Llegó a Zavaleta cuando empezábamos con la ronda para ver cómo organizábamos entre todos el entrenamiento atípico de domingo y, a pesar de que ya habíamos terminado de desayunar, algunos se desayunaban de la sorpresa que ya estaba en camino. Antes de que lo viéramos desde el centro del potrero, mientras caminaba hacia la canchita, Ángel Cappa le preguntaba a uno de los vecinos sobre una situación puntual del partido en el que Huracán, el día anterior, una vez más había arrasado con un buen fútbol que no sólo aparece de a ráfagas. El vecino le respondió como si lo viera todos los días, como si Cappa fuera uno más del barrio. Es que ese vecino de Zavaleta trabaja en el mismo club y lo ve, si no todos los días, con bastante frecuencia. Lo primero que contó quien conduce a sus equipos por el camino de la pelota al ras del piso, pero con un juego de alto vuelo, después del “Olé, Olé, Olé, Olé, Ángel, Ángel” unánime, fue que él nació en un barrio muy parecido a Zavaleta: “Nunca dejé de ser la misma persona que jugaba en el potrero, que soñaba con jugar en el club de mi barrio, como a muchos les debe pasar con Huracán. Por eso, hoy vengo y me siento como en mi casa, hablando de fútbol con los vecinos y viendo jugar a los pibes en la canchita”. Por eso, uno más del barrio.
Y ahí le bajaron la bandera de largada a un viaje desde la experiencia hasta las ilusiones, recorriendo en colectivo diferentes primaveras. El andar vertiginoso de la imaginación sobre el relato apasionado de Cappa daba la impresión de encontrar a cada paso una nueva estación, porque cada vez que había terminado una frase parecía que habíamos arribado a la mejor conclusión, pero enseguida continuaba y era claro que el trayecto seguía. Cappa sabe que llegó a jugar y dirigir en Primera, pero que no todos tienen la misma suerte, y que eso no es casualidad. Cada vez está más seguro, se lo demostraba la mañana del domingo en Zavaleta, de cuál es la tierra en la que germina el fútbol. “Jugadores como Maradona o como Messi salen de barrios como éste, y lo importante es que tanto ellos como los que no somos cracks tenemos que hacer las cosas con ganas. Dejar todo, adentro y afuera de la cancha. También hay que saber que uno no es más que nadie, y que uno solo nunca puede ser más que con los demás. Maradona siempre salió a la cancha con diez compañeros”.
Por más que podamos tener a Cappa, no se trata de tener un superhéroe que nos salve o que se salve solo. “No se puede ser feliz solo. Se es feliz con los demás. No se puede ser feliz si tu barrio está mal. Y tampoco, si los demás barrios están mal”, reflexionaba Cappa, reflexionábamos todos. Poco a poco, se aclaraba nuestro paisaje de la trama barrial, iluminada por las palabras de Ángel y las preguntas de Matías que, con un grabador o un micrófono, bien hubiera pasado por periodista.
- ¿Qué es el éxito para usted, fuera de lo futbolístico?
- Me parece que es más o menos lo mismo adentro y afuera de la cancha. Es esforzarse por hacer las cosas bien, tener siempre humildad y respeto. Ser valiente, pero no valiente en el sentido de hacerse el guapo, pegar una patada adentro de la cancha. Valiente es estar en las difíciles, cuando un amigo tiene un problema, cuando el barrio tiene un problema, estar ahí. Aunque no nos salga, pedir la pelota y tratar de hacer las cosas para cambiar lo que está mal. Para transformar lo que no queremos.
Y seguimos recorriendo el barrio, los barrios, todos sentados junto a Cappa, tema por tema, pregunta por pregunta, recuerdo por recuerdo. Y los vecinos más grandes, entre ellos algunos que habitualmente no se acercaban a los entrenamientos y que cuando Cappa ya se había ido se informaban sobre los horarios de entrenamiento o proponían nuevos talleres, también hacían preguntas o charlaban de fútbol. Y Ángel respondía sobre Pastore y De Federico, hablaba de grandes jugadores, de trabajadores de la pelota, de trabajadores y de la pelota: “Hay jugadores que ganan mucha plata, es cierto, pero ni el que más plata gana, lo hace tanto como las empresas que se aprovechan del trabajo de los futbolistas. Todas las grandes empresas que tienen que ver con el deporte, la televisión… se enriquecen a costa de lo que producen los jugadores. Lo mismo le pasa a cualquiera que trabaja, de todo lo que produce se queda con una partecita y la mayor parte se la queda otro. Pero no nos pueden sacar la pelota. Cuando Pastore tira un caño o De Federico hace un gol después de eludir a cinco, esa jugada, ese gol es de ellos, porque lo hacen ellos. Y es del hincha de Huracán o de cualquier equipo que lo disfruta y lo siente como propio. Y el gol que hacemos en el arco del potrero tampoco nos lo pueden robar”.
Tanta charla y tanto vuelo de Villa Mitre a Zavaleta, le dieron hambre a Ángel Cappa, hambre de fútbol. Y hubo muchos con ganas de saciarla, desde la práctica del Fútbol Popular. Mati asumió la mediación. Robin proponía que los laterales fueran con las manos o con los pies. Alan sugería que se jugara cinco contra cinco. Cappa preguntaba si cinco y el arquero o cinco en total. Todos consensuaban que cinco en total. Al costado de la cancha se acercaba un grupo de amigos que suelen estar alrededor de los entrenamientos sin sumarse, para arreglar un picadito el domingo que viene. Arrancó el partido.
Terminó el partido de Fútbol Popular pero no terminó y Cappa se fue pero no se fue. Porque aunque hubo goles y golazos para volar hasta las nubes, la terminal nunca apareció. Porque el viaje a la utopía nunca termina. Porque el grupito de pibes que no se acercaban, el domingo que viene se comprometieron a estar. Y así el colectivo se fue llenando, todos arriba, todos al volante, con reglas consensuada antes de partir. Porque hay proyectos de nuevos talleres. Porque el camino recién empieza. Porque Ángel también se ilusiona colectivamente, con acento a moto: “Los sueños nunca se cumplen. Los sueños siempre se están por cumplir”.
© Publicado el miércoles 22 de Abril del 2009 a las 0:00 en http://lapoderosa.org.ar