“Hoy,
los juguetes tienen que ver con el futuro, aun cuando sea incierto”...
Julio Moreno. Médico y psicoanalista Ni soldaditos ni mecanos: los chicos aman las pantallas y la capacidad de transformarse en otros. No buscan entender un juego sino aprender usándolo, dice el entrevistado.
Varían los juegos, pero el rito de jugar nos acompaña siempre, como nos acompaña la infancia que reconfiguramos a lo largo de la adultez. Pero los juegos de los chicos de hoy parecen apuntar más al futuro que al pasado, y los adultos poco saben de ellos. Los juguetes de antaño despiertan melancolía. Y en las rupturas que provoca el consumo de lo nuevo, las experiencias -que vienen del pasado de los mayores- pierden valor. Ya poco saben los padres sobre los juguetes de sus hijos, como ya saben más los chicos que los maestros acerca de las aplicaciones de los dispositivos digitales. Julio Moreno, médico y psicoanalista, ha investigado esta zona en la que se bordea el pasado y el futuro, ya que jugando se enlaza la tradición y se imagina lo porvenir.
¿Es cierto que los
juegos de los chicos derivan de ceremonias y ritos?
Es
cierto, y como han afirmado reconocidos antropólogos, la mayoría de los juegos
clásicos derivan de ritos antiguos, pero la creatividad de todos los juegos
está ligada a la originalidad humana, particularmente la de los niños, pero
también en todo un aspecto “infantil” de los adultos. Es propio del humano
crear juegos y juguetes y poder divertirse con cosas serias.
¿El juego y los
juguetes expresan la continuidad de la historia y de las experiencias?
Ritos
y juegos expresan una continuidad histórica. Los juegos clásicos derivan de
historias antiquísimas. Por ejemplo, el juego de la pelota pudo haber derivado
de la evocación de luchas divinas por la posesión del sol; el de la perinola y
el trompo, de prácticas adivinatorias; las rondas, de ritos matrimoniales; los
juegos de cartas, de luchas bélicas por territorios y poder. El sonajero parece
haber surgido de las maracas que usaban los hechiceros para ahuyentar malos
espíritus. Pero el conocimiento de estos orígenes queda olvidado en sus
detalles por los niños que juegan, aunque el objeto “juguete” transmite algo de
aquel pasado. Hace unos 50 años jugábamos a los indios, los vaqueros o los
piratas con armas o chiches relacionados con ellos. Ni siquiera jugábamos a
imitar, por ejemplo, a personajes de la entonces reciente Segunda Guerra
Mundial. Sólo jugábamos con personajes de un pasado lejano.
¿Y qué pasa hoy con
los juguetes y los juegos? ¿Cambiaron?
Los
juguetes preferidos de los niños de hoy no suelen aludir al pasado sino al
futuro. Así como los juguetes de antes parecían diseñados por un historiador,
muchos de los juguetes actuales parecen ideados por un futurólogo: naves que
surcan el espacio a una velocidad mayor que la de la luz, o que burlan la
teoría clásica del tiempo, succionadores de energías, poderosos rayos laser.
Los personajes de las historias infantiles preferidas de los niños
contemporáneos no suelen tampoco disfrazarse como lo hacían Batman y Superman
hace unos 50 años -lo que implicaba una continuidad de lo humano del
disfrazado-, sino que se transforman en otro, como el hoy popular Ben 10 o los
robots Transformers. Más que evocar el pasado, en esos juegos, historias y
juguetes se preanuncia un futuro, aun cuando sea incierto.
¿Los juegos de los
chicos siguen expresando fascinación por el tiempo que se repite?
No.
Más bien están preparados para lanzarse a lo incierto, o a lo que suponen que
va a ser. Les gusta repetir, pero no el pasado histórico sino las historias que
los fascinan más; no, por ejemplo, el juego de los piratas, aunque algunas
sagas como la de El señor de los anillos o la de Harry Potter pongan en escena
una mezcla de pasado, magia y futuro que les encanta a niños y adolescentes.
Los juguetes
miniaturizaban un pasado lejano. ¿Por qué ya no lo hacen más?
Quizá
ya no sirva tanto evocar un pasado ni transmitirlo para que perdure. Puede ser
que importe más preparar a los chicos para un futuro que, aun cuando resulte
incierto, está lleno de novedades que son veloz y eficazmente apropiadas por la
creatividad y la imaginación infantil. Así, hoy hay juguetes que cumplen con
las leyes de la física cuántica y lo digital, pudiendo clonarse, absorber
energía y teletransportarse.
¿Qué funciones
cumplen las pantallas y la interactividad en la educación?
Muchas
y cada vez más, porque las pantallas y lo digital van ampliando y modificando
nuestro mundo. Un niño, desde una cada vez más temprana edad, se fascina por
las pantallas, sobre todo por las touch . Ya antes de un año de vida un niño
suele interactuar con fervor con pantallas y crece en un ambiente en el cual
está rodeado de ellas. Son extensiones que forman parte de la realidad en la
que le toca vivir y, más aún, en la que le tocará vivir. A los pequeños les
interesan más las imágenes de una pantalla de TV, de una tablet, de una
computadora o de un celular que un chiche real. Si en el futuro casi todo será
comandado por dispositivos informáticos, los niños están aprendiendo,
conformando sus mentes para usarlos como nosotros usamos pinzas y lápices. En
la escuela, con computadoras portátiles, los niños sobrepasan a los maestros
que no son “nativos digitales”, sino “inmigrantes digitales” que pueden
aprender, pero no llegar a navegar por lo digital como los nativos.
¿Cómo se venden los
juguetes? ¿Se interpela a padres o a chicos? ¿Cambia la estrategia de venta de
juguetes porque los adultos ya no los entienden?
Antes,
hasta mediados del siglo pasado, la publicidad de los juguetes estaba dirigida
a los padres, con la consigna de que los juegos eran buenos, en el sentido de
didácticos y para la tarea de “formar bien” a los niños, como el Mecano, el
Cerebro Mágico, el Pequeño Doctor. Hoy las publicidades de juguetes -y los
mismos juguetes- ya no van dirigidos en primer lugar a los padres para que los
compren: van directamente dirigidos a los niños, que son los únicos que los
entienden. Hasta da la impresión de que publicidad y los mismos juguetes están
confeccionados para que los adultos no los entiendan. A los pequeños les gusta
manejar un código y un tipo de juego que sólo ellos y sus pares entienden. El
extremo de esas tendencias son las consolas, como la Playstation o Xbox, que
los adultos solemos no entender, al menos no como naturalmente -y con increíble
habilidad- lo hacen los niños. Tanto es así que esas aplicaciones -como la
mayoría de los dispositivos digitales- ni siquiera suelen tener manuales para
que quien pretenda usarlos los entiendan. Nuestra generación de adultos creyó
que necesitábamos entender para usar cualquier dispositivo, los niños de hoy
aprenden usando. Hacen camino al andar.
A veces los chicos se
aburren, aun con los mejores juguetes... ¿Nos tenemos que preocupar por eso?
Los
chicos pueden aburrirse por muchas razones: porque no logran jugar solos,
porque no tienen con quién hacerlo, porque están tristes por algo que les pasó,
o porque se dan cuenta de que no logran crecer como ellos querrían, o como
sienten que al entorno social y familiar le gustaría. El aburrimiento suele ser
una muestra de que algo de la potencia creativa del niño ha colapsado. No
encuentran ese plus que da el juego y su alegría porque algo los tiene ocupados
o los preocupa. Pero el aburrimiento puede ser un saludable llamado de atención
para procurar ayuda, como un anuncio temprano de que algo anda mal.
¿Cómo advertir que
estamos frente a un “chico problema”?
Que
un chico tenga problemas como temores, miedos, fobias o insomnio es natural y
hasta, en una medida moderada y no crónica, sano. Más preocupante puede ser
cuando el niño se sobreadapta a las exigencias familiares y sociales, o cuando
tiene dificultades severas para conectarse con sus pares, para jugar solo o
para interactuar con su entorno. Hay que valorar, sin embargo, el hecho de que
un chico logre llamar la atención para que sus padres, la escuela o algún
referente valorado se den cuenta de que algo le pasa y hagan algo para
ayudarlo. Lo peor es que logre esconder sus pesares, que disimule o que “se
haga” el grande o el superado. Los pequeños signos problemáticos son como
fusibles que advierten que algo anda mal en tiempos en los que es posible
mejorar las cosas, atender y corregir lo que los perturba. La dificultad del
niño con su entorno social es señal de que hay algo problemático.
¿Para qué es
importante el entramado familiar y la contención que brinda?
Es
muy interesante el término “entramado familiar” que se usa ahora cuando antes
se hablaba simplemente de “familia”. La familia, como institución, en estos
tiempos está en “desorden”, tiene diferentes configuraciones y no es raro que
eso complique la función clásica de contención o “encierro” que supo tener la
familia clásica del 1900 para con los niños. La familia ya no suele ser la cuna
que antes albergaba toda la crianza, y eso porque como institución la familia
está en crisis. Y ahora, entonces, puede ser preferible que haya separaciones
conyugales -o discusiones y reconfiguraciones o arreglos familiares- antes de
que los niños vivan en una suerte de campo de una batalla que los toma como
rehenes.
¿Por qué los chicos
creen y no creen en los padres? ¿Qué suponen, en qué confían y en qué no los
chicos?
Hay
una paradoja que afirma que es posible decir “creo tal cosa” y, al mismo
tiempo, “no sé si lo creo”. Parece absurdo, pero describe muy bien el estado
doble de la mente con que los niños se relacionan con sus padres o con quienes
los crían. Son dos enunciados contradictorios pero necesarios para que el niño
curse bien su infancia. Los niños necesitan transitar ese doble discurso: primero
creer lo que dicen los padres. Pero al mismo tiempo, y de a poco en su crianza,
es necesario ir descreyendo eso que creyeron. Ir desconfiando de la absoluta
verdad de esos dichos paternos. Viven, por así decir, en esa paradoja de creer
pero no creer tanto. Si siguen creyendo sin diferenciarse estamos en problemas;
si los invade una incerteza o desconfianza total relacionada con el no creer,
surge otro tipo de problemas. Pero ambos extremos -creer sin siquiera
cuestionar y no poder parar de cuestionarse- suelen generar inconvenientes en
la capacidad de jugar de los niños. Lo ideal es que ambas ramas de la paradoja
estén presentes y se hagan tope una a la otra.
© Escrito por Claudio
Martyniuk el Domingo 14/04/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.