Más
pornografía que fútbol…
Vuvuzela Cósmica... Néstor Kirchner. Dibujo: Pablo
Temes
La
publicidad (propaganda para mi gusto) del abuelo como metáfora de la actitud oficial. Los progresos de la
Selección y el retroceso del Gobierno.
Ya
antes de que se conociera el verdadero oficio del “abuelo Quique”, protagonista
de uno de los más irritantes spots de la propaganda oficial que vienen
bombardeando al público mundialista y que adquiriera sus dotes actorales en
producciones triple X de La Plata, era posible advertir que esa campaña tenía
un sesgo pornográfico.
Quique, el actor porno. Foto: Captura
TV
En
el sobreactuado entusiasmo, en la burda explicitación de los fines perseguidos,
todo en esas publicidades en que se mezcla deporte y política remite al sexo
explícito. Desde un principio, mostraban a un Gobierno decidido a renunciar a
las sutilezas, tal vez porque asumió que, ya que nadie le va a creer si actúa lo
que no es ni nunca fue, y no va a poder seducir con moderación y lenguajes
civilizados, la que le queda es ir directo y de cabeza a los bifes. Y lo más
interesante del caso es que, al hacerlo y bombardearnos con los supuestos
“golazos” de la gestión, del proyecto y de sus líderes, expuso a éstos en un
rasgo que los caracteriza, no de ahora sino desde siempre: querer mostrarse en
perpetua erección, saliéndose siempre con la suya y realizando a voluntad sus
deseos.
Muchos
han señalado ya la marcada diferencia que existe (más allá de las simpatías
políticas expresadas por el propio DT) entre el estilo de la selección de
Sabella y el “estilo K” puesto de manifiesto en este aprovechamiento político
del fútbol, y más en general en todo lo que hace el gobierno nacional. Mientras
los jugadores y el DT se esforzaron estas semanas por mostrarse prudentes y
profesionales, sin sobreofertar a pesar de que, yendo de menor a mayor, su
rendimiento y eficacia han sido crecientes, el Gobierno apuntó a convertirse en
jefe de la hinchada, abrazarse al entusiasmo mundialista sin ningún empacho en
identificar la camiseta con la patria, la patria con la unidad entre pueblo y
Gobierno, y los supuestos logros oficiales con verdades reveladas, objetos de
fe que sólo un apátrida podría cuestionar. Y más grave todavía; dado que al
mismo tiempo que la Selección iba progresando en Brasil fueron saliendo cada
vez peor los asuntos que en verdad tendrían que haberse dedicado a resolver
nuestros gobernantes: la declinante evolución de la economía, el conflicto con
los holdouts, los escándalos de corrupción, más desesperados estuvieron ellos
por convertir la alegría en escapismo y hacer olvidar todo eso, en un giro ya
manifiestamente abusivo, de nuevo pornográfico, de la pasión futbolera.
La
prensa oficialista lo planteó en diversas variantes, y todas con el común
denominador del exceso y las burdas analogías. Tal vez la más escandalosa fue
una nota de la Agencia Paco Urondo, titulada “Superioridad física e ideológica
de un Pueblo” y escrita por un tal José Cornejo, que si la hubiera hecho en
joda tampoco daba gracia: la idea de Cornejo es que a la selección nacional le
fue mal en los mundiales a partir de 1990 por culpa del neoliberalismo, por la
enfermedad física y mental que él le inoculó al pueblo argentino; y que estos
efectos habían calado tan hondo que se tardó de 2001 a 2014 en empezar a
revertirlos, pero ahora nadie para a nuestros muchachos porque, desde la polis
griega a nuestros días, no hubo nada tan potente para desarrollar el alma y el
cuerpo de un pueblo como el kirchnerismo. Si cambiamos pueblo argentino por
pueblo alemán, neoliberalismo por judíos, y Kirchner por ya sabemos quién,
podríamos ubicar este texto en el contexto de las Olimpíadas de Berlín de 1936
y rezar por que no tengamos que explicarnos mañana cómo pudo ser que una
decadente plutocracia neoliberal como la de la Alemania de Merkel logró
hacernos lo que Jesse Owens les hizo a los muy arios corredores del Führer casi
ochenta años atrás.
Por
suerte, la sociedad argentina sí parece haber aprendido algo de esos ochenta
años de uso y abuso político del deporte, o al menos las circunstancias
favorecen que así lo haga entender, y está dándoles muy poca pelota a los
discursos y propagandas oficiales. Con lo cual, muestra algo que ya era
perceptible hace un tiempo: el país recupera el buen humor, la capacidad de
experimentar alegrías colectivas, y no precisamente de la mano del proyecto
kirchnerista, sino al contrario: a medida que lo va dejando atrás. Y no sólo
porque la gran mayoría está ya harta de este gobierno, su estilo, sus errores y
sus camelos, sino porque el propio oficialismo se condenó, a medida que se
abrazó más y más a ellos, a ser parte del pasado. No hay nada más melancólico
que un discurso que se esmera en mostrar todo lo que logró, sin poder balbucear
una sola idea sobre lo que imagina para el futuro.
Que
el kirchnerismo esté terminando así, tan desconectado de los humores del
pueblo, que creía haber cultivado mejor que nadie, y con cuya finalidad
ciertamente viene gastando enormes cantidades de dinero y lo sigue haciendo
todavía hoy, pero con una falta de criterio que ni en el peor burdel, sin poder
sacar mayor provecho de la alegría colectiva cuando ella finalmente encuentra
ocasión para manifestarse, no es para nada casual. En la primitiva economía del
deseo con que siempre se movió el kirchnerismo, no puede haber ninguna demora
ni obstáculo para la realización de la voluntad. Todo tiene que ser rápido,
directo y explícito; en suma, pornográfico. Pero ni la política ni el fútbol
funcionan así. Requieren táctica, estrategia y una fina atención en el manejo
de los tiempos y los ritmos del juego. Sólo con estos instrumentos las
voluntades que intervienen en la partida pueden usar adecuadamente los recursos
que tienen a la mano y lograr, sino el mejor de los resultados, al menos un
buen desempeño y rendimiento. De eso, ni ahora ni nunca el kirchnerismo
entendió demasiado.
© Escrito por Marcos Novaro el Sábado
12/07/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
Link de relacionado: El Abuelo Quique...
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