Ver a Lanata…
En 2003 y 2007, siendo
Kirchner presidente, la revista Noticias publicó las tapas de De Vido y Báez.
Es imposible para mí ver
a Lanata como un espectador. No puedo dejar de reflexionar sobre las
incidencias que tiene en la audiencia su trabajo y lo que significa para el
periodismo en su conjunto.
Sería muy injusto reducir
toda la explicación de su impacto a un cambio de clima de la población diciendo
que hace muchos años la revista Noticias ya publicó la tapa “Lázaro Báez: ¿el
testaferro de Kirchner?”, y otra de “Julio De Vido: el cajero”, exactamente
así, con esos idénticos títulos. O que sobre esos mismos temas escribió el
propio Lanata en Perfil, además de varios otros periodistas de este diario,
cuando Néstor Kirchner era presidente, algo más grave que hoy porque se
denunciaba al presidente en ejercicio. O prestando atención a que, de los
cuatro periodistas que acompañan a Lanata en este tema en Periodismo para
todos, dos son “hijos” profesionales de la revista Noticias (Nicolás Wiñazki y
Mariel Fitz Patrick) y dos del diario Perfil (Luciana Geuna –antes también de
Noticias– y Rodrigo Alegre), y que lo mismo que hacían en papel no imprimía en
la audiencia de igual forma que hoy.
También sería muy injusto
reducir toda la explicación de su impacto al poder propalador que tiene el
Grupo Clarín, que replica en papel, en radio, en TV y en la web lo que produce
en cualquiera de sus plataformas, porque desde 2009, cuando comenzó la guerra
entre el Gobierno y Clarín, ningún otro periodista, programa o medio de comunicación
de ese grupo ha logrado producir el mismo impacto que genera Lanata, y no se
puede decir que Clarín no lo haya intentado con muchos otros grandes
profesionales. El fenómeno tampoco se explica cuantitativamente.
Para sumar a la cadena de
explicaciones, se puede agregar el reciente artículo de Scientific American
sobre cómo la transmisión de conocimiento se fija en forma distinta al ser
comunicada por diferentes dispositivos (ver: www.scientificamerican.com/article.cfm?id=reading-paper-screens) y cómo
nuestros cerebros responden de manera distinta frente al mismo contenido
recibido por diversas plataformas. Por ejemplo, el mismo texto leído en una
tablet o en papel se “suelda” de manera diferente (se recuerda más lo leído en
papel) porque la tablet está asociada al entretenimiento, un tipo de contenidos
que permite una atención más discontinua. Ejemplo: a la gente, al ver a Lanata,
le queda que el kirchnerismo roba con la obra pública pero no puede alcanzar a
comprender en detalle la interrelación de los papeles que Lanata muestra en
pantalla porque la naturaleza de la televisión no es la más apta para
profundizar más allá de determinado nivel. A la vez, la televisión es
infinitamente más poderosa para instalar ideas puntuales: Kirchner = Báez = corrupción
= plata negra (y mucha).
Esta predisposición a
catalogar los contenidos que recibimos en función del dispositivo que nos los
transmite es generacional, y cambiará con las próximas. Cuando los nativos
digitales en tablets –chicos de tres y cuatro años– tocan por primera vez una
revista o un libro con ilustraciones, tratan de pellizcar con los dedos sobre
una página para agrandar la imagen, se decepcionan al ver que nada sucede y
piensan las publicaciones como “iPads que no funcionan”.
Pensamos en categorías y
ubicamos los mensajes que recibimos dentro de estas categorías, que son
determinadas mucho más por los continentes (plataformas) que por el tipo de
contenidos (géneros). El paso de Lanata por el teatro de revistas –algo que le
critican con mala fe quienes quieren herirlo para neutralizarlo como
adversario– todavía produce desconcierto, mientras que un monólogo no tan
alejado de los del Maipo no sólo no molesta sino que gusta mucho al ser hecho
por televisión y dentro del horario histórico de Tato Bores, a quien se asigna
una inteligencia y refinamiento (otra asociación con Lanata) que los cómicos
del teatro de revistas no han tenido, a pesar de que también Tato Bores hizo
teatro con vedettes, pero no quedó fijado en ese rol.
Es cierto que la popularidad
de la Presidenta no está en su mejor momento, que el Grupo Clarín propala
mejor, que la TV abierta masifica y que el género, la categoría, el día/horario
y el dispositivo de transmisión están bien afinados. Pero en el combo
multicausal de este éxito no se puede no considerar el factor Lanata. No es lo
mismo que a un gobierno que se presenta a sí mismo como transgresor y popular
lo critiquen Grondona, Magdalena o Nelson Castro, todos de distintas
generaciones e ideologías pero asociados con la corrección y la distinción, que
una persona como Lanata, que ha hecho de la transgresión y lo popular su
característica distintiva.
Mañana, Perfil publicará
en detalle la más amplia encuesta sobre cómo el Lázarogate afecta la
popularidad de Cristina Kirchner. Lanata le produjo un daño que nunca antes
había logrado producirle ningún político
© Escrito por Jorge
Fontevecchia el viernes 03/05/2013 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario