En la Argentina, hay una industria de
entretenimientos que crece, más allá del Día del Niño, y en la que los videojuegos,
los de mesa y los de salón, con diferentes presentes y perspectivas, son
protagonistas.
"No dejamos de jugar porque
envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar”. La frase de George Bernard
Shaw bien podría aplicarse al ADN argentino. Lúdicos por naturaleza, en el país
hay una industria de entretenimientos que crece y que tiene diferentes actores:
los videojuegos, los de mesa y los de salón. Algunos emergiendo; otros,
vigentes gracias a los más tradicionalistas y nostálgicos. Pero todos son protagonistas.
Y más en estos días, en vísperas del Día del Niño.
De la mano de Preguntados, que en los
Estados Unidos estuvo número uno en el Apple Store durante más de dos meses, la
industria nacional de videojuegos llegó a codearse con los gigantes del mercado.
No fue casual. En los últimos años, la Argentina emergió como exportador de
esta tecnología: la industria factura más de $ 300 millones al año, cuenta con
unas 50 empresas, el 70% radicadas en Buenos Aires, y emplea a 2.000
profesionales, según la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos de la
Argentina (ADVA). El 95 % de lo desarrollado se exporta, principalmente a los
Estados Unidos, Europa y Asia, y se estima que desde 2008 la industria creció
350% en facturación y en empleados.
“De 2002 a 2007, el negocio nació con
la exportación de servicios para empresas. Pero ahora estamos en un viraje
hacia la producción de juegos propios. Es una etapa de transición. Ahí está la
verdad del negocio”, remarca Miguel Martín, director de la AVDA. Favorecida por
la aparición de nuevas plataformas digitales de distribución, los videojuegos
online pasaron a ser un producto de consumo masivo. Y en este nicho fue donde
el mercado argentino más se afirmó. Le siguen las elaboraciones para PC y,
escalones por debajo, el desarrollo de juegos para consolas.
“En América latina, la Argentina fue
punta de lanza en el desarrollo de videojuegos; pero Brasil, Chile, Colombia y
Uruguay también están progresando. No nos podemos dormir”, agrega.
En medio del boom digital, hay otro sector
de la industria lúdica que sigue vigente: los juegos de mesa. Si bien la
llegada de la tecnología generó temor entre sus protagonistas, las fichas, los
dados y los tableros, que tuvieron su apogeo en los 70, nunca se fueron.
Ajeno a las pantallas, con el plus de
crear momentos entre familiares y amigos, el sector factura $ 130 millones al
año y ocupa el 11% de la facturación total de la industria del juguete ($ 1.181
millones en 2014), según la Cámara Argentina de la Industria del Juguete.
Este nicho, que de
algún modo se vio beneficiado por las trabas a las importaciones, reúne a 10
empresas que emplean unas 350 personas y en los últimos dos años creció un 56%
en pesos. El Día del Niño y Navidad representan el 75% de las ventas.
El terror como
receta del éxito.
Agustín Cordes siempre fue un
gamer. En 2006, con 26 años, su vida profesional cambió. Ese año salió al
mercado Scratches, un juego de misterio y terror para PC, que se convirtió en
uno de los primeros éxitos locales en el mercado global. Vendió más de 250.000
unidades y se exportó a 12 países. “Fue un auténtico juego de garage, se hizo
con tiempo, lo desarrollamos más de tres años. Sabíamos que era bueno, pero la
respuesta nos tomó por sorpresa”, reconoce Cordes, que en ese momento era parte
de Nucleosys, un emprendimiento que llevó adelante junto a Alejandro Graziani,
y, años después, formó Senscape, que comparte con Pablo Forsolloza, Pablo
Cordes y Juan Caratino.
En Senscape todos los cañones apuntan
a Asylum, “el sucesor espiritual de Scratches”, según su creador, que también
se lanzará para PC. El juego, que lleva un par de años de desarrollo, necesitó
de una inversión de u$s 120.000, que fue recolectada vía crowdfounding. “El
objetivo es ir por más. Aspiramos a superar las 15.000 unidades”, apunta.
El perfil de la industria de
videojuegos local ya no es el de exportar servicios. “Hay que apuntar a la
producción. Hay una calidad de trabajo impresionante y grandes talentos”,
indica Cordes, que cree que las restricciones en el comercio exterior fueron
“una traba más que una ayuda” para la industria.
Fabricantes de emociones
Fabricantes de emociones
Candelaria y Agustín Mantilla se
definen como “fanáticos de todo lo lúdico”. Allá por 2008, aburridos de ver los
mismos tableros, tarjetas y fichas, decidieron crear su propio juego. Así nació
El Erudito, el primero de los diez de su propia autoría que hoy conforman el
porfolio de Juegos Maldón. “En el mercado no había renovación y teníamos algo
que aportar. La consigna fue sencilla, hagamos el juego que nos gustaría jugar:
interesante, amplio, lindo”, cuenta Candelaria Mantilla.
Para crear El Erudito, un juego de
razonamiento ilustrado por Liniers, los hermanos invirtieron $ 100.000 para
comercializar 2.000 unidades, que recuperaron en menos de un año. En siete años
vendieron más de 120.000 juegos. La empresa cuenta con 8 empleados y facturó $
3 millones en 2014.
Dentro sus 10 opciones, hay juegos de razonamiento, cultura general, de
temáticas específicas (cine, fútbol, música), de creatividad, de estrategia y
tres infantiles, que se comercializan en librerías, supermercados y jugueterías
en volúmenes similares. ¿El último lanzamiento? El Macanudo. ¿El próximo? El
Ilustrado. “Cada producción requiere de unos seis meses. Las reglas es lo más
complicado. Es un proceso largo de ensayo y error”, resalta Mantilla. Lúdicos y
curiosos de nacimiento, los hermanos también se especializan en formatos de
juegos digitales, gráficos y presenciales; además, desarrollan productos
personalizados para empresas.
Una pelea contra la
tecnología.
Hay otra industria lúdica, más
pequeña, que, mirando con recelo a los avances tecnológicos, aún subsiste
gracias a los más tradicionalistas. Luis y Jorge Cerminati son dueños de Lacer,
una empresa familiar que desde 1990 se dedica a la comercialización de pools,
metegoles, pingpong, flippers y fichines; entro otros clásicos juegos de salón
que tuvieron su auge a mediados de aquella década y que aún perduran en el
tiempo. “El negocio de los entretenimientos responde a la moda, es muy
cambiante. El entretenimiento no va desaparecer nunca, solo cambian las formas,
no queda otra que amoldarnos”, reconoce Luis Cerminati.
Lacer, con sede en Remedios de Escalada, provee de sus productos al sector
comercial y, en menor medida, al particular. Anualmente comercializan entre 100
y 80 mesas de pools y metegoles, el fuerte del negocio. “Son juegos mecánicos,
cada partido es único e irrepetible, por eso se mantienen en el tiempo”,
asegura. La compañía, que cuenta con cinco empleados, produce mesas de pools
profesionales; entre carpintería, ensamble, detalles estéticos y de tapizado,
la fabricación de una mesa demanda tres días.
Los fichines y los flippers, en
cambio, son parte de la historia. “Afectados por los videojuegos, pasaron de
moda. Ya casi no se venden”, agrega Cerminati. Atrás quedaron también los años
gloriosos del sector. “El mercado se fue achicando, y también los proveedores.
Quedamos cuatro o cinco empresas que trabajamos seriamente. Nuestro boom fue
entre el 1998 y el 2003, exportábamos a Chile, Uruguay, Estados Unidos y
Alemania”, recuerda, nostálgico, Cerminati.
© Escrito Juan Landa el jueves 13/08/2015 y
publicado por el Diario El cronista Comercial de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.