Las nuevas
tecnologías ofrecen numerosos mecanismos para la participación ciudadana y son
un factor clave en las transformaciones de la administración pública. Sin
embargo, estas innovaciones sin cambios de fondo solo reproducirán las viejas
desigualdades.
© Escrito por Santiago Pereyra (*) el miércoles 24/06/2020 y publicado por el Diario La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los
Argentinos.
En los tiempos actuales,
podemos denotar un gran avance de la tecnología en nuestras vidas cotidianas,
siendo muy difícil poder adaptarse y poder dimensionar tales cambios. Este
frenético avance evidencia ciertos declives que se producen en nuestras
sociedades cuando no se pueden ajustar a los nuevos tiempos. Un ejemplo de esto
son los problemas en el poder legislativo, cuando las leyes no parecen ser
eficaces para reglamentar la dinámica de nuestra actual sociedad. O las
dificultades de varias universidades públicas para adaptarse a los nuevos usos
de las tecnologías, perdiendo protagonismo en su propio ámbito.
Por ello nos
surgen las preguntas: ¿Hasta dónde llegará la tecnología? ¿Qué otros cambios se
nos avecinan? Dudas que se encuentran latentes en los sectores de nuestra
cultura, como es el ejemplo de varias series y cine de ciencia ficción que
colocan estas preguntas en el centro de sus narraciones. Lo seguro es que nos
cuesta enormemente pensar nuestra vida sin estos aparatos que nos facilitan
nuestra cotidianidad en varios aspectos. En otras palabras, hemos
naturalizado totalmente la tecnología. Cuando no tenemos el celular a mano
sentimos que nos falta algo, como una extremidad en el cuerpo o como un órgano
fantasma.
En
consonancia con estos avances es que podemos observar como la tecnología de a
poco, casi inadvertidamente, empieza a ganar nuevos espacios en nuestro sistema
público. Primeramente, se puede observar en la administración pública el uso
creciente de documentos digitales, trámites no presenciales, entre otras
actividades. Poniéndolo en pocas palabras, el Estado ha empezado utilizar estas
nuevas herramientas, y esto se ha evidenciado hoy en día por el estado de
cuarentena y el aislamiento social a raíz de la pandemia.
Estos cambios
podríamos decir son los primeros pasos de la adaptación de nuestro Estado. Es
importante asumir que estas medidas que nuestro gobierno está tomando no son
nada novedosas en relación a otros países en el mundo. De hecho, estos
nuevos modos de gobierno ya poseen un nombre: e-gobierno o gobierno electrónico (en
inglés e-goverment). Algunas
transformaciones de procesos internos más importantes que caracterizan a este
modelo son: la administración electrónica o
e-administración, y la e-participation.
Este gobierno
electrónico intenta lograr un mayor dinamismo y
personalización en la relación entre el Estado y los ciudadanos. La
administración comienza a adoptar nuevos mecanismos de interacción, siendo
capaz de brindar respuestas a un gran número de personas que, sin
necesidad de desplazarse, obtienen lo que buscaban.
Uno de los
aspectos más interesantes para analizar es que muchas de las tecnologías
usadas y sus modos de implementación son las mismas o similares a aquellas
que corresponden al sector privado del comercio electrónico (e-business), mientras que otras son más
específicas del funcionamiento del Estado.
Nuestro
Estado estaría entrando recién en una de las primeras etapas de esta
metamorfosis, es decir la e-administración.
Las herramientas que son utilizadas en esta etapa son: portales, ERPS (sistemas
de planificación de recursos empresariales), redes sociales, comunidades
virtuales o muchas otras (pueden ser pertenecientes o no a internet). Esto es
para buscar una mayor practicidad y eficacia en los procesos estatales, en
particular en lo que respecta al vínculo con la sociedad.
Este gobierno
electrónico intenta
lograr un mayor dinamismo y personalización en la relación entre el Estado y
los ciudadanos. La administración comienza a adoptar nuevos mecanismos de
interacción, siendo capaz de brindar respuestas a un gran número de
personas que, sin necesidad de desplazarse, obtienen lo que buscaban. Es
importante destacar que esta etapa no constituye solamente una herramienta para
acelerar los trámites administrativos, sino que también pretende asegurar la
transparencia, la inclusión y nuevos canales de acceso a la información. Este
nuevo modo de relacionarse incluye también a los distintos organismos de gobierno, empleados, sus
proveedores y otros actores de la sociedad civil.
En tal tipo
de gobierno hay un desarrollo de proceso evolutivo, donde en cada una de sus
etapas se persiguen distintos objetivos, para los expertos en esta materia
es un proceso que consta de cuatro fases. Presencia: esto implica poner en
línea la información a las que pueden acceder las empresas y los ciudadanos.
Interacción: en esta fase se
abren canales de comunicación, por ejemplo correo electrónico, aquí se
posibilita una comunicación de los dos sentidos para poder realizar consultas,
obtener información y efectuar reclamos. Transacción: aquí se comprende la
realización de trámites a modo electrónicos, por ello los gobiernos renovaran sus
procedimientos, esto a futuro supondrá un ahorro en costo y una mayor
eficiencia. Transformación: esta última fase implica la instalación de un
portal integrador de inter-organismos, extensible a todos los servicios
disponibles en internet.
Los diversos modos de
interacción que se pueden dar son: gobierno a ciudadano, gobierno a negocios,
gobierno a empleados y gobierno a gobierno. Hay dos ejemplos que se podrían dar
de esta forma de gobierno. El primero es en Europa: en el año 2002 que se creó
el plan eEurope, que fue reformado
y actualizado en 2005.
El segundo
ejemplo, es un caso en América Latina, más específicamente en Uruguay. Allí, a
través del decreto 65/998, artículo 2, se estableció que el expediente
electrónico es: “la serie ordenada de documentos públicos registrados por vía
informática, tendientes a la formación de la voluntad administrativa, en un
asunto determinado”. Y en el artículo 3 de dicho decreto se estableció que el
expediente electrónico tendría la misma validez jurídica y probatoria que el
expediente tradicional. En contraste, nuestro país inició ese proceso con
posterioridad y tiene todavía un largo camino por recorrer.
La etapa que
contempla la participación de los ciudadanos, en el aspecto de su
representación ante el gobierno, se conoce como e-participation,
pudiéndose definir de la siguiente manera según Ann Macitonsh: «el uso de las
tecnologías de la información y la comunicación para ampliar y profundizar la
participación política, permitiendo a los ciudadanos conectarse entre sí y con
sus representantes electos». Dentro de esta etapa se incluye a todas las
partes integradas en el proceso democrático, no solo las iniciativas
gubernamentales que van de arriba hacia abajo, en este sentido podría ser visto como una parte de la e-democracia.
La e-democracia es entendida como el uso de
las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) por parte de los
gobiernos en general y con diferentes objetivos. Suele ser impulsada por
voluntarios y simpatizantes que suelen estar conectados en línea. Una de las causas
de su surgimiento es: “la insatisfacción de los ciudadanos con el
funcionamiento del sistema de democracia representativa”, explica Rosa Borge
Bravo. Es necesario rescatar que esta concepción de la participación alberga
una gran complejidad, ya sea por la gran cantidad de áreas involucradas o los
distintos niveles de participación.
Todas estas experiencias intentan
aprovechar las principales potencialidades de este sistema, que consisten en
poner a disposición de los usuarios una gran cantidad de información, permitir
el dialogo y la deliberación entre un número indeterminado de personas sin las
restricciones que tienen ese tipo de instancias si requirieran la
presencialidad.
Las TIC
suelen tener diferentes usos, por lo que se debe reflexionar sobre las
distintas lógicas que los diferentes actores sociales le imprimen al uso de
estas herramientas. Borge Bravo considera que se puede entender como
participación electrónica a toda actividad voluntaria de los ciudadanos
encaminada a influenciar en la selección de los gobernantes o en la toma de
decisiones públicas que se canaliza por los medios electrónicos o telemáticos.
Para continuar con este análisis, es necesario aclarar que existen varios
grados de participación. Uno de los criterios de jerarquizar los diversos
niveles de participación fue propuesto por Sherry Arnstein y consiste en cinco
categorías: información, comunicación, consulta, deliberación, participación en
decisiones y elecciones. En esta última estaría incluida el voto electrónico,
que es un modo vinculante de participar mediante procedimientos mediados por la
tecnología.
Las formas de
participación electrónicas se pueden dividir entonces en dos grandes grupo: por
un lado, los sistemas de voto electrónico y, por el otro, las diferentes formas
de participación electrónicas mediante internet. Estas dos actividades son muy
diferentes en cuanto a su grado de innovación. Dentro del voto electrónico
coexisten dos sistemas: los presenciales y los remotos. El primer sistema
funciona casi igual que el tradicional ya que se deben desplazar a una escuela
a votar (Bélgica, Holanda, Filipinas, etc.), mientras que “el sistema remoto se
basa en una red de comunicación que permite enviar el voto desde el lugar que
está el votante hasta una urna digital remota”, explica Borge Bravo. Este
método, por lo que sabemos, no se ha usado aun en ningún país para una elección
de gran escala que abarque todo el territorio nacional.
Hay variadas
experiencias de participación electrónicas, estas son impulsadas desde el mundo
privado y asociativo, y últimamente también del público. Todas estas
experiencias intentan aprovechar las principales potencialidades de este
sistema, que consisten en poner a disposición de los usuarios una gran cantidad
de información, permitir el dialogo y la deliberación entre un número
indeterminado de personas sin las restricciones que tienen ese tipo de
instancias si requirieran la presencialidad. Entre esas experiencias, se
destaca el caso de Minnesota E-Democracy.
Minnesota E-Democracy:
Un ejemplo de participación Electrónica.
Minnesota E-Democracy
está hoy en día dentro de otra organización más grande, cuyo nombre es E-Democracy.org. Se trata de una
iniciativa pionera, que continúa funcionando con éxito en la actualidad, que
comenzó en 1994 auspiciada por el empresario Steven Clift. Su objetivo fue que,
de cara a las elecciones de gobernador, se dieran a conocer mejors los
candidatos y, al mismo tiempo, incentivar el debate público. Este proyecto con
el paso del tiempo se fue ampliando, llegando a permitir a los ciudadanos
estadounidenses puedan debatir sobre propuestas y gestión política con
otros conciudadanos o con las autoridades de turno. Actualmente es utilizada
para debates nacionales e internacionales, dentro o fuera de periodos
electorales.
En esta
plataforma, cualquier persona puede crearse un usuario con la única condición
de poseer un correo electrónico, aunque por el momento solo está en inglés. Su
uso está disponible todo el año, y, una vez registrado como usuario, ya se
puede acceder a los documentos para poder debatir. Una vez hecho eso, cada cual
puede participar de un foro de discusión o crear uno (pudiendo calificar, tanto
la premisa como sus respectivas respuestas), además de poder chatear con otros
usuarios o acceder a recursos escritos y audiovisuales (muy similar en este
sentido a una red social). En época electoral se permite ver los debates de los
candidatos, poder analizarlo en grupo y, también, enviar tu opinión a los
oradores. Es una plataforma sencilla de usar, con una gran tasa de
eficiencia, por lo que resulta altamente recomendable.
Pero, como señala el dicho popular,
no todo lo que brilla es oro. No se puede desconocer que este modelo
aplicado en la actualidad generaría también sus marginados, los cuales por
diversos motivos (físicos o personales) no puedan o no quieran acceder a este
medio.
Desafíos para la
implementación de un Estado Electrónico.
Pero, como
señala el dicho popular, no todo lo que brilla es oro. No se puede
desconocer que este modelo aplicado en la actualidad generaría también sus
marginados, los cuales por diversos motivos (físicos o personales) no puedan o
no quieran acceder a este medio. Cuestión que ha quedado claro durante
esta cuarentena, donde la brecha digital fue una fuente de desigualdades
adicionales a las preexistentes, siendo particularmente notorias en el ámbito educativo.
En este
camino de cambios, no podemos olvidarnos de las particularidades del Estado y
de su función. ¿Cuál es la función del Estado, o al menos una de ellas?
Garantizar el derecho de sus ciudadanos. Es por eso que la utilización de las
tecnologías tiene que contribuir a una verdadera igualdad social y no a
reproducir o profundizar las desigualdades ya existentes. En caso contrario,
habrá personas marginadas del sistema, perpetuándose el desnivel social a
favor de los privilegiados. Sin transformaciones en ese sentido, la
simple implementación de nuevas tecnologías no garantizaría el derecho de
participar como ciudadanos en el gobierno.
Por ello,
para poder desarrollar este modelo de Estado es necesaria una voluntad
política. Recordando que la aplicación de este modelo solo será virtuosa
si es guiada por los valores de la democracia, la participación y la igualdad.
No podemos ignorar el gran potencial de estas reformas, en especial para
vigorizar una democracia cuyos principales enemigos son la desigualdad y la
apatía.
(*)Estudiante avanzado de la Licenciatura de Filosofía de la
Universidad Nacional de San Juan. (UNSJ)