Inclinarse,
jamás...
Gestos. Daniel Scioli.
Dibujo: Pablo Temes.
La
Presidenta sigue su marcha contra Moyano y Scioli. Debilidades de una
estrategia peligrosa.
La anécdota ocurrió hace unos días en un programa periodístico.
Antes de la salida al aire conversaban dos hombres relevantes de este momento:
uno tuvo un papel determinante en la génesis K, el otro, un senador oficialista
que está a cargo de los aspectos clave de la administración de su castigada
provincia patagónica. Hablaba entonces el legislador de sus preocupaciones: “La
situación es delicadísima. La economía no está bien. La Presidenta vive
encerrada en su mundo y no escucha. Todo es improvisación”. Minutos después de
esta descripción, el senador fue al aire y dijo que no era verdad que el modelo
estuviera en crisis, que la Presidenta tiene un perfecto dominio de la
situación y que nada es improvisado.
Azorado, el hombre que supo ser ladero inseparable de Néstor
Kirchner no pudo callar su desconcierto y le preguntó: ¿a cuál de tus dos
versiones debo creer? “A la primera”, respondió el legislador.
Esa es la radiografía de lo que sucede hoy. Ministros y
secretarios de Estado con tradición peronista, que no tienen chance de hablar
con la Presidenta, se desahogan y cuentan sus penas con sus compañeros de
militancia que supieron estar en el Gobierno.
El “Aló Presidenta” del martes dejó a muchos muy
preocupados. Allí se la vio a Cristina desencajada y dejando al desnudo no sólo
su falta de contacto con muchos aspectos de la realidad sino también las
falencias del “modelo”. Para ella, quien gana un salario de $8.000 mensuales es
alguien rico que debe dejar de lado su egoísmo y pagar el impuesto a las
ganancias. Sonó grotesco. En ese extenso monólogo con aires de “stand-up”, en
el que habló de todo un poco con un abusivo uso del yo, quedó expuesta, entre
otras cosas, su concepción monárquica: “He dispuesto que la Gendarmería
Nacional no actúe más en los conflictos provinciales”. La Presidenta, que es
abogada, debería recordar que las fuerzas de seguridad no son estructuras
puestas al servicio de su antojo sino que son auxiliares de la justicia. Lo
mismo representó su decisión de dejar sin custodia policial la movilización a
Plaza de Mayo del miércoles, transformando el lugar y sus adyacencias en una
zona liberada. Esta actitud está en las antípodas de la organización
republicana consagrada por la Constitución que la Presidenta juró respetar y
hacer respetar.
El interminable monólogo presidencial dejó en evidencia
cuáles son los dos enemigos políticos a los que hoy el Gobierno tiene en la
mira: Daniel Scioli y Hugo Moyano.
El paro dispuesto por el jefe de la CGT fue un fracaso, pero
la marcha a la Plaza no. De lo sucedido ahí queda claro que hay una
significativa pérdida de poder que ha sufrido Moyano. Así y todo, el Gobierno
sabe que esa merma de poder no es suficiente para lograr desplazar al camionero
de su poltrona de la calle Azopardo en
forma atraumática. Al kirchnerismo le están faltando líderes sindicales con el
carisma y el poder necesario para borrar a Moyano del mapa. Con los
gremialistas opositores a él pasa algo parecido a lo que pasa con los
dirigentes políticos opositores al Gobierno: están tan divididos que,
parafraseando a Hermes Binner, dan lugar a una suma que resta. Encima la
mayoría de ellos son exponentes conspicuos de la década menemista, en la que
este gobierno abreva cada vez más.
La Presidenta estuvo muy bien cuando fustigó la metodología
del apriete y la patota utilizada muchas veces por el gremio de Moyano. Lo que
no dijo CFK fue que tanto su gobierno como el de su difunto esposo convalidaron
y estimularon esa misma metodología. Fernández de Kirchner, que para algunas
cosas es impredecible, no lo es para otras. Una de ellas es la de disponer su
poder y los recursos del Estado a fin de destruir a sus enemigos. Esa
maquinaria ya se ha puesto en marcha contra Moyano. Así el Gobierno buscará
impedir por todos los medios legales la elección en la CGT del próximo 12 de
julio, los camiones pasarán a ser considerados una plaga que asuela las rutas
argentinas y a la que hay que reemplazar por el tren, y los beneficios
destinados a la obra social del gremio –pensar que CFK estuvo en el acto de
apertura de las obras de remodelación de su nave insignia, el ex sanatorio
Antártida– y se presentarán nuevas denuncias penales contra el líder camionero.
El otro enemigo es Scioli. No hay antecedentes desde la
reapertura democrática en los que el Presidente de la Nación haya procurado tan
abiertamente la destrucción de la imagen de un gobernador perteneciente a su
mismo partido. En los 90, la disputa entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde fue
feroz, pero nunca llegó a estos niveles. Es decir, nunca usó Menem la Cadena
Nacional para destruir a Duhalde. A esta altura no queda claro si lo que CFK
quiere es que Scioli se vaya a su casa o que enmiende su administración. Por
mucho menos de lo que desde el Gobierno le hacen a Scioli, en el oficialismo se
han cansado de usar la palabra
“destituyente”. Es verdad que la gestión del gobernador está muy lejos
de ser óptima y que se hace a los ponchazos tratando de tapar agujeros sin un
plan estratégico claro y previsible. Pero ¿acaso no es eso lo mismo que sucede
en el gobierno nacional?
“La Presidenta quiere destruir a Scioli y no se da cuenta
que logra lo contrario”, señala una voz que supo ser parte del gobierno de Kirchner.
El gobernador no habrá de responder. Seguirá en la suya. Hasta el momento no le
ha ido mal: las tendencias muestran que su imagen positiva creció en unos 10
puntos según lo reflejan las últimas mediciones de consultoras creíbles.
CFK está convencida que todo lo que ella hace, dice y decide
es perfecto. Rodeada de un coro de aplaudidores, reidores y obsecuentes,
desdeña a las voces que dentro del mismo gobierno advierten las consecuencias
de esos errores pero no se atreven a hacer oír sus voces. “La democracia es la
necesidad de inclinarse de cuando en cuando ante la opinión de los demás”, es
una célebre frase de Winston Churchill, que a la Presidenta le vendría bien
leer.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
© Escrito por Nelson Castro y publicado por
el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 30 de Junio
de 2012.