La muerte de Pocho Lepratti: el principio del fin de la
Alianza…
Celeste. La
vida de la hermana de la víctima tiene bastante en común con la de muchos
familiares de desaparecidos en la dictadura. La lucha permanente por la
justicia. Foto: Cedoc Perfil
En el fin del gobierno de De la Rúa, el crimen del
militante de izquierda inició una escalada de violencia en todo el país. ¿Cómo
siguió la vida de sus familiares y qué pasó con los victimarios?
© Escrito
por Federico Frau Barros el domingo 18/12/2016 y publicado por el Diario Perfil
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Mañana, 19 de diciembre, se cumplen 15
años del crimen de Pocho Lepratti, militante popular asesinado
por la policía rosarina en la represión del 19
y 20 de diciembre de 2001.
“Cristiano revolucionario”, como él
mismo se definía, Pocho cruzaba todos los días la ciudad de Rosario en bicicleta, desde el
barrio Ludueña, donde vivía y sembraba amor a pibes en situación de
vulnerabilidad, hacia Las Flores, el barrio en el que está la escuela donde
trabajaba como ayudante de cocina. Fue justamente trabajando y sirviendo a los
demás que lo mataron cuando, en uno de esos días revueltos y feroces que
atravesaba nuestro país a fines de 2001, un patrullero llegó a la zona
de la escuela donde él trabajaba con la decisión de reprimir. El subió al
techo de la institución junto con un profesor de matemáticas y dos compañeras
del comedor y les pidió a los policías que no dispararan, que adentro no había
más que pibes comiendo. Fue en ese momento, entre gritos y puteadas, que
recibió un disparo y una bala de plomo le perforó la tráquea dejándolo
sin vida.
Intentaron callarlo, creyeron que
llenándole la garganta de plomo su grito ya no se escucharía por las calles de
Rosario. Pensaron que matándolo quizá su figura ya no tendría el efecto
transformador en la realidad de los barrios de la ciudad. Pero se equivocaron,
ese día, sin quererlo, crearon un mártir, y su espíritu noble y su
compromiso de lucha se esparcieron por toda la ciudad como una epidemia de
hormigas.
Santa Fe fue la provincia con el
número más alto de víctimas fatales en relación con la cantidad de habitantes
en la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001. Fueron nueve muertos
en la provincia, siete de ellos asesinados por la policía. Sólo hubo dos
policías condenados, uno de ellos Esteban Velázquez, el hombre que
disparó la bala que terminó con la vida de Pocho.
Fue condenado a 14
años de prisión, pena que no cumplió en la cárcel de manera completa. Hoy tiene
un puesto de hamburguesas en Arroyo Seco, en las afueras de Rosario. Es militante
del Pro en
Arroyo Seco, trabajó en la última campaña electoral y fue fiscal del Pro en las
elecciones pasadas.
El caso de Lepratti fue el único
de todos los crímenes sucedidos en esas trágicas jornadas de diciembre
en el que se abrió una causa para investigar el encubrimiento
policial. Por más que se investigó a menos policías de los involucrados, se
logró condenar a cinco de once: Roberto de la Torre, Rubén Darío Pérez, Marcelo
Fabián Arrúa, Carlos Alberto de Souza y Daniel Horacio Braza (fallecido en
2011). Sin embargo, unos años después, la Cámara Penal los sobreseyó
entendiendo que no había pruebas suficientes.
En 2015, la Corte Suprema de la
provincia revocó el fallo de la Cámara Penal y ratificó el del juez Julio César
García, dejando firmes las condenas de estos policías, que finalmente no las
cumplieron en prisión. Una vez más, los de más arriba no sufrieron
consecuencias; el comisario José Manuel Maldonado, por entonces titular de la
División Judiciales, señalado como el principal responsable del encubrimiento, no
fue ni siquiera llamado a declarar. El fue el que firmó la documentación
adulterada sobre la causa que luego se elevó a la Justicia.
Familiares.
La semana pasada,
durante los días 9 y 10 de diciembre, se realizó en Rosario el tercer encuentro
nacional de familiares de víctimas y heridos en diciembre de 2001 de distintos
lugares del país, donde acordaron ir en búsqueda de la elevación de las causas
a un fuero internacional para que se juzgue a quienes consideran los
responsables políticos, con Carlos
Reutemann, gobernador de Santa Fe en 2001, y Fernando de la
Rúa, presidente de la Nación, a la cabeza. Allí estuvo la madre de Pocho, Dalis
Bel.
“Pasaron 15 años y el dolor es siempre
igual. Desde que pasó hasta que yo deje de existir va a ser igual, nada va a
cambiar. Igual es lindo encontrarse, escuchar cómo viven y qué sienten otros
familiares, eso ayuda. A veces me despierto de noche y me parece que no pasó
nada, creo que es un sueño. Todos los días me acuerdo de él. Tiene once
sobrinos y no pudo conocer a ninguno”, dijo con la voz quebrada al ser
entrevistada por radio La Hormiga, que funciona en la Biblioteca
Popular Pocho Lepratti en Rosario.
“Más allá de que entendemos que no
habría condenas para los responsables políticos en un fuero
internacional, sí marcaría un precedente y puede haber una sanción para los
gobiernos”, explica Celeste Lepratti, hermana de Pocho. A Celeste también se le
agrieta la voz cuando recuerda a su hermano. “A veces las preguntas más simples
son las más difíciles de responder”, dice Celeste cuando las preguntas van más
por el lado de la relación con su hermano y no por el de la causa, las
exigencias o los homenajes.
Huellas.
Celeste se fue a vivir a Rosario en
2005, al año siguiente de que su padre, Orlando Lepratti, falleciera luego de
un paro cardíaco horas después de haber regresado de Rosario del acto por el
tercer aniversario de la muerte de su hijo. En un principio fue Orlando quien
tomó las banderas de justicia por Pocho, pero una vez que murió, Celeste se
hizo cargo de un reclamo que sigue en pie hasta el día de hoy. Actualmente
Celeste, además de docente en escuelas secundarias, es concejala de Rosario por
el Frente Social y Popular y presidenta de la comisión de derechos humanos del
Concejo Municipal de Rosario.
“El asesinato de Pocho nos
cambió la vida a muchos. A partir de ese momento fuimos tomando decisiones.
Algunas tuvieron que ver con involucrarnos, sumarnos al camino de justicia,
memoria y búsqueda de la verdad. Pocho nos dejó una invitación”, explica
Celeste.
El día del asesinato de Pocho, sonó el
teléfono en la casa de la familia Lepratti en Concepción del Uruguay, Entre
Ríos. Llamaban de la escuela donde trabajaba Pocho para darles la peor noticia.
Unos minutos más tarde, prendieron la
televisión y Jorge Lanata contaba en su programa quién era Pocho Lepratti, uno
de los muertos en Rosario.
Quién era.
Claudio “Pocho” Lepratti fue asesinado
en la Escuela Nº 756 José M. Serrano, en el Barrio Las Flores, donde trabajaba
como ayudante de cocina. Nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, el 27 de
febrero de 1966. Era el mayor de seis hermanos. Hizo la primaria en la Escuela
Nº 30 de Concepción del Uruguay y la secundaria en el Colegio Santa Teresita,
perteneciente a la orden salesiana. Con los años siguió vinculado con los
salesianos, y una vez que abandonó la carrera de Derecho que estudiaba en la
Universidad Nacional del Litoral, entró al Seminario Ceferino Namuncurá de
Funes, Santa Fe.
Fue cuando abandonó el seminario que
llegó a Rosario. Allí se asentó en el barrio de Ludueña para dar clases
de Teología en la escuela del padre Edgardo Montaldo y coordinar talleres
para niños. “Pocho consagró su vida a chicos que corrían el peligro de perder
sus sueños”, dijo el padre Edgardo Montaldo en Sueños alados, un documental
sobre la obra de Pocho Lepratti en el barrio Ludueña.
En Ludueña, Pocho realizaba distintas
actividades por y con los pibes del barrio. Armó la revista El ángel de
lata y formó varios grupos de jóvenes como La Vagancia, el primero de todos y
el más recordado. “La Vagancia era un grupo de jóvenes que nos juntábamos para
hacer cosas porque no había actividades ni propuestas para los adolescentes y
los jóvenes en la villa. Entonces nos empezamos a juntar, primero para ir a
algún campamento, para ir a La Florida los domingos, hacer tortas fritas, tomar
mate y charlar”, explicó Pocho en un documental sobre el colectivo que él mismo
encargó y, hace unos pocos años, sus realizadores lo digitalizaron y lo
subieron a internet.
Nosotros.
“El ‘nosotros’ de Pocho era un nosotros
mucho pero mucho más grande que el que podamos pensar y recorrer en auto o
en tren. Era un nosotros como de doscientos idiomas, mil religiones, y
millones de fiestas de cumpleaños y pesebres”, escribió Gustavo Martínez, amigo
y compañero de militancia en ATE , en el prólogo del libro ¡Pocho Vive!
“Hay que pasar el invierno, el invierno
eterno no existe. Si despertamos, se va. Podemos y debemos construir la
primavera”, solía gritar Pocho desde su bicicleta. Le dispararon en la garganta
para intentar callarlo, pero no pudieron borrar el camino que dejó marcado con
sus huellas por las calles de Rosario. No hay dudas de que el invierno eterno
no existe, la primavera llegará y ojalá venga acompañada de justicia por Pocho
y todos los asesinados y asesinadas en diciembre de 2001.
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