“Las relaciones con
EEUU no fueron carnales,
sino maduras”...
En esta tercera y última parte de la entrevista en exclusiva concedida a CAMBIO16 por el sanguinario sátrapa argentino al fin encarcelado, Videla reconoce el distanciamiento con Massera y la buena sintonía con el gobierno de Jimmy Carter
Terminamos con esta entrega, la larga entrevista con el
expresidente y general Jorge Rafael Videla, antaño todopoderoso hombre fuerte
del régimen militar argentino y hoy encarcelado por delitos considerados de
lesa humanidad. Sin querer entrar en la polémica desatada en Argentina por las
declaraciones del detenido, reivindicamos este texto y esta serie de
entrevistas como un simple ejercicio en defensa de las libertades de expresión
y de información que algunos nos pretenden negar desde su pedestal de
inmaculados defensores de los derechos humanos y su peculiar forma de entender
la democracia.
Jorge Rafael Videla y Jimmy Carter.
Quiero concluir esta serie de entrevistas preguntándole
algunas cuestiones que han quedado en el tintero, como por ejemplo ¿cómo fue su
relación con el almirante Massera y de qué forma observaba sus pretensiones
políticas?
No sé si siempre tuvo pretensiones políticas, pero sí puso
de manifiesto su vocación política mientras formó parte de la Junta Militar.
Ambición legítima desde todo punto de vista pero, a mi juicio, inoportuna,
formando parte de un gobierno tripartito. La política es rica en matices que pueden
llegar a convertirse en diferencias; y esa posibilidad constituía un grave
riesgo en medio de una guerra interna cuyo éxito radicaba en la cohesión de las
tres fuerzas armadas que constituían nuestro ejército. Hasta dónde llegaban
esas ambiciones, no puedo precisarlo; pero lo cierto es que luego de pasar a
retiro fundó un partido cuya finalidad no podía ser otra que llegar al poder.
¿Qué relación mantuvieron con los partidos políticos
argentinos de entonces?
El Proceso de Reorganización Nacional mantuvo la existencia
de todos los partidos –inclusive el comunista– pero suspendió la política
partidaria. Esta situación se daba por primera vez en la Argentina, donde, por
norma, los gobiernos de facto disolvían a los partidos políticos, al momento de
hacerse cargo del poder. Incluso se permitió que los integrantes de los
distintos partidos políticos desempeñaran cargos de embajadores, gobernadores,
intendentes, integrantes del poder judicial, etc. El partido peronista no gozó
de esa ventaja, dado el desprestigio que habían acumulado sus dirigentes en el
ejercicio del gobierno que resultó depuesto (el de Maria Estela Martínez de
Perón). No obstante, muchos de sus integrantes colaboraron lealmente con
nuestro gobierno, en relación con la guerra interna librada contra el
terrorismo.
¿Cuál fue su papel en el gobierno militar de entonces y cómo
evalúa su gestión al frente de sus responsabilidades?
El éxito de mi gestión se debe a que la misma se ajustó a
las normas reglamentarias en vigor. En efecto, el Estatuto para el Proceso de
Reorganización Nacional preveía la existencia de un órgano supremo del Estado:
la Junta Militar, integrada por los comandantes de las tres fuerzas armadas que
constituían el ejército argentino. Por debajo de ese órgano supremo, estaba dispuesta
la figura del presidente de la nación (oficial superior del ejército en
situación de retiro), con las atribuciones y competencias propias que la
Constitución de la nación determinaba para dicho cargo, pero con algunas
limitaciones; por ejemplo, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas que la
carta magna otorgaba al presidente del país, la Junta Militar se la reservaba
para ello. Dada la situación de guerra interna que vivía el país, la Junta
resolvió, por unanimidad, y con carácter de excepción, que el cargo de la
presidencia fuera desempeñado por mí, con retención de mi cargo de Comandante
General del Ejército. A mediados de 1978, con la subversión dominada, aquella
excepcionalidad había quedado superada y la Junta resolvió, por unanimidad, nombrarme
presidente de la nación, coincidentemente con mi pase a situación de retiro, lo
que se denominó como el “cuarto hombre”. Asimismo, se fijó como término de mi
mandato el 29 de marzo de 1981, cumplido el cual entregué el cargo a mi sucesor
designado, el general Roberto Viola, que había pasado recientemente a situación
de retiro. Recuerdo que yo asumí como presidente, con retención del cargo de
comandante, el 29 de marzo de 1976.
¿Quiénes fueron los más críticos con su gobierno en la
escena internacional?
Las socialdemocracias europeas, por razones ideológicas,
alentadas a su vez por los “exiliados argentinos” radicados en Europa y los
Estados Unidos cuyo presidente enarbolaba la bandera de los “derechos humanos”
para su campaña presidencial apuntando fundamentalmente a la URSS y a sus
satélites, pero no se podía soslayar y separar de la realidad que en tal
sentido se vivía en el subcontinente americano con motivo de la guerra contra
el terrorismo que afectaba a toda la región.
¿Cómo recibieron la noticia de que Adolfo Pérez Esquivel
había sido galardonado con el Nobel de la Paz? ¿fue una sorpresa para ustedes?
Diría que fue una inesperada sorpresa e ilustro esta
afirmación con una anécdota. Presidía yo ese día la reunión de gabinete de los viernes, con asistencia de todos los
ministros, el secretario general de la Presidencia, el secretario de
Inteligencia de Estado y el jefe de la Casa Militar. En su momento, interrumpió
un edecán y se acercó a mí para decirme
al oído que acababa de escuchar por radio de la designación del señor Adolfo
Pérez Esquivel como destinatario del Premio Nobel de la Paz. Interrumpí la
reunión, di la noticia a los asistentes y quedé a la expectativa. Todos se
miraban entre sí sin aventurar comentarios. Preguntados: ¿Quiénes conocen a
este señor? La respuesta fue unánimente negativa. Ordené entonces al ministro
del Interior que abandonara la reunión y buscara información. Momentos después
el ministro se hizo presente e informó que el señor Pérez Esquivel era un
arquitecto que no ejercía su profesión, que era un activista de los derechos
humanos pero sin un papel protagonista ni de liderazgo, y ese perfil bajo se
mantuvo durante todo mi periodo de gobierno al frente del país. Nadie le
conocía, era un perfecto desconocido.
¿Y cómo se desarrollaron las relaciones entre la Argentina y
los Estados Unidos?
No fueron “relaciones carnales” como las calificó un
excanciller. Fueron relaciones maduras como corresponde a países soberanos.
Ello no quita que hubiera problemas e incomprensiones, dentro de las cuales
puedo citar como dato puntual el embargo cerealero decretado por los Estados
Unidos contra la URSS, con motivo de la invasión soviética a Afganistán, al
cual la Argentina se negó a adherir por resultar no consultada; por afectar a
nuestro país de forma unilateral (por razones climáticas, todos los países
cerealeros del hemisferio norte habían vendido sus cereales o estaban impedidos
de hacerlo por tener sus puertos congelados). Por su parte, los Estados Unidos
se abstenían de vender grano a la URSS,
pero seguía vendiéndoles bienes de otra índole, cosa que no podía hacer la
Argentina. Nuestro país, desconociendo la imposición que se intentaba ejercer
sobre nosotros, se limitó a cumplir con sus compromisos previos adquiridos con
la URSS, sin vender ni un grano más ni uno menos de lo pactado.
El otro problema, con mayor persistencia en el tiempo, fue
el de los derechos humanos, cuya bandera hacia como propia el presidente Jimmy
Carter, asunto que tratamos en una reunión mantenida entre ambos con
oportunidad de la firma de los acuerdos por el Canal de Panamá a fines del año
1977. En dicha ocasión tuve la oportunidad de reunirme con el presidente
Carter. Allí se trataron, entre otros asuntos, el tema de los derechos humanos,
y se hizo con toda la crudeza por ambas partes, sentando las bases de
comprensión necesarias para que los Estados Unidos disminuyeran sus presiones
sobre nuestro país. Vale la pena recordar que para fines de 1977 la guerra
interna librada contra el terrorismo iba llegando a su fin y sus consecuencias
fueron dejando de ser materia de críticas.
© Escrito por Ricardo
Angoso y publicado por la Revista Cambio16 de Ciudad de Madrid, España el sábado 24 de Marzo de 2012.
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