Una
cuestión menor…
Boudou, otra
vez en el centro de la polémica. Foto: Gentileza LaNación.com
La
acción del oficialismo de quitarle relevancia al sudoku de Amado Boudou guarda
coherencia con muchos de sus actos.
Puede
ser eventualmente sencillo calificar de intrascendente el hecho de que el
vicepresidente de la Nación esté jugando con un chiche electrónico mientras en
la cámara alta del Congreso Nacional el Jefe de Gabinete rinde examen o, en
todo caso, da cuenta de lo gestionado. El Gobierno quisiera creer que es
irrelevante, o sobre todo y para ser más precisos, el Gobierno quisiera que la
sociedad creyese que un Amado Boudou jugando al sudoku, en el Senado, en plena
sesión, no es algo relevante. Y en verdad, algo de razón tiene el Gobierno
cuando alega que quien juega al sudoku siendo vicepresidente de la Nación en
mitad de una sesión importante del Senado, no es algo del otro mundo.
No
está del todo errado el Gobierno, porque el mero hecho de haber designado a este sujeto como su
candidato a vicepresidente de la Nación, confirmó desde el primer momento la
nula importancia que le concedía la presidente Cristina Kirchner a ese cargo.
Ya había tenido que lidiar en su primer mandato con un Julio Cobos que le
impuso su marido, Néstor Kirchner, quien, al igual que sucede hoy con distintas
franjas del kirchnerismo, procuraba quebrar, dividir y fragmentar a la
oposición, armando una seudo “concertación”, que de concertación no tenía
nada.
Tras
ese fracaso matrimonial estrepitoso con Cobos, la presidente, ya viuda, decidió
por su cuenta elegir a uno persona que, según todos los comentarios de los que
conocen la interna del Gobierno, le acercaba jovialidad, alegría, eso que suele
llamarse “buena onda”.
Efectivamente, Boudou aparecía como un rockero entrado
en años y con algunos kilos de más, pero rockero al fin, siempre sonriente y
fanáticamente enamorado del “modelo nacional popular”.
Desde
el momento en que Boudou fue consagrado por el dedo presidencial candidato a
vicepresidente y luego votado por la sociedad argentina (algo que también debe
ser dicho y subrayado, porque tenemos los argentinos la tendencia a decir
“¿Quién? ¿Yo, señor? No, señor. Yo no lo voté”. Nadie votó, sabía nada, ni
tenía ninguna referencia de quién era Boudou), que esta persona haya llegado a
este cargo y aparezca ahora jugando al sudoku en plena sesión, está demostrando
que no se equivoca el Gobierno cuando dice que es un asunto irrelevante.
Es
irrelevante Boudou, pero, sobre todo, en la mirada del actual gobierno es
irrelevante ese cargo para la estructura institucional que ellos han armado.
Así
como Boudou es vicepresidente de la Nación, Gerardo Zamora es presidente
provisional del Senado, santiagueño que llegó al poder de la mano del
radicalismo para, una vez instalado en el gobierno de la provincia norteña,
casarse para siempre con el oficialismo. Ya comienzan a llegar denuncias serias y bastante
escalofriante sobre designaciones hechas por Zamora. Lo
que aúna a Zamora con Boudou es el mismo desprecio por las instituciones, las
normas y el orden constitucional que ocupan los distintos funcionarios en
la alternativa de una sucesión presidencial.
Por
eso, lo del sudoku es irrelevante para ellos. Porque no tiene importancia lo
que denominan “formalidades burguesas”, aún cuando hace dos semanas, la
presidente se autocriticó, diciendo que los peronistas históricamente no le
habían dado mucha importancia al tema de la democracia. Paradójico, en un movimiento que
pivotea sobre su condición mayoritaria, ¿cómo es posible que un movimiento
electoralmente mayoritario haya despreciado la democracia?
Impresiona
la historieta del sudoku, foto maravillosa que lo sorprende a Boudou jugando
con una pantalla de tablet sobre sus muslos, mientras el Senado está sesionando
y la oposición atormenta con las mejores armas parlamentarias a Jorge
Capitanich. La
situación habla de otra enfermedad, cada vez más evidente en el oficialismo:
ignoran la potencia de las nuevas tecnologías, con la presencia de herramientas
que a través de los pequeños teléfonos inteligentes permiten registrar
prácticamente todo.
Ya
han tenido varios episodios en donde fueron sorprendidos por esa potencia
tecnológica. Recordemos el caso de Juan Cabandié, filmado cuando apretaba a una
sencilla policía de tránsito y amenazándola con un “correctivo” por estar
“desubicadita”. Hubo otros casos: Mariano Recalde, por ejemplo, hablando en una
peronista y diciendo lo que opinaba realmente de las fuerzas opositoras. Todos ellos, jóvenes y no tan jóvenes
como Boudou, parecen ignorar que al ser funcionarios públicos de una sociedad
compleja como la argentina, están permanentemente expuestos a la mirada de los
juguetes electrónicos, que no tienen neutralidad absoluta. En
manos apropiadas, las máquinas que graban, registran y acreditan hechos de la
vida real, tienen la potencia de mostrar mejor que en mil palabras la verdadera
naturaleza de la gente que gobierna.
¿Qué
dice, en resumen, la foto de Boudou jugando sudoku en el Senado?
Dice:
“Me-mato-de-la-risa-del-Congreso.
“Me-mato-de-la-risa-del-Congreso.
No-me-interesa-lo-más-mínimo.
Soy-una-criatura-del-poder, enancada-en-el-poder-y-atornillada-al-poder,
gracias-a-los-que-tienen-poder-y-a-los-que-porque
tienen-poder-no-me-van-a-abandonar”.
El juego parlamentario le es ajeno, porque carece de
experiencia, práctica y, sobre todo, de afecto hacia la sociedad abierta y
democrática. No necesita escuchar a nadie, ni siquiera para
saber cómo le iba en la sesión a su correligionario Jorge Capitanich.
Esta
ignorancia va de la mano también de la omnipotencia, hermana pequeña de la
impunidad. Creen que esa omnipotencia es un camino a la imposibilidad de que
sean algún día convocados para rendir cuentas. Creen que nada les puede pasar.
No advierten los peligros. Pueden hacer lo que quieran, mostrarse tal cómo son,
sin preocuparse. Esto muestra la foto de Boudou jugando al sudoku en el Senado
de la Nación. No es un episodio irrelevante para muchos argentinos que
aspiramos a un gobierno más serio, decente y correcto. Pero sí para ellos,
porque consideran irrelevante la posición de Boudou. Fue puesto en ese lugar
para cuidar la fidelidad a un gobierno vertical y unipersonal como el que hoy
tiene la Argentina. Así que “la cuestión menor”, como Capitanich bautizó al
caso de Boudou, es ciertamente una cuestión mayor, porque ven a la república y
sus instituciones democráticas como una cuestión menor.
© Escrito por Pepe Eliaschev el Viernes
14/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.