24 de Marzo. Lesa humanidad:
cuando la ciencia hace justicia…
El Banco Nacional de
Datos Genéticos funciona en Argentina desde 1987 y fue el primero de este tipo
en el mundo. Trabaja en 120 casos mensuales. Hay más de 300 personas en todo el
país que aún no conocen su verdadera identidad.
Una
abuela se pregunta: ¿puede mi sangre servir para identificar un nieto? La
ciencia del mundo se pregunta: ¿tenemos los recursos para dar esa respuesta?
Alguien en alguna parte se pregunta: ¿quién soy? Son estas preguntas las que
confluyen, y confluyeron, para que se puedan encontrar a hijas e hijos de
personas desaparecidas y que fueron apropiados por la última dictadura
cívico-militar.
El
Banco Nacional de Datos Genéticos es un archivo sistemático de material
genético y muestras biológicas de familiares de desaparecidos. Su trabajo sirve
como prueba objetiva en el proceso de restitución de identidad de personas que
fueron apropiadas y para el esclarecimiento de delitos de lesa humanidad.
También sirvió como fundamento para la derogación de las leyes de obediencia
debida y punto final.
El
robo de bebés fue una práctica sistemática llevada adelante por los militares
en Argentina entre 1976 y 1983. Abuelas de Plaza de Mayo lideró la búsqueda de
las personas que fueron secuestradas en su niñez junto a sus padres y madres o
que nacieron durante el cautiverio de sus madres embarazadas. Fue la lectura de
una noticia sobre un padre que negaba la paternidad lo que despertó la pregunta
de una abuela: ¿podía su sangre servir para identificar a un nieto? La ciencia
aún no tenía la respuesta.
Las
Abuelas se reunieron con investigadores por todo el mundo hasta que llegó la
respuesta: el índice de abuelidad, que es una fórmula estadística que establece
la probabilidad de parentesco entre abuelos y nietos, a partir del análisis del
perfil genético y que garantiza un 99,99 por ciento de eficacia.
Así,
el Banco Nacional de Datos Genéticos –BNDG– se creó en 1987, cuando se sancionó
la ley 23.511, durante la gestión de Raúl Alfonsín. Fue el primero en el mundo.
En 2009 pasó a la órbita del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación
Productiva, que hoy es una secretaría dependiente de la cartera de Educación.
La compra de insumos y equipamiento necesarios para su funcionamiento es una
política de Estado que continúa vigente.
Herencia e identidad
Daniel
Alcázar es técnico en hemoterapia. Entró a trabajar en el laboratorio del BNDG
en 1991 y desde 2001 se dedica a viajar por todo el país haciendo extracciones
de sangre. Su trabajo es conseguir las muestras de personas que dudan de su
identidad, que tengan familiares desaparecidos o que sean citadas en el marco
de una causa judicial.
Le
apasiona trabajar en el Banco aunque sea duro por la cantidad de historias que
lo conmueven. Prefiere viajar en colectivo pero muchas veces, por las
distancias y los tiempos, tiene que hacerlo en avión. Intenta hacer su trabajo
rápido pero hay casos que le demandan quedarse varios días en un lugar, como
cuando tiene que recorrer varios pueblos.
Alcázar
viaja, viaja mucho. Es cansador porque muchas veces los resultados de las
muestras no dan coincidencia. Entonces viaja, viaja de nuevo a ver si la
muestra que sigue resulta en una nueva restitución. Junto con 30 personas más
conforma el equipo del BNDG, que incluye bioquímicos, antropólogos forenses,
biólogos moleculares, abogados y comunicadores, entre otras profesiones.
Además
el trabajo de Alcázar consiste en escuchar. Del centro, del norte o del sur del
país, las personas que conoce le comparten un retazo de la historia del país
que hace eco en sus historias personales. Muchas veces escucha relatos de
familiares de desaparecidos que le hablan de su pérdida, de ese dolor continuo.
Otras, le cuentan cómo fueron los días en cautiverio y cuánto sufrieron. El
daño del terrorismo de Estado es permanente, las secuelas individuales
persisten. El daño al tejido social dura generaciones: la falsificación de
identidad se hereda.
Hijas
e hijos de desaparecidos ya rondan los 40 años. Muchos tienen hijos. Si fueron
bebés apropiados y aún no recuperaron su verdadera identidad, quiere decir que
hay una nueva generación que desconoce también su origen. De ahí la importancia
de que más allá del gobierno de turno siga existiendo el BNDG: para que
cualquier persona a la edad que sea pueda resolver las dudas que tenga sobre su
identidad.
Ciencia al servicio
de lo social
La
directora del Banco, Mariana Herrera Piñero, cuenta que cuando una persona duda
de su identidad puede acercarse a la Comisión Nacional por el Derecho a la
Identidad (CONADI) o a Abuelas de Plaza de Mayo. Ambos organismos acudirán al
BNDG en caso de ser necesario.
Al
mismo tiempo, el Banco recibe a personas que son citadas por la Justicia por
investigaciones relacionadas con la apropiación de menores. “En 2018
organizamos jornadas de intercambio y capacitación con la CONADI y con la
Unidad Especializada para causas de apropiación de niños durante el terrorismo
de Estado. Fueron muy productivas y nos ayudaron a aceitar la labor diaria. El
volumen de trabajo es muy grande, tenemos alrededor de 120 casos mensuales de
jóvenes que dejan su muestra”.
Para
la comunidad científica haber encontrado respuesta a la pregunta de Abuelas fue
una forma de ponerse al servicio de lo social y de los derechos humanos luego
de un siglo donde la ciencia muchas veces se usó en guerras y matanzas.
Construir un Banco y no responder a cada caso de forma individual fue
importante para el desarrollo científico y también para permitir la masividad
de la búsqueda.
Herrera
Piñero nombra también al Equipo Argentino de Antropología Forense que aporta
perfiles genéticos de personas desaparecidas para que se puedan completar los
grupos familiares del banco.
La
directora destaca que los avances científicos de los últimos años son
muchísimos. Recuerda que cuando se comenzaron a realizar los análisis de ADN en
1985 sólo se analizaban las características presentes en la sangre y se hacía
de forma manual. Hoy los procesos son automatizados.
Cuenta
que la genética forense avanza continuamente y por eso es importante que
quienes forman parte del laboratorio se sigan capacitando. “Hoy podemos
comparar la muestra de un posible nieto contra todos los grupos familiares que
se encuentran a la búsqueda de un nieto o nieta a través de un software llamado
Familias, en donde se carga el perfil genético de la persona analizada y desde
allí se compara con toda la base de datos disponible”, explica.
Herrera
Piñero plantea que el cálculo estadístico se ve reforzado en la medida en que
los árboles familiares se encuentren más completos: es vital contar con la
mayor cantidad de muestras de familiares posibles del núcleo cercano. “Por eso
se creó un área de antropología forense que se ocupa exclusivamente de exhumar
y extraer muestras de ADN de abuelos fallecidos que no lograron dejar su
muestra y de posibles nietos que no llegaron a analizarse”.
Por
otra parte, explica que los estudios que dan resultados negativos se registran
como no inclusiones: “Esto quiere decir que el negativo surge de la comparación
contra las familias que actualmente se encuentran cargadas en la base de datos.
En la medida en la que se sumen nuevas familias que estén buscando un nieto o
nieta o que se completen los árboles familiares, los perfiles de las personas
que dudan de su identidad, estos jóvenes se vuelven a comparar para establecer
si hay un nuevo match”.
El trabajo continúa
“Es
una genialidad de las Abuelas haber pensado cómo encontrar sus nietos y dar con
todo esto”, piensa Alcázar. Herrera Piñero coincide y agrega: “Este organismo
es un legado de las Abuelas no solo para la restitución de nietos nacidos en
cautiverio, sino para todos los países que sufrieron tragedias similares a las
nuestras”. Actualmente el Banco trabaja con Colombia, Perú y El Salvador. En
2016 recibió a la agrupación nigeriana Bring Back Our Girls que busca a jóvenes
secuestradas por un grupo islámico desde 2014.
La búsqueda
de nietas y nietos es compleja porque una de las características principales de
la represión militar fue su clandestinidad. No existen registros oficiales de
cuántas personas fueron detenidas ni por dónde pasaron. Tampoco todos los
familiares de desaparecidos saben si había un embarazo al momento del
secuestro. Es posible que nunca hayan dado su muestra al Banco.
En el
robo de bebés se pone de manifiesto la responsabilidad civil durante la
dictadura: los grupos militares contaron con la complicidad de funcionarios
civiles, médicos y auxiliares. Lugares como la ESMA o Campo de Mayo funcionaron
como maternidades clandestinas, lo que permitió que la supresión de identidad
fuera legitimada en los registros oficiales.
Hasta
el momento los organismos recuperaron las identidades de 128 personas. Faltan
más de 300. Se acerca el 43° aniversario del último golpe cívico militar, las
heridas todavía no cierran.