jueves, 8 de diciembre de 2011

Yacarés a salvo... De Alguna Manera...

En Corrientes, los yacarés tienen un aliado en su pelea por sobrevivir...

Paso a paso. Las etapas del programa sustentable que trabaja en la preservación de los caimanes. (Clarín.com)

En Puerto Valle, a 1.300 kilómetros de Buenos Aires, un proyecto privado con participación de entes estatales trabaja en la preservación de las dos variedades de yacarés de la zona. Los pobladores tienen un rol protagónico.

Lo que no pudo el paso del tiempo, miles de años de cambio climático y depredadores varios, lo estaba logrando el hombre. Las dos especies de caimanes que habitan los Esteros del Iberá entraron en peligro de extinción en los últimos años por la caza indiscriminada, un juego perverso al que contribuía, por necesidad u omisión, parte de la población local. Con ese diagnóstico nació el proyecto Yacaré Porá, un programa de conservación y aprovechamiento sustentable de las dos variedades de la zona.

Puerto Valle, en Corrientes, a unos 1.300 kilómetros de Buenos Aires, es el lugar que alberga al proyecto. Se trata de un ambiente natural al que costará describir sin caer en lugares comunes: vegetación exuberante, el río Paraná de fondo, monos aulladores, hormigueros gigantes y aves multicolores, un cielo increíblemente celeste y un grupo de pobladores cuyo entusiasmo por el proyecto merece, como mínimo, dejar de lado la contemplación y prestarle atención a la movida.

La idea es simple. Consiste en cosechar los huevos silvestres, para lo cual se reorienta la capacidad de los lugareños. En adelante, no destinarán sus mejores horas a cobrarles a los cazadores por guiarlos hasta las colonias de yacarés, e incluso a cazarlos ellos mismos, sino en guiar a los responsables de Yacaré Porá hasta los nidos. Cada uno de los más o menos 20 mil huevos encontrados en los cerca de 660 nidos será recompensado con unos tres pesos.

Lo que se busca es, sencillamente, elevar la tasa de supervivencia de los yacarés. El programa, denominado "ranching" o "rancheo", logró elevar la tasa de eclosión de los huevos, que en la naturaleza es de un 30 por ciento, al 80 ó 90 por ciento. De ellos, será reintegrada una parte (entre el 5 y el 10 %, cuando la tasa de sobrevida es del 2 ó el 3) para mantener el equilibrio del ecosistema. El resto será comercializado en cuero y carne, lo que permitirá sostener, al menos en parte, el proyecto.

La cosecha de huevos está comenzando en estos días. Y coincide con la liberación de las primeras partidas de yacarés, que deberán respetar proporciones y lugares de origen de los nidos. A través de la utilización de sistemas de posicionamiento satelital, cada nido es liberado exactamente en el lugar en el que se realizó la cosecha, con limitadísimas excepciones. Decenas de personas trabajan en forma conjunta con la Dirección de Fauna de Corrientes y con el CONICET, como parte de un programa que es el único que funciona en la provincia y que replica uno existente en Santa Fe.

Puerto Valle navega hoy entre la obsesión por el cuidado de cada detalle, la adrenalina de los traslados y el orgullo de su gente. Y dentro de un año el proceso se repetirá casi exactamente: entre mil y 1.500 yacarés dejarán el moderno criadero, listos para afrontar el desafío de vivir en su hábitat natural. Miles de huevos seguirán siendo cuidados con obsesión de hembra para conservar la especie. Unos 5.000 ejemplares fueron liberados hasta ahora, y decenas de familias han encontrado un nuevo modo de vida que no altera el ecosistema, sino que lo protege.

"El yacaré es un animal que data de millones de años. Tiene una capacidad de supervivencia increíble, atravesó miles de circunstancias. Pero hoy el hombre avanza y hay que interactuar para conservarlo. No son peligrosos y hay suficiente comida para ellos", le explica Mauro Cardozo a Clarín. Cardozo es uno de los responsables de este proyecto integral del grupo de capitales nacionales INSUD, que a lo largo de diez mil hectáreas incluye producción forestal -con un vivero de altísima tecnología- y un increíble hotel boutique construido sobre una antigua casa de adobe correntina reciclada.

Cardozo terminó por convencernos: aquella imagen en blanco y negro, en la que Tarzán en taparrabos se traba en combate acuático y despanzurra a un cocodrilo presuntamente sanguinario, es apenas un mal trago de nuestra infancia. Si se los deja en paz, los caimanes son inofensivos. Si se los sostiene con cuidado de la cabeza y de la cola, son incluso capaces de ronronear. Puerto Valle es testigo.

© Escrito por Sergio Danishewsky y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el martes 7 de Diciembre de 2011.


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