domingo, 10 de junio de 2018

Del FMI a la CGT… @dealgunamanera...

Del FMI a la CGT… 

Cuesta abajo. Christine Lagarde y Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes.

Macri metió presión para cerrar el acuerdo y los gremios le dieron el ultimátum a Quintana. La orden que el jueves pasado dio Mauricio Macri fue terminante: ese día debía anunciarse el acuerdo alcanzado con el Fondo Monetario Internacional por el préstamo stand-by.

© Escrito por Nelson Castro en domingo 10/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hubo quien le advirtió que eso era complicado porque faltaba definir aún aspectos claves contenidos en la letra chica. Para ello, se necesitaba que desde Washington hubiera un anuncio que hiciera público el acuerdo. Al Presidente nada le importó. Ordenó forzar la situación. Quería llegar a Quebec con la negociación finiquitada para tener la foto con la directora del FMI, Christine Lagarde, con quien la buena química personal hizo que todo funcionase a la perfección. La buena relación entre el Presidente y la directora del Fondo dio sus frutos. Lo que muchos no saben es que hubo otro protagonista de absoluto bajo perfil que fue clave en la dinámica de la negociación: Donald Trump, ya que Estados Unidos va a ser el principal aportante de los 50 mil millones de dólares que le prestarán a la Argentina.

En el acuerdo con el FMI, el Banco Central vuelve a ser el que define las metas de inflación, tal como lo había hecho hasta el 28 de diciembre pasado, y en ese marco restablece el sistema de tipo de cambio flotante. Por lo tanto, la tasa de interés continuará siendo el instrumento que utilice para bajar la inflación. Ese es un esquema que hasta ahora no tuvo la eficacia esperada, ya que la inflación superó ampliamente las metas tanto en 2017 como en 2018. Lo que se aguarda es que esta vez las condiciones sean mejores debido a que los precios relativos ya se han ajustado, el grueso del aumento de las tarifas ya pasó, y el tipo de cambio vigente en principio no necesita ajustes mayores.

El acuerdo contempla un mecanismo para desactivar la bomba de la Lebac, una verdadera bicicleta financiera que el actual gobierno potenció. Estas letras del Banco Central fueron creadas por Aldo Pignanelli en marzo de 2002 –plena crisis por la caída de la convertibilidad– para reducir la demanda de dólares y la inflación. El stock inicial, que fue de 2 mil millones de dólares, hoy alcanza a los 900 mil millones.

Asesoramiento y tensión.

No hace mucho, Guillermo Nielsen –hombre clave en la reestructuración de la deuda en default de la Argentina en 2004 y 2005– le acercó al Presidente un documento con algunas ideas sobre cómo desactivar esa bomba de tiempo que representan las Lebac. Macri leyó ese documento con atención y, a partir de esas recomendaciones, elaboró un borrador de siete carillas que envió a Federico Sturzenegger para su lectura y consideración. Algunas de esas cosas están en la base del acuerdo con el FMI.

La crisis de confianza que enfrenta el Gobierno ha generado un verdadero cimbronazo en el gabinete. Y esto tiene sus consecuencias. Las tensiones entre sus miembros están a la orden del día.

El protagonismo del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, molesta a varios de sus colegas, quienes no se toman muy en serio su condición de coordinador del área económica. La suspensión de la reunión agendada para el martes pasado entre Dujovne y el resto de los ministros del área, en la que debía tratarse el recorte de gastos de los ministerios, fue una muestra de ello. Oficialmente, se dijo que la razón de tal decisión fue la necesidad de aguardar al cierre de la negociación con el FMI.

La verdad es otra: “Ningún ministro había hecho los deberes. Nadie movió un dedo y muchos le terminaron preguntando a Marcos Peña qué hacer”, confesó una voz desde las entrañas del poder.

En ese clima, pues, se perfilan ganadores y perdedores. Mario Quintana, secretario de Coordinación Interministerial de la Jefatura de Gabinete, está pasando sus peores días desde que asumió. Macri le reprocha haberse equivocado en sus proyecciones y, por si eso fuera poco, acaba de ser imputado por el fiscal federal Ramiro González, por el manejo de la empresa Farmacity. Quintana, que está enfrentado con Sturzenegger, fue uno de los mentores del fatídico 28 de diciembre del año pasado, el día en que se dispuso limitar la independencia del BCRA. Eso caducó el jueves pasado.

El presidente del Banco Central –que también recibe reproches de Macri– se siente como uno de los ganadores de esta crisis. El recupero de su independencia le ha devuelto un protagonismo que había perdido. De aquí en más, será quien defina las pautas de inflación, tal como lo dijo Dujovne en la conferencia del jueves.

La trastienda de esa conferencia también habla de lo que pasa en el interior del Gobierno. Tres fuentes distintas coinciden en que Sturzenegger exigió que, para dejar bien en claro su independencia, no se hiciera ni en el Ministerio de Economía ni en la Casa Rosada (sic). De allí que se optara por el CCK.

Respuestas pendientes.

Todo esto ocurre en un escenario socioeconómico complicado. El ajuste tendrá consecuencias sobre la vida diaria de los argentinos. En la conferencia de prensa, las muy precisas preguntas técnicas de los colegas tuvieron respuestas –algunas buenas y otras no tanto– por parte mayoritariamente de Sturzenegger. La única pregunta que no tuvo respuesta concreta fue la referida al impacto del ajuste en la vida de los ciudadanos, que fue formulada por Nicolás Munafó.

La reunión entre el Gobierno y la CGT no fue buena.

El 15% establecido en muchas paritarias está absolutamente desfasado. El pedido de recomposición salarial fue claramente expuesto por los triunviros sindicales. La reunión fue dura. Cuando Quintana quiso posponer una respuesta para el jueves 14, Juan Carlos Schmid –uno de los triunviros de la central obrera– lo paró en seco: “Vos no entendiste nada, vos me das una respuesta el día martes y si el martes no nos das una respuesta, lanzamos la medida y no nos reunimos más. Vinimos acá a escucharlos y nos nos van a dilatar más, este jueguito no va más”.

Situación.

Hoy se complica lo que hasta hace dos meses se veía como inexorable: la reelección de Macri. Este es uno de los temas claves que se habla en la nueva mesa chica del poder, en la que han reganado protagonismo Emilio Monzó y Ernesto Sanz. Son los que hablaron de acuerdos a los que se opusieron siempre tanto el Presidente como Marcos Peña. A propósito: en sus declaraciones públicas, el jefe de Gabinete exhibe rasgos del síndrome de Hubris; cree que está todo bien y que los que lo contradicen están equivocados (sic).

  

(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

"Es antidemocrático invocar a la patria para querer destruir al que piensa distinto"… @dealgunamanera...

Norma Morandini: "Es antidemocrático invocar a la patria para querer destruir al que piensa distinto"…


La periodista y ex senadora habló con Infobae sobre la necesidad del diálogo político en nuestro país, el ejemplo del acuerdo de paz en Colombia y critica el "patrullaje ideológico" en las redes sociales

© Escrito por Luis Novaresio el domingo 10/06/2018 y publicado en el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Jamás ha perdido su cadencia cordobesa y su parsimonia para hablar. Desde que deslumbró a la Argentina denunciando las atrocidades en la última dictadura firmando en la mítica revista española Cambio 16, Norma Morandini se instaló en el lugar de la reflexión.  Piensa, comparte, usa siempre el "me parece" o el "quizá sería bueno reflexionar". Dice que le gusta provocar con sus ideas para escuchar al otro. Y eso, hoy, la transforma en una rara avis en el debate de la cosa pública.

Rechaza el concepto de patria, en peligro para muchos, por antidemocrático. "Impresiona mucho que entrando en la cuarta década democrática vuelven a sonar palabras que son antidemocráticas como 'patria'. La patria tiene una connotación no democrática precisamente, siempre me llama la atención que los que invocan la patria son los que quieren terminar con el compatriota, ¿no?", le dice a Infobae. Compara nuestra ausencia de debate con el gran diálogo de Colombia que permitió la firma de acuerdos de paz y convoca a mirar a esa nación latinoamericana.

En esta entrevista en los estudios de Infobae, la ex senadora y actual Directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado habla de la coyuntura política, la intolerancia en las redes sociales, y explica por qué el debate sobre la despenalización del aborto es "un gran avance democrático".

— ¿Cómo estás viviendo este momento a la hora del diálogo, el encuentro, la posibilidad de pensar el país a futuro?
— Bueno, me impresiona mucho que entrando en la cuarta década democrática vuelven a sonar palabras que son antidemocráticas como "patria". La patria tiene una connotación no democrática precisamente, siempre me llama la atención que los que invocan la patria son los que quieren terminar con el compatriota, ¿no? "Éste es compatriota, éste otro no". Entonces me parece que hay mucho ruido en el discurso público. Me parece que estamos perdiendo la oportunidad de otro tipo de debates. Decir "bueno, ¿quién genera riqueza en un país? ¿Cómo vamos a generar riquezas para salir?". Que todo el mundo habla de la macroeconomía y yo provoco y digo, ¿quién vive en la macroeconomía? Entonces tenemos números, números, números, y esa es la deshumanización. Porque detrás de un número hay una persona. Y cómo si uno no ve la persona va a poder identificarse con esa persona, ¿no? Eso me impresiona, que estamos como lastimados. Y me sigo preguntando qué tiene herida el alma de este país para que tengamos tanto enojo, para que nos haya aparecido lo peor, para que la deliberación pública no pueda ser respetuosa. Y no para ser unánimes, porque la riqueza de la democracia es que seamos plurales. Es decir, una democracia de un solo color político es antidemocrática hasta por definición.

— ¿Y encontraste algún perfil de respuesta a qué es lo que tenemos herido como patria para hacer aflorar lo peor de nosotros?
— Yo creo que estamos teniendo conciencia, ¿no? Te confieso que yo siempre me he sentido un poco ridícula porque hablaba de paz, de amor, que no son palabras del decir público y del decir político. Sí lo son en la autoayuda, en la neurociencia. Es decir, es como una esquizofrenia, todo lo que nos sirve en la vida personal no lo llevamos a la vida pública, a la vida con el otro. Me parece que todos sentimos lo mismo pero tenemos miedo de decir porque hay mucho patrullaje ideológico. Entonces me llama la atención la gente que escribe, que habla, que aparece en televisión, académicos, periodistas, siempre te dicen "uy, por esto me matan". Y yo digo, ¿quién te mata?. Es decir qué nos mata hoy. Y nos mata ese ojo de juicio fuerte, de descalificación en las redes, del insulto anónimo. Entonces ahí yo provoco y digo, el que es anónimo, ¿es un ciudadano? La libertad de expresión es un valor que hay que defender por sobre todo, pero ya me parece que estamos en la hora de empezar a hablar del límite de esa libertad que es la responsabilidad. No la censura, no el control, pero sí la responsabilidad.
Entonces me parece que eso hay que construirlo en la deliberación pública. Empezar a hablar de cosas de las que no hablamos. Es decir, cómo nos duele a todos ser ofendidos. Por qué la plaza pública está llena de dolor. Yo siempre digo: siempre son las madres en duelo las que ponen, es el dolor, es el sufrimiento lo que ha ido tomando conciencia de derecho para trabajar sobre eso. Ni Una Menos, es decir el sacrificio de mujeres que son golpeadas a manos de aquellos que dicen amarlas. Para no hablar de las madres en duelo porque pierden a sus hijos. Entonces me parece que ya está en la hora de una construcción alegre, democrática.

—Me gustó mucho eso que dijiste al principio, "y amorosa". Porque la ira es muy vendedora en la televisión. Un discurso amoroso sería menospreciado como poco vendedor.
— Nos parece eso. Yo como navego a dos aguas en los medios hace ya mucho tiempo siempre me decían "Norma, ¿a quién le interesa?". Y yo digo  cuidado, que entre el interés y la importancia la función del periodista es elegir lo que importa. Porque si nosotros dos gritamos, nos peleamos, nos insultamos por supuesto que vamos a estar en todas las pantallas y la gente se va a parar a mirar qué pasó con estos dos que se insultan, se pelean y demás. Eso interesa porque llama la atención. Ahora, alguien nos tiene que decir, "muchachos eso no importa, ustedes tienen una función pública, tienen responsabilidad con formar la opinión pública", porque esa es la fortaleza de la democracia.
Entonces en la medida que no tomamos conciencia de que tenemos un plus por el privilegio de hablar por los otros vamos a seguir con el minuto a minuto, que nos miren, pero sin contribuir a que el que mira entienda qué importa y qué no importa.

— Leía ayer una nota tuya en el diario La Nación donde vos ponías al diálogo, y en el caso particular de Colombia, como un ejemplo de una salida dialogada y de respeto. 
— He seguido mucho el proceso de paz. Estuve en la firma de los acuerdos. Quedé fascinada de lo que veía en la televisión durante una semana, sobre todo en los canales públicos, y eran todos mensajes amorosos, todos mensajes de paz, todos videítos de construcción, de reconocimiento al otro. Después, por suerte, conocí a una periodista que se llama María Alejandra Villamizar, que es como periodista conoció todo el proceso de la guerrilla, como joven periodista tenía naturalizadas las bombas, los secuestros, las muertes y todo lo que es el horror de la guerra. Y eso la fue increpando en el sentido de "bueno, ¿cómo salimos de esto? ¿Cómo dejamos de ver como destino histórico la violencia?" Y el presidente Santos le encomendó diseñar un programa, que por supuesto tuvo el auspicio de Naciones Unidas, de Suecia, de Noruega, y han armado algo tan interesante que se llama la conversación más grande del mundo. Es empezar a conversar, es invitar a todos a la gran mesa de la conversación. De manera digital, de manera un día en esta redacción se conversa, en este sindicato se conversa, con decálogos, es decir, "bueno, escuche, no juzgue, sea honesto". Que parecen cosas tontas pero realmente como una autoayuda colectiva, ¿no? 

El presidente colombiano Juan Manuel Santos recibiendo el Premio Nobel de la Paz por impulsar el acuerdo de paz con las FARC (AFP)

Entonces siempre me pregunto cómo puede ser que, entrando en la cuarta década democrática, nuestras palabras estén tan contaminadas. Con guerra, con confrontación, con descalificación. Cómo hablamos de las personas y no de los temas. Cómo, yo digo hablemos de los males, no de los malos. Tengo nuera española y ella siempre dice, "solo di palabras dulces, no vaya a ser que te las tengas que tragar."
Entonces son pequeños y grandes comportamientos que nos hacen sentir mejor. Yo soy de una generación que tenía la piedra en la mano. Hasta hace, por lo menos entrada la década de los 90, yo era "en contra", criticaba como periodista, y me doy cuenta que cuando hice el cambio de trabajar "a favor de", vivo mejor, soy más productiva. Es decir puedo ayudar más. Y yo creo que esto que me pasa a mí nos pasa a todos. Cuando uno cierra el corazón y empieza a desconfiar, que es lo que nos ha dejado el autoritarismo, "qué quiere, qué viene a buscar, qué hay atrás", yo creo que impide esto que estamos intentando hacer que me escuchas y que te detonará preguntas, sentimientos, emociones, pero seguramente no me vas a pegar un palo ahora estando en desacuerdo.

— Lo que siento es que para que haya, como vos planteabas, en Colombia, la posibilidad del diálogo es el reconocimiento de no ser el dueño de toda la verdad. O sea, el diálogo supone tengo ganas de escucharla a Norma porque muy probablemente voy a aprender algo, voy a desaprender algo mío. ¿Te parece que hay marco en este momento en la política argentina como para un diálogo de ese tenor?
— Bueno, el debate por la despenalización ha sido un gran avance democrático, no importan los resultados. Creo que se haya podido debatir, ha habido poca chicana, algunas, pero personas que en otras situaciones no se sentaban a dialogar me parece que han encontrado un espacio de diálogo. Y si pudiéramos trabajar con todo en el mismo sentido… El tema de la pobreza, por ejemplo. Cuando hace 24 años atrás empezó la primera Marcha Federal, yo fui simpática a ese peregrinar, porque veía dirigentes honestos, porque me parecía que estaban contrapuestos a lo que veíamos como los gordos, a la burocracia sindical, y sobre todo porque empezaba a aparecer algo que no teníamos en nuestro país que era la pobreza. Nos increpaban esos niños en la calle, lo que fueron los años 90 cuando empezamos a ver indicios de lo que hoy padecemos. Ahora, si 24 años seguís haciendo lo mismo, te uniste a los que eran diferentes a vos y la pobreza creció, fracasamos todos. Y si fracasamos todos, ¿no será que tenemos que estar todos juntos a ver cómo hacemos para que en nuestro país no haya 3 de cada 10 personas en la pobreza? Es decir, no se trata de estar acuerdo sino saber cómo podemos encarar temas de los que decimos estar preocupados, afectados. Hablamos de pobreza, hablamos de economía. Pero, ¿cómo? ¿Conversamos o hablamos?

— ¿Te parece que la experiencia colombiana de este diálogo, de esta gran conversación, podría ser aplicada en la Argentina?
— Sí, sí. Por supuesto que uno dice "bueno, no es la guerra como ellos la han tenido". No es una negociación con guerrilleros que tienen que dejar las armas, que tienen que ingresar en la vida política, una sociedad que todavía tiene mucho miedo… La prueba ha sido el plebiscito que se opuso a la paz. Bueno, pero es un proceso que ellos han iniciado.
Sin embargo nosotros, que estamos alejados del tiempo de la violencia, me parece que tenemos muy contaminada la forma de hablar, el discurso público, y me parece que lo que ellos han hecho es inspirador. Es decir, por qué no hacerlo. Por qué si otros países pueden reconocer a Mandela. Por qué como pasa acá la gente que más ha sufrido es la que menos grita, es la que menos odio tiene. Y yo confío que el corazón late igual, que vos hable de pobreza no te hace poner en una situación superior, o que hables de derechos humanos o de los desaparecidos. Eso no te da un status diferenciado. Puede darte autoridad de testigo, o puede lo que sea. Pero me parece que tenemos que construir esa conversación democrática.

— Me gusta mucho eso que estás diciendo porque me parece que es una gran formulación, el sufrimiento, el padecimiento de una situación, no te da ni siquiera inmunidad para decir cualquier cosa. Al menos autoridad de testigo para relatar tu experiencia y aportar, pero nada más que eso.
— Sí, eso es lo que a mí me impresionó siempre en el caso de Colombia -para no hablar de una situación extraordinaria como la de Mandela, que es una persona extraordinaria. Hago un paréntesis y te cuento que la hija de Mandela fue embajadora en la Argentina y la llevamos un día al Senado con María Eugenia Estenssoro y fue hermoso, ella dijo "yo no puedo ponerme en los zapatos de mi padre, pero puedo intentar caminar como mi padre". Entonces eso, posiblemente uno no puede ponerse en los zapatos de aquel que ha sufrido, que ha estado preso, que tiene desaparecidos, pero por qué no intentar una caminata juntos para que no haya más desaparecidos, para que no haya más violencia, para que no haya generaciones que se inmolen de buena fe como fue mi generación. Pero cuántos años después yo tengo que reconocer, ahora que se celebra el Mayo francés, "muchachos, ustedes hicieron la fiesta, nosotros pusimos los muertos".
Entonces algo tenemos que mirar hacia atrás, ver qué hicimos mal. Digo, hay muchos que dicen "¿por qué no hacen autocrítica? Hemos dejado eso en la Justicia, y por suerte la Justicia nos ha impedido… nos ha protegido de la venganza. Pero sigue este "ustedes y nosotros" y la verdad que la democracia no es unánime, no es para ser todos iguales, al contrario, para fortalecer las diferencias, pero tiene que haber respeto de las diferencias.

— Dijiste algo al comienzo que me pareció muy interesante sobre el concepto de patria. Digo, cuando hoy se menea esta idea de la patria está en peligro, ¿cómo reaccionás cuando escuchás eso?
— Lo que está en peligro es la democracia con esa concepción de patria. Porque la democracia es lo plural. Mi generación no era democrática. Yo siempre cuento que en la universidad cuando yo estudié periodismo estudiaba para hacer la revolución social, yo aprendí a ejercer el periodismo paradójicamente en el exilio, en España que empezaba su transición que sus empresas periodísticas nacieron con la democracia, que me hicieron firmar un compromiso con los valores de la democracia. Tenemos todos los derechos humanos incorporados en nuestra Constitución como jerarquía constitucional, es decir que estamos obligados a cumplirlos. Y sin embargo la palabra democracia no forma parte del discurso público. Entonces la patria es una concepción, "yo invoco mi patria, si vos no estás dentro no sos compatriota".

— Sos un apátrida, claro.
— Entonces me parece que esa concepción de poder, de porque yo tengo la sensibilidad social, porque yo invoco a los desaparecidos, que nos ha hecho tanto daño, que ha sido el tiempo pasado del gobierno anterior que hemos hablado mucho pero que todavía no hemos encarnado los derechos humanos. Porque a mí siempre me impresionaba, ¿cómo se pueden invocar los derechos humanos y no reconocer que soy tu igual? Esa es la riqueza de la filosofía de derechos humanos, su universalidad, que tenemos derechos solo por ser personas, que no son los gobernantes que van con una canastita distribuyendo derechos.

— Pensaba también que hoy parece que la construcción política, y no importa quién es más responsable, se basa en esto, en el "nosotros y ellos", en esta cosa de la aburridísima descripción de la grieta y demás, pero parece que construir política es azuzar el fantasma del otro, del que está enfrente.
— Cuando la política es exactamente lo opuesto, ¿no? Yo lo digo dramáticamente, aun cuando quiera huir del drama, yo creo que el cadáver que nos deja la Dictadura es la política. Y que no la hemos rehabilitado, porque a juzgar por la rabia que tiene la ciudadanía con los políticos, porque si no hay política, no hay democracia. La política es lo que hago con vos, la política es esa aventura que es vivir con el otro porque nacimos bajo el mismo cielo y estamos destinados a vivir en este territorio que se llama Argentina. Y de eso no podés huir. Hay un espacio de la aventura colectiva que tiene que tener reglas y por eso las reglas de la democracia me parece que es lo que hemos elegido en un país donde tenemos en nuestras espaldas históricas casi 60, cuántos años de autoritarismo. Entonces no asustarnos por no ser democráticos. ¿Cómo íbamos a ser democráticos con semejante historia, con semejante concepción de poder?
Ahora, resta que la ciudadanía sea responsable, que participe. Es decir, esto que cuando uno dice te dicen "ah, sos idealista". Bueno, pero si la democracia no tiene principios, ideales, es un pragmatismo brutal que nos ha llevado a donde estamos. Entonces la crisis, el fracaso, el atraso, como quieras llamarlo, yo creo que no hay ningún sector que pueda decir yo los llevo por acá. Hemos fracasado todos. Y si reconocemos el fracaso de un país que había estado entre los primeros lugares en el siglo pasado y hoy estamos en el lugar en el que estamos, ¿queremos salir de ahí? ¿Estamos dispuestos a salir de ahí? Si intentamos pequeñas acciones de reconocimiento. El insultar anónimamente en las redes, el opinar sin nombre y apellido, o sea sin responsabilidad ciudadana, ¿es participación? Fijate lo que ha pasado con los indignados en Turquía, en Egipto, desembocó en dictaduras, o en autoritarismos o en gobiernos autoritarios. Entonces hay tanto para debatir, tanto para intercambiar, que me parece que la conversación tiene que ir por ese lado, ¿no?

Argentina magmática… @dealgunamanera...

Argentina magmática…


El aumento del dólar, la inflación y la temperatura política general convirtió en líquido cualquier fundamento electoral para 2019.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el martes 26/05/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Al igual que el aumento de temperatura fusiona las rocas que se transforman en magma, el aumento del dólar, la inflación y la temperatura política general convirtió en líquido cualquier fundamento electoral para 2019. Ahora todos son presidenciables, además de Macri y Vidal, los esperables Urtubey y Massa, los outsiders Tinelli y Manes, los clásicos De la Sota (dicen que oficializa la semana próxima) y Lavagna (“se precisa un economista”), en diferentes combinaciones con Pichetto como candidato a vicepresidente y hasta De Narváez como gobernador bonaerense. En el kirchnerismo, Rossi, Capitanich y hasta Felipe Solá son los mencionados mientras se sospecha que Cristina Kirchner les dice a todos que ella no será candidata pero cuando se acerque la fecha terminará siéndolo. No es seguro que ese sea el deseo de la ex presidenta pero seguro lo es de Cambiemos, que ante un eventual ballottage sabe que polarizando contra Cristina le irá mejor que contra un peronismo razonable.

Sobre Tinelli se opina que el ciclod e famosos se agotó con Reutemann, Scioli y el propio Macri.

La posibilidad de que el kirchnerismo pueda volver (el club del helicóptero), enterrada en octubre de 2017 y de difícil resucitación salvo que la economía explote, volvió como amenaza. La usan los delegados gremiales de las empresas y reparticiones públicas para amedrentar a aquellos que no quieren plegarse a las huelgas o al trabajo a desgano: “Ojo que cuando nosotros volvamos te podemos acusar de traidor”. El miedo al regreso del pasado con que psicopatizan a los empleados públicos que quieren trabajar funciona como amenaza tácita en los inversores y empresarios: “¿Qué pasa si invierto y regresa el populismo?”. El derretimiento de las esperanzas económicas genera una política magmática que produce una economía magmática que retroalimenta la política magmática. El círculo vicioso que al igual que su inverso virtuoso se suceden en forma de espiral: descendente o ascendente, cuando la solidez política produce solidez económica y viceversa.

Desde el Gobierno piensan así. Creen que, al igual que se dio vuelta negativamente el humor social de diciembre a mayo, podría volver a darse vuelta hacia principios del año próximo y llegar a la campaña de las PASO nuevamente ganadores. Aunque la economía no sea una panacea, esperan que, por el hecho de que no se hayan cumplido los vaticinios de desastre, se cumpla que “lo débil que perdura se hace fuerte”.

Desde el Gobierno también se insiste en que Macri y no Vidal será el candidato presidencial en 2019. Porque por más que la gobernadora tenga mayor aprobación, cuando el Presidente cae en las encuestas también cae Vidal, y para que Cambiemos gane a nivel nacional en 2019 es esencial que gane en la provincia de Buenos Aires, y Vidal es la única que podría lograrlo.

En el electoralismo también magmático hasta se especula con que Macri reforzará su candidatura a presidente 2019 anunciando que Rodríguez Larreta será su próximo jefe de Gabinete, como si fuera parte de la fórmula presidencial, aunque en un cargo no electivo. Algo parecido a cuando Néstor Kirchner, para aumentar sus posibilidades en las elecciones de 2003, anunció que Lavagna sería su ministro de Economía si resultaba electo presidente. En el caso de Rodríguez Larreta, su aporte al gobierno nacional serían sus credenciales como un gran gestor, recreando el exitoso sistema de Macri jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde, en lugar de dos vicejefes de Gabinete como Quintana y Lopetegui, había directamente dos jefes de Gabinete, con Larreta y Marcos Peña, uno de gestión y otro de política.

Hoy hasta el último disparate resulta plausible porque, al desvanecerse las certezas, toda posibilidad resulta probable. Pero la existencia de tantos candidatos a presidente del panperonismo también puede resultar una fortaleza para Macri: que haya muchos también puede significar que ninguno tenga la suficiente fuerza como para hacer inverosímiles a los demás, mientras que desde Cambiemos solo el Presidente tiene el poder.

Argumentos hay a favor y en contra. “Tinelli sí” porque es el más conocido, “Tinelli no” porque ya se agotó el ciclo de los famosos con Reutemann, Scioli y Macri, mientras que ahora haría falta un economista como Lavagna, respetado tanto por los peronistas como por los radicales. También hay quienes creen que Cristina estaría dispuesta a competir en las PASO del PJ y que Unión Ciudadana no llevaría candidatos propios si viera la posibilidad de que una oposición unida pudiera ganarle a Macri en primera vuelta, y hasta se vuelve con la especulación de que aceptaría ser candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires porque aunque no tuviera los fueros de senadora, la Justicia no se animaría a tocarla con el peronismo de vuelta en el poder.

El futuro es impredecible, tanto como que hace seis meses nadie imaginaba este escenario político-económico. Pero que tantos crean que pueden ser presidentes es un hecho objetivo del presente que indica la debilidad en la que cayó Cambiemos, lo que también se percibe en las críticas que recibe de periodistas que fueron afines al oficialismo durante los primeros dos años y medio. Tiene razón Quintana cuando dice que en enero era “el presidente sustituto” mientras Macri y Peña estaban de vacaciones y se lo imaginaba a él al mando de la Casa Rosada, y hoy es el culpable de todos los males. O Marcos Peña, que hasta hace poco se lo comparaba justamente con el marqués de Pombal, el célebre primer ministro de la Corona portuguesa en el siglo XVIII, y junto con Quintana recibe hoy críticas desde todos los sectores.

Si Cambiemos fracasara con la economía, se preferiría como candidato a alguien como Lavagna.

El magma es líquido mientras se mantiene a altas temperaturas pero en su recorrido se va enfriando y se solidifica. Todo dependerá de cómo se mantenga la temperatura política y económica argentina. Es extraño imaginar una Argentina en llamas el 1º de diciembre con los jefes de Gobierno del 80% del producto bruto del mundo en Buenos Aires por el G20. Y es difícil imaginar también que la reapertura de paritarias por la cláusula de revisión ante una inflación bien superior al 15% no generará hacia fin de año conflictos sociales que influyan sobre el humor general. Pero las cartas aún no están echadas. Nunca lo están.




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sábado, 9 de junio de 2018

Muchachos, este FMI no es el mismo… @dealgunamanera...

Muchachos, este FMI no es el mismo…

Imagen: Pati /Jorh

La política argentina vio pasar una ola tras otra de supuestos ganadores eternos que al final no duraban ni dos años. Macri fue el dios del neoliberalismo en el 2015. Pasaron dos años, ya fue desalojado del podio luminoso y va siendo una sombra que hunde al país. Es el punto de inflexión donde las gigantografías de la política transmutan en figuritas. Pero tuvo tiempo para el desastre, para dejar un futuro de rodillas. El Fondo Monetario fue duro con el país pero leal con su agente. No le perdona ni un dólar a la Argentina y le impuso condiciones imposibles, pero concedió un plazo de gracia insólito que protege a Macri hasta las elecciones del 2019.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 09/06/2018publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Fue un punto de partida” festejó Mauricio Macri al brindar con un grupo de periodistas por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hace dos años y medio que está en el gobierno y ahora recién habla de “punto de partida”. Pero el punto de partida real fue su primer gran triunfo en el Senado, la guillotina que dividió al peronismo, el 29 de marzo de 2016, cuando se autorizó al gobierno a endeudarse para pagar a los fondos buitre. Solamente se opusieron 16 senadores. Solamente 16 se negaron a que el país recorriera el despeñadero del endeudamiento que desembocó en este esperpento del Fondo que enajena el futuro. 

Además del sabor amargo que le quede en la boca a los legisladores que, presionados por coyunturas puntuales, levantaron la mano para acompañar el proyecto que habían presentado los radicales, el PRO, más el GEN de Margarita Stolbizer y el Frente Renovador de Sergio Massa, incluso para estos senadores también, la experiencia que puede servir para el futuro es no dejarse arrastrar por las olas de triunfalismo que pasan como tormenta de verano. Ni siquiera se trata de convocar ese momento para dividir, cuando lo que se necesita es sumar. Pero esa experiencia nefasta tiene que servir por lo menos para poder diferenciar en todas las coyunturas, lo esencial de lo secundario. Esa votación dirimió un punto esencial arrastrada por la inercia de la coyuntura.

Habrá que reivindicar a los 16 que resistieron esa presión, que soportaron los discursos hegemónicos que los acusaron de facciosos, que sufrieron el ataque de los medios y periodistas oficialistas que los acusaron de oposicionistas y obstruccionistas, o que los hostigaban por defender una causa “populista”, una causa que consagraban como perdida y desprestigiada. Ya con el diario del lunes puede decirse que esos 16 senadores dieron cátedra para los futuros legisladores.

Las Madres de Plaza de Mayo representan casi en forma bíblica esa máxima. Fueron resistencia en lo esencial contra un poder absoluto que parecía eterno. La política tiene que aprender de esas experiencias que le han costado sangre sudor y lágrimas. No se trata de rigidez maximalista ni de convertir a la política en puramente testimonial. Se trata de ser conscientes de esa diferencia entre lo esencial y lo secundario y poder desarrollar una política con principios, que puede negociar, hacer acuerdos, retroceder o avanzar pero sin renunciar a sus valores básicos.

En el llano de la sociedad está la mitad más uno que votó este engendro. Personas que van a sufrir por haber votado lo que llevó a sellar el acuerdo con el Fondo. Personas cuyo voto condenó a todos los demás a sufrir las consecuencias de esa decisión. Hay una mitad más uno que empieza a subir –o ya lo viene haciendo– al tren fantasma de la desilusión. Hay dos jubilados sentados, uno junto al otro. Y los dos están sufriendo por el precio de los remedios, el recorte de las prestaciones y el sablazo a sus haberes. Ya no llegan a fin de mes. Son el blanco central de los ajustes. Se achicarán aún más. Los dos están sufriendo ese castigo. Pero seguramente, uno de ellos, además está sufriendo por la culpa de haber votado a sus verdugos y debería sufrir también por lo que está sufriendo  su compañero de banco.

Acá no hubo 54 contra 16. Hubo 51 contra 49. Por primera vez en la historia la derecha conservadora había logrado seducir a esa mayoría que ahora transita el purgatorio de la desilusión para algunos, del arrepentimiento para otros o de la terquedad. Ya dejó de ser una mayoría satisfecha. Las encuestas dicen que el 70 por ciento de la sociedad no respalda el acuerdo con el FMI. Allí está una parte importante de esa mayoría exigua del 2015. 

Transita el momento de la desilusión. Todavía no relaciona su voto y el acuerdo con el Fondo. Tratan de encontrar respuestas en las mismas corporaciones mediáticas que los sedujeron para decidir su voto y encuentran los mismos argumentos: la pesada herencia y “éste no es el mismo FMI”.

La desilusión deberá traspasar esa pared para convertirse en pulsión positiva. Pero en la disputa de poder, el poder económico erigió su trinchera estratégica en ese lugar, sobre ese muro de manipulación de la información y construcción de sentido, incluso para la desgracia por parte de las grandes corporaciones de medios. Si llueve excremento tendrán una construcción simbólica que ayude a bailar bajo la lluvia. En algún momento el poder de la virtualidad empezará a resentirse pero su duelo mítico con la realidad no tiene un saldo absoluto.

La exigencia central del Fondo para conceder el stand by es bajar el déficit de 4,30 por ciento del PBI a 2,70 en un año. Para esta gente, reducir el déficit no es recaudar más, sino gastar menos. Son pocos lugares donde se puede gastar menos en el presupuesto y todos tienen que ver con lo social: obra pública, educación, salud, salarios,  pensiones y jubilaciones. Achicar los 3200 millones de dólares que implican esas exigencias quiere decir, miles de despidos, congelamiento salarial, achicamiento de pensiones y jubilaciones, decadencia de escuelas y hospitales.

Cuando el déficit fiscal pasa los cuatro puntos, se considera que una economía está en crisis. Se dijo que el déficit que dejaba el kirchnerismo era de siete puntos y que el gobierno lo hizo bajar a 4,30 en el primer año. No se entiende cómo puede bajar el déficit cuando se sacan retenciones y se recauda menos por la sensible baja del consumo más un tarifazo que no saca subsidios. Para cualquiera que sepa sumar y restar, medidas de ese tipo en cualquier lugar lo que producen es aumentar el déficit por la gran caída de la recaudación sin que haya recuperación del consumo. A pesar de que Cambiemos hablaba de siete puntos, los organismos internacionales ubicaron el déficit fiscal del año 2015 en 2,7 por ciento. Otros organismos hablan de 3,2. Pero no más.

Si después de todas las medidas que bajaron la recaudación, el déficit llegó al 4,3, es evidente que el kirchnerismo había dejado un buen margen para que el déficit creciera por lo menos dos puntos. Según la consultora Ferreres, en el último año del gobierno de Cristina Kirchner la economía creció 1,7 por ciento, la industria 1,1 y la inversión 1 por ciento. Para el FMI, el crecimiento fue del 1,5 por ciento. Las famosas tasas chinas de los años anteriores habían bajado pero no había estancamiento ni caída, ni siquiera para fuentes que no eran kirchneristas, como las que se señalan.

En cambio, las cuentas de este gobierno de radicales y conservadores son alarmantes: el déficit fiscal asciende al 4,30 por ciento, si se le agrega el 2,30 que se va por deuda externa, más el 1 por ciento de la deuda provincial, más el 1,70 de déficit cuasifiscal por Lebacs, el total de la sangría llega al 9,30 por ciento del PBI. Y si se hace la cuenta incorporando la última devaluación del peso, el agujero negro que abrió este gobierno es pavoroso. Los neoliberales más ultras hacen estas cuentas para presionar por más ajuste y achicamiento del Estado. Pero al mismo tiempo exponen el fracaso de las políticas que quieren impulsar, porque Macri no es comunista ni keynessiano.

Son procesos que van en el mismo sentido. Destrucción de la economía, subordinación a los organismos financieros internacionales, caída de la imagen de Macri, aumento del malestar social con el gobierno y un lento pero progresivo descongelamiento en la oposición peronista y no peronista. No hay elementos en dirección contraria a este proceso de desgaste acelerado del gobierno y de recomposición lenta de la oposición. Todo fluye en detrimento del gobierno conservador. Pero al mismo tiempo la deudodependencia de una economía, que desde que asumió Cambiemos acentuó su espiral descendente, esparciendo pobreza real y no virtual, cerrando miles de pequeñas y medianas industrias y comercios y recortando salarios y jubilaciones, plantea un cuadro muy deteriorado para el que aspire a asumir en el 2019.

Argentinadas… @dealgunamanera...

Argentinadas…

Fondo, mentiras y fideos… Dibujo: Pablo Temes

Volvimos al FMI asustados por la corrida. Macri y CFK, siempre la ‘pelea de Fondo’.

© Escrito por Roberto García el sábado 09/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

De tanto insistir con la necesidad de un Plan B, finalmente apareció el Plan B. Se importó del exterior, una matriz que el FMI distribuye desde hace décadas, ahora con una leyenda políticamente correcta que la señora Lagarde repite cada vez que auxilia a un socio: el nuevo plan corresponde al país firmante, a su autoría intelectual, no proviene del organismo. Obvio: le importa el resultado, se prescinde de las medidas para alcanzarlo. Casi la filosofía del chino Deng Xiao Ping: “No me importa si el gato es rojo o negro, lo que me importa es que capture ratones”. De ahí que, en el compromiso del FMI, se permitan excepciones como el destino de una reserva para emergencias sociales, caballito sobre el que jineteará Macri para no mostrarse insensible ante la población. Nada nuevo: hasta al Plan Austral de Raúl Alfonsín se le admitió un desvío en apariencia intolerable para la ideología del dador del préstamo: el control de precios.

Traiciones.

Lo del Plan B es una traición a la ruta del abecedario: jamás hubo un Plan A. Y el nuevo acomodo a normas internacionales de la economía supone, además, una experiencia cercana al milagro si logra concluir con cierta decencia profesional: la apelación al FMI fue producto del susto cambiario, de la corrida o “turbulencia” –según la jerga oficial–, no de la reflexión concienzuda o del apartamiento minucioso de otras alternativas. Una argentinada más, de acuerdo con la traducción al inglés, disfrazada como si fuera el invento del dulce de leche o del colectivo, y que el Gobierno promueve como si hubiera ganado el Mundial de Fútbol.

Cuenta con algunas ventajas el ensayo: la devaluación ya fue hecha, la caída del PBI ya había empezado hace tres meses, también la reducción del déficit para este año, hasta se renueva el carry trade y el héroe de la administracion será Luis Caputo por conseguir el regreso a los mercados celebrando nuevos créditos de dos fondos privados (resta, inclusive, la materialización de un swap con China). Una cobertura digna de Houdini que imagina un rebote para el próximo año, sin fecha precisa, luego de atravesar un largo y agitado desierto de austeridad, o el invierno alsogarayano, dos meses con alta inflación (junio y julio) y gente clamando en las calles por las condiciones siniestras que impone el FMI. Otra argentinada, esta vez del bando contrario: nunca desde ese  sector se preguntaron por las condiciones que antes exigían los bancos y a tasas obscenamente superiores.

La crisis por la suba del dólar movilizó sueños en la oposición ante las elecciones de 2019, desató candidaturas dormidas y postulantes redivivos, enérgicos, que guiados por las encuestas favorables a la continuidad de Macri los obligaban a pactar con el oficialismo. Se diluyó esa supremacía, el Presidente se desplomó y hasta el menos relevante de los cuzquitos se animó a participar del asado

Ese vértigo repentino, sin embargo, ahora se oscurece: el acuerdo con el FMI modifica en parte el tránsito de esa ecuación y garantiza otro modelo de competencia más restrictiva, menos abierta: renueva la grieta, polariza de nuevo entre dos dirigentes, Macri y Cristina, tal vez excluya a la multitud de aspirantes que se habían hecho los rulos con un protagonismo inesperado. Pero la lista se constituyó en el interregno: De la Sota prometió lanzarse en un mes, a su vuelta de una temporada sanitaria en España, un Massa tímido se comprometió a anotarse, hace dos noches, si reúne los consensos. Aparece tan humilde y comprensivo que hasta provoca sospechas. Urtubey reconoce que se atrasó en plantear su voluntad de candidato, al menos frente a Pichetto, el primero que se atrevió a romper el cascarón.

El más reciente de los postulantes ha sido Lavagna padre, quien consintió el anuncio de Eduardo Duhalde propiciando esa aventura. Hasta le costaba decirlo por su cuenta.

Bailando.

La fórmula de Duhalde se completa con el animador Tinelli como postulante a la gobernación de Buenos Aires. No es lo que desea el conductor de “Bailando”: si decidió presentarse, si lo acompañan los hados de los sondeos, si toma clases sobre políticas de Estado y reitera consultas a especialistas, considera que su destino político debe ser superior, sin detenerse en el ámbito bonaerense. Todos, a pesar de discrepancias personales, dispuestos a inscribirse en una interna que determine al ganador. Casi ninguno acepta que en esa confrontación intervenga Cristina. El argumento: no pertenece al peronismo. Más: muchos consideran su proscripción, lo cual medido en antecedentes favorece a la dama, ya que el propio Perón se fortaleció en el apartheid. Al rol de víctima siempre le sacó jugo.

Sin embargo, esta explosión de postulantes tropieza ahora con una pinza, las derivaciones del acuerdo con el FMI. Por un lado, el bando que invita a sostener el Plan (Macri) y, por el otro, aquellos que pugnarán por derrumbarlo (Cristina). Dos núcleos sin espacios para los grises, derrengados unos con el orden y la estabilidad, los otros deshilachados en la carestía con movilizaciones, paros y piquetes. Dos mundos, dos personas, ajenos abstenerse. Inclusive, con la posibilidad de que cierta violencia urbana –epicentros previstos para la cita del G20 o un diciembre ardiente para las fiestas– se enmarañe, intransigente, entre ambas tendencias y desplace al resto que predica amor, paz y entendimiento.

Para el G20 y las fiestas de fin de año se sospechan acontecimientos graves, clave que anima al Gobierno para otorgarle prioridad a la seguridad (más gendarmes, por ejemplo, o compra de sofisticado material telefónico semejante al que le atribuían a Milani, aquel militar preferido de la viuda de Kirchner). A Cristina parece seguirla en la protesta social  una izquierda con utopías prerrevolucionarias y grupos vecinales al Papa que se quejan de que a Ella la persiguen tribunales condicionados por el Gobierno con el caso Nisman. Estiman que no hay fechas fijas para el reclamo social, que será un continuado en lo queda del año.

Curiosamente, entonces, volverían al enfrentamiento una Cristina del 30% como piso y un Macri con proporciones semejantes. El FMI lo hizo y, en ese dilema electoral, ambos destacan un mismo temor, se inquietan por una Justicia que los aguarda detrás de la esquina, angustia perpetua de los que no están en el poder. En eso también están juntos.



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