sábado, 15 de mayo de 2021

A 39 años del desembarco. "Malvinas está en el lugar de lo sagrado"... @dealgunamaneraok...

"Malvinas está en el lugar de lo sagrado"


Federico Lorenz es uno de los mayores especialistas en una cuestión que conmueve como ninguna a los argentinos y UNR Editora acaba de relanzar una obra suya en la que narra sus andanzas por las islas. Perspicaz y ajeno a todo estereotipo, el reconocido historiador, docente y escritor dialogó a fondo con Cultura y Libros.
 

© Escrito por Sebastián Riestra el domingo 21/04/2021 y publicado por el Diario La Capital de la Ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe de la Vera Cruz. Fotografías: Federico Lorenz

El 2 de abril de 1982 todo cambió, inesperada y violentamente, para los argentinos. El desembarco en las Malvinas, decidido entre gallos y medianoche por la dictadura cívico-militar, desató una súbita ola de fervor patriótico y Leopoldo Fortunato Galtieri se convirtió de pronto en un líder de masas. Pero nada era lo que parecía: la invasión no hizo otra cosa que abrir una caja de Pandora y lo que en principio se veía como un paseo se tornó una catástrofe.

 

Las principales víctimas de la derrota militar fueron los jóvenes conscriptos que pusieron el cuerpo: muchos perdieron la vida en el áspero terreno de las “Falklands”. Antes habían sufrido la improvisación, la carencia de equipamiento y entrenamiento adecuados y también –en numerosos casos– el maltrato por parte de sus superiores. La gran paradoja es que las mismas Fuerzas Armadas que habían reprimido salvajemente con el fin de imponer un plan económico y social siniestro se habían transformado, de golpe, en las abanderadas del imperialismo y la descolonización. Todo funcionó –como era previsible– mal, y fue el principio del fin del autodenominado “Proceso”. Y de procesar tanto dolor y sinsentido se trató, justamente, lo que vino después, ya recuperada la invaluable democracia.

 

Federico Lorenz es, tal vez, el máximo especialista en la álgida cuestión Malvinas. Reconocido historiador, docente y escritor, viajó a las islas en varias ocasiones y es un profundo conocedor de su geografía física y humana. En estos días, el sello editorial de la Universidad Nacional de Rosario –UNR Editora– comienza a distribuir la reimpresión de un libro necesario: Fantasmas de Malvinas se publicó originalmente en 2008 y para esta ocasión el autor ha agregado textos que actualizan su mirada, ajena a la complacencia y los estereotipos.

 

Dos días atrás se cumplió un nuevo aniversario de aquella fecha bisagra en la historia nacional y Lorenz, siempre gentil y predispuesto, contestó las preguntas de Cultura y Libros.

 

 

–Me gustaría conocer tu opinión acerca de las razones que impulsaron a la dictadura a invadir las Malvinas, enfrentando a una potencia militar de primer orden como Gran Bretaña. ¿Fue un manotazo de ahogado, un intento de perpetuación política, un plan cuidadosamente elaborado o sencillamente una improvisación tan demencial como suicida?

 

–De todas las opciones que das, lo que ha quedado demostrado es que no fue un plan cuidadosamente elaborado, sobre todo porque no midieron las consecuencias que la acción tendría. No las midieron ni militarmente, lo que sería esperable, ni políticamente, lo que a posteriori se reveló fatal. Militarmente, por el resultado conocido y porque derivó en la improvisación para el envío de unidades a las islas. Ese despliegue apresurado tuvo consecuencias nefastas para los soldados. En lo político, porque el respaldo popular a la recuperación les dejaba muy poco margen para fracasar, o siquiera ceder. El desembarco en Malvinas fue parte de un acuerdo interno entre Anaya, jefe de la Armada, y Galtieri, para que éste fuera presidente. Es decir, un ejemplo extremo del peso de Malvinas en la política interna. No fue un "manotazo de ahogado", entonces, en tanto la decisión política no fue improvisada. Este "manotazo" es más una lectura ex post, fruto de la derrota y de las mismas dificultades sociales no tanto para explicar la decisión de la Junta Militar, sino las responsabilidades colectivas en la convivencia con el terrorismo de Estado.

 

 

 

–En esa contradicción que constituye el hecho de que la causa era indudablemente justa, pero el que la impulsaba era un gobierno siniestro, vive una paradoja cruel. En tu libro, que fue publicado por primera vez en 2008, la definís de este modo: "…los conscriptos de Malvinas habían muerto en nombre de una patria manchada con sangre de compatriotas. Pagaron esa circunstancia con un ninguneo de décadas". ¿Creés que ese "ninguneo" continúa?

 

–Creo que no. Creo que hay, que siempre hubo un reconocimiento popular a quienes combatieron en Malvinas, los canales para que se expresara son otra cuestión. Lo que sí continúan son las consecuencias sociales del ninguneo institucional de la primera posguerra. La matriz simbólica con la que aún pensamos Malvinas se forjó en el quinquenio que va entre 1982 y 1987. A lo sumo, hasta la última sublevación carapintada, donde si te fijás, un veterano de Malvinas, Balza, enfrenta y derrota a otro, Seineldín. Ahora bien, lo que intento señalar es que lo que no somos capaces aún es de afrontar y enfrentar esa dualidad: el país que aplicó el terrorismo de Estado y el país que enfrentó a los británicos es el mismo. Escindirlos no es más que un mecanismo para reconstruir una zona de confort social que se vuelve incómoda cuando se leen las superposiciones de actores, empezando por el hecho de que muchos militares con actuación destacada en las islas cometieron violaciones a los derechos humanos en el continente, años antes. El oficial que muere en el asalto a la casa del gobernador inglés era miembro de los grupos de tareas. Un comando condecorado en las islas participó en la masacre de Margarita Belén en 1976. Los aviones navales que eran un hilo de vida en el 82 arrojaban desaparecidos vivos al mar años antes. Malvinas, entonces, encarna una deuda social no solo con los ex combatientes, sino sobre todo con nosotros mismos como sociedad. No se puede enunciar la palabra "nación" de la misma manera después de 1982. O no se debería poder. 

 


–Planteemos, si no te parece mal, una hipótesis contrafáctica y de cumplimiento ciertamente imposible: Argentina salía triunfante en la contienda. ¿Cómo hubiera sido ese país?

 

–Si bien no soy muy amigo de la historia contrafáctica, lo que creo es que la crisis económica y la oposición de algunos sectores de la sociedad (los sindicatos, el movimiento de derechos humanos) hubiera terminado por generar un clima de confrontación social importante. De todas maneras, el hecho de que hipotéticamente se hubieran recuperado las Malvinas le habría dado a la dictadura un aire enorme. Cuán extenso, duradero, no lo sé. De todos modos, es política ficción, pues realmente Argentina no podía vencer. En el contexto de la Guerra Fría, sería impensable creer que la alianza Estados Unidos-Gran Bretaña iba a ceder así como así un enclave estratégico. Ahí volvemos a la pregunta anterior: la desmesura de creer que se podría producir un hecho así sin consecuencias, en un contexto como el de los años 80. Ahora que está de moda decirlo, los dictadores vivían en una burbuja también.

 

–Vos recorriste Malvinas a fondo, sos si me permitís la palabra un experto en el tema. ¿Cuál es el sentimiento que experimenta hacia los argentinos la población nativa de las islas, aquellos a quienes despectivamente se denomina "kelpers"?

 

–Yo no puedo generalizar sobre lo que sienten. ¡Lo que me gustaría pasar un tiempo largo allá para aprender más! Porque es un paisaje tan hermoso… Sí en cambio puedo hablar de lo que he recibido yo cada una de las tres veces que viajé. Yo tengo amigos y conocidos en las islas, respetuosos del dolor de los familiares de los soldados muertos, respetuosos de quienes estuvieron allí, en los montes, pero a la vez seguros de ser isleños y querer seguir siéndolo. O de ser nativos en otro país, por ejemplo chilenos, y querer hacer su vida allí. Obviamente el tema de la soberanía es tabú, no entra en la cabeza de ellos hoy. Sí manifiestan desconfianza hacia los argentinos, sobre todo la gente más grande, que a la vez experimentó la política de comunicaciones de los años setenta. Ellos, particularmente, los que eran niños cuando había maestras de castellano, o sus padres que se beneficiaron de las políticas estatales argentinas, se sienten engañados. En lo personal, nunca fui agredido o maltratado, pero tampoco tuve actitudes que produjeran eso. Es evidente que sabemos poco y nada de la gente que vive en las islas, eso es algo que resulta claro a los dos minutos de conversar con ellos. Que dicho sea de paso, son malvinenses, como otro argentino es cordobés, porteño o puntano.

 

 

– ¿Qué futuro ves para los reclamos diplomáticos argentinos en torno de la soberanía?

 

–Creo que el actual contexto nos encuentra en una posición débil para negociar, sobre todo por pereza intelectual. Si la política es ritual y es acción, no podemos quedarnos solo con lo primero. Creo que buena parte de la política exterior se hace sin pensar prospectivamente, enormemente condicionados por la política interna, donde Malvinas está en el lugar de lo sagrado y entonces correr un milímetro el eje del pensamiento de lo posible es poco menos que una traición. Es curioso que Malvinas sea el único aspecto del pasado donde vemos la historia como algo congelado, sin antecedentes ni consecuencias posibles. Es casi como esperar al Mesías, ¿no? Un día las vamos a recuperar porque son argentinas. Entonces, alcanza con enunciarlo para que suceda, como un conjuro. Se ha transformado en una religión y no en una política. Es cómodo pero poco eficaz. Entonces, en el corto plazo, mientras no se piense regionalmente el tema, mientras no se entienda que hablar de "negociar" pero pensar en la "lógica del todo o nada" es una contradicción, no veo una solución. Aún pensamos Malvinas con mentalidad pampeana. Si no sabemos pensar el mar, si no pensamos este país más descentradamente, será muy difícil encontrar una salida. Este es un país tremendamente centralista, nuestra forma de entender el pasado y nuestra historia común aún es la de la Generación del 80. Al punto que incluso el revisionismo, por poner un ejemplo, se apropió de la causa Malvinas sin resignificarla o repensarla, solo le agregó un mito de raíz popular, el del gaucho Rivero. La política sobre Malvinas, entonces, es rendidora en términos internos para quien la ejerza, pero no en términos nacionales. Es enormemente funcional en este clima hiperbólico de "grieta", además. Se sabe lo que hay que decir para no salirse del mapa, no para revisarlo.

 

–En la página 123 del libro escribís una frase tan breve como inquietante, que se refiere a los argentinos: "A veces pareciera que hay algo de lo que no podemos salir", decís. ¿Cómo definirías, hoy, ese "algo" que nos empantana como Nación?

–Creo que me refiero precisamente a esto que decía antes. Que no terminamos de pelear una guerra civil. Que aún la parte –Buenos Aires, a lo sumo algunas ciudades grandes más– explica un todo muy diverso y fascinante que llamamos "Argentina", pero que ni por asomo es lo homogéneo o monolítico que asoma en algunas concepciones acerca de nuestra colectividad, de nuestra historia como sociedad. Y creo que esos acuerdos tácitos, silencios consentidos, omisiones aceptadas, han costado sangre, dolor y postergaciones. Es decir, yo creo que la patria, como vos decías hace un rato, sigue manchada de sangre. Y no planteo el olvido, pues mi trabajo va en el sentido opuesto a eso, precisamente, pero creo que hay una autopercepción nacional autocomplaciente que prolonga esas historias dolorosas. Entonces, "Malvinas" puede ser la cifra del universo, casi una metáfora borgeana, aquello que nos une, y en un contexto como el actual, creo que puede ser peligroso. Me explico: son tiempos de consignas fáciles y adhesiones tan superficiales como momentáneamente ardorosas. Más de uno ha colocado a Malvinas por encima de la grieta, como prenda de unidad. Para mí, en el actual contexto, eso es muy peligroso. ¿Todos entendemos el país, al otro, de la misma forma? ¿De verdad? Entonces, no tanto los muertos, sino los argentinos que aún no nacen merecerían algo mejor de nosotros, un mayor esfuerzo intelectual, que no renunciáramos tan fácilmente a la imaginación de lo que deseamos para este país. Es un fenómeno mundial, no privativo de la Argentina: el vuelco al pasado ante la falta de imaginación de un futuro.


 

La maldita casa (texto incluido en el libro Fantasmas de Malvinas, de Federico Lorenz) 

Rara vez deja de haber ironía incluso en el mayor de los horrores. Algunas veces forma parte directa de la trama de los sucesos, mientras que otras sólo atañen a la posición fortuita de éstos entre las personas y los lugares.


H. P. Lovecraft, La casa maldita.

 

No sé cómo fue, pero a la primera mirada que eché al edificio invadió mi espíritu un sentimiento de insoportable tristeza.

 

Edgar Allan Poe, La caída de la Casa Usher.

 

El lugar donde murió Alejandro Vargas es hermoso y plácido. Lo conocí una de las tardes que caminamos por las viejas posiciones de los soldados de La Plata. Un brazo de agua que aparece y desaparece entre colinas que bajan ondulando hacia sus orillas, rumbo a Stanley. Del lado Sur, donde se atrincheraron los argentinos, el terreno está poceado por las explosiones. Hay una lengua de tierra, frente a unas casas. Durante la guerra, se suponía que sus ocupantes las habían abandonado, pero los ex combatientes del Regimiento 7 dicen que por las noches se veían luces de distintos colores, y que seguro eran los kelpers haciéndoles señales a los ingleses, o tropas especiales. Como en la vivienda habían quedado comestibles, ropas, y se podían bañar, muchos se hicieron escapadas a esa casa. Alejandro fue uno de ellos. Para hacerlo, tenían que usar un bote en el que se embarcaban en la orilla más próxima a las posiciones de los argentinos, remar un poco, desembarcar con mucho cuidado, hacer rápido las cosas y volverse.

 

El Regimiento 7 llegó a Malvinas el 13 de abril. Era un martes. Los sobrevivientes tienen gastados los chistes con eso. Todos recuerdan la lluvia feroz que los recibió durante toda la marcha desde el aeropuerto a Moody Brook, y cómo muchos tuvieron que dormir en unas barracas, que todavía se ven, aunque destartaladas, a la salida de Stanley.

 

En los días subsiguientes, distribuidos por compañías, se dedicaron a fortificar el Longdon, el Wireless Ridge, y la península de Camber. Tuvieron que subir a pulso por ese terreno que se traga las cosas sus equipos, cajas de municiones, piezas de mortero y unos cañones sin retroceso, tender cable telefónico y organizar los suministros. Cavaron los pozos en los que vivirían y se defenderían. Muchos de ellos se anegaron, como patéticamente muestran las fotografías de los reconocimientos aéreos ingleses: Argentine position flooded:

 

–Posición argentina inundada.

 

Y luego, enterrarse y esperar, contando los días, las bombas inglesas y los muertos.

 

Las posiciones, hoy día, son manchas negras que parecerían haberse caído de alguna gigantesca bolsa, como al descuido. En muchos lugares, hay un pequeño rectángulo de piedras, unos alambres enredados con cenizas o harapos en el medio: una carpa, los restos de una posición. Esos pozos, en particular, parecen tumbas sin cruz.

Allí, en las covachas, aguantaron los bombardeos, desde el primero de mayo, y el hambre, que enfrentaron como pudieron. Vieron pasar a los Harriers camino al aeropuerto, por ese mismo corredor por donde hoy fluye el agua. A veces, recibieron sus disparos. Las mañanas de buen tiempo, vieron pasar a un isleño en moto, que los saludaba y se alejaba rumbo a Estancia, de donde finalmente salió el ataque sobre el Longdon. Hoy sabemos que levantaba información para las fuerzas británicas, embarcado en su propia guerra de resistencia.

 

Marcelo Postogna era de la Compañía A, la misma de Alejandro. Fue uno de los servidores de uno de los cañones sin retroceso. Su posición, que se conserva bastante bien, miraba al Norte. Muchas noches miró impotente hacia las luces de la casa: estaba harto de ver movimientos allí. Con sus compañeros le querían tirar a la casa, pero estaba prohibido. Le tenían bronca porque sospechaban que la precisión del tiro inglés tenía que ver con ella, y porque desde allí salían las patrullas de reconocimiento que por las noches hostigaban sus posiciones. Demasiado tiempo enterrados en sus pozos, recibiendo fuego sin poder devolverlo, demasiada hambre y castigos acumulados por querer saciarla aumentaron las proporciones de la bronca concentrada en cualquier objeto, y la casa era ideal.

Y más motivos tuvieron después de lo de Alejandro y sus compañeros.

La casa, como si tuviera vida propia, se comió a cuatro compañeros de Marcelo. Una noche, Alejandro y tres soldados más, Pedro Horacio Vojkovic, Manuel Alberto Zelarayán y Carlos Alberto Hornos, agarraron el bote y se mandaron para la casa, con la autorización de un superior. Pero calcularon mal, o había bruma, y el bote detonó una mina antitanque argentina. Imagino la corrida torpe de los soldados, vestidos como pingüinos y con borceguíes, apurados por la desesperación mientras el humo se disipaba. Imagino puteadas, y lágrimas, pero también mucho de fatalismo que sin duda creció en esas vigilias en los pozos.

 

El único cuerpo que pudieron rescatar los que llegaron al lugar es el del Alejandro. Supieron que era él porque tenía puestas unas medias a rayas inconfundibles. De los otros tres no quedó nada. Durante un tiempo, después de la guerra, en la playa todavía estaban los restos del bote. 

 

 

Sin embargo, la casa sobrevivió a la guerra. Durante los combates del 11 y el 12, antes de la retirada y mientras le llovían encima las bombas británicas, Marcelo se juró que esas paredes iban a volar. Apuntó el cañón, pero cuando fue a dispararlo, no pudo hacerlo. Hasta ese momento, le habían tenido que estar dando con un palo y un destornillador, porque no funcionaba.

 

Acompañamos a Marcelo mientras buscaba su pieza. Cuando llegamos a su antigua posición, donde aún estaba el cañón, se sacó el cigarro de la boca y dijo con bronca:

 

–Me lo corrieron.

 

– ¿Eh?

 

–Yo no lo dejé así. Estaba listo para tirarle a la casa.

 

Y fue ahí cuando nos explicó que antes de retirarse lo había dejado apuntando hacia la casa, inútil y desafiante. También nos contó cómo la artillería inglesa los buscaba rabiosamente, y tenían que estar cambiando de posición todo el tiempo.

 

Ahora, en 2007, pegó una plaquita sobre el caño oxidado, y volvió a dejarlo apuntado hacia la casa. Tengo una foto de Marcelo de pie junto a su cañón. Abraza un contenedor oxidado y doblado de uno de los proyectiles y tiene la mirada perdida mientras nos cuenta cómo era hacer la guerra con un cañón que funcionaba a golpes de destornillador.

 

Quién sabe qué piensa mientras tanto. A lo mejor, ya se esté organizando para la noche que pasará cerca de allí, en su viejo pozo.

Hago puntería con la cara pegada sobre el hierro frío. Allí, en línea recta, donde termina la boca del cañón, están las casas de chapa, de paredes rojas y blancas. Hay un puente nuevo y un camino de tierra que zigzaguea hacia las alturas.

 

Hay una camioneta estacionada.

 

Y la playa, una franja negruzca, como si recién hubiera sido la explosión que mató a Alejandro y a sus compañeros.




 

jueves, 13 de mayo de 2021

La forma de la flor... @dealgunamaneraok...

La forma de la flor...

Juan Carlos Zabalza, fundador del Partido Socialista Popular en 1972, en la despedida a Miguel LifschitzFotografía: Sebastián Suárez Meccia

En este hombre que sostiene una rosa roja en la mano se condensan mil significados. En 1972, hace casi 50 años, fue de los miembros fundadores de un partido.

 

© Publicado el martes 11/05/2021 por el Diario La Capital de la Ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe de la Veracruz, República de los Argentinos.


Difícilmente alguien podría haber dicho en ese momento que bajo ese emblema político Rosario sería gobernada treinta años y la provincia durante tres períodos. Algo que en la odiosa humedad de la mañana seguía sonando a sorpresa.

 

Juan Carlos Zabalza fue protagonista y testigo de ese tiempo echado a la aventura en aquel acto fundacional.

 

Seguramente algunos de sus sueños de hace cinco décadas se habrán encarnado, seguramente otros no. El devenir de las acciones públicas encuentra aciertos y desaciertos.

 

A veces se quiere y no se puede. Otras veces se puede, se quiere y falta algo. En la vida política, como en las de las personas, las satisfacciones conviven con desdichas.

 

En esa mueca que aguanta el sollozo, en las manos que sostienen la rosa, una pizca de eso parece atisbarse. Algo de uno siempre se marchita con la melancolía velada por el compañero perdido.

 

En este caso, aquel con el que se frecuentaba cada miércoles en las reuniones de gabinete en la Intendencia entre 1995 y 2003. Al que trató en los plenarios partidarios, con el que habrá cavilado más de una vez, acordando o disintiendo, en cada ocasión brava o en el posible albor de una victoria.

 

Por descontado Zabalza sabe que la política es siempre hacer y rehacer. El compañero al que despide estaba hace apenas un mes en la perspectiva de un renacer político bien alto pensable y factible. Y en un soplido todo se derrumba en una renovada incertidumbre. Pensar en eso sin embargo vendrá después. Al fin de cuentas ni en la política ni en la vida nada está nunca asegurado.

 

La foto captura el momento de despedir al amigo. Pero la juvenil forma de la flor en las manos de un hombre con motivos para estar triste habla de un tiempo que no está caduco. Y que no es el tiempo de este o aquel partido, sino de las mujeres y los hombres que, con pegadas y mancadas, le dan su vida a la política. Y que venga lo que venga, la seguirán haciendo.





domingo, 9 de mayo de 2021

Murió Miguel Lifschitz, ex Gobernador de Santa Fe… @dealgunamaneraok...

 Murió por coronavirus Miguel Lifschitz, exgobernador de Santa Fe… 


El ex gobernador de Santa Fe, de 65 años, se encontraba en grave estado por un cuadro de coronavirus que comenzó en abril. 

© Publicado el domingo 09/05/2021 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

El ex gobernador y legislador por la Provincia de Santa Fe, Miguel Lifschitz, falleció a los 65 años luego de enfrentarse a un cuadro complicado por coronavirus desde el mes de abril. En los últimos días, su estado había presentado una grave desmejoría y su cuadro general era crítico. 

Desde el 5 de mayo, la situación vital del Presidente de la Cámara de Diputados de Santa Fe era crítica y en las últimas horas su cuadro había sufrido "una leve desmejoría" sumado a "signos de inestabilidad", de acuerdo a la información que dieron sobre su último parte médico.

Lifschitz manifestó su infección por coronavirus el 12 de abril y una semana más tarde fue internado en el Sanatorio Parque de Rosario, ciudad en la que fue intendente dos veces. Desde hace 11 días, el ingeniero se encontraba asistido por un respirador mecánico y en terapia intensiva.

Contagio 

El pasado 11 de abril, Lifschitz afirmó en sus redes sociales con un mensaje que el test de coronavirus le había dado positivo y que por tal circunstancia, había tomado la decisión de aislarse.

"Ayer comencé con algunos síntomas y hoy me hice el test de Covid-19 y me dio positivo. Estoy bien en general. Por unos días estaré aislado", compartió en su cuenta de Twitter en aquellos primeros días de abril.

Una semana después, el 19 de abril, su estado de salud se vio deteriorado por la potencia del virus y debió ser hospitalizado en el Sanatorio del Parque, en la ciudad santafesina de Rosario.


Dos días después, ingresó a la sala de terapia intensiva y desde el círculo médico que lo atendía habían manifestado "que el paciente se encuentra estable y en buen estado general". 

El informe de aquella fecha indicaba que "El equipo médico evaluó que para tener un control de su evolución e incrementar los soportes terapéuticos el paciente continuará su recuperación en la Unidad de Cuidados Intensivos".

Con el correr de los días, el estado del ingeniero civil fue oscilando entre mejorías y recaídas. En el parte médico del 2 de mayo, los especialistas habían descrito que "el paciente respondió a las estrategias terapéuticas de las últimas 24 horas, y se presenta estable, en el marco de su cuadro crítico, recibiendo todos los soportes médicos correspondientes, incluyendo asistencia mecánica respiratoria". 


Ya en el día de ayer, los médicos graficaban "una leve desmejoría" que se sumaba a "signos de inestabilidad" a causa del COVID-19. Finalmente, el ex gobernador falleció.

Su carrera 

Miguel Lifschitz formaba parte del Partido Socialista de Santa Fe, con el cual llegó a gobernar en dos mandatos como intendente la ciudad de Rosario, del 2003 al 2011, y luego como Gobernador de la provincia en el período 2015-2019.

En el período anterior a su gobernación, fue Senador provincial por el Departamento de Rosario y actualmente se encontraba en funciones como Presidente de la Cámara de Diputados de la provincia.

Durante su segunda postulación al frente del Partido Socialista para gobernar Rosario, Lifschitz sacó el 57,10% de los votos y derrotó a Héctor Cavallero, representante del entonces Frente Para la Victoria de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.

Esa buena performance en la capital santafesina fue el plafón para la victoria del socialista Hermes Binner, quien fue electo Gobernador de Santa Fe en aquel 2007 por encima de Rafael Bielsa, que representaba el espacio del kirchnerismo.

En sus últimos años, fue Presidente de la Cámara de Diputados, cuerpo legislativo de la provincia de Santa Fe que hoy es gobernada por el justicialista Omar Perotti.





Copa de la Liga Profesional. Huracán 1 vs. Independiente 3... @dealgunamaneraok...


 Independiente logró la clasificación tras vencer a Huracán…


El Rojo venció al Globo, por 3 a 1, y se clasificó a los cuartos de final de la Copa de la Liga Profesional en Parque Patricios, beneficiado porque Unión no le pudo ganar el clásico a Colón, por la 13ra. y última fecha de la fase regular. 

© Publicado el domingo 09/05/2021 por el Diario Jornada de la Ciudad de Trelew, Provincia del Chubut, República de los Argentinos. 

Independiente logró pasar a cuartos de final de la Copa de la Liga Profesional al superar a Huracán por 3 a 1, en Parque Patricios, en el partido válido por la última fecha de primera fase del certamen, y en la próxima instancia se cruzará con Estudiantes, en La Plata.

Los goles del vencedor fueron señalados por José Moya, en contra de su valla; Silvio Romero y Domingo Blanco. Franco Cristaldo marcó para el "Globo".

Con mucho esfuerzo finalmente Independiente alcanzó el objetivo de pasar a los cuartos de final en el torneo local, a lo que le sumó el espíritu copero que va renaciendo en el plantel 'rojo', como dio muestra también el pasado martes, que sobreponiéndose a todas la vicisitudes padecidas en Brasil igualó con Bahía por la Copa Sudamericana.

La premura de las exigencias, las que tenía Independiente para alcanzar el triunfo lo llevaron a los de esta noche dirigidos por Pedro Monzón -Julio Falcioni preparó el equipo, pero no estuvo en cancha por inconvenientes familiares- a plantarse muy cerca del área local.

Así lo ahogaron en la salida a Huracán, desde el inicio, y entre algunas cargas peligrosas, el 'Diablo` tuvo su primera ocasión muy clara con un tiro libre ejecutado por Silvio Romero, que al rozar la barrera la pelota se elevó pegando en lo alto del travesaño y se fue al córner (8 min).

Huracán, previendo ese embate visitante, apareció replegado y ordenado en el fondo para neutralizar esas cargas y de a poco se fue adelantando en el campo.

Tan fue así que en la primera maniobra ofensiva bien hilvanada estuvo a punto de la apertura con un cabezazo de Nicolás Cordero, hacia al rincón izquierdo del arco de Sebastián Sosa, quien en esforzada acción evitó la caída (11 min).

A partir de allí las acciones se tornaron más equilibradas porque los del 'Globo' supieron ocupar la superficie del terreno que al principio habían cedido a los rivales.

De todos modos, los del 'rojo' mantuvieron un leve dominio, suficiente para generar otro jugada de riesgo, esta vez en los pies de la 'joya' Alan Velasco, fabricando un callejón al ir superando adversarios y finalmente conectó la devolución de Fabricio Bustos para exigir la solvente intervención de Sebastián Meza (21).

Esto resultó el prólogo de lo que vendría momentos después, con otro centro 'envenenado' de Bustos que alcanzó a desviar Meza, pero que por esos imponderables del fútbol, la pelota fue a dar hacia donde llegaba el zaguero José Moya para despejar, pero el colombiano se la llevó por delante y la empujó al fondo de su valla (26 min).

Así Independiente encontró la apertura que tanto buscaba, que necesitaba y que a esa altura ya la merecía.

Claro que ese merecimiento había que sostenerlo, lo que no pudo hacerlo el 'Diablo' hacia el epílogo del primer capítulo, cuando el ex Racing Claudio Yacob, paradójicamente, clarificó el accionar ofensivo de los locales.

Por lo que generó una rápida réplica que concluyó con un centro de Juan Garro para el certero cabezazo de Cristaldo, hacia la izquierda del uruguayo Sosa, quien no pudo evitar la igualdad de Huracán (45 min).

Para Huracán haber logrado el empate resultó clave para el inicio del complementario porque los conducidos por Frank Kudelka se posicionaron como protagonistas con cargas ofensivas peligrosas ante un rival, que se mostraba desorientado.

Tanto era así, que hasta el primer cuarto de hora no había llegado con peligro hacia el arco local, cuando de pronto se encontró con la oportunidad de volver a ponerse en ventaja.

Una falta inexistente de Renato Civelli sobre Silvio Romero, muy cerca del área del 'Globo', sancionada por el árbitro Fernando Echenique, posibilitó el tiro libre que ejecutó el propio capitán y goleador de Independiente por debajo de la barrera, sorprendiendo a Meza para convertir (18 min).

Luego, fue el travesaño del arco de Sosa que le ahogó un nuevo empate a Huracán tras un tiro libre ejecutado por Nicolás Cordero por sobre la barrera (23 min).

Las acciones resultaron más intensas, equilibradas y emotivas hacia el tramo final, en el que los de Avellaneda encontraron tranquilidad cuando Domingo Blanco, con un soberbio derechazo, cerró la victoria con el tercer gol y que su equipo se sienta con el deber cumplido.

Síntesis

Huracán 1 
 

Sebastián Meza; Ezequiel Bonifacio, José Moya, Renato Civelli e Iván Erquiaga; Esteban Rolón, Claudio Yacob y Franco Cristaldo; Juan Garro, Nicolás Cordero y Norberto Briasco. DT: Frank Kudelka.

Independiente 3 
 

Sebastián Sosa; Fabricio Bustos, Sergio Barreto, Juan Manuel Insaurralde y Thomas Ortega; Lucas González, Lucas Romero y Domingo Blanco; Alan Velasco y Sebastián Palacios; Silvio Romero. DT: Pedro Monzón.

Goles en el primer tiempo: 26m, Moya (H), en contra de su valla; y 45m, Cristaldo (H).

Goles en el segundo tiempo: 18m, Silvio Romero (I) y 35m, Blanco (I).


Cambios en el segundo tiempo: 17m, Adrián Arregui por González (I); 29m, Patricio Toranzo por Cordero (H); 37m, Pablo Oro por Garro (H); Santiago Hezze por Rolón; y Francisco Rámirez por Cristaldo (H); 38m, Raúl Lozano por Erquiaga (H); 40m, Javier Ostachuk por Palacios (I); y 45m+2, Jonathan Menéndez por Velasco (I).

Amonestados: Bonifacio, Erquiaga y Yacob (H). Blanco (I).

Árbitro: Fernando Echenique.

Estadio: Palacio Tomás A. Ducó (Huracán).