sábado, 19 de septiembre de 2015

No traicionarás… @dealgunamanera...

No traicionarás…


Por qué es clave para Scioli rodearse de familiares y amigos íntimos.

Está filmado: Perón explicándole a la cámara de Solanas y Getino la centralidad de la traición en el ideario peronista. “Cuando aparece un hombre de nuestro Movimiento que lucha contra otro hombre de nuestro Movimiento puede ser lo que dice Mao (Tse-Tung), ‘que se haya pasado al bando contrario’.

Pero generalmente defiende un interés, no un ideal, porque el que defiende un ideal no puede tener controversias con otro que defiende el mismo ideal. Es que en la política, además de los ideales, juegan los intereses, desgraciadamente.” Aunque la cita maoísta denota un Perón setentoso, la doctrina justicialista siempre giró en torno a la tragedia del enemigo interno –y la tentación de los “intereses”– en un movimiento que conmemora obsesivamente el Día de la Lealtad desde hace 70 años.

El dilema traición/lealtad es eterno, como un ritual de pasaje que debe atravesar cada nuevo líder del peronismo. Ahora le toca a Scioli, que ya fue purificado de las acusaciones de traidor por la jefa saliente del Movimiento, Cristina Kirchner, quien ya garantizó, desde los balcones interiores de la Rosada a su hinchada maravillosa, que Daniel no traicionará la causa, incluso si quisiera hacerlo. Paradójico apoyo con aroma a amenaza.

Consciente de que la traición es el destino maldito del que ejerce el poder, Scioli intenta blindarse con familiares y amigos de la familia. Pero como enseñó Shakespeare en toda su dramaturgia, los lazos familiares que se anudan en un trono resultan ser los más sangrientos. A mayor confianza, más peligro de que la traición sea catastrófica.

También sabían de esto los antiguos griegos, con la lógica Aristotélica de que la amistad es la base de la “polis”, incluso antes que la confianza en la Ley. A eso es lo que el vocabulario mafioso refiere como “tener códigos”: dado que ser realmente poderoso es romper las reglas pudorosas que atan a la mayoría de los mortales, hay que inventarse algún reglamento privado para no quedar a la intemperie de la codicia salvaje de los íntimos. Un código de última instancia. Con letras de sangre.

Hablando en criollo, la manía argentina de preferir rodearse de familiares más que de funcionarios de excelencia delata la paranoia de un sistema político cada vez más flojo de papeles. Tan flojo que cuesta encontrar fuertes candidatos presidenciales con declaraciones juradas verosímiles.

Y para eso está la familia: para sostener en el sótano el andamiaje de intereses que no caben en ninguna ley escrita. Todo será “de palabra”.

Hasta que la muerte los separe.

© Escrito por Silvio Santamarina y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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