Ni
patriarcados ni paternalismos...
La consigna que nos convocó a la movilización
del 3 de junio es fuerte y directa: “Ni una menos”. No toleramos una muerta
más, no queremos más víctimas de la violencia machista. La enorme y diversa
participación en la movilización nos conmueve y conmociona, pero además nos
compromete. ¿Qué hacer, además de movilizarnos y decir que estamos hartas?
Tenemos la constitución, los tratados, las
leyes. Hay políticas que se despliegan desde el gobierno nacional, pero
evidentemente también hay mucho trabajo pendiente.
Una de las tareas, que excede la coyuntura y
los hechos puntuales, es generar conciencia y cuestionar profundamente a la
sociedad para promover los cambios necesarios.
Los femicidios están insertos en la sociedad
en la que vivimos, en la que persisten relaciones injustas como son las de
género, que pueden conducir al asesinato de mujeres en manos de sus parejas o
ex parejas.
Para producir transformaciones debemos
reflexionar sobre todas las formas de violencia machista. Las violencias
simbólica, sexual, económica, institucional. En todas estas manifestaciones
violentas que padecemos las mujeres se pone de manifiesto la injusticia en las
relaciones sociales de género.
Las distintas expresiones de violencia dan
cuenta de la subordinación de las mujeres, de su menor consideración social,
del hecho de que aún hoy no seamos consideradas sujetos dignos con derechos
plenos.
Por eso, entiendo que la construcción de la
justicia social también pasa por construir la justicia de género.
Además de movilizarnos tenemos el deber de
generar conciencia y promover todas las medidas a nuestro alcance para cambiar
esta realidad social acuciante, para desbaratar las relaciones de género
injustas y seguir transformando la sociedad. La educación, los medios, el
trabajo, el mercado, la cultura, todos los ámbitos son terreno para impulsar
este cambio esencial.
Desde hace años venimos impulsando el acceso
a los derechos reproductivos para las mujeres, niñas y adolescentes, la
eliminación de los estereotipos de género en los medios, el cuidado compartido
de los hijos/as a través de los regímenes de licencias laborales que también
contemplen a los varones como cuidadores, la jubilación para las amas de casas,
el reconocimiento de las trabajadoras domésticas como trabajadoras con plenos
derechos.
Todas estas medidas están encaminadas a
obtener relaciones de género más justas; ese es su efecto concreto, pero
debemos redoblar el esfuerzo.
En particular, creo que es necesario pensar
un poco más en los varones. Hacer foco en ellos, no en ellos individualmente sino
como sujeto colectivo privilegiado y en la forma en que se construye esta
concepción de masculinidad que tanto daño causa.
Y me parece que tiene sentido porque ante la
injusticia y la violencia extrema, que llega al acto de matar, no se trata sólo
de cambiar o fortalecer a las mujeres –las mujeres ya cambiamos y nos
fortalecimos muchísimo, aunque siempre parezca poco–, sino principalmente, de
cuestionar los estereotipos que seguimos perpetuando.
La fuerza física, la determinación, ganar,
poseer, todo eso que seguimos trasmitiendo irreflexivamente a los varones tiene
que ver con lo que nos pasa. Los seguimos alentando a dominar. Inclusive
persiste el miedo a trasmitirles otros valores por temor a que se “feminicen”.
Los censuramos duramente si flaquean, si no se ajustan al molde. ¿Qué esperamos
como resultado?
Por otra parte, y cuando el tema que nos
convoca es la violencia de género, creo que es importante no caer en
simplificaciones. Muchas mujeres, casi todas en algún u otro sentido, sufrimos
violencia de distintos tipos y en distintos ámbitos. Pero no podemos permitir
que desde concepciones paternalistas nos coloquen, por eso, en el lugar del
sujeto débil que debe ser protegido.
Ante la violencia necesitamos medidas
estatales concretas, decisiones, presupuesto público afectado a esta
problemática. Necesitamos visibilización del asunto y atención decidida, no
beneficencia.
Si caemos en la trampa del paternalismo,
dejamos de ser agentes activos de la construcción social, actuales y
potenciales protagonistas de nuestra propia historia, y nos transformamos,
nuevamente en objetos. No de la violencia, sino de la protección, pero objetos
al fin y al cabo.
No queremos ni una menos. Queremos la
transformación social con todas y con todos.
© Escrito por
Gabriela Alegre, Presidenta del bloque del Frente para la Victoria de la
Legislatura porteña, el sábado 06/05/2015 y publicado por el Diario Página/12
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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