El agotamiento…
Regalo irónico. CFK exhibe los Siete
pecados sociales de Gandhi, de contradictorio cumplimiento.
“Los grandes hombres son útiles a la
ciencia en la primera mitad de su vida, nocivos en la segunda mitad (...) Pero
al final el instinto formativo acaba por ceder frente al instinto conservativo.
Llega un momento en que el espíritu prefiere lo que confirma su saber a lo que
lo contradice, en el que prefiere las respuestas a las preguntas. Entonces el
espíritu conservativo domina, y el crecimiento espiritual se detiene.” Esto fue
escrito en 1948 por el epistemólogo francés Gaston Bachelard, quien también
dijo: “Se conoce en contra de un conocimiento anterior”.
¿Se podría decir lo mismo de los presidentes? ¿Alfonsín dio lo que tenía
para dar en los primeros años de su gobierno con los juicios a la dictadura y
la institucionalización de la democracia? ¿Menem lo mismo en su primera
presidencia con la resolución del problema inflacionario y el regreso de la
inversión? ¿Y también el kirchnerismo con la recuperación del crecimiento y del
Estado? El problema de todos los presidentes es que, una vez alcanzado el éxito
rutilante en un campo primordial, no pueden cambiar de técnica cuando se agotó
o los problemas son otros.
Por el contrario, cuando aparecen las primeras señales de agotamiento, cada
uno en su estilo profundiza el modelo, siendo no sólo ya neutro y dejando de
ser útil a la sociedad, sino que pasa directamente a ser nocivo y a consumir
parte del capital que acumuló en el campo en el que obtuvo logros.
Esto no sucede sólo en la política. Thomas Kuhn, en su célebre La
estructura de las revoluciones científicas, escribió que “los científicos,
cuando se enfrentan a anomalías incluso graves y prolongadas, por más que
empiecen a perder la fe y a tomar en cuenta las alternativas, no renuncian al
paradigma que los ha llevado a la crisis”. Y agregó, citando a Harvey Lehman en
Age and Achievement: “Las personas que han logrado inventos fundamentales de un
paradigma nuevo, o bien han sido muy jóvenes o bien han llegado muy
recientemente al campo cuyo paradigma transforman”.
Se puede ser muy joven en el campo a los 60 años cuando por primera vez se
es presidente después de haber estado alejado del gran poder, por ser
gobernador de una pequeña y distante provincia (Menem y Kirchner) o sólo
legislador (Alfonsín o Cristina). También se puede ser viejo a la misma edad,
como De la Rúa, después de llevar varias décadas compitiendo como precandidato
a presidente.
No es casual que las sociedades que más se han desarrollado hayan
evolucionado hacia sistemas políticos que ponen un límite a sus líderes en el
gobierno. Hasta el Partido Comunista Chino, después de las experiencias de
genios como Mao o Deng Xiaoping, colocó un límite de diez años en cargos
máximos.
El problema no es sólo de los líderes que quedan cristalizados en su
momento de mayor éxito e inevitablemente el paso del tiempo los vuelve
obsoletos, sino que estos grandes líderes –con su enorme influencia– seducen a
sus simpatizantes, quienes los siguen como a las viejas estrellas de rock,
envejeciendo a la sociedad con ellos. Y también dividiéndola como consecuencia
de esa elevación de lo pagano a lo mítico y de lo político a lo religioso.
En la foto que ilustra esta columna, Cristina Kirchner recibe de regalo un
pergamino con los Siete pecados sociales de Gandhi, que son:
1) Política sin principios;
2) Riqueza sin trabajo;
3) Placer sin conciencia;
4) Educación sin carácter;
5) Comercio sin moral;
6) Ciencia sin humanidad;
7) Religión sin sacrificio.
Para sus críticos, ella lo exhibe sonriente sólo porque no sabe bien inglés, e imaginan que por eso Prensa de la Presidencia nunca difundió esta foto. Para sus simpatizantes, ella es el mejor ejemplo de quien no comete esos pecados.
1) Política sin principios;
2) Riqueza sin trabajo;
3) Placer sin conciencia;
4) Educación sin carácter;
5) Comercio sin moral;
6) Ciencia sin humanidad;
7) Religión sin sacrificio.
Para sus críticos, ella lo exhibe sonriente sólo porque no sabe bien inglés, e imaginan que por eso Prensa de la Presidencia nunca difundió esta foto. Para sus simpatizantes, ella es el mejor ejemplo de quien no comete esos pecados.
En la columna de mañana continuaré con el tema a partir del programa de
radio Mitre de balance político del año que me tocó compartir con Lanata,
Fernández Díaz, Nelson Castro, Leuco, Van der Kooy e Ismael Bermúdez, en el que
se reflejó cómo estos sentimientos y su influencia sobre los pensamientos
producen diálogos de sordos.
Thomas Kuhn decía que “Cuando los
paradigmas entran en debate acerca de la elección del paradigma, su función es
necesariamente circular. Cada grupo utiliza su propio paradigma para argumentar
en defensa de dicho paradigma”.
Hay que reconocer que ciertas técnicas periodísticas están tan agotadas
como el modelo económico kirchnerista, y precisan modernizarse.
© Escrito por Jorge Fontevecchia, el
viernes 04/01/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.