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sábado, 2 de junio de 2012

Canción de Malvinas, Luna Sujatovich... De Alguna Manera...

 Canción de Malvinas...



Luna Sujatovich, su encanto y su voz... 

La Marcha de las Malvinas es una canción oficial de la República Argentina compuesta en 1940 y dedicada a la reivindicación Argentina de soberanía sobre las Islas Malvinas.

Es entonada en las escuelas y en todos los actos oficiales de reivindicación de soberanía.

Estos actos se producen, de forma estable, el día 10 de junio de cada año, cuando se conmemora la designación de Luis Vernet como primer gobernador Argentino en las islas en 1829. La otra fecha es el 2 de Abril, cuando se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas. Ese día de 1982 se inició la Guerra de las Malvinas.

Historia

El 9 de julio de 1939, durante la presidencia de Roberto M. Ortiz, se creó la «Junta de Recuperación de las Malvinas» con el objetivo de contribuir a la difusión y conocimiento del tema entre la población; entre otras actividades organizó un concurso poético-musical. El 3 de enero de 1941 se dio a conocer la composición ganadora en un acto público en el Salón Augusteo de Buenos Aires: Marcha de las Malvinas, por José Tieri y Carlos Obligado.

Tuvo especial difusión por los medios de comunicación durante la guerra contra Gran Bretaña en 1982 por la posesión de las islas.

Desde la presencia argentina en Puerto Argentino, capital de las islas en 1982, y hasta la actualidad en modo de reclamación de soberanía, se canta: «Brille, ¡oh patria!, en tu diadema la Argentina perla austral»
 

Marcha de las Malvinas 

Tras su manto de neblinas,
  
no las hemos de olvidar.
"¡Las Malvinas, Argentinas!",
clama el viento y ruge el mar. 

Ni de aquellos horizontes 
nuestra enseña han de arrancar,
pues su blanco está en los montes
y en su azul se tiñe el mar. 

¡Por ausente, por vencido
bajo extraño pabellón,
ningún suelo más querido;
de la patria en la extensión! 

¿Quién nos habla aquí de olvido,
de renuncia, de perdón? ...
¡Ningún suelo más querido,
de la patria en la extensión.

¡Rompa el manto de neblinas,
como un sol, nuestro ideal:
"Las Malvinas, Argentinas
en dominio ya inmortal"! 

Y ante el sol de nuestro emblema,
pura, nítida y triunfal,
brille ¡oh Patria!, en tu diadema
la perdida perla austral. 

Coro

¡Para honor de nuestro emblema
para orgullo nacional,
brille ¡oh Patria!, en tu diadema
la perdida perla austral. 

© Leo Sujatovich




   


lunes, 27 de febrero de 2012

Pensar distinto... De Alguna Manera...

Una idea distinta sin que se caiga el mundo…


Documento sobre Malvinas. Otro argumento sobre las Islas provocó la crítica paraoficial. Temor a que pensar diferente sea peligroso.

Escribí hace algunas semanas, en este diario, que en la Argentina actual pensar distinto era un delito. La realidad me dio, entonces, muestra de mi propia teoría: el aparato oficial de propaganda se ocupó extensamente de mi frase, todos se golpearon el pecho diciendo que nunca hubo más libertad de prensa que ahora y kirchneristas críticos como Mempo Giardinelli me acusaron de exagerar con aviesas intenciones.

La mayoría analizó la frase con un bajo contenido de metáfora en sangre. “Si es un delito, ¿por qué no estás preso, eh?”, dijeron. No me refería, literalmente, a un delito penal: quien opina contra el discurso oficial es castigado con el hostigamiento del aparato público-privado de propaganda y acusado, sí, de delitos formales que llegan hasta el cargo de “traición a la patria”.

Decir, por ejemplo, que la mejor manera de recuperar las Malvinas es integrar a los isleños desencadenó esa reacción: el Gobierno es igual a la patria y el Ejecutivo está, por dogma, libre de cometer errores: siempre tiene y tendrá razón. Es curioso, el decreto de infalibilidad papal del Concilio Vaticano I de 1870 contempla que hasta el Papa puede equivocarse. El Papa sí, pero Ella no.

Sinceramente creo que el camino oficial es el que más nos aleja de la recuperación de las Islas. El miércoles, un grupo de 17 intelectuales del que formo parte dio a conocer un documento proponiendo una política alternativa en la cuestión Malvinas. La campaña de hostigamiento oficial comenzó mucho antes de que el documento se conociera: primero se cuestionaba la legitimidad del grupo y su calificación para opinar (en mi caso, tengo 11 libros, he sido jurado y dado cursos en varias universidades extranjeras, fundé dos diarios y cuatro revistas, dirigí más de diez documentales y un largometraje pero, claro, no soy un intelectual).

Quien ponía en duda nuestras credenciales era, entre otros, Aníbal Fernández, el ex fugado intendente de Quilmes, que ya lleva publicado su segundo libro de zonceras argentinas con su firma, pero escrito en realidad por su asesor de prensa Carlos Caramello. Fernández, en lugar de explicarle al público por qué pasó, de pronto, de jefe de Gabinete a senador llano (hay quienes dicen que fue acusado por la Embajada norteamericana de tener vínculos con el avión narco y que eso, sumado a su confusa actuación en el caso Mariano Ferreira, determinó su suerte), se dedicó a insultar al colectivo en el diario Tiempo Argentino, editado por Sergio Szpolski con plata que vuelve al pueblo. Puesto a periodista –y quizá sin su ghostwriter Caramello a mano–, Fernández me adjudica frases que nunca dije y las pone entre comillas, al estilo Diego Goebbels pero en gráfica.

En el mismo día, la tapa de Crónica, en el mismo sitio donde semanas atrás estaba la foto del cadáver de Jazmín de Grazia, publicaba mi foto junto a la de Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli y Pepe Eliaschev bajo el título “Piratas”. Crónica pertenece al Grupo Olmos, vinculado a la UOM y financiado por el Gobierno con abundante publicidad oficial.

El documento aún no había sido dado a conocer. El camino que terminó en la conferencia de prensa del miércoles –que finalmente se suspendió por la tragedia de Once y sólo se envió el documento a la prensa– había sido largo y sinuoso: era casi imposible conseguir en Buenos Aires un sitio público donde presentar un documento que discutía el pensamiento oficial: dos universidades privadas dijeron que no, hasta dos bares que habitualmente ocupan su salón con presentaciones se negaron a facilitar el espacio. Finalmente la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino, dirigida por Rogelio Fernández Couto, tuvo la generosidad de abrir sus puertas.

Fue triste volver a recordar el miedo, pero ahora en una Argentina democrática: miedo a disentir públicamente, miedo a las consecuencias de desobedecer, miedo a pensar distinto y decirlo en voz alta.

Conocido el documento, el mundo no se cayó. Sólo una idea se echó a correr. Pensar distinto es hoy, en la Argentina, complicado. Esperemos que no llegue a ser peligroso.

© Escrito por Jorge Lanata y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 25 de Febrero de 2012.

Nota:

No conozco el Documento, por lo tanto opinar al respecto sería vano, de todas maneras pienso en dos cosas al leer esta nota de JL. Una cosa es la realidad histórica e irrenunciable sobre la soberanía de las Islas Malvinas y su pertenencia a la República Argentina y otra cosa es llegar a un entendimiento sobre el tema de soberanía despúes de una nefasta guerra perdida. Los habitantes de las Islas Malvinas son una realidad, no debemos omitirlos. 


De Alguna Manera.

domingo, 12 de febrero de 2012

Cipayos y Cipayas II... De Alguna Manera...

Refutación a la refutación sobre Malvinas...

 Jorge Lanata y Mempo Gardinelli...

La anterior columna generó la respuesta del escritor Mempo Giardinelli. Aquí, la réplica que ratifica la idea de que hay que integrar a los isleños y no hostigarlos.

Decidí seguir el consejo de Daniel Filmus (lo recomendó por Twitter) y leí una nota de Mempo Giardinelli publicada por lanacion.com titulada “Refutación a Jorge Lanata sobre las Malvinas”, respondiendo a una columna de mi autoría publicada en PERFIL, “Cipayos y cipayas”. Como no puedo suponer que los lectores de PERFIL lean siempre La Nación, y Giardinelli planteó el debate desde ahí, voy a reproducir algunos de sus planteos:

Yo sostengo que “pensar, en la Argentina, se parece a un delito” y Giardinelli dice que no, hablando de “miles de colegas que en este país diariamente dicen y escriben lo que se les ocurre y se les antoja”. Lamentablemente, Giardineli no entendió la metáfora: no hablo de un “delito” literal; obviamente, nadie ha ido preso por sus pensamientos (por ahora, habrá que ver qué pasa cuando se aplique la Ley Antiterrorista), pero es evidente que la capacidad del Gobierno de respetar opiniones contrarias es igual a cero. Para citar al vicepresidente, si el “poskirchnerismo es un acto de traición”, qué queda para los que ni siquiera son K. El Gobierno usa discrecionalmente el aparato de medios estatales y paraestatales como parte de un fenomenal grupo de propaganda dedicado, básicamente, a destruir cualquier crítica en base a la extrapolación de frases sueltas, la manipulación y la información falsa. Ese es el rol de Diego Goebbels en los canales 7 y 9, de Javier Ramero en Internet, de la SIDE en Miradas al Sur y de los grupos de Sergio “Honesty” Szpolski y el tándem Vila-Manzano. A eso me refiero con “delito”: a la acusación –a veces encubierta, otras explícita– de traidor vertida sobre todos los que piensan distinto.

Giardinelli sostiene que “el aislamiento de los isleños no es obra de nuestros gobiernos sino un hecho incontrastable. Y es que son una isla”, dice. Ok, Giardinelli no es muy bueno haciendo chistes, pero más allá del juego de palabras, con ese criterio habría también que aislar a Tierra del Fuego. ¿Habrá notado Giardinelli que se trata de otra isla? Todo esto viene a cuento de que en mi artículo de marras propuse integrar las islas, no aislarlas. Y me permito repetir brevemente el razonamiento: se posee un territorio por la guerra o por la paz; por la guerra ya sabemos cómo nos fue, y vivimos aún hoy esas consecuencias. Antes de Galtieri había vuelos de Aerolíneas, oficinas de YPF e YCF y mayor relación con la población civil. Médicos que hagan residencia en sus hospitales, estudiantes que vengan de las islas al continente, trabajadores temporales en uno y otro lado, vínculos culturales y económicos y el paso del tiempo son la única manera de recuperar las islas. Prohibir el desembarco de buques pesqueros con bandera malvinense es un truco para la gilada: se tarda diez minutos en cambiar la bandera por otra “de conveniencia”, de Panamá o Liberia, por ejemplo, y seguir pescando. Lo de los buques está en la línea del papelón protagonizado por la Presidenta el martes, cuando anunció que se dará a conocer el informe Rattenbach (fue publicado en 1988 en su totalidad y parcialmente el año anterior por Siete Días y Página/12) y que se denunciará ante la ONU la “militarización de la zona”: la base militar de Mount Pleasant, con 3 mil soldados ingleses, existe desde 1982. En cualquier momento, Cristina también anuncia la publicación del Martín Fierro.

Giardinelli discute además mi afirmación de que “la política de Argentina hacia las Malvinas es una locura, errática y sin sentido”, diciendo que es una “exageración” y que se pueden discutir muchas decisiones presidenciales, pero no calificarlas como “locura”. Lamentablemente, leyó apresurado: hablo de la política de la Argentina, y no de Cristina en particular. Quizá Giardinelli no lo notó, pero Argentina y Cristina no son lo mismo. Me refiero en esa frase a la política del Estado argentino en su historia, frente a un hecho que trasciende a este gobierno: y sí, fue errática, una locura; pasamos de la integración a la guerra, de ahí a los ositos Winnie-the- Pooh, al desinterés y ahora al aislamiento retórico. Hay una Argentina más allá de Cristina, aunque cueste creerlo.

Dice Giardinelli que frivolizo la cuestión, cuando me pregunto qué haríamos con los kelpers si mañana recuperáramos las islas: ¿les daríamos Planes Trabajar o tarjetas SUBE? Hay algo curioso: los argentinos hablamos de las islas como si nadie viviera en ellas. Las Malvinas son una abstracción que nos enseñaron en el colegio; un lugar perdido donde no vive nadie.

Los ingleses repiten que, si los kelpers lo deciden, comenzarán la discusión sobre la soberanía. ¿Cuál sería la posición argentina frente a ese caso? ¿Pueden los kelpers decidir sobre su propio destino? Si recuperáramos las islas, ¿los tomaríamos como esclavos? ¿Ellos decidirían plebiscitar su destino frente a un pueblo que perciben como hostil? Nadie, ni el Gobierno ni la oposición ni Giardinelli parecen tener respuesta a esto.

© Escrito por Jorge Lanata y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 10 de Febrero de 2012.