Senadora Norma Morandini, Resumen de gestión…
Con la devolución de mi banca viví la contradicción entre
la frustración por haber integrado unos de los Congresos más degradados de la
democratización y el agradecimiento a todos aquellos que confiaron en mí, me
brindaron apoyo y respeto.
El año 2015, el del recambio presidencial, fue también mi último año como
senadora y el fin de la década como legisladora, ya que antes fui cuatro años
diputada. Tiempo de balance que impregna inevitablemente las que fueron mis
rendiciones de gestión cada año.
Un año electoral que canceló la actividad parlamentaria. Una paradoja que
señalé y hoy confío podremos corregir en la medida en que la política recupere
su función de servicio y las elecciones jerarquicen la voluntad popular. Este
año tuvimos que vencer el hastío y el cansancio para modificar el campo de
batalla en el que se convirtió la disputa política e hirió gravemente a las
instituciones, especialmente el Parlamento, que funcionó tan sólo para aprobar
las leyes de interés del gobierno, sin cumplir los tiempos reglamentarios, a
las apuradas, bajo el simulacro de las audiencias públicas, en realidad actos
partidarios, con las que se “popularizaron” las leyes en flagrante violación al
sistema representativo. Es en el Congreso donde la ciudadanía dialoga con sus
representantes. El corazón de la democracia, donde finalmente se tramitan las
leyes.
Vale recordar que nuestra democracia no es directa, la ciudadanía delega
su poder en sus representantes. Las elecciones determinan la representación
democrática, pero no pueden vaciar la actividad legislativa. Además de la
división de la autoridad en varias esferas, cada elección restituye la
alternancia que define la democracia, pero se impone una profunda y debatida
reforma política para no agobiar a la ciudadanía obligándola a ir a las urnas
todo el tiempo y, a la par, evitar que se vacíe la actividad parlamentaria,
sobre todo en su función de control. Estos han sido mis temas obsesión desde
que ingrese al Congreso.
No me alegra no haberme equivocado en relación al carácter autoritario de
un gobierno que impuso un solo color político en lugar de respetar la
diversidad, buscó refrendar sus políticas sin aceptar ningún cuestionamiento o
aporte, eludió los controles y estuvo marcado por las denuncias de corrupción. Sí
me apena no haber podido influir más. Creo haber cumplido con lo que me propuse
desde el inicio, abrir un espacio para que la ciudadanía se conecte con la
política. Y tanto mis rendiciones de cuenta como la comunicación de todo lo que
hicimos, desde los proyectos de ley, los pedidos de informes, las
manifestaciones en el recinto y los artículos publicados en la prensa
contribuyeron para ampliar ese espacio. Si bien el Parlamento no recuperó su
prestigio, hoy existe una mayor conciencia ciudadana sobre su importancia y la
necesidad de encontrar perfiles de idoneidad acordes a esa función.
El año 2015 comenzó de la peor manera: la muerte del fiscal Alberto Nisman
el 18 de febrero, en las vísperas del día que debía comparecer ante la Cámara
de Diputados para informar sobre su denuncia contra la Presidente de la Nación,
Cristina Kirchner, a la que acusó de complicidad con Irán para conseguir la
impunidad de los funcionarios de la embajada de ese país, señalados por su
responsabilidad en el atentado de la AMIA. La bala que mató al fiscal dio de
lleno en el Parlamento, que a días de terminar el receso del verano mantuvo sus
puertas cerradas sin registrar ni contener la conmoción social y política que
significó el regreso del fantasma más temido, la violencia política.
El carácter de la denuncia y la función de fiscal de la Nación
caracterizaron su muerte como un magnicidio. Este prólogo de rendición de
cuentas excede el análisis político de las implicancias judiciales y las
reacciones del Poder Ejecutivo. En cambio, la presencia de la jueza Arroyo
Salgado, madre de las hijas del fiscal, en el Salón Azul del Senado, a
instancias del senador de la UCR Gerardo Morales, quien aglutinó a la
oposición, conmocionaron la actividad legislativa. Con un gran dominio de sí misma,
bajo las cámaras y los “flashes” de la prensa, la jueza pidió no se politizara
la causa: “Todo juicio de valor, aprobación o desaprobación, provenga del
ámbito del que provenga interfieren y condicionan la labor del poder judicial”.
Es lo que sucedió: el año 2015 terminó consagró la impunidad de la muerte del
fiscal, sin que siquiera la Justicia haya determinado como murió. En su lugar,
el gobierno kirchnerista aprovechó para transformar la temida Secretaría de
Inteligencia sin que los espías del Estado modificaran todavía la cultura de
control y espionaje sobre los ciudadanos, prohibida por la ley. Tal como
demostraron las denuncias periodísticas en relación al espionaje interno.
Con la devolución de mi banca viví la contradicción entre
la frustración por haber integrado unos de los Congresos más degradados de la
democratización y el agradecimiento a todos aquellos que confiaron en mí, me
brindaron apoyo y respeto. Me siento una política del 2001, cuando el grito de
furia del “que se vayan todos” desnudó que caminábamos sobre escombros
institucionales. Acepté participar en momentos de gran desprestigio de la
política. Sin embargo, confío en la evolución ciudadana, que es finalmente la
que determina la calidad del debate democrático.
Al ingresar, diez
años atrás, jamás imaginé que toda mi actividad política legislativa iba a
estar determinada por los Derechos Humanos, ya que nunca creí que la tragedia
de tener hermanos desaparecidos me concediera privilegios por encima del único
privilegio, que es haber representado a mis compatriotas. Reiteré cuantas veces
pude mi idea de que la democracia es el verdadero antídoto para que el pasado
sea aprendizaje. No venganza. La continuidad de los juicios contra los
represores de la dictadura fue una tarea de los tres poderes. Es en los
tribunales donde se juzga el Terrorismo de Estado, la violación de los derechos
humanos. Nos resta construir una auténtica cultura de derechos que conjuguen
con la vida, la pacificación y, sobre todo, porque estamos obligados a
cumplirlos en tanto el corazón jurídico y filosófico de nuestra Constitución
reformada de 1994 son los tratados de Derechos Humanos.
Toda mi actividad
legislativa estuvo dedicada a cumplir con esos derechos, especialmente los
considerados de tercera generación, como son los ambientales. Fue un gran
avance la aprobación que dio el Senado al proyecto de “Ley de Presupuestos
Mínimos para la Calidad Acústica” para garantizar el derecho a vivir en un
ambiente sano, ya que no hay dudas que el ruido, especialmente en las grandes
ciudades, es un factor contaminante que afecta la salud. Un proyecto de vieja
data que nunca había conseguido el tratamiento legislativo. Con la confianza de
que se conviertan en ley, dejé como proyectos legislativos un marco jurídico
para proteger a los ciudadanos usuarios telefónicos en la asimétrica relación
con las empresas de telefonía móvil. Un instrumento para promover el salto
cultural del consumidor al ciudadano con derechos, tal como consagra nuestra
Constitución.
Muchos fueron
los pedidos de informes al Poder Ejecutivo en torno a los temas que fueron
constante de mi trabajo legislativo. A la par, consecuencia de nuestra historia
de ocultamiento y mentiras, resulta anacrónico que a treinta años de la
democratización no tengamos todavía una ley de Acceso a la Información para
asegurar la luz pública sobre los actos de gobierno, la transparencia en el
manejo de la administración del Estado. Aspiro a que los proyectos que presenté
puedan aportar a ese debate y a que finalmente tengamos una norma al respecto.
En relación a la
universalidad del derecho a la educación propusimos un marco regulatorio que
garantice la educación domiciliaria y hospitalaria para los alumnos que por
enfermedad no pueden asistir con regularidad a la escuela. En el mismo sentido,
de garantizar derechos a la infancia, elaboramos un proyecto para establecer
las Pautas Rectoras para la designación y actuación del Abogado del Niño, una
figura que aún no se ha implementado tal como lo determina la Ley de Protección
Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes.
A pesar de la
escasa actividad parlamentaria mantuvimos la actividad para acercar el Senado a
los temas y problemas que le competen a la Comisión de Población y Desarrollo
que presidí, entre ellos los vinculados con discapacidad, género y pueblos
originarios. Ante la falta de quorum, ya que el oficialismo se negó
sistemáticamente a participar en una Comisión presidida por una opositora,
constituimos la Comisión en el acampe de los pueblos originarios QOPIWINI en la
Avenida de Mayo.
GRACIAS. No se me
ocurre otra palabra en este final de gestión. La que le debo a mis asesores,
tan comprometidos como capaces, quienes me sustentaron en el trabajo
legislativo. Y gracias a todos los que en la calle me dicen sencillamente
“gracias”. Hubiera querido ir más lejos, pero esta es una caminata colectiva en
la que siempre estaré cuando se trate de seguir trabajando por la normalidad
democrática, uno de mis mayores anhelos.