A poco más de 100 días de las elecciones,
nadie quiere explicitar concretamente cómo cambiará nuestra vida económica en
tan poco tiempo.
Hace un año, en agosto del año pasado, con 2,20 reales se
podía comprar en Brasil un dólar; hoy se necesitan 3,50. El dólar aumentó su
precio 60% en un año, y como la inflación en ese país se acerca al 10% anual,
se podría simplificar diciendo que el aumento neto fue del 50%.
Un precio del dólar oficial (y si hubiera desdoblamiento
cambiario, del dólar sin restricciones) 50% más caro por arriba de la inflación
es lo que están previendo para sus planes de negocios 2016 algunas de las
empresas que tienen cómo método planificar su año siguiente.
El dólar oficial cerró el viernes a $ 9,26, y si hubiera
una inflación anual de 25%, ese 50% de aumento real llevaría el precio del
dólar promedio de 2016 (simplificadamente, a mitad del año próximo) a superar
los $ 16. Equivalentes –descontando esa tasa de inflación– a alrededor de $ 14
de hoy.
Pero es probable que en Brasil el dólar haya aumentado
más de lo económicamente lógico, habiendo un agregado de inestabilidad política
que exageró su precio, algo similar a lo que sucede con el dólar blue en
Argentina.
Y un cálculo más simple para nuestro país es imaginar el
precio “verdadero” de hoy del dólar en Argentina en algo intermedio entre el
del dólar oficial y el del dólar blue, lo que nos llevaría a $ 12,50 actuales.
Pero sean $ 14 o $ 12,50 de hoy, ninguna empresa está
haciendo su plan de negocios para 2016 con el dólar al precio actual de $ 9,26
más la inflación. Casi nadie duda que, sea el 50 o el 30%, habrá un aumento
real del dólar promedio en 2016. La pregunta es: ¿cuándo se blanqueará el
retraso cambiario?
Dicen que al informarle Cristina Kirchner a Scioli que su
vicepresidente sería Zannini, Scioli trató de obtener en compensación que por
lo menos se devaluara antes del 10 de diciembre, pero que la Presidenta
categóricamente le dijo que quien tendría que devaluar era él.
Otro punto será cómo se devaluará: con o sin
desdoblamiento cambiario. Ya casi nadie cree que, aun ganando Scioli, haya
gradualismo para resolver la falta de dólares ni que el atraso cambiario se
pueda ir corrigiendo en varios años.
Porque, sea quien fuere presidente, tampoco le convendrá
pasar parte del ajuste para 2017 –año nuevamente electoral–, y sería lógico que
siguiera la máxima maquiaveliana de “todo el mal junto, todo el bien de a
poco”, por lo menos en aquello más urgente. Acordar con los holdouts para
volver al mercado de crédito internacional normal, junto con la reducción de
ciertos subsidios, serán tareas prioritarias para quien asuma el próximo
gobierno.
Pero a pesar de que faltan sólo 108 días para el 10 de
diciembre, nadie quiere explicitar concretamente cómo cambiará nuestra vida
económica en tan poco tiempo. Pareciera haber un tácito pacto social de
empresarios, políticos y sus economistas para no profundizar sobre el tema, en
parte porque quien lo haga perdería votos, pero también porque creen que la
comprensión anticipada de la sociedad sobre lo que sucederá podría agravar la
corrección posterior.
Y cuando se los apura a los candidatos y sus asesores
económicos acerca de cómo resolverán el problema de la falta de dólares, todos
sostienen que no será necesario un ajuste y que “un shock de confianza” hará
que lluevan dólares de inversiones sobre Argentina, algo que, de suceder, no
exceptuará de costos a parte de la población.
Las sociedades tienen la dirigencia que las representa, y
quizás muchos argentinos deseen no enterarse, como algunas personas prefieren
hacer frente a las enfermedades inevitables. De ser así, no sería ilógico
interpretar las declaraciones de la mujer de Scioli, que puso en duda que su
marido vaya a participar de un debate entre candidatos presidenciales, como una
señal de la misma inconveniencia de tener que decirle a la audiencia aquello
que no quiere escuchar, lo que en un debate presidencial se hace más difícil
omitir, y hasta de un acuerdo con Macri en ese sentido.
Scioli y Macri comparten, además de su predilección por
el verano de Cerdeña, una cultura italiana tan superficial en lo político como
profunda en lo cultural. Y tal vez piensen que el alma argentina no esté hecha
para precisiones. Como tampoco la de ellos mismos, siendo ésa una de las claves
de sus éxitos.
La última novela de Umberto Eco, Número cero (ver reportaje en suplemento Domingo), es sobre política y periodismo. Allí
puso frases que demuestran que los argentinos no estamos solos en el mundo.
* * *
“No son las noticias las que hacen al
diario, sino el diario el que hace las noticias”. “Los diarios no están hechos
para difundir, sino para encubrir noticias”. “El engaño es un estado de la
mente y es la mente de un Estado”. “En su género es un Dios, es su género el
que es una mierda”. “Si quieres ganar, tienes que saber una sola cosa y no
perder el tiempo en sabértelas todas; el placer de la erudición está reservado
a los perdedores
(N. d. R: precisa mucho tiempo). Cuanto más
sabe uno, es que peor le han ido las cosas.” Número cero,Umberto Eco
© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 23/08/2015 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.