"Cualquier camino es tan sólo un camino y no es ninguna ofensa, ni para uno mismo ni para los demás, abandonarlo si así te lo dicta tu corazón... Mira y observa todos los caminos de cerca y deliberadamente.Hazlo tantas veces como creas necesario. Después pregúntate a ti mismo, y sólo a ti mismo, lo siguiente...
¿Tiene este camino corazón? Si lo tiene, el camino es bueno; si no lo tiene no sirve para nada."
© Carlos Castaneda, Las Enseñanzas de Don Juan.
Muchas personas hablan de seguir al corazón y muchas otras creen que es una simple metáfora. Para mi vivir siguiendo al corazón es algo totalmente posible, es un camino en si mismo y siempre se puede profundizar.
El llamado del corazón esta siempre presente, desde que somos chicos. Por diversas razones aprendemos a ignorarlo y a seguir órdenes externas, que aprendemos y se graban en nuestra mente. De esa manera, lenta pero seguramente, aprendemos a ignorar ese susurro del corazón y nos anclamos en la cabeza. Nuestras decisiones, en su gran mayoría, dependen de un análisis mental de la situación. Casi nunca nos guiamos por una corazonada o por cierto impulso.
Casi siempre tenemos que justificar nuestras decisiones. Me voy de viaje porque bla bla. Quiero verte porque bla bla. Quiero hacer esto porque bla bla. Siento ganas de irme porque bla bla.
Y siempre hay una explicación, una razón para nuestras decisiones. Cuando en el fondo, para mí, la mayoría de esas decisiones no necesitan explicación.
¿Que pasa si quiero hacer algo simplemente porque quiero hacerlo? La mente, al ser algo que aprendemos y viene de afuera, siempre necesita una justificación. No tiene peso propio. Necesita defenderse, validarse, darse razones.
El corazón es totalmente diferente. El corazón simplemente siente. Fluye o no fluye. Es así de fácil. Una vez que nos agudizamos a escuchar el corazón sentiremos su dulce melodía cada vez durante más tiempo. No necesitamos una brújula, una carta astral o basarnos en cosas de afuera. A veces da miedo, porque significa hacernos cargo de todo lo que vivimos. No nos basamos en nada de afuera. Pero en el fondo, cuando comenzamos a hacerlo, surge una sensación demasiado linda. La sensación de que estamos viviendo nuestro propósito. La sensación de que estamos vivos. Que somos una parte de Dios que esta viviendo lo que tiene que vivir.
Cuando no vivimos de acuerdo al corazón sentimos lo contrario. Por ahí podemos estar haciendo TODO lo que pensamos que deberíamos hacer, pero adentro nuestro sabemos muy bien que hay una parte insatisfecha. Sentimos que algo falta...por ahí le falta sentido a nuestras vidas, propósito, pasión...pero algo falta.
Para seguir al corazón hay que aprender a escucharlo. Al principio no es tan fácil porque su voz es demasiado suave y nos acostumbramos a escuchar a la cabeza. Pero una vez que lo hacemos cada vez mas seguido, entonces esa voz comienza a crecer y crecer....y cuando no la seguimos, sentimos mucha pena, mucho dolor y frustración.
También hay que aprender a no guiarnos TANTO por la mente. Una de las maneras de darnos cuenta si lo que sentimos proviene del corazón o de la mente es la siguiente:
Los deseos de la mente son como una espina dentro de nosotros. Son un fuego que nos quema. De la nada aparece la idea de que "necesitamos esto". Ahora necesito tal auto. O necesito comprarme el depto, o irme a tal lugar de viaje o conseguir este trabajo, etc. Ese deseo actúa como una espina clavada que nos recuerda constantemente que algo nos falta. Hasta que no consigamos "eso", no vamos a estar satisfechos. Lo irónico es que cuando lo conseguimos, al ser solamente un deseo de la mente, lo que ocurre es que ese deseo se evapora y la sensación de necesidad desaparece por un rato. De esta manera nos sentimos saciados, satisfechos, "felices". Esa felicidad, no es la felicidad real. Es simplemente que el deseo se apago por un rato. La felicidad real, nunca viene...simplemente esta. La ausencia del deseo, revela por unos momentos la felicidad que ya estaba en nosotros, ¿lo ven? Pero estamos tan viciados con la mente, que una vez que satisfacemos un deseo, al rato nomás, vamos a tener uno nuevo. Entonces el ciclo comienza nuevamente. Ahora algo más se interpuso entre nosotros y la felicidad. Tendremos que conseguirlo para estar tranquilos...
Con el corazón es diferente. El corazón no se fija tanto en el fin. Lo que le importa al corazón es actuar. Es fluir. Es como si el medio ya fuese suficiente. El resultado es una consecuencia de las fuerzas de la vida, pero para el corazón ya el hecho de hacer todo lo que uno puede es suficiente. Al corazón lo que le gusta es sentirse vivo. Y sentirse vivo no es solamente cuando se consigue algo. Sentirse vivo es todo el viaje, todo el proceso en si. Seguir el corazón es vivir momento a momento con pasión total, movido por las sensaciones internas, ser guiado por esa intuición que no tiene razón y entregarse. ¡Es saltar al vacío, sin garantías...y en ese saltar al vacío, la bendición aparece! ¡Que hermoso regalo!
Dichosos son los artistas, o todas aquellas personas que han encontrado su pasión, su propósito en este mundo. Tienen un regalo preciado. Ojala cada uno no solamente se anime a escucharse un poco más, sino a seguir ese llamado. Con artistas no me refiero solamente a un género de personas. Me refiero a una cualidad. Uno puede ser un profesor y ser un artista...me refiero a amar lo que uno hace.
Cada uno de nosotros es un ser mágico que vino a este mundo con un don. Ese don no viene de afuera. Por ahí podemos perfeccionarlo, pulirlo, mejorarlo, pero el don ya lo traemos. Nuestro don es aquello que hacemos en donde nos olvidamos del tiempo. Nada existe más que eso que hacemos y nosotros. De hecho, en ese momento, no hay separación entre lo que hacemos y nosotros. El que baila se transforma en el baile. El que cura se transforma en curación y el que ama se transforma en amor puro. Busquen esa cualidad en ustedes, fomentemos eso, y hagamos un mundo más hermoso, en donde cada persona puede permitirse su florecimiento y somos nutridos por tan hermosa diversidad de seres humanos. Yo estoy seguro que en este mundo hay suficientes dones para transformarlo en un verdadero paraíso. Que hermoso un mundo donde cada ser humano tiene un sabor, un brillo único. Somos tan hermosos que no hay 2 humanos iguales, es imposible...Valoremos nuestra individualidad, fomentemos nuestras cualidades, apoyémonos, crezcamos de la mano... ¡y solo faltara florecer!
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