lunes, 13 de octubre de 2014

Antonio Cafiero (1922 - 2014)... De Alguna Manera...


Murió Antonio Cafiero, un emblema del peronismo…


Lo habían internado por una neumonía. Discípulo de Perón, ocupó los principales cargos políticos del país, pero no pudo ser presidente. Tuvo 10 hijos.

Era, seguramente, el símbolo viviente más importante del peronismo. Con 92 años, y retirado de la política diaria, sus cumpleaños seguían siendo un punto de reunión de algunas de las principales figuras del partido. A Antonio Cafiero lo habían internado a principio de mes por una neumonía que no parecía grave. Esta mañana se confirmó su muerte.

Discípulo de Perón, padre de 10 hijos -algunos de ellos reconocidos políticos-, Cafiero ocupó varios de los principales cargos políticos del país. Fue diputado, senador, ministro de economía, jefe de Gabinete y gobernador de la provincia de Buenos Aires. Pero no logró romper con el estigma de los mandatarios bonaerenses y a fines de los 80, quedó trunco su sueño de ser presidente. Entonces, perdió la interna con Carlos Menem.

"Lo habían internado por una neumonía y de un cuadro estable, fue desmejorando y a sus 92 años, el cuerpo no aguantó. El estado clínico de él, en general, era bueno", confirmó a Clarín Francisco Cafiero, nieto del histórico dirigente y quien estaba volviendo desde Nicaragua (donde había asistido por una reunión política) para estar con la familia. Agregó que seguramente velarán a su abuelo, pero aún no tenía precisiones de hora ni lugar.

© Publicado el Lunes 13/10/2014 por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 12 de octubre de 2014

Garche… De Alguna Manera...


Garche…


La escena transcurre en el centro comunitario evangélico del barrio 17 de Octubre, en las afueras de Salta capital. Un cura barbado y casi cincuentón les pide a sus vulnerables oyentes: “Cuando oren, acuérdense de Cristina”.

El relato forma parte de una de esas crónicas periodísticas imperdibles, que firma Gabriel Sued en La Nación del domingo 5 de octubre (“Juan Carlos Molina: con la fe kirchnerista y la palabra de Dios”). Le dicen “cura”, “Juan Carlos”, “secretario”, “Molina”, “padre” o un porteño “Juanca”. A Molina lo hizo funcionario la presidenta Cristina Kirchner nombrándolo jefe de la Sedronar, la burocracia teóricamente antidrogas, hace diez meses. No se angustia por el mix de funcionarios, roles y sentido de pertenencia, columpiándose entre su condición sacerdotal y su crudo alineamiento político.

Aunque no puede celebrar sacramentos en público, sigue siendo un clérigo de la Iglesia, formalmente al margen de las prácticas religiosas convencionales, mientras se entrega de cuerpo y alma a su militancia en el Estado, para lo cual digiere sin tribulaciones un encuadramiento explícito: él trabaja con los (ex) “chicos” de La Cámpora.

Pero éstos no son los hallazgos más asombrosos de Sued, quien califica a Molina de “un bicho raro, de 47 años, que camina sin pausa el territorio, llevando la palabra de Dios y las políticas de Cristina”. El perfil muestra en acción a un hombre en cuya práctica personal se encarna la a menudo denunciada “crisis de valores”. El resume el cambio de paradigmas, esa nueva música que suena en el país, simbolizada en la partitura supuestamente transgresora cuyas notas toca con fidelidad este cura/funcionario/activista.

¿Provocador incontinente? ¿Inventor de ruidos reñidos con los cambios reales? La Iglesia ha tenido en la Argentina pastores colosales, que jamás confundieron lo epidérmico con lo sustancial. Pienso en obispos como Angelelli, Novak, Hesayne, Laguna, para citar a algunos inolvidables. Este Molina pertenece a otra raigambre, y por eso Sued lo delinea bien como “bocón, políticamente incorrecto y enemigo de la solemnidad”.

¿Políticamente incorrecto? No lo creo; su aparente incorrección es un rictus forzado de otredad. Hacerse el diferente no es lo mismo que serlo. Molina, por de pronto, es muy moderno: se tatúa la piel. Bajo su antebrazo derecho se inscribió en latín Tibi dabo ab imo pectore (“Te doy desde lo más profundo del corazón”). En la espalda, debajo del cuello, se hizo perforar con tinta “En el nombre de Jesús”.

Gestos tinellescos y esencialmente sospechosos de frivolidad; ¿se tatuó para no olvidarse de su juramento sacerdotal? Extraño. Es cierto que Cristina le colgó una pesada mochila a Molina, porque la Sedronar de la era kirchnerista tuvo como jefe entre 2004 y 2011 a José Granero, finalmente procesado por tráfico de efedrina, con la que se confeccionan las drogas sintéticas. A Molina le toca reescribir la historia, por eso es tan efectista y adicto a las puestas en escena coloridas. 

Lo hizo cuando se declaró a favor de una descriminalización a libro cerrado del consumo de drogas. En pocas horas salieron a cruzarlo todos los curas que batallan contra el paco en la zona metropolitana. “¿Cómo decodifican los chicos de nuestros barrios la afirmación de que es legal la tenencia y el consumo personal? Nos parece que, al no haber una política de educación y prevención de adicciones intensa, reiterativa y operativa, se aumenta la posibilidad de inducir al consumo de sustancias que dañan a las personas. (…) Desde nuestra mirada, las drogas no dan libertad sino que esclavizan.

La despenalización, a nuestro parecer, influiría hoy en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen tanto daño”. Firmaban la desautorización 19 curas: Lorenzo de Vedia, Carlos Olivero, Juan Isasmendi, Guillermo Torre, Martín Carrozza, Eduardo Drabble, Gustavo Carrara, Hernán Morelli, Nicolás Angellotti, Pedro Bayá Casal, Gastón Colombres, Franco Punturo, Sebastián Risso, Sebastián Sury, Damián Reynoso, José María “Pepe” Di Paola, Basilicio Brites, Jorge García Cuerva y Juan Manuel Ortiz de Rozas. ¿La respuesta del militante cristinista a los curas de práctica diaria? “Me sacaron de contexto”.

“Me siento Susana Giménez”, les confiesa a sus diez funcionarios, que lo siguen como comitiva, todos menores de 35 años. La mayoría viene del ministerio de Alicia Kirchner, de quien Molina fue asesor. “No tengo filtro, me desgasta tener filtro”, se ufana, pero este cura Molina es un hombre de extrema confianza de la Presidenta. “Hablamos mucho”, dice él. Nació en Chillar, en la provincia de Buenos Aires, desde donde sus padres emigraron (justamente) a Río Gallegos. ¿Y por qué quiso ser cura?, le pregunta Sued. “Me enamoré profundamente de Jesús. Me di cuenta de que no era un touch and go, un garche”.

Molina cuestionaba a Jorge Bergoglio cuando era obispo de Buenos Aires y cabeza del Episcopado. Hasta que el jesuita se convirtió en el papa Francisco. Lo citó en febrero en Santa Marta y todo cambió; desde ese día todo fue Francisco Conducción. Más señales de seudoimpostura arrabalera: “Yo había escuchado los rumores de que (Cristina) me quería para la Sedronar y le iba a contestar que no, pero me cagó (sic). Tiene esa capacidad de descolocarte”. Al igual que sus camaradas de ruta, no oculta su objetivo y lo proclama en público: “Tenemos que elegir a un buen custodio del proyecto y en 2019 tiene que volver Cristina”.

Tatuado, desconfiado de los “garches” y convencido de que ella lo cagó, el lenguaje y los dispositivos del funcionario son una radiografía de alta definición del curso de los acontecimientos en una Argentina que sigue “ampliando garantías” y perorando sobre la mayor inclusión de “todos y todas”. No es un garche, es algo mucho más sombrío, que nada tiene de agradable.

© Escrito por Pepe Eliaschev el Sábado 11/10/2014 7 publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




sábado, 11 de octubre de 2014

Los juguetes de ahora... De Alguna Manera...


Los juguetes vienen ahora con sensores y cerebros electrónicos…

Arriba, T-Rex, de Teksta; sobre estas líneas, el expresivo Xeno.

Muñecas con reconocimiento de voz, kits de robótica que parecen de ciencia ficción, carteras con LED y clásicos de siempre que se suben a la era Smart.

Previsiblemente, hay muñecas que son más bien robots y productos para niños que cualquier adulto quisiera utilizar. Es el caso del reloj inteligente Kiddizoom, fabricado por V-Tech. El modelo incluye juegos, alarma y hasta una cámara de fotos que también graba videos. Con una pantalla táctil de 1,4", es resistente al agua, su pulsera viene en varios colores y se consigue en el exterior por 55,99 dólares.

Aunque aparenta ser una muñeca tradicional, Mi amiga Cayla es interactiva. De hecho, puede responder preguntas que le formulen ya que incorpora tecnología de reconocimiento de voz. ¿Cómo sabe las respuestas? Fácil: se sincroniza con un dispositivo Android o iOS a través de Bluetooth y así se puede descargar una app que le permite hablar sobre moda, narrar cuentos, realizar cálculos matemáticos, deletrear palabras y muchas cosas más.
Otra opción es la Barbie Color Change Bag. Aunque se trata de una cartera, la novedad es que puede cambiar de color para coincidir con la ropa que utiliza la niña, gracias a su cubierta de LED. Su precio ronda los 60 dólares.

T-Rex es un dinosaurio de la marca Teksta, cuya última versión permite que el animal realice numerosos movimientos. Aunque a simple vista parece un juguete convencional, viene con sensores para reaccionar cuando una persona se le acerca. Además, puede gestionarse a distancia y descargarse aplicaciones para que el dinosaurio realice más acciones.

Los que quieren un espécimen aún más sofisticado pueden recurrir a Xeno, fabricado por la australiana Toysrus. Se trata de un monstruito interactivo que viene con ojos digitales que le permiten tener más de 40 expresiones para demostrar su estado de ánimo. Este juguete de 129,99 dólares incluye ocho sensores que reaccionan al tacto y entrada de audio.

Los clásicos

El gigante Hasbro también se suma a la movida de incorporar tecnología a sus productos. Por este motivo, además de contar con una línea de aplicaciones para Android e iOS basados en juguetes lanzados hace más de 20 años como Mi Pequeño Pony y Transformers, modernizó títulos tradicionales como El juego de la vida. En este sentido, si bien el tablero sigue siendo de cartón duro, los personajes son digitales y se pueden personalizar colocándole distintos peinados, entre otras variables.

Qué hay en la Argentina

Pablo Calvert, propietario de la juguetería Brick Toys, afirma que desde que en el país se impusieron las trabas a la importación, la variedad de juguetes disponibles en el mercado se ha limitado. Antes de esta medida, Calvert vendió en la Argentina varias unidades del Lego Mindstorms EV3, un robot que combina la versatilidad del sistema de construcción Lego con tecnología para programar el equipo mediante una computadora.

"Entre la cotización del dólar y los impuestos que hay que abonar para ingresar este producto, el que lo quiera comprar en el país tiene que pagar unos 10.000 pesos, mientras que en los Estados Unidos se consigue por 400 dólares", explica Calvert, que vendió su último robot en junio.

Al respecto, Lego, que en el primer semestre de este año desplazó a Mattel como número uno mundial, no está importando juguetes desde su división Retail. Sin embargo, la unidad enfocada en Educación está muy activa. Martín Bergadá, director general de Educación Tecnológica SA, representantes aquí de Lego Education, cuenta que sus clientes son las instituciones educativas: "Tenemos disponible varias soluciones como WeDo y Mindstorms NXT, que son kits de robótica con procesadores y sensores que los docentes utilizan para enseñar programación y otras materias técnicas en alumnos de más de 8 años".

En MercadoLibre, los drones y los helicópteros a control remoto son los juguetes tecnológicos más vendidos. Según las características de cada modelo, un dron puede costar entre 1499 y 27.000 pesos, mientras que los helicópteros van desde 600 pesos a 8999 pesos.

Con respecto a los juguetes que incorporan tecnología, Daniel Dimare, director de marketing y comunicación Institucional de Juguetes Rasti, afirma que "muchas marcas lanzan estos modelos por una cuestión de branding, y no para vender en grandes cantidades", y comenta que cuando viaja a Estados Unidos, Inglaterra y otros países para ver los productos que se venden en las jugueterías, se ven muy pocos ejemplares tan tecnológicos.

Según Dimare, si bien existe una tendencia vinculada a la incorporación de tecnología en los juguetes, "también está vigente con mucha fuerza una contra tendencia, que implica la revalorización del juego compartido y creativo, entre los cuales se incluyen los bloques de encastre".

Por su parte, Bergadá dice: "Los juguetes más demandados no son aquellos que se ejecutan al presionar un botón, sino los que permiten cierto grado de personalización a través de la programación. En este sentido, existen en el mercado productos que permiten al niño armar un auto con bloques, insertarle un sensor y luego programarlo para que el vehículo se detenga cuando detecte un objeto a 10 cm de distancia. Entonces, con esta solución hay una combinación de juego tradicional, manual y creativo con programación", concluye.

Así las cosas, y desde la pelota de trapo a los muñecos con sensores y procesadores, el objetivo sigue siendo el mismo: disfrutar del placer de jugar.

© Escrito por Débora Slotnisky el Sábado 11/10/2014 y publicado por el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.