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domingo, 8 de noviembre de 2015

La leyenda de Carlos Monzón... @dealgunamanera...

La noche en que Monzón empezó a escribir la leyenda...


Hace 45 años, el santafesino derrotó por nocaut en el 12° round al italiano y se consagró campeón mundial mediano.

La derecha, recta e implacable, llegó limpia a la mandíbula de Nino Benvenuti, que ya no podía seguir retrocediendo porque las cuerdas lo arrinconaban. El italiano cayó de rodillas, con la frente sobre la lona del ring del Palazzo dello Sport de Roma. Cuando consiguió ponerse de pie, el árbitro británico Harry Gibbs ya había llevado su cuenta hasta 10. Corría el 12° round. Todo había terminado para Benvenuti. 

Todo estaba empezando para Carlos Monzón, que esa noche del 7 de noviembre de 1970, hace 45 años, se consagró campeón mundial mediano de la Asociación Mundial de Boxeo y del Consejo Mundial de Boxeo. Esas dos coronas le pertenecieron hasta que se retiró, en 1977, tras derrotar por segunda vez al colombiano Rodrigo Valdez y así poner el broche a una serie de 14 defensas exitosas.

Esa noche, el santafesino conquistó Italia, el primer destino durante un reinado que se extendió a Europa y Estados Unidos, una mezcla del glamour de Mónaco, las tardes jubilosas del Luna Park, el encanto de París y el examen del Madison Square Garden de Nueva York. Por entonces, nadie imaginaba la dimensión que iba a alcanzar Monzón salvo su vencido. "Subirse a un ring con él era un martirio. Era un boxeador tremendamente efectivo, que iba destruyendo a sus rivales de a poco", señaló Benvenuti, quien tuvo revancha en 1971 en Montecarlo y volvió a caer, esta vez en el tercer round. "Era magnífico dentro del ring y un gran hombre fuera de él. Lo sufrí entre las cuerdas y disfruté de su amistad fuera del boxeo", contó el italiano.


Una sólida campaña gestada principalmente en el Luna Park, con victorias ante varios rivales estadounidenses (Candy Rosa, Charlie Austin, Harold Richardson, Doug Huntley, entre otros), los títulos argentino y sudamericano de la categoría (ambos ganados ante Jorge Fernández) y una foja de servicios de 80 combates, con apenas tres derrotas, fueron las cartas de presentación que Monzón llevó a Roma para tratar de dar forma a su sueño.

El argentino no era favorito. Casi nadie creía en sus chances. Sin embargo, no solo llevaba buenos antecedentes a Roma sino también una potencia descomunal en sus manos y una excelente preparación. Esa noche, Monzón dominó el combate en la larga distancia, con la izquierda en punya y la derecha recta, y en también en la corta, con ganchos al cuerpo y uppercuts a la cabeza.

Sin embargo, las tarjetas, localistas como tantas veces, no lo favorecían al final del 11° asalto. Solo quedaban cuatro para cambiar la historia (en aquel tiempo, las peleas por título mundial eran a 15). Entonces salió decidido. Encadenó una serie de golpes que hizo retroceder a Benvenuti, lo llevó hasta su propio rincón y dio forma a su golpe maestro, ese que quedó en el recuerdo.

El que terminó con el italiano. Y empezó a dar forma a su leyenda. La leyenda de Carlos Monzón. 

© Publicado el sábado 07/11/2015 por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




martes, 25 de diciembre de 2012

Sergio “Maravilla” Martínez… De Alguna Manera…


Fenómeno nacional y popular...

Sergio "Maravilla Martínez.

Fue el año de la consagración mediática de Sergio “Maravilla” Martínez. De su instalación como fenómeno nacional y popular, verdadera pasión de multitudes. Millones de argentinos lo abrazaron el 15 de septiembre, aquella noche de su épica victoria ante Julio César Chávez Jr. en Las Vegas, en la que reventaron las mediciones del rating (41 puntos entre televisión abierta y el cable). Como suele abrazarse a los ídolos. A los que vence el irremediable paso de los tiempos.

Acaso el plus de la conmoción que provocó en el país esa pelea por el título mundial de los medianos (sólo comparable a las que causaban las defensas de Carlos Monzón en los lejanos ’70) sea lo que explique la ola de reconocimientos periodísticos que Maravilla recogió esta semana. Fue tan potente el sacudón social que ni los cronistas especializados en boxeo ni los periodistas deportivos de Buenos Aires, ni la sección deportes de un gran diario argentino quisieron/pudieron quedarse afuera. Sergio Martínez fue un boxeador tan grande y un personaje tan irresistible que terminó imponiéndose (con justicia o sin ella, todos los razonamientos son posibles) al año demoledor y a los 91 goles que marcó Lionel Messi y a la medalla dorada en taekwondo que Sebastián Crismanich alzó en los Juegos Olímpicos de Londres.

Si sobre los rings hace rato que Maravilla viene haciendo estragos, este año también demostró ser un superdotado en el juego grande de los medios. Metido en la pantalla chica de los argentinos, supo vender una historia de vida inspiradora en el Bailando por un sueño de Marcelo Tinelli, en un reportaje memorable que le hizo Alejandro Fantino y que superó los dos dígitos de audiencia y en un actuación de stand-up que hizo en Duro de domar. La gente la compró con los ojos cerrados.

De ser casi un desconocido para el gran público y para el establishment mediático que lo ignoraba “porque no era de acá”, Martínez se transformó sin escalas intermedias en un motivo de conversación nacional, ocupó tapas de revistas que jamás se le habrían ofrecido a un boxeador y hasta hizo una videoconferencia con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para anunciar su pelea del 27 de abril del año próximo ante el inglés Martin Murray en un estadio de fútbol. Hoy lo rodean, lo abrazan y lo miman hasta quienes no hace mucho clamaban que el boxeo había dejado de ser negocio porque estaba muerto y rematado.

Pero a no confundirse: los argentinos no se reencontraron con el boxeo gracias a Maravilla. En todo caso, descubrieron primero al personaje y recién después al crack y campeón. Y quedaron fascinados con los dos.

© Escrito por Daniel Guiñazú y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 24 de Diciembre de 2012.