Default del default…
El siguiente editorial fue dicho al concluir las palabras de Axel Kicillof en Nueva York. Es un comentario inmediato realizado en caliente, al conocerse que la Argentina volvía a estar en default
Ha
fracasado – hay que llamar las cosas por su nombre – de una manera muy
explícita, lo que se preveía iba a tener un desenlace positivo para el país, un
arreglo con lo que el Gobierno insiste en seguir llamando “fondos buitres”. Es
preciso formular algunas palabras iniciales que pretenden complementar y
añadirse a todo lo que viene diciendo.
El
ministro Axel Kicillof dio la versión del Gobierno sobre lo ha sucedido en la
oficina del mediador Daniel Pollack. Ha frustrado las expectativas que se
venían alimentando hace ya varios días, y que habían hecho reaccionar
positivamente al mercado argentino, imaginando que el acuerdo estaba al alcance
de la mano. No ha sido así.
Más
allá de su farragosa argumentación, en la que no puede ocultar el carácter
académico de sus puntos de vista, el ministro Kicillof ha terminado indicando
que la Argentina redobla o triplica la apuesta. Cuando digo “la Argentina”
estoy hablando específicamente del gobierno de la presidente Cristina Fernández
de Kirchner, al que él se refirió y con el que se referenció permanentemente
como para que nadie llegase a dudar de que lo que estaba haciendo era
consecuencia directa de los pedidos y órdenes de la Presidente.
Hacer
un análisis de orden técnico jurídico a estas alturas del día en un programa de
radio es una tarea que me excede y excede a muchos. Solo quiero retomar dos o
tres asuntos verdaderamente importantes
y centrales para entender qué es lo que ha sucedido.
Con la
misma y terminante ortodoxia con la que se decía que la Argentina jamás iba a
compartir una mesa con lo que insistía en denominar “fondos buitres”, Kicillof,
sin pestañear, informó que por pedido del mediador Pollack esta vez sí se sentó
a conversar con ellos. En todo momento defendió los puntos de vista originales
del Gobierno, sin que se advirtiera ningún cambio, ningún matiz, ningún intento
de acercarse a un punto de vista que permitiera una resolución positiva.
El
segundo elemento que me parece de una gravedad inusitada es que el Gobierno
–siguiendo estrictamente el guion de la presidente Cristina Kirchner– en ningún
momento se alejó de la retórica proverbial con que ha encarado este tema. Esta
alusión a los centros del poder financiero internacional, al rol de las
agencias calificadoras, esta inmersión en temas estrictamente norteamericanos,
como las hipotecas y la burbuja inmobiliaria, y esta idea de que los pueblos
son los que pierden y los financistas son los que ganan, podrá sonar muy bien
para una platea preparada para aplaudir esta retórica ideológica. Pero no le
hace ningún bien a la Argentina. Por el contrario, el ministro ha ratificado e
intensificado sus críticas al juez, sosteniendo que él es el responsable de
todo lo malo que estas cosas han estado produciendo; una situación que se viene
arrastrando desde hace mucho tiempo.
Mi
opinión, a las 19.40 en este tan trascendente
miércoles 30 de julio, es que el Gobierno ha optado por una salida
eminentemente política y doméstica. Tengo para mí – tengo la casi segura y
deprimente percepción – de que a estas horas, una encuesta de opinión volvería
a dar el típico resultado del termómetro argentino. Mucha gente sostiene que se
están defendiendo los intereses nacionales, y que la Argentina se ha manejado
con dignidad y de manera competente. Esto es, en definitiva, un clarísimo
aprovechamiento, de marcado tinte oportunista, que le permite al Gobierno reposicionarse
y patear la pelota para adelante.
Tengo,
en cambio, la igualmente profunda percepción de que con esta retórica, con este
océano de epítetos, con este reiterar que la Argentina no es culpable de nada y
todo lo hemos hecho bien, el Gobierno le ha hecho un flaco favor a la
república. Queda un paréntesis abierto. Lo ha abierto el propio Gobierno y hoy
todo parece indicar que la Argentina ni siquiera puede saber, ni sus habitantes
y ciudadanos pueden tener la certeza, si estamos o no estamos en un default. En
una palabra: la Argentina ha inventado algo: el default del default.
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