Claves no reveladas...
Sillón Ad Hoc. Dibujo: Pablo Temes
Lo que dice, y lo que no, el comunicado oficial y cómo se llegó al diagnóstico y la operación. Anticipos de PERFIL, confirmados.
Imaginar todo lo sucedido alrededor del cáncer de tiroides que afortunadamente la Presidenta nunca tuvo hubiera sido difícil y propio de una mente afiebrada y atravesada por una estructura compleja de pensamiento. La realidad, sin embargo, ha superado una vez más –y con creces– a la ficción. Y la historia de este episodio, del que esta columna dio datos precisos que aquí habremos de ampliar y explicar en detalle, ha dejado, lamentablemente, una secuela de desprestigio para la medicina argentina.
Como se sabe, felizmente la doctora Cristina Fernández de Kirchner no tenía un cáncer de tiroides. Como ya dijimos, ésa ha sido una muy buena noticia para ella, para su familia y para la institucionalidad del país. En cualquier país –y mucho más en la Argentina– es muy importante que el presidente se halle en buen estado de salud para completar la totalidad de su mandato.
No hace falta dar más explicaciones acerca de la trascendencia que el estado de salud del jefe de Estado adquiere. El impacto político producido por una afección que compromete seriamente su salud es mayúsculo. Junto con ese impacto hay otro que, a su vez, se proyecta sobre la población en general. Vaya aquí un ejemplo que ilustra el significado de este concepto:
Cuando en 1985 se le diagnosticó un cáncer de colon al presidente de los Estados UnidosRonald Reagan, la claridad con que se informó a la ciudadanía sobre esa enfermedad tuvo una consecuencia positiva de alto impacto en la salud pública, ya que en conocimiento de la eficacia de los métodos diagnósticos destinados a identificar lesiones colónicas que se encuentran en los primeros estadios del mal, mucha gente concurrió a la consulta, por lo que el diagnóstico precoz de dicha enfermedad aumentó significativamente, lo que hizo que muchos de esos pacientes fueran sometidos al tratamiento correspondiente y se curaran.
Aquí pasó algo similar en los días siguientes a la difusión pública del carcinoma papilar que finalmente la Presidenta nunca tuvo. La cantidad de consultas que comenzaron a recibirse en los consultorios de los servicios de Endocrinología aumentó significativamente. Pero, a partir del alta presidencial y del brusco cambio diagnóstico, las redes sociales explotaron con las dudas de muchísimos pacientes que tras haberse sometido a una punción biopsia de la tiroides o haber estado a punto de hacerla fueron invadidos por la desconfianza acerca de la eficacia de ese recurso diagnóstico. El tema del falso positivo irrumpió en sus vidas, dato no menor que trajo a muchos de ellos incertidumbre y angustia.
Otro tanto ocurrió y sigue ocurriendo en el mundo médico. Destacados patólogos argentinos, que viven el episodio con dolor profesional, se ven en la obligación de tener que explicar esto a especialistas destacados de todo el mundo, para quienes la patología argentina tiene exponentes de referencia en el campo de las afecciones tiroideas.
Dicho ésto, vayamos a la narración y explicación completa de lo que sucedió con el cáncer que la Presidenta no tuvo:
El jueves 22 de diciembre, ante la detección de un nódulo palpable en el lóbulo derecho de su tiroides, la Presidenta se dirigió a Diagnóstico Maipú a los efectos de realizarse una serie de estudios complementarios. Se le hizo allí una ecografía que estuvo a cargo deldoctor Alejandro Boroda, en la que se visualizó un nódulo en el lóbulo derecho de la glándula, por lo que se procedió a efectuar una punción biopsia por aspiración con aguja fina. Las muestras de tejido obtenidas fueron analizadas por los doctores Julio San Martino y Liliana Balsells, quienes diagnosticaron un carcinoma papilar de tiroides. Este resultado le fue comunicado a la Presidenta ese mismo jueves 22, día en el que además se decidió que la paciente fuera sometida a un estudio tomográfico a los fines de descartar o confirmar la existencia no sólo de ganglios a los que se hubiera extendido el supuesto carcinoma, sino también de metástasis que comprometieran otros órganos.
Ese estudio se hizo el martes 27 de diciembre por la mañana y su resultado fue negativo. Con todos estos datos, el doctor Pedro Saco y su equipo junto con la Unidad Médica Presidencial acordaron la necesidad de operar, fijándose para ello la fecha del miércoles 4 de enero. Con todo esto ya cerrado, la Presidenta ordenó que se comunicara la mala nueva a la población. El comunicado leído en la noche de ese día por el secretario de Medios Alfredo Scoccimarro fue claro: la doctora Fernández de Kirchner padecía un carcinoma papilar sin extensión a los ganglios linfáticos ni metástasis.
En los días subsiguientes al anuncio de la enfermedad de la Presidenta, la doctora Melisa Lencioni, citóloga del Hospital Universitario Austral e integrante del equipo del doctor Saco, procedió a examinar los extendidos con que se hizo el diagnóstico de carcinoma. Como curiosidad, vale señalar que la muestra no fue remitida al Hospital Austral, sino que la doctora Lencioni debió desplazarse hasta el consultorio del doctor San Martino a los efectos de realizar su cometido. Allí apareció una discrepancia. “No hubiera sido tan categórica en llamar a esto carcinoma papilar”, dijo –palabras más, palabras menos–, y expresó, además, que hubiese preferido utilizar la palabra neoplasia dejando abierta así la posibilidad al estudio de toda la glándula para definir sobre la malignidad o benignidad del tumor. Ese fue el primer falso positivo. Esta conversación, narrada por una fuente que tuvo participación en todo este engorroso episodio, desmiente el punto uno del comunicado del Austral, que se analiza y explica más adelante.
Según lo pautado, el miércoles 4 de enero la Presidenta fue operada de lo que, se creía, era un carcinoma papilar de tiroides, habiéndosele practicado una tiroidectomía total. En el quirófano central del Hospital Austral, sobrecargado de médicos. Estuvieron los patólogos: doctores Daniel Eduardo Siguelboim y Alberto San Román, jefe del servicio. La escueta información oficial que se dio señaló que todo había marchado sobre rieles. Lo mismo sucedió con la convalecencia de la Presidenta, por lo que fue dada de alta en el mediodía del sábado 7 de enero. Fue allí entonces que ocurrió lo impensado cuando se informó que la Presidenta nunca había tenido un cáncer. La muy buena noticia sorprendió a la opinión pública y shockeó a la comunidad médica. Algunos que comprendieron lo que vendría hicieron saber la necesidad de dar una conferencia de prensa para explicar lo que había pasado: la respuesta que obtuvieron fue el no rotundo de la Presidencia. En esa Babel, nadie advirtió que la dinámica de los hechos que sobrevendrían a esta novedad no se puede manejar por decreto.
La mezcla de incredulidad, sorpresa, polémicas médicas y, entre otras cosas, nuestra columna de PERFIL, desencadenaron el enojo presidencial. Ya se sabe que el enojo es la dínamo de gran parte de las conductas reactivas de la Presidenta y muchos de sus colaboradores. En consecuencia, se dio la orden de difundir el informe histoanatomopatológico de los doctores San Martino y Balsells. A esa altura, el concepto de falso positivo había pasado a formar parte del acervo informativo de los argentinos. El diagnóstico de la Presidenta había sido un falso positivo, cuya incidencia es del 1% al 2% de los casos.
En un quirófano tan recargado de gente, y ante una situación que no dejaba bien parado al equipo médico actuante, hubo quienes empezaron a contar detalles de lo que pasó durante la operación. Nos tocó saberlo y contarlo.
Esto enfureció al Gobierno, a sus medios afines, a la Unidad Médica Presidencial y afectó al Hospital Austral. El miércoles, las versiones de renuncia del jefe de la Unidad, Luis Buonomo, fueron muy fuertes. Terminaron cuando él mismo en respuesta a la consulta de una colega, dijo: “Estoy aquí con la Presidenta y en un rato sale un comunicado del Austral aclarando todo”. El comunicado salió unas tres horas después. No se sabe quién lo redactó; sí se sabe que lo aprobó la Presidencia. Es un comunicado que quedará en la historia por las dudas que genera y que, por ende, lejos de aclarar, oscurece. Vayamos a su análisis:
El punto uno dice:
“No hubo elementos suficientes surgidos del examen y de la revisión de los preparados de la punción citológica realizada a la señora Presidenta de la Nación, doctora Cristina Fernández de Kirchner, que obligaran a modificar el diagnóstico inicial de carcinoma papilar ni la indicación quirúrgica programada.”
Ya se ha relatado más arriba cómo fueron los hechos del análisis que hizo la doctora Lencioni, citóloga del equipo del doctor Saco. La redacción del párrafo, además, deja una entrelínea que confirma lo narrado en esta columna: en efecto, no se dice que no hubo elementos que obligaran a modificar el diagnóstico, sino que “no hubo elementos suficientes”. Es decir que algo hubo que generó dudas, pero que no fue suficiente. Ante esa circunstancia, ¿por qué no se optó por una nueva punción biopsia? ¿Por qué no se pidió una nueva opinión, como es de rutina en estos casos?
El segundo punto del comunicado expresa lo siguiente:
“Durante la exploración quirúrgica se constataron los nódulos conocidos del lóbulo derecho, así como la presencia de un nódulo palpable en el lóbulo izquierdo y adenopatías visibles en el área recurrencial derecha y pretraqueal. De acuerdo con esos hallazgos, se decidió la realización de una tiroidectomía total junto con linfadenectomía del sector VI (recurrencial derecho y pretraqueal), extirpándose la pieza operatoria en un solo block.”
En referencia al segundo punto, se hace necesaria una explicación técnica. Durante una operación como la que se le realizó a la Presidenta, el equipo médico actuante incluye al patólogo, que está allí para realizar lo que se denomina biopsia intraoperatoria. La forma cómo se procede es la siguiente: el cirujano, una vez que abre y se encuentra con la tiroides delante de sí, toma los nodulos y se los entrega al patólogo para que los analice en ese mismo momento.
El objetivo de este procedimiento es no sólo el de confirmar el diagnóstico previo, sino también el de examinar otras áreas de la glándula.
Por lo tanto, es de buena práctica que el patólogo le pida al cirujano que tome muestras de más de una zona a los fines de asegurar el diagnóstico.
Del análisis del punto dos de este comunicado, queda claro que aquí se actuó de una manera distinta, ya que se realizó la extirpación total de la glándula tiroides y de los ganglios adyacentes sin previa realización de la biopsia intraoperatoria.
Pasemos ahora al punto tres del comunicado:
“La biopsia por congelación realizada informó neoplasia folicular para el nódulo dominante del lóbulo derecho, y neoplasia folicular sospechosa de malignidad para el nódulo izquierdo, cuya histología definitiva se difirió. De acuerdo a este informe se dio por cerrada la cirugía.”
Del tercer punto, surge que el estudio biópsico que se hizo en el quirófano fue, en realidad, un estudio posoperatorio, ya que la tiroides había sido removida en su totalidad.
Por lo tanto, desde el punto de vista práctico, se diría que fue algo sin sentido.
Pero lo sorprendente de este párrafo no termina ahí, ya que en él se habla de una “neoplasia folicular sospechosa de malignidad” en el nódulo hallado en el lóbulo izquierdo. Ese decir que aquí nos encontramos frente a un segundo falso positivo.
Hay que señalar que ese estudio se hizo con toda la pieza extraída y, por lo tanto, con suficiente cantidad de tejido.
Finalmente, el último punto del comunicado expresa:
“El informe anatomopatológico definitivo es el oportunamente comunicado; dicho informe fue revisado por Servicio de Anatomía Patológica del Instituto de Oncología Angel H. Roffo, de la Universidad de Buenos Aires, que coincidió plenamente con lo informado en el mismo.”
De lo expresado en el último párrafo del comunicado, llama la atención que no se informe quiénes fueron los patólogos del Instituto Roffo que examinaron la muestra, que ninguno de los patólogos que participaron de la operación firmara el comunicado del Austral y que no se conozca el informe anatomopatológico definitivo.
Llegamos así al final del análisis de este comunicado que nos ha permitido saber que, en el caso de la Presidenta, hubo un “nódulo palpable” en lóbulo izquierdo que no fue identificado en la ecografía; en vez de una biopsia intraoperatoria, como marcan las normas de práctica, se le hizo una posoperatoria, y en exámenes histoanatomopatológicos vistos por al menos siete patólogos, hubo dos falsos positivos.
Afortunadamente, como ya hemos dicho, la Presidenta no tiene cáncer y eso es una muy buena noticia.
En cambio, el manejo del caso y las confusas explicaciones públicas dadas al respecto no han hecho más que causar un desprestigio a la medicina argentina que inquieta a destacados profesionales que todavía no aciertan a comprender por qué pasó lo que pasó.
© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 14 de Enero de 2012.