Política argentina: "No deseo ser cómplice de estos personeros de la farsa"…
Los integrantes del Gobierno Nacional "no ofrecen soluciones porque no tienen la imaginación ni los conocimientos de las necesidades del pueblo", afirma Pedro Pablo García Gaffi.
© Escrito por Pedro Pablo García Caffi el viernes 11/12/2020 y publicado por la sesión Carta de Lectores del Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Como en el inquietante cuento de Juan Carlos Onetti, también subyace en mí el infierno tan temido.
A lo largo del azaroso 2020, la ineptitud y la superchería se consolidaron como rasgos de nuestro degradado Gobierno nacional. La verborrágica incoherencia del Presidente, la venganza ególatra y narcisista de la vicepresidenta y la ignorancia de la mayoría de sus ministros nos acosaron a diario con torpeza, incompetencia y mentira.
El disparate reemplazó al criterio y al sentido común. Un divagar de ideologías muertas son el nuevo paradigma que nos saquea la realidad con historias falsificadas.
No ofrecen soluciones porque
no tienen la imaginación ni el conocimiento de los problemas y necesidades de
nuestro pueblo. Pero con el pretexto de la militancia y la falacia de que ganar
las elecciones significa “ir por todo”, planifican siniestras maniobras represivas
al pensamiento independiente.
García Caffi habla de "la verborrágica incoherencia del Presidente,
la venganza ególatra y narcisista de la vicepresidenta y la ignorancia de la
mayoría de sus ministros".
Les es imposible pensar a la Cultura por fuera del paradigma que la identifica con la propaganda, el espectáculo y el entretenimiento. Dijo José Donoso: “La patria de un hombre es su idioma”. Pero los amanuenses oficiales inventaron un ridículo idioma que llaman “inclusivo” que no es otra cosa que un acto reflejo de discriminación.
Al mismo tiempo que en la radio, la televisión y en los espectáculos deportivos mutilan la música y la letra del Himno Nacional, proponiéndonos una liquidación cultural que cierra el paso a toda posibilidad de renovación y progreso.
Se reflotan los “imberbes” años setenta con la pretensión de hacernos vivir un presente que no es el nuestro y compeliéndonos al surrealismo con el que tratan de disimular la miseria cotidiana.
Frente del Instituto Patria en Rodríguez Peña 80. Desde ahí "nos quieren vender una 'revolución' que llaman kirchnerismo”, sostiene García Caffi. Foto: Martín Bonetto.
Desde una institución que, según mi mujer Silvana
podríamos llamar “Instituto Traición a la Patria”, nos quieren vender una
“revolución” que llaman “Kirchnerismo”.
Lejos de ser un partido político apenas conforma una secta más parecida
a “La Armada Brancaleone”, a la que se le ha unido un
conglomerado de políticos en desuso.
¿Dónde está la conciencia moral
de estos gobernantes que
nos han quitado hasta el sueño de que la justicia prevalezca? Aceptar que al
infortunio social se le agregue la “amnistía” pretendida por los Fernández
acabaría por convertirnos en un pueblo cómplice del delito, disipando la
conciencia de un destino común.
Sumergidos en la mentira nos
es imposible construir la ansiada democracia ya que no es factible edificarla
sobre bases de iniquidad. ¿Los argentinos estamos obligados a vivir
en este averno que nos imponen? ¿Tomaremos con resignación
este copamiento de la razón, del lenguaje, de la justicia, de la libertad, de
la República?
¿Qué haremos para contrarrestar esos atropellos?
Participamos de marchas con lúcidas consignas y patriótico celeste y blanco,
pero creo que no alcanza. Necesitamos más que envolvernos en la bandera al
ritmo de golpes de cacerolas. Debemos recurrir a la
creatividad y dejar en claro que nosotros no vamos por
todo, sólo vamos por lo que nos corresponde como ciudadanos de un país que elige
vivir en democracia, en paz y en libertad.
A un año de esta angustia que
se va esparciendo como una
tormenta sobre quienes queremos una patria adulta, digna, responsable y
solidaria, no debe ganarnos el canto amargo del escepticismo o la indiferencia.
El silencio o la inacción añadirían miseria moral a la desventura social de un
pueblo enajenado por un relato funesto y delirante.
Es por eso que no puedo -no
quiero- callar. No deseo
ser cómplice de estos personeros de la farsa.
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