LANATA
en el estudio de su programa Periodismo para todos.
Como
otros cinco millones de argentinos me senté el domingo pasado a ver el programa
de Lanata y, electrizado, no me pude levantar hasta el final, cuando fui a
agarrar el celular para enviarle un mail que tenía como cuerpo sólo un título:
“Sana envidia”.
Y
durante toda la semana mi cabeza fue y vino, pero no sobre las desmentidas y
sus derivaciones, sino que había quedado fijada en el programa del domingo, en
las reflexiones que me disparaba sobre el pasado y el futuro del periodismo de
investigación.
Lo
primero, su costo: cómo financiarlo y quiénes podrían hacerlo. El programa de
Lanata del domingo pasado no tuvo cortes comerciales y, aunque fuera sólo por
tratarse del primero y el resto del año sea diferente, igualmente hay en esa
ausencia de avisos un aviso de algo: que los anunciantes no quieren publicitar
donde haya contenidos conflictivos. Y no es sólo de ahora con el kirchnerismo,
también pasaba en la época de Menem y pasa en países muy desarrollados donde
las empresas prefieren no quedar asociadas a temas políticos. El kirchnerismo
lo que hizo fue llevar esta aprensión al cuadro emocional del terror.
Que
el hacer periodismo de investigación no sea económicamente sustentable para un
medio de comunicación no impide que el impacto del programa Periodismo para
todos del domingo pasado hiciera también presente la ausencia de Lanata en
televisión durante mucho tiempo. ¿Cómo alguien que consigue conmover a la
opinión pública como Lanata estuvo sin trabajo en la televisión durante tantos
años?
Además
del problema de que los anunciantes prefieran orientar su publicidad al
entretenimiento, el problema está también en que gran parte de la audiencia no
siempre está dispuesta a digerir el periodismo de investigación. Todos lo
disfrutan cuando la economía empeora y la popularidad del gobierno es
mayoritariamente negativa. Pero en los primeros años de cualquier gobierno
exitoso sólo un núcleo reducido de la audiencia sigue valorando el papel de
fiscal del poder que realiza el periodismo de investigación.
En
esos tiempos iniciales de luna de miel sólo los medios gráficos, y no todos,
cumplen ese papel de perro guardián y críticos del oficialismo de turno,
tolerados (lo que no quiere decir no castigados) por su menor alcance. Pasó con
Kirchner, pero también con Menem.
Lanata
no padeció exilio televisivo los primeros años del menemismo porque por
entonces aún no se había dedicado a la televisión, pero habría sufrido las
mismas consecuencias entre 1990 y 1995. Aquellos primeros años de Menem, sólo
Página/12, cuando la dirigía Lanata, y la revista Noticias, de Editorial
Perfil, fueron los arietes ante el menemismo. En los primeros años del
kirchnerismo, nuevamente Lanata, esta vez desde PERFIL, además de los artículos
de este diario y siempre la revista Noticias, denunciaban en papel y tinta lo
que hoy se puede ver y escuchar por televisión. Lázaro Báez, el testaferro de
Kirchner, con una foto de ambos juntos, fue una tapa por aquellos años.
Si
la televisión se hubiera hecho eco de aquellas denuncias hace muchos años, ¿se
habría evitado que los hechos siguieran sucediendo hasta hoy? Algo podría haber
cambiado, pero no hay que dejar de prestar atención a que la sociedad no quería
recibir esos mensajes porque, mientras un gobierno atraviesa un ciclo de
progreso económico, muy pocos quieren escuchar críticas sobre él. La
corrupción, como tantas cosas de la vida, no despierta siempre el mismo
interés.
Si
además de que a los anunciantes no les gusta mucho poner su publicidad donde se
hace periodismo de investigación, tampoco la audiencia quiere prestarle
atención, se entiende (aunque no se justifica) por qué en los primeros
años del kirchnerismo el periodismo de investigación estuvo ausente.
¿Volverá
a suceder lo mismo durante los primeros años del gobierno que sustituya al
kirchnerismo? Dependerá de una mayor educación democrática de todos: medios,
anunciantes y audiencia, que la Argentina suba un escalón político como
sociedad.
En
gran medida, de la continuidad y la vitalidad del periodismo de investigación
depende la calidad de la democracia que iremos consiguiendo. Al comienzo del
kirchnerismo no había mucha conciencia de esta relación. La propia Asociación
de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), en sus tradicionales premios
patrocinados por los principales diarios de todo el país, galardonaba 17
géneros periodísticos, desde periodismo político, deportivo, pasando por
fotografía, infografía y digital, pero no existía ningún premio al periodismo
de investigación. A partir de la reaparición del diario Perfil y su ingreso al
Consejo Ejecutivo de Adepa, esa asociación distingue también la investigación
periodística. Y, recientemente, Editorial Perfil firmó un convenio con la
Universidad del Salvador, la primera que dictó la carrera de periodismo, para
potenciar sus posgrados, que incluyen la única Maestría en Periodismo de
Investigación.
Quizá
el mayor aporte de Lanata no sean sólo sus valiosas investigaciones, sino el
ejemplo inspirador para futuras generaciones de periodistas que abracen este
género en mayor número.
Pero
la audiencia debe aprender que, si no le presta atención a estos temas cuando
los gobiernos le gustan, más tarde le disgustarán más aún. Los anunciantes, que
tienen una obligación republicana de apoyar con su publicidad ese tipo de
programas. Y los medios, que si desertan de esa responsabilidad después podrían
pagar costos aún mayores.
Hay
que apoyar a quienes se arriesgan a hacer periodismo de investigación crítico
de todos los gobiernos porque el costo, no sólo económico –a veces expresado en
juicios–, sino emocional por campañas de difamaciones, y hasta físico, merece
reconocimiento de toda la sociedad.
©
Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 21/04/2013 y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.