Macri y un discurso Zero…
Lo primero que viene a la mente al
escuchar el mensaje del nuevo presidente, es que, otra vez, tenemos un
gobernante que muestra terribles problemas para poder expresarse con mediana
fluidez y elocuencia, y que exhibe una alarmante carencia de conceptos políticos
puntuales, aunque esté leyendo un discurso pre redactado, y ensayado hasta el
cansancio.
© Escrito el por Fabián Ferrante el viernes 11/12/2015 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Esto puede parecerle trivial a algunos, pero políticamente no es un dato menor. Trasunta la esencia cultural y la formación del disertante, y lo que sus interlocutores (especialmente cuando se habla de dignatarios internacionales), fácilmente advierten. Tal como en su momento lo advirtiera la ex embajadora de USA en Argentina Vilma Martínez, cuando lo calificó de grosero y maniqueísta.
Esto puede parecerle trivial a algunos, pero políticamente no es un dato menor. Trasunta la esencia cultural y la formación del disertante, y lo que sus interlocutores (especialmente cuando se habla de dignatarios internacionales), fácilmente advierten. Tal como en su momento lo advirtiera la ex embajadora de USA en Argentina Vilma Martínez, cuando lo calificó de grosero y maniqueísta.
Macri fue curioso. Se lo pasó hablando de los equipos, y en contra del
individualismo, pero, simultáneamente, se cansó de repetir la palabra
"yo", y de auto referenciarse. Esta hubiera sido una situación
inmejorable para utilizar, antes que el "yo" y el
"me", el "nosotros"
y el "nos". No lo aprovechó.
Dijo que el país no está dividido, pero también dijo que llamaba a
peronistas y "antiperonistas". Lo considero un error no forzado. No
hacía falta caer en ese desatino. ¿Sabés por qué? Porque, justamente, divide
más.
Globalmente fue un discurso sumamente light, tan edulcorado como se
esperaba. Repleto de obviedades como la unidad nacional, el trabajo común, el
amor, la gente, etc, etc.
Poca política, y demasiado ciclamato. Claudio María Domínguez.
No hubo mensajes a sectores puntuales, no hizo referencias a sus
promesas económicas de campaña que tanto temor generaron y que hasta precios
dispararon. Pareciera que estos temas no merecían explicación alguna por parte
del nuevo presidente.
Básicamente, Macri repitió su discurso intendentista de siempre, y
trató de proyectarlo a la nación, con éxito más bien módico.
No obstante, tocó un tema muy importante cuando habló de la corrupción,
declarándose implacable para con aquellos que no cumplan lo que dice la ley.
Lo que no dijo es que la ley, tal como está, presenta innumerables
vericuetos para poder robar dinero legalmente, tal como lo hizo él mismo con el
decreto 556/10 en la Ciudad de Buenos Aires, que sirvió para enriquecer a gente
como Fernando Niembro o Eduardo Amadeo, y para falsear pauta publicitaria que
nunca cobraron sus presuntos destinatarios, a lo largo y a lo ancho del país.
Ese decreto es legal; es "la ley", pero sirve para robar. Y
Macri roba mediante la ley. Toda su vida robó mediante la ley. Ya sea que las
dictara Domingo Cavallo, o él mismo.
El discurso aperturista de Macri podría reemplazarse con aquellas
notables estrofas de Joan Manuel Serrat:
"Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión de declarar
públicamente su empeño en propiciar un diálogo de franca distensión que les
permita hallar un marco previo, que garantice unas premisas mínimas que
faciliten crear los resortes que impulsen un punto de partida sólido y capaz,
de este a oeste y de sur a norte, donde establecer las bases de un tratado de
amistad que contribuya a poner los cimientos de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz".
Fidel, pero no Castro: Pintos.
Finalmente, un detalle para nada menor, que debiera hacer reflexionar
un poco a todos aquellos que traen años de lucha en defensa de la república y
de las instituciones.
A lo largo de los 27 minutos de su discurso, el presidente Macri
mencionó apenas en una ocasión la palabra "instituciones", pero no
mencionó jamás la palabra "república".
Dios proveerá.