Malvinas es conflicto, no hipótesis…
La cuestión Malvinas es para los argentinos una causa nacional, un
sentimiento aglutinante, al margen de comprensibles posiciones partidistas o
ideológicas, y exento de pasiones emocionales.
© Escrito por Martín Balza (*) el jueves 10/11/2016 y publicado por el Diario Clarín de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Las irredentas
islas fueron usurpadas en 1833 por la tercera invasión inglesa, a pesar de que
en 1825 en Buenos Aires se había firmado con el Reino Unido el Tratado de
Amistad, Comercio y Navegación. En 1845, la armada de la Rubia Albión intentó,
mediante la cuarta invasión, avanzar sobre nuestro país (combate de la Vuelta
de Obligado). El resto es historia reciente y la disputa por la soberanía de
las Islas no ha sido modificada.
Lamentablemente,
errática y sin resultados ha sido la política diplomática —tanto la de
seducción a los isleños o la de agresión inconducente a Londres— por parte de
nuestro país en los últimos 25 años. Mientras parlamentarios británicos
periódicamente visitan países, particularmente latinoamericanos, exponiendo sus
pseudoargumentos, es preocupante la ausencia de nuestros legisladores —de distintos
signos políticos— para reiterar el apoyo que nos brindan y enfatizar que
Malvinas es una Causa Nacional y no la de un Gobierno de turno, como me consta
que aducen los británicos en sus visitas.
El Reino Unido
desoye reiteradamente a la comunidad internacional y, como se ha evidenciado,
su recurrente proceder ha sido la militarización de una zona de paz como era el
Atlántico Sur. Clara visión imperial del mundo en la que el control militar de
estratégicos recursos naturales es determinante.
En 2010, la nueva
Revisión de la Seguridad y Defensa Estratégica británica enunció como objetivo
para la Base Aeronaval Malvinas el contar con un centro de apoyo para el
despliegue militar británico a escala mundial. Esa es la causa de los
periódicos ejercicios de combate en la zona, que recibieron el rechazo de
diversos foros regionales y birregionales. El invocar que lo hace para
defenderse de un ataque argentino es algo disparatado, y el Reino Unido no lo
ignora, como tampoco ignora nuestra vocación por la Paz.
Casi 25 años
operando juntos en Chipre argentinos y británicos, en una misión de
Mantenimiento de la Paz (UNFICYP, por sus siglas en inglés), en el marco de la
ONU, así lo demuestra; como también nuestra predisposición para colaborar en la
identificación de los 123 soldados enterrados en Darwin, y en el desminado
remanente del conflicto armado. No puedo omitir señalar mi reconocimiento a la
profesionalidad e hidalguía del soldado británico.
Malvinas constituye
para el Reino Unido —miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU— no
una hipótesis de conflicto, sino un conflicto. También debe serlo para
nosotros, pero ambos países descartamos totalmente una hipótesis de guerra. La
solución del diferendo demandará mucho tiempo. Recurrentemente el Reino Unido impone
condiciones inaceptables para las negociaciones bilaterales, como por ejemplo
el “deseo” de los isleños —ciudadanos británicos— trasplantados por ellos
mismos a las Islas, por lo que no se trata de un pueblo originario, e ignoran
nuestro compromiso de respetar sus intereses y modo de vida.
Nuestra política
exterior debe evitar marchas, contramarchas e inconsistencia en el tratamiento
de diversos temas sensibles. En particular, respecto de la Causa Malvinas, se
debe priorizar en todos los foros internacionales con firmeza, coherencia y
respeto nuestros inobjetables argumentos históricos, geográficos y jurídicos,
sustentados por el sólido alegato del Embajador José M. Ruda de 1964, que
motivó la resolución 2065 (xx), emitida, al año siguiente por la Asamblea
General de las Naciones Unidas. Fue aprobada por abrumadora mayoría; respecto
de ella el propio Reino Unido no pudo oponer un voto negativo. Este fue uno de
los mayores éxitos de la diplomacia argentina.
Así, es
condicionante vital la consolidación de un frente interno despojado de
estériles posturas ideológicas, partidistas o, peor aún, electoralistas.
Siempre es útil y también relevante para nuestra clase dirigente saber rodearse
de asesores prudentes y altamente capacitados en el tema Malvinas, y en otros
casos sensibles y vulnerables; por ejemplo, el desprotegido litoral marítimo de
5.000 km caracterizado por su riqueza ictícola y energética, y un espacio
geopolítico —joya de materias primas y recursos naturales— vacío y también
desprotegido, como lo es nuestra Patagonia. Para incidir en lo expresado, la
Argentina deberá fortalecer su capacidad de disuasión, negociación y seguridad,
que impone, entre otros aspectos, un real —y actualmente inexistente— sistema
integrador de defensa nacional, en torno a definiciones, objetivos y misiones
concretas que abarquen a las tres Fuerzas Armadas y a otros factores del poder
nacional.
Ello excede los
tiempos de cualquier gobierno, requiere continuidad y una mirada
desideologizada, garantizada mediante un compromiso de las principales fuerzas
políticas.
Ese será el mejor
reconocimiento y homenaje a nuestros caídos en el absurdo conflicto de 1982,
que llevó a un país periférico —y desprestigiado internacionalmente por la
violación de los derechos humanos— a un enfrentamiento con una potencia nuclear
que contaba con el apoyo de los Estados Unidos.
(*) Martín Balza fue jefe del Estado Mayor del
Ejército y embajador en Colombia y Costa Rica. Es Veterano de Malvinas.
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