El
genocidio encubierto...
El
olvido y el silencio, tan complejos y difíciles de mensurar, se transformaron
en metodología oficial durante toda la historia nacional respecto a los pueblos
originarios.
“Nuestra
generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos como
del estremecedor silencio de los bondadosos”. Martin Luther King
En 1884 el ministro de Guerra
y Marina del presidente Julio Argentino Roca, general Benjamín Victorica,
dirigía una campaña militar que tenía como objetivo llevar la frontera con los
indígenas de la región del Chaco hasta el río Bermejo, estableciendo una línea
de fortines que llegara hasta Salta.
A fuerza de genocidio y
fuego, el Estado argentino se apropiaba de todo el territorio de los pueblos Qom,
Pilagás, Wichis, Chorotes y Chulupís, Vilelas, Toconotés, Tapietés, Chanés y Chiriguanos,
entre otros. En 1917 se daba por terminada oficialmente la “Conquista del
Chaco”.
Noventa años después, el
dirigente Wichí Domingo Vaca, en la comunidad de Misión Chaqueña, se interponía
ante una topadora que intentaba desmontar su territorio ancestral. En esa
comunidad se firmaba, el 25 de mayo de 2010, el Documento Tierra (Tratado
Interétnico para la Refundación de la República Argentina).
Silencio y olvido
Primero hubo masacres,
apropiación de niños, ruptura de familias; luego silencio y olvido.
Esa fue la estrategia que
utilizó la moderna Nación argentina para solidificar sus cimientos y luego
anestesiar el inconsciente colectivo de los nuevos “nacidos y criados”. Dejó de
lado la historia, el idioma, las leyendas, la medicina, la cosmovisión y los
derechos de aquellos ciudadanos que habían sido incorporados y que pertenecen a
las naciones que preexistían a la formación del Estado nacional.
Además del silencio y el
olvido, hoy la estrategia incluye pobreza extrema, marginación, desalojos
forzados de comunidades enteras, apropiación y venta de tierras por empresas
nacionales y transnacionales, emergencia sanitaria y emergencia hídrica.
Además, hay que sumar la desaparición de más de 2.500.000 hectáreas de bosque
nativo desde el año 2003 en adelante.
Esta metodología continúa
sembrando la muerte 100 años después de aquella campaña llamada “del desierto
verde”, perpetrada a caballo y fusil. Se trata, sin dudas, de un genocidio
encubierto.
En el estatuto del Tribunal
de Nüremberg en 1945, en el que se definieron los límites y el concepto de los
delitos contra la humanidad, tal vez no se avizoraban aún las formas actuales
de estos delitos.
El olvido y el silencio, tan
complejos y difíciles de mensurar, se transformaron en metodología oficial
durante toda la historia nacional. Todavía hoy sigue siendo utilizada por el
Gobierno nacional en su política respecto a los pueblos originarios.
Masacres y tierras
Lo hizo antes el gobierno del
general Juan Domingo Perón, al omitir los reclamos del Malón de la Paz y al
ocultar la masacre hacia el pueblo Pilagá en Rincón Bomba.
También lo hizo un gobierno
radical con los pueblos originarios en Napalpí en 1924, perpetrando, y
ocultando luego, una de las masacres argentinas más grandes del siglo 20.
Todas
aún impunes.
Claro está, tanto en períodos
dictatoriales como democráticos, los pueblos originarios de este suelo han
sufrido el totalitarismo del Estado argentino.
¿Por qué el silencio? ¿Cuál
es el hilo conductor que une los sucesos del pasado con los de la actualidad?
Esta vez los derechos humanos
vienen de la mano de la más indeseable de las compañías: la tierra.
El poder económico nacional y
transnacional pudo tolerar que se investigue la situación del último golpe
militar porque no implicaba discutir ni territorio ni recursos naturales.
El filósofo francés Ernest
Renan, en una conferencia sin precedentes en la Universidad de la Sorbona de
París en 1882, reflexionaba sobre la construcción de los estados modernos
resaltando lúcidamente la siguiente frase: “La esencia de una nación consiste
en que todos los individuos tengan muchas cosas en común, y también en que
todos hayan olvidado muchas cosas”.
Tal vez debamos repensar la
esencia de nuestra nación a partir de lo que hemos olvidado. Ojalá podamos
reclamar colectivamente “Memoria, Verdad y Justicia” también para los pueblos
originarios de Argentina y así animarnos a discutir el problema medular de
nuestra Nación: la refundación del Estado.
© Escrito por Emilio
Iosa el Viernes 17/01/2014 y publicado por el Diario La Voz del Interior
de la Ciudad de Córdoba.