Maduro y Allende…
Presidente
de Venezuela Nicolás Maduro y Presidente de Chile Salvador Allende.
No podemos callar
y aceptar que Maduro pretenda guarecerse en la imagen del Presidente Allende,
desprestigiándolo y distorsionando la realidad. Allende es un símbolo de
integridad moral, de compromiso social y de vocación democrática
incuestionable. La experiencia de Maduro, en cambio, ha traído persecución
política, miseria, crisis humanitaria, hambre, emigración masiva y el
sufrimiento del pueblo venezolano.
© Escrito por Sergio Bitar el viernes
25/01/2019 y publicado por el Diario Digital El Mostrador de la Ciudad de Santiago de Chile, República de Chile.
En repetidas ocasiones
Maduro ha intentado refugiarse en la imagen de Allende. No podemos dejar pasar
esta grave distorsión de la realidad histórica. Ni Chávez ni Maduro tienen nada
en común con Allende.
Allende fue un hombre de
una trayectoria democrática impecable. Diputado, senador, ministro, Presidente
de la República, ejemplo de vida dedicada al fortalecimiento de las
instituciones democráticas, la ampliación de las libertades y de los derechos
de los trabajadores y de la gente más pobre. Chávez fue un coronel que intentó
un golpe de Estado en 1992 y luego triunfó en las elecciones de 1999, sin
tradición democrática. Inició un proceso de regresión democrática y de
deterioro económico, que solo se pudo ocultar por el alza cuantiosa del precio
del petróleo.
Allende respetó la
Constitución y las leyes, las libertades personales, el Parlamento actuó sin
restricción alguna, la Corte Suprema ejerció sus funciones con plena
independencia, la libertad de expresión alcanzó su más amplia extensión, todos
los partidos políticos se desplegaron y fortalecieron. Jamás se violaron los
Derechos Humanos, ni hubo presos políticos. El caso venezolano con Chávez y
Maduro es completamente distinto. La elección de la Asamblea Nacional legítima
fue atacada y se intentó sustituirla por un órgano ilegal, existen presos
políticos desde hace muchos años, las libertades de expresión han sido
cercenadas con el control de los distintos medios de comunicación, ha habido
persecución y exclusión de partidos políticos, matonaje y represión.
En el ámbito económico la
diferencia es enorme. Allende luchó por recuperar las riquezas básicas que se
encontraban en manos extranjeras, organizar a los sectores trabajadores
modestos y reducir la miseria. En el caso de Venezuela, el petróleo ya estaba
en manos del gobierno, no había nada que nacionalizar. Y a pesar de ello, el
gobierno venezolano, sin oposición de país ni empresa alguna, provocó una caída
sin precedente de la producción, de cerca de 3 millones de barriles diarios a
menos de 1 millón ahora.
Venezuela exporta sin
problema a Estados Unidos, donde además posee una empresa distribuidora de
gasolina (CITGO). Pero su fracaso es tal, que de exportador de gasolina a
EE.UU., ahora la importa desde ese país. No solo han tenido todo el mundo
abierto al comercio, sino además contaron con un enorme financiamiento de
China, inexistente antes. Este desastre nada tiene que ver entonces con el
“imperialismo y la burguesía”, es solo incapacidad e ineficacia. En el caso
chileno, la nacionalización del cobre fue respondida por el gobierno de Nixon y
de las compañías del cobre con bloqueos, cortando el financiamiento
internacional, de repuestos, promoviendo el embargo de los embarques de cobre
cuando llegaban a los puertos de destino en Europa.
Las condiciones
internacionales de 1970 eran completamente distintas a las del año 2000. Chile
debió enfrentar un período de Guerra Fría en que la actitud norteamericana del
gobierno de Nixon hacia Chile fue implacable desde un comienzo, tratando de
impedir la asunción de Allende y complotando para socavar el gobierno, mediante
ahogo financiero y la presencia activa de la CIA, como quedó en evidencia en
las propias investigaciones del Senado de EE.UU. Nada de eso ha ocurrido en
Venezuela.
Tampoco es similar la
situación de las Fuerzas Armadas. En el caso chileno, ellas formaban a sus
oficiales en la llamada doctrina de la seguridad nacional, con cursos
impartidos en Panamá, mostrando que el enemigo era interno y, por lo tanto, su
tarea era aplastar cualquier movimiento social que quisiera impulsar cambios.
Nada de ello ha existido durante los gobiernos de Chávez y Maduro. Ellos han
contado con el respaldo total de las Fuerzas Armadas, sin lo cual no podrían
haber sobrevivido al desastre humanitario, la indignación popular y el quiebre
de las instituciones democráticas.
En Chile, ni creció la
violencia criminal ni mucho menos la corrupción. La dictadura chilena, que
intentó difundir falsedades como el llamado Plan Z y luego de reiteradas
investigaciones a las cuentas personales y de los familiares de los principales
dirigentes de la Unidad Popular, nunca pudo realizar acusación alguna. Nada de
eso se compara entre el Chile de Allende y la Venezuela de Chávez y Maduro,
donde se presenta una de las más altas tasas de homicidio del mundo.
Mucho daño ha hecho ya la
experiencia de Maduro, la persecución política, la miseria de un pueblo, la
crisis humanitaria, el hambre, la emigración masiva, el sufrimiento del pueblo
venezolano.
Esta terrible experiencia
ha provocado temor a las experiencias progresistas de América Latina, y hoy es
un arma que utiliza la derecha para atacar a quienes intentan cambios
económicos y sociales. La campaña de “Chilezuela” es un ejemplo, y similares
campañas se han articulado en otros países.
No podemos callar y
aceptar que Maduro pretenda guarecerse en la imagen del Presidente Allende,
desprestigiándolo y distorsionando la realidad. Allende es un símbolo de
integridad moral, de compromiso social y de vocación democrática
incuestionable.
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