Principios fundamentales de la Integridad Académica...
Introducción
La
integridad académica es el fundamento sobre el que se construye y florece la
vida académica. Al igual que la integridad personal, la integridad académica es
un concepto complejo y difícil de definir. A partir de la discusión con
profesores, estudiantes y administradores en todo el país, el proyecto
Principios Fundamentales de la Integridad Académica busca desarrollar una
definición de "integridad académica". Al igual que la palabra
“integridad”, el concepto integridad académica es complicado y difícil de
definir. Sin embargo, la integridad académica es tan intrínseca al quehacer de
la educación superior que para muchas instituciones su significado literalmente
se da por sentado o simplemente se resume en frases como: "la integridad
académica es esencial para la misión educativa de la universidad" para
pasar a hablar sobre otras políticas y procedimientos. Aquellos que intentan
definirla generalmente plantean que la integridad académica significa
“honestidad académica”, la definen con ejemplos o enumeran conductas
inadecuadas y/o de honestidad.
Nuestra
definición de integridad académica se basa en el compromiso de cinco valores
fundamentales y en los principios que emanan de esos valores. Así como la
integridad personal implica defender los compromisos personales fundamentales,
incluso en circunstancias difíciles, la integridad académica implica defender
lo que es fundamental. En el caso de la integridad académica, es defender los
valores fundamentales del proceso académico. De las discusiones del comité con
los profesores, estudiantes y administradores, surgieron cinco valores
fundamentales del proceso académico:
Honestidad, Confianza, Justicia, Respeto y Responsabilidad.
A
nuestro juicio, la integridad académica es el compromiso de defender estos
cinco valores, incluso ante la adversidad.
Sin
estos valores las comunidades académicas no se pueden desarrollar. La falta de
honestidad interfiere con el libre intercambio de ideas. La falta de confianza
atenta contra los procesos de enseñanza y aprendizaje. La falta de justicia
mina la dimensión crítica de la búsqueda del conocimiento propia de la
enseñanza. Sin respeto no es posible el diálogo público. Si no asumimos nuestra
responsabilidad en el fomento y la defensa de estos valores no nos podemos constituir
como una comunidad de aprendizaje íntegra y de altura. Estos cinco valores nos
proveen razones y motivos para actuar. Los principios que se desprenden de
estos valores nos permiten traducirlos en acciones concretas. Si bien es cierto
que estos valores y principios están estrechamente interconectados, cada uno
expresa un aspecto específico y decisivo de la integridad académica.
La
integridad académica definida en estos términos tiene un valor intrínseco e
instrumental. La misión educativa de las universidades parte de la creencia en
que la integridad académica representa un valor en sí misma. El compromiso con
la integridad académica también genera beneficios tangibles como la
credibilidad y el prestigio de los estudiantes, profesores, investigadores,
creadores y administradores de una institución y de los grados académicos que
confiere.
El
propósito de este documento es afirmar la importancia de estos cinco valores, y
de los principios que de ellos se desprenden, para todos los que participan en
la vida académica de nuestra universidad. Al defender estos valores, la
institución promueve una cultura de integridad que favorece el desarrollo
óptimo de su comunidad académica.
El
cultivo de la integridad en las instituciones de educación superior es
particularmente apremiante en estos tiempos, en primer lugar porque existe
evidencia contundente de que la falta de honestidad académica está en aumento.
Los resultados de los primeros estudios realizados en escuelas secundarias son
alarmantes. Las universidades, por tanto, afrontan el reto de lidiar con los
problemas relacionados a la integridad académica. En segundo lugar, como han
señalado el profesor Stephen Carter, de la Escuela de Derecho de la Universidad
de Yale, y otros, la sociedad en general se encuentra ante una “crisis de
integridad”. Las instituciones educativas tienen una responsabilidad muy
especial ante esta crisis porque a menudo son el último recurso para erradicar
sus causas. Si a los estudiantes no se les inculca el hábito de la integridad
antes de que salgan a desempeñarse en la sociedad, las probabilidades de que lo
adquieran posteriormente son muy pocas.
I. Honestidad
Una comunidad académica
debe promover la búsqueda del conocimiento exigiendo honestidad personal e
intelectual en el aprendizaje, la enseñanza y la investigación.
La
honestidad es crucial para la misión académica de las instituciones de
educación superior, particularmente en las actividades relacionadas con el
aprendizaje, la enseñanza y la investigación. Aunque a veces es difícil de
lograr, a causa de los obstáculos que se le presentan, la honestidad es una
condición imprescindible para el desarrollo de la vida académica. Los códigos
de honor y/o estándares de buena conducta deploran la trampa, la mentira, el
fraude, la falsificación y cualquier forma de deshonestidad en las aulas, los
laboratorios, los trabajos de investigación y el quehacer diario de
estudiantes, profesores y colegas.
La
honestidad con uno mismo y con los demás es esencial en el proceso de
aprendizaje. A fin de aumentar sus conocimientos y su juicio crítico los
estudiantes deben ser honestos consigo mismos y con los demás respecto a lo que
saben y lo que no saben. Los estudiantes podrán desarrollar un buen sentido de
su progreso académico y hacer buen uso de las evaluaciones de sus profesores si
se les enseña a ser honestos. Los profesores tienen la responsabilidad de
articular estándares de honestidad académica para sus estudiantes,
particularmente en entornos no tradicionales como el aprendizaje colaborativo.
Los
profesores también tienen un papel muy importante como modelos de integridad
académica para sus estudiantes. Para ser maestros eficaces, los profesores
deben ser ejemplo de honestidad en su propia búsqueda del conocimiento así como
en su interacción con sus estudiantes y colegas. En su ejercicio de la
enseñanza y la investigación los profesores son el modelo más visible de
integridad para sus estudiantes.
La
falta de honestidad mina el proceso de enseñanza y aprendizaje. Los que se
copian no aprenden ni desarrollan las destrezas, el conocimiento y la pericia
que necesitan para ejercer sus profesiones. Además, les restan valor y
legitimidad a los grados académicos de las instituciones donde los obtienen y
representan una amenaza para la sociedad porque profesan un conocimiento que no
tienen, poniendo en riesgo el bienestar y los derechos de los individuos y de
su comunidad.
Aunque
todos los valores que se definen en este documento son esenciales para la
integridad académica, la honestidad ocupa un lugar especial. La honestidad es
necesaria para el desarrollo de los demás valores. La confianza, la justicia,
el respeto y la responsabilidad precisan de la honestidad como fundamento. Sin
honestidad solo se producen versiones disminuidas de los demás valores. No
obstante, al reconocer el lugar especial que ocupa la honestidad en la vida
académica no se pretende reducir la integridad académica a la honestidad. La
honestidad es la base de la integridad académica pero no su totalidad.
Tampoco
se puede cultivar sin las demás virtudes.
El
cultivo de la honestidad tiene un papel crucial en el desarrollo moral. La
virtud, según Aristóteles, es un hábito. Si les inculcamos a nuestros
estudiantes la importancia de la integridad académica promoveremos en ellos el
hábito de la honestidad de por vida. Asimismo, la honestidad no puede
cultivarse sin los otros valores.
La
integridad académica requiere valor, juicio crítico y consciencia propia;
requiere valor para afrontar decisiones difíciles y escoger lo que está bien,
así como aceptar la responsabilidad por nuestras acciones y sus consecuencias,
incluso cuando nos cueste.
II. Confianza.
Una
comunidad académica debe propiciar un clima de confianza para fomentar el
intercambio libre de ideas entre sus miembros y el desarrollo de su máximo
potencial.
Así
como la honestidad genera confianza la falta de honestidad genera suspicacia y
falta de confianza. La confianza es la respuesta natural a la honestidad.
Debemos fomentar la confianza entre los miembros de la comunidad académica
pero, más importante aún, debemos fomentar acciones y políticas que promuevan y
justifiquen la confianza de los demás.
Cuando
los profesores establecen guías claras para los trabajos de sus estudiantes y
para su evaluación estimulan su confianza. Del mismo modo, cuando los
estudiantes realizan sus trabajos solícitamente y con honestidad estimulan a
los profesores a prestarles más atención y participar en un diálogo académico
abierto, aún cuando los lleve por un camino imprevisto. Cuando los administradores
interactúan con la facultad y los estudiantes de forma respetuosa y responsable
estimulan su confianza en la administración.
La
desconfianza empobrece la vida académica. Sin confianza se pierde la dimensión
colectiva del conocimiento. Sin confianza los miembros de una comunidad
universitaria trabajan aisladamente. Solo si confiamos podemos valorar y
continuar el trabajo de los demás. Tanto en el plano individual como en el de
las disciplinas, la confianza promueve el desarrollo del conocimiento. Sin confianza
es imposible realizar trabajo en equipo. Sin confianza no hay libre intercambio
de ideas, pues los individuos se abstienen de compartir información e ideas por
temor a que no se les de el debido crédito, a que se les desprestigie o a poner
en riesgo sus carreras. Un clima de desconfianza atenta contra la creatividad y
la búsqueda del conocimiento.
Muchas
instituciones han tratado de promover un clima de confianza a través de
sistemas de honor, que son prácticamente únicos a las comunidades educativas.
Los sistemas de honor son una tradición respetada en los colegios y
universidades y existe amplia evidencia empírica de su efecto positivo sobre el
comportamiento y las actitudes de sus estudiantes y profesores. Sin embargo,
los sistemas de honor no son una opción adecuada para todas las instituciones
ni son imprescindibles para la integridad académica o la confianza. La
integridad académica se puede alcanzar de muchas formas.
Independientemente
de que utilicen sistemas o códigos de honor, las instituciones deben actuar de
manera que alienten y justifiquen la confianza entre sus miembros. La
importancia y la interrelación de los otros cuatro valores que comprende la
integridad académica surgen aquí con mayor claridad: actuar con honestidad,
justicia, respeto y responsabilidad fomentan actitudes de confianza.
Del
mismo modo que tratamos de fomentar la confianza dentro la comunidad académica,
también debemos fomentar la confianza entre la comunidad académica y la
comunidad externa. La sociedad debe confiar en nuestra erudición y en los
grados académicos que otorgamos para que nuestro trabajo y méritos tengan valor
y significado social. Ya sea mediante estándares académicos claros y coherentes
o la investigación honesta e imparcial, nos esforzamos por actuar de maneras
que promuevan y justifiquen la confianza de aquellos que están fuera de la
comunidad académica.
III. Justicia.
Una
comunidad académica debe intentar asegurar que los estándares, las prácticas y
procedimientos institucionales para fomentar la integridad académica y la
interacción entre todos sus miembros se fundamenten en el principio de la
justicia.
La
evaluación es una parte integral del proceso de enseñanza y aprendizaje. Los
estudiantes y los profesores constantemente evalúan sus ideas, sus datos y el
trabajo que realizan. La justicia es esencial a todo proceso de evaluación. Sin
justicia, las evaluaciones pueden ser falsas, engañosas y arbitrarias.
Los
estudiantes y la facultad esperan que los instrumentos y criterios que se
utilicen para evaluar su trabajo sean precisos, justos y pertinentes. La
justicia hacia los estudiantes se manifiesta en la predictibilidad y la
claridad en la expresión de las expectativas y las normas, así como en la
coherencia en la forma en que se responde al comportamiento deshonesto.
Los
estudiantes esperan que la facultad y la administración atiendan con justicia
los casos de deshonestidad académica que ponen en peligro tanto la calidad de
la enseñanza en el aula como el valor y reputación de los grados que les son
conferidos. Los estudiantes honestos no deben ser penalizados por su
honestidad. Los estudiantes deben hacer uso responsable de las fuentes que
consultan y citarlas adecuadamente. De lo contrario, los estudiantes que se
esfuercen por escribir sus trabajos o exámenes en sus propias palabras
recibirán una nota más baja que los estudiantes que copien al pie de la letra
trabajos tomados de la Internet sin darles crédito.
La
facultad espera un trato justo no solo de sus estudiantes, sino de la
administración y los colegas. Este aspecto de la integridad académica requiere
que los miembros de la facultad se evalúen unos a los otros de manera justa y
que la administración trate a la facultad y a los estudiantes con equidad.
Todos
los miembros de la comunidad académica tienen la responsabilidad individual y
colectiva de procurar que todos los procesos de evaluación se hagan con
justicia. Por tanto, racionalizaciones como “todo el mundo lo hace” son
inaceptables. Que uno de los miembros de una comunidad académica incurra
impunemente en una conducta impropia no justifica que los demás miembros lo
hagan.
IV. Respeto.
Una
comunidad académica debe promover el respeto entre los estudiantes, los
profesores y el personal administrativo. Igualmente, debe promover el respeto
por la erudición, la investigación, los procesos educativos y por su herencia
intelectual.
En
una comunidad académica, el respeto se define como el reconocimiento del valor de
sus miembros en su carácter individual y colectivo. La comunidad académica debe
reconocer que la naturaleza colectiva y participativa del proceso de enseñanza
y aprendizaje, así como del trabajo colaborativo, depende del respeto mutuo.
Respetar a las personas implica reconocer su valor y tratarlos como un fin en
sí mismos, no meramente como un medio para lograr nuestros propios fines. El
respeto es una virtud fundamental de las comunidades. Cuando no hay respeto, se
trata a las personas como a objetos. La enseñanza eficaz reconoce la naturaleza
colectiva y participativa del proceso de aprendizaje. Por tanto requiere
respeto mutuo, como también lo exigen el trabajo colaborativo y colegial, cuyo
valor en la academia es y ha sido siempre innegable.
El
respeto por uno mismo presupone participación activa en los procesos de
aprendizaje, enseñanza e investigación. Los estudiantes demuestran respeto
hacia ellos mismos y hacia sus compañeros y profesores asistiendo a clases
puntualmente, prestando atención, escuchando más que tratando de convencer a
los demás de su punto de vista, preparándose y participando en clase,
entregando los trabajos a tiempo y esforzándose por dar su máximo. Del mismo
modo, demuestran respeto hacia los demás absteniéndose de hacer ataques
personales, utilizando lenguaje ofensivo, intimidando, solicitando
inmerecidamente que se reevalúen sus trabajos y evitando cualquier
comportamiento que interrumpa o interfiera con la clase, las horas de oficina u
otros modos de interacción entre profesores y estudiantes.
Los
requisitos de respeto y civismo deben ser recíprocos y vincular a los
profesores, al personal no docente, a los administradores y a los estudiantes.
Los profesores demuestran respeto hacia sus estudiantes escuchando con seriedad
sus ideas, respetando sus metas y aspiraciones y reconociéndolos como
individuos.
Todos
los miembros de la comunidad académica demuestran respeto hacia el trabajo de
otros –sus ideas, palabras, descubrimientos, datos, investigaciones y obras de
creación publicadas en cualquier formato impreso o digital como libros,
revistas, enciclopedias, bases de datos, blogs o en discos, grabaciones, vídeos
y conferencias– dándoles el debido crédito y citando correctamente las fuentes.
En
estos ejemplos se puede ver la interdependencia de los valores que constituyen
la integridad académica. Parte del respeto a los demás implica tratarlos con
justicia y honestidad.
De
este modo se crea un ambiente de confianza.
V. Responsabilidad.
Una
comunidad académica debe mantener los más altos estándares de conducta en el
aprendizaje, la enseñanza y la investigación exigiendo que todos sus miembros
actúen responsablemente a fin de promover la integridad académica.
La
integridad académica es responsabilidad de todos los miembros de una comunidad
académica, que tienen la responsabilidad de actuar con integridad en todas las
actividades que realizan así como de no quedarse de brazos cruzados ante una
injusticia o una falta de honestidad. Esto implica superar las presiones, los
conflictos de interés y la lealtad o la compasión mal entendidas.
La
responsabilidad compartida confiere a todos el poder de efectuar cambios, de
superar la apatía y de ayudar a todos los individuos que componen una comunidad
académica a comprender su valor y su importancia en la colectividad a la que
pertenecen.
Cuando
se comparte la responsabilidad de mantener los estándares de integridad
académica, uno de los asuntos más difíciles es cómo hacer frente a la
deshonestidad de los demás. Si bien no debemos cometer actos deshonestos,
tampoco podemos permitirles a otros que los cometan. La obligación de actuar a
menudo entra en conflicto directo con la presión de grupo, el miedo, la lealtad
y la compasión mal entendida. Nos sentimos presionados de no declarar en contra
de un compañero; nos da miedo arruinar su educación, su reputación o su vida.
Nos preocupa equivocarnos y acusar injustamente a un inocente o que tomen
represalias contra nosotros si denunciamos un caso de deshonestidad.
Algunas
instituciones no exigen que se actúe ante un caso de deshonestidad, otras
permiten denuncias anónimas. Sin embargo, las denuncias anónimas no están
exentas de controversia.
Para
algunos, es una abdicación de la propia responsabilidad y puede implicar que el
denunciante no está convencido. También puede minar el debido proceso pues no
le permite al acusado la oportunidad de confrontar y presentar testigos.
Como
mínimo, un sistema de integridad académica debe requerir a los individuos que
asuman la responsabilidad de su propia honestidad y traten de evitar la mala
conducta de otros. Esto puede ser tan simple como cubrir las respuestas durante
una prueba. La responsabilidad máxima es informar cualquier acto de
deshonestidad e informar cualquier transgresión en la que uno sea o no un participante
intencional. Solo así estamos dispuestos a asumir plena responsabilidad de
nuestra participación en la comunidad académica.
Este
llamado a la integridad académica adjudica una gran responsabilidad a todos los
miembros de la comunidad académica. Es imperativo crear un equilibrio entre la
norma y la compasión. Las instituciones académicas se dedican al aprendizaje, y
debemos tratar de que, cuando ocurran violaciones a la integridad académica,
todos aprendan de la experiencia.
Como
miembros de comunidades académicas, podemos desempeñar un papel importante en
la solución a la "crisis de integridad" en que se encuentra nuestra
sociedad. Las instituciones y los individuos pueden iniciar y mantener un
diálogo permanente sobre estos temas y actuar de maneras que apoyen los valores
y principios expuestos anteriormente.
Agradecimientos.
Un
documento sobre la integridad académica no estaría completo ni sería coherente,
si no se reconocen sus fuentes. Lo hacemos, no solo por honestidad, sino
también por un profundo sentido de gratitud a todos los que han brindado de su
tiempo, esfuerzo y conocimientos para avanzar en este proyecto.
Las
siguientes personas participaron en la planificación y preparación de los
primeros bosquejos de este documento: Sally Cole, Center for Academic
Integrity; Mary Olson, Oakton community College; Patrick Drinan, University of
San Diego; Julian Harris, Duke University; James Lancaster, University of North
Carolina, Greensboro; Donald L. McCabe, Rutgers University; James Larimore,
Standford University; John Margolis, Northwestern University; y Elizabeth Kiss,
Duke University.
Los comentarios escritos al
bosquejo de octubre de 1997 fueron presentados por: Bill Taylor, Oakton
Community College; Mark A. Hyatt, U.S. Air Force Academy; Sally Kuhlenschmidt,
Western Kentucky University; Beverly Foster, University of North Carolina,
Chapel Hill; Bruce Johnston, Lyon College; R. Michael Hainess, Keene State
College; y Patricia Bass, Rice University.
Jeanne
M. Wilson, de University of California, Davis, preparó el bosquejo de febrero
1998.
Los
comentarios escritos al bosquejo de febrero de 1998 fueron presentados por
Lawrence M. Hinman, Universidad de San Diego. Los participantes de un taller de
dos días sobre integridad académica en San Diego aportaron comentarios orales. Lawrence
M. Hinman, University of San diego preparó el bosquejo de mayo de 1998.
Además
de las ideas de las personas mencionadas anteriormente, el presente documento
se basa en la labor realizada sobre la integridad académica por la directiva y
consejos de diferentes universidades y en las discusiones sobre integridad
académica que surgieron de esos grupos.
Traducido al español en el
Programa Graduado de Traducción de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de
Río Piedras.
© Publicado
el Martes 20/03/2012 por el Centro para la Integridad Académica de http://www.eafit.edu.co,
modificado por Luis Alejandro Cardenas Franco.
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