las calles a pelo –aunque reforzando posiciones en territorio amigo–. “Por supuesto que hemos recibido críticas, algunas subidas de tono y en contadas ocasiones algún insulto. Pero no podés hacer otra cosa que escuchar y ante el enojo invitar al diálogo. No importa que te digan que no, siempre se busca pacificar. Si la cosa se pone pesada tenés que seguir caminando” –aseguró un dirigente acostumbrado a preparar el desembarco de los líderes de la lista en uno de los distritos del Conurbano.
Hay numerosos testimonios que indican que no suele ocurrir lo mismo en las bajadas a territorio de los candidatos del Frente de Todos. Militantes y punteros blindan cada recorrido. Las agresiones se responden con agresiones, se silencia al que piensa distinto y cuando hay cruces con alguna fuerza rival el encuentro puede escalar hasta los golpes como verdaderos barras bravas para “sacar del territorio a los visitantes que no son bienvenidos”. Un fotógrafo que cubría la actividad de Juntos en La Matanza lo describió con una precisión quirúrgica: “Nos corrieron. A nosotros y a varios de los chicos. Yo venía con la mochila cargada con el equipo de trabajo y me retrasé. Me agarraron, los insultos subieron de tono y empezaron los empujones. Cada distrito es diferente, pero hay lugares donde La Cámpora se pone pesada. La pasé mal. ¿Sabés cómo zafé? Les dije que los políticos que se reparten el poder son unos cincuenta tipos y que nosotros somos solo un instrumento de trabajo. Que ellos como militantes están en la misma situación que yo y que no vale la pena pelearnos entre nosotros. El grupo se dividió entre los que me querían fajar y los que no. Se empezaron a pelear entre ellos y aproveché para irme. Hubo trompadas y algún botellazo. Lo increíble fue que a las cinco cuadras me los volví a cruzar. Estaban tomando fernet todos juntos como si nada hubiera pasado”.
El reparto de plata para las movilizaciones y las bajadas a territorio es otra fuente de problemas. Hubo entre partidarios del Frente de Todos peleas y corridas en José C. Paz; San Martín y Moreno. “Siempre hay vivos que se quedan con la guita y no reparten a los pibes que laburan en los puestos de campaña y a los que se mueven casa por casa para arengar el voto. Cuando los marcan la paliza la tienen segura” –contó un militante del oeste.
La Argentina ya no resiste las viejas mañanas de la política. La gente ha mostrado su hartazgo una y mil veces. Sin dirigentes que tengan la altura para afrontar esta situación, la democracia seguirá dejando deudas impagas más allá de cualquier proceso electoral. Éste es el desafío que la política debe comprender para enderezar el timón de una vez por todas y poner la proa con destino de futuro.