La desigualdad en el país es la mayor en un siglo, afirma
su banco central…
Janet Yellen, jefa de la
Fed, advirtió en un discurso que la concentración de la riqueza es cada vez
mayor. Y que ello atenta contra los ideales democráticos.
A menos de tres semanas de las elecciones legislativas en
EE.UU., la presidenta de la Reserva Federal (Fed) puso en palabras lo que el
estadounidense medio siente en la calle: la economía se reactiva pero los
beneficios van para unos pocos y no se registran en el bolsillo de la gente. En
un discurso en Boston, Janet Yellen dijo ayer que estaba “muy preocupada” por
el aumento constante de las desigualdades en el país y advirtió que la
inequidad de ingresos y riqueza alcanzó su pico más dramático en un siglo.
La jefa del banco central dijo que la desigualdad, que
“se incrementó nuevamente durante la reactivación” de la economía del país,
casi “alcanzó su punto más alto en un siglo”. Y señaló que, luego de la crisis
financiera e inmobiliaria de 2008, “el mercado financiero se recuperó, pero el
incremento de los salarios (...) fue bajo y el alza de los precios de las
viviendas no restableció el patrimonio perdido por gran parte de los hogares”.
Con datos de la Fed, Yellen explicó que los ingresos del
5% de los hogares más ricos treparon un 38% entre 1989 y 2013. En comparación,
los del 95% de los hogares restantes subieron sólo un 10%. “La distribución de
la riqueza es aún más desigual que la del ingresos”, explicó: el 5% más rico
poseía 54% de toda la riqueza en 1989 y “esa parte trepó a 63% en 2013”.
El tema de la desigualdad es clave en la campaña para
las elecciones legislativas del 4 de noviembre, cuando los demócratas
corren serios riesgos de perder también el Senado. En medio de la crisis del
ébola y del terrorismo internacional, Barack Obama hace malabares para mostrar
que la economía funciona bien. De hecho, las cifras macro lo respaldan:
EE.UU. crece a un ritmo del 3%, el desempleo cayó a niveles históricos del 5,9%
y el déficit fiscal, que tanto preocupa a la oposición republicana, está en el
punto más bajo en décadas.
Pero Obama y los demócratas se enfrentan a un problema:
la gente aún no siente que la economía esté mejor. Para la clases medias y de
menores ingresos es como si la torta creciera, pero las porciones se las
llevaran otros.
Un ejemplo es la proliferación de negocios que ofrecen
productos en cuotas a tasas altísimas a gente que no tiene efectivo ni
posibilidad de acceder a préstamos. Allí se puede comprar un juego de sillones
a 1.500 dólares, en cuotas semanales, que al final se termina pagando 4.500. O
un viejo iPad, que puede terminar costando 1.700. Esto es algo común en los
países latinoamericanos, pero no en Estados Unidos. Hasta ahora.
Los economistas señalan algunas razones para el
crecimiento de la desigualdad. En ciertas industrias, los trabajadores
estadounidenses han sido reemplazados por asiáticos, como los centros de
atención al cliente. En otras, la robotización crece. Aunque el desempleo esté
en niveles bajos, los empleados de escasa calificación ven amenazados sus
salarios, que no aumenta desde hace años. Sin embargo, las utilidades de las
empresas crecen y los ejecutivos sí se aumentan los sueldos.
Desde Europa, el economista de moda, Thomas Piketty, puso
a la desigualdad de EE.UU. en el centro de la escena. En la tesis central del
libro “El capital en el siglo XXI”, señala que el rendimiento del
capital ha sido siempre más alto que el crecimiento económico, lo que lleva a
una concentración de la riqueza que puede terminar amenazando la democracia si
el Estado no toma medidas drásticas contra esa tendencia.
Obama asume que la desigualdad es un problema. “Millones
de estadounidenses aún no sienten lo suficiente los beneficios” de la
recuperación económica, dijo. En el caso de la clase media, explicó, aún hay
“muchos que trabajan muchas horas con pocos ingresos”, y afirmó que resolver
ese estancamiento salarial “es el reto más importante de nuestro tiempo”.
Obama impulsa entonces la suba del salario mínimo, de US$
7,10 por hora a 10,10, una medida que está paralizada en el Congreso por la
oposición republicana. También busca lograr la igualdad de sueldos entre
hombres y mujeres, reformar el sistema educativo preescolar y de secundaria,
facilitar préstamos a quienes compran su primer hogar y también a los
universitarios.
Pero toda buena intención puede esfumarse: si los
demócratas pierden las elecciones de noviembre, será casi imposible aprobar en
el Congreso esas medidas.
© Escrito
por Paula Lugones el Sábado 18/10/2014 y publicado por el Diario Clarín de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.