¿Querían realidad?
Son chorros. No lo dice la
Justicia: lo dicen los hechos, lo dice la realidad. Un empleado bancario que se
hace multimillonario en pocos años, gracias a la cercanía con el gobernador de
una provincia petrolera, primero, al presidente de la Nación, después, y al
primer damo, por último, es un grandísimo chorro. Lo mismo que el chofer de ese
ex gobernador y ex presidente y ex primer damo, también multimillonario súbito.
Y lo mismo que el ex gobernador, ex presidente y ex primer damo, lo mismo que la
ex senadora, ex primera dama y actual presidenta, quienes no podían no estar al
tanto del súbito enriquecimiento del ex empleado bancario y del ex chofer. Por
no hablar del enriquecimiento del ex presidente y de la Presidenta…
Sí, chorros. No lo dice la Justicia:
lo dicen los hechos, lo dice la realidad. La Justicia podrá determinarlo o no,
lo más probable es que no. Sucede que si la Justicia pudiera desbaratar estas
redes de lavado (o de choreo) seguramente estas redes de lavado (o de choreo)
no podrían funcionar tan impunemente.
No, no tengo pruebas. No me pidan
que ponga sobre la mesa cámaras ocultas con el pibe del rodete ni testimonios
del marido de la ex candidata al parlamento italiano por el partido de Silvio
Berlusconi, que compartía la fórmula con el ex embajador de Menem en El
Vaticano. Porque, además, vieron cómo es esa gente…
No tengo pruebas más que las
evidentes, las que están a la vista de todos y todas. ¿Pero es que no lo vemos?
¡Está tan claro! Entiendo el principio de inocencia, pero acá las cosas
deberían ser al revés. El chofer y el empleado bancario (y el chabón que le
compró el multimedio a Hadad a pesar de la Ley de Medios, y tantos otros
delincuentes amigos de la Presidenta y del ex presidente) deberían demostrar
que son inocentes, y no nosotros que son culpables. Así debería funcionar la
Justicia en estos casos. Si no, la Justicia no funciona.
Sí, claro, la Justicia. ¿Y eso
qué es? ¿Existe? Por supuesto, hace falta una democratización, una reforma
profunda. Tal como están las cosas, no sirve. Posta, así la Justicia no sirve.
Pero la “democratización de la
Justicia” del Gobierno es una canallada. Porque toma el nombre de una necesidad
para convalidar un linchamiento. Un mamarracho capaz de lograr, por ejemplo,
que con el nuevo sistema las víctimas de la masacre de Once no puedan hacerle
juicio al Estado.
Desde el otro lado, desde el
discurso opositor dominante del lugar común republicano berreta del “únanse
todos y maten a la Yegua” (sí, eso parece ser republicanismo para algunos), se
defiende el actual sistema judicial como una panacea. “Nos quieren avasallar la
Justicia”, es la reacción compulsiva desde el epicentro de la Argentina blanca,
como si esta Justicia no mereciera ser avasallada por justicia de verdad,
democrática y amplia. En lugar de ir por una reforma real, en lugar de decir
“sí, hace falta una reforma, pero lo que hay que cambiar es esto, no esto”, se
defiende lo que hay y se dice “no” al Gobierno como sola propuesta. Un “no”
inmenso, gigante, nacido en el epicentro de la clase media paladar negro y que
explota en las calles cada vez que se convoca desde las redes sociales o desde
vaya a saber uno dónde. Un no que es no y sólo no. Porque es el “no” lo que
aglutina. Y nada más.
Mientras tanto, se sigue
convocando por las redes sociales a esas jornadas cívicas con números y letras
(13S, 8N, 18A, ¿24A?) que cada vez se parecen más al pelotero donde la clase
media juega al republicanismo. ¿Qué es lo que se discute, realmente, en esos
multitudinarios tuiteos presenciales donde cada quien lleva su propia pancarta
para reclamar lo que personalmente cree que hay que reclamar? ¿Es esta una
nueva forma de hacer política? ¿O no es más que un hartazgo colectivo que
conduce irremediablemente a la antipolítica?
La paradoja de la antipolítica
movilizada, manifestándose en la calle. No, no puede ser verdad. ¿Es la antipolítica
la única salida posible frente a la política del doble discurso? ¿Es éste el
único camino frente la retórica revolucionaria para justificar la concentración
económica, la falta de medidas redistributivas, la criminalización de la
protesta social y el linchamiento de la Justicia?
La antipolítica como respuesta a
la política millonaria, a la resignación de que para hacer política hoy en el
país y en el mundo se requiere de infinitos recursos económicos. O manejás una
gran caja de una gran corporación propia o te dedicás a administrar la caja de
las corporaciones ajenas, dicen por lo bajo desde el oficialismo, quienes te
baten la posta, quienes justifican todo. No hay muchas chances, aseguran, en
modo honestidad brutal, quienes juntan millones, no para comprar Ferraris y
champán francés, sino para hacer política, dicen.
En el medio siempre aparece
alguna Ferrari, asumen. O algún avión privado, o alguna fiesta en Punta del
Este regada con Cristal. Pero bueno, el pibe del rodete necesitaba un seguro de
vida. Y siempre es mejor hacerte muy conocido por la Ferrari y Karina Olga que
medianamente conocido porque apareciste en un zanjón con un tiro en la frente.
Además, las Ferraris, las fiestas
en Punta del Este, las estancias electrificadas, el chaboncito del rodete que
siempre tiene la misma camisa blanca y Karina Olga son los daños colaterales
del modelo nacional y popular.
No estamos en los 90, nada que
ver. Es esto o viene la derecha. Es esto o viene la antipolítica. Parece joda,
pero lo peor es que todavía hay algo de cierto. Lo peor que aquí se instaló esa
antinomia nefasta. La peor versión del mal menor está entre nosotros. La
resignación nos tapa como el agua en La Plata. ¡Y el que viene a salvarnos es
Berni en un gomón! ¡Auxilio!
Se vio en la condena a Pedraza:
podríamos decir “che, deberían haberle dado perpetua e imputar a algún
funcionario nacional, porque hubo complicidad policial, por no hablar de las
escuchas a Tomada, hablando con Pedraza como quien habla con un amigo, tres
meses después del crimen de Mariano Ferreyra”. Pero nos conformamos con un muy
realista “le dieron 15 años a Pedraza y hubo sentencia apenas dos años y medio
después. Estamos en la Argentina, ¿qué más se puede pedir?”.
En el medio, las chicanas y la
pirotecnia de si se puede o no hacer justicia desde el periodismo. No, para
nada, eso está claro.
Lo que sí se puede hacer es
mostrar lo evidente, amplificarlo, instalarlo en la opinión pública. No importa
quién lo diga. No sirve aquí desacreditar al mensajero, como se pretende desde
la trinchera de 6, 7, 8. Hace cuatro años, Jorge Lanata publicó en Crítica (el
diario que dirigía) una investigación sobre lavado de dinero en la que acusaba
a Héctor Magnetto y el grupo Clarín para el que hoy trabaja. Lanata abandonó
Crítica después y dejó en banda a los laburantes.
Eso no invalida ni la denuncia de
hoy ni la denuncia de entonces. Que se investigue a Magnetto y a Lázaro Báez.
Todas las fortunas súbitas con complicidad estatal son sospechosas.
Y una verdad dicha por alguien
que tiene intereses oscuros que defender no deja de ser una verdad.
Un funcionario no deja de ser
corrupto porque lo acuse Clarín ni Clarín anula sus negocios con la dictadura
militar porque lo acuse un funcionario corrupto y de nula militancia en causas
por derechos humanos.
Así están las cosas. Si les sirve
de consuelo, piensen que podrían ser peor.
Estamos en la Argentina. Un país
que no es el mejor, ni tampoco el peor del mundo. Aunque no lo crean.
Eso sí,
las buenas noticias se las debo. ¿Querían realidad? ¡Les doy realidad!
© Escrito por Pablo Marchetti el domingo 21/04/2013, periodista y ex
director de la Revista Barcelona de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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