La nota que la llevó
al banquillo...
Felisa Micheli. Dibujo: Pablo Temes
El 24 de junio de
2007, PERFIL reveló el sorprendente descubrimiento de una bolsa con dinero en
el baño del Ministerio de Economía. Fue el inicio de un proceso que, cinco años
después, terminó con la condena a Felisa Miceli.
El misterioso hallazgo en el baño de la ministra.
La mujer de la bolsa.
“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios.
Cuando lo manda el destino no lo cambia ni el más bravo, si
naciste pa’ martillo del cielo te caen los clavos. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios.”
De la canción Pedro Navaja, de Rubén Blades.
El pasado martes 5 de junio, poco después de las seis de la
mañana, cuando la temperatura era bastante menor a los diez grados promedio de
la jornada, losados hombres de la Brigada de Explosivos del Cuerpo de Bomberos
de la Policía Federal subieron por el ascensor del hall de ingreso de Hipólito Irigoyen
250 hasta el quinto piso. Como en un aburrido paso de comedia, al abrirse la
puerta los esperaba el mayordomo, dispuesto a hacer de cicerone en una
recorrida que los tres conocían de memoria. Miguel Lezcano es morocho y macizo,
y lleva 33 años viendo pasar ministros de Economía en esas cumbres del poder
donde todos sueñan quedarse para siempre. Cuando la rutina guía los pasos, el
valor de lo extraordinario se multiplica; las personas miran sin mirar,
sobrevuelan la escena hasta que, de golpe, un animal les salta encima.
Las visitas matinales de la Brigada son de rutina y se
realizan todos los días desde 1978, cuando el ex ministro José Alfredo Martínez
de Hoz temía que le pusieran una bomba.
Ninguno de los tres va a olvidarse jamás de la mañana del 5
de junio: aún hoy el recuerdo les aparece durante el sueño, en medio de una
conversación, durante un viaje en colectivo.
El mayordomo y los policías comenzaron su recorrido desde la
recepción hacia la oficina privada de Felisa Miceli, a la que se accede luego
de pasar por la de Mariela Pía Santarelli Goñi, su secretaria (ver croquis
adjunto).
El sitio parece un juego de cajas chinas: un despacho deriva
a otro, más privado aún, y decorado con gusto más atento; del despacho privado
de unos cuarenta metros a una especie de living, más íntimo, con un baño al que
sólo accede Felisa o, claro, personas de su íntima confianza. Cuando los
policías revisaron el lavabo con automático desdén, dieron con una bolsa de
plástico que a lo lejos adivinaron pesada: estaba llena de billetes. De haber
sido máquinas, éste hubiera sido el momento en el que la pantalla comenzaba a
titilar. Pero eran personas, e hicieron un largo y pesado silencio.
En el baño de Felisa Miceli, por accidente, la Policía
acababa de descubrir una bolsa de plástico con 250 mil dólares. Para ser
exactos: con 140.000 dólares, 50.000 euros y 100.000 pesos, o sea, un total
exacto de 241.000 dólares.
Doscientos treinta y nueve mil seiscientos treinta y un
dólares americanos. Los subordinados del comisario Arturo Martínez sugirieron
labrar un acta, como en efecto sucedió. El acta luego “desapareció” de la
Brigada. La secretaria de Felisa llamó de inmediato a otra de sus secretarias
(que, como el living, es “más íntima”) y desde el teléfono Mariela ordenó casi
a los gritos y con prepotencia que no debía quedar rastro alguno del hallazgo.
El cono de silencio sobre el hecho pudo mantenerse con relativo éxito: el
arquitecto Rubén Pierro, director técnico operativo del Ministerio, jefe del
mayordomo Lezcano y responsable de una caja chica realmente bastante grande,
estuvo al poco tiempo al tanto de todos los detalles, especialmente preocupado
por la existencia de copias administrativas del acta policial. Los miembros de
la custodia de la ministra, que ocupan una oficina dentro del edificio de
Hipólito Yrigoyen, también llegaron a enterarse de los detalles del hecho, que
fue confirmado a PERFIL por dos fuentes directas. La preocupación de Pierro por
las copias no es menor: es la vía más rápida para la extorsión. ¿Se podrá
realmente garantizar que no existieron? ¿Cuántas fotocopiadoras dispuestas a
dejar constancia hay entre el trayecto del Ministerio de Economía y la Brigada
de Explosivos?
¿YO, SEÑOR? PUES ENTONCES ¿QUIEN LO TIENE?
No hay nada peor que una grieta en un secreto garantizado.
Cuando el agua empieza a filtrarse la desesperación es tal que el secreto se
torna evidente. El miércoles 20 al mediodía, PERFIL ubicó al ordenanza Miguel
Lezcano, quien ingresó en la administración pública en tiempos de José Ber
Gelbard. Llevaba uniforme azul, un handy en la cintura y un pin que dice
“Ministerio de Economía”. Pasa la mayor parte del día en la cocina del quinto
piso. Pero le alcanza para enterarse de todo, y aquella mañana del 5 de junio fue
testigo directo de la apertura de la bolsa.
PER FIL: Buenas tardes, quería hablar con usted en privado…
LEZCANO: No, no. Hablemos acá, dale. No hay problema.
P: Mire que es un tema delicado.
L: (sonriendo): Dale, dale.
P: Sabemos que el martes 5 a la mañana una brigada de
Bomberos encontró en el despacho de la ministra una bolsa con 250.000 dólares.
La actitud de Lezcano cambió en un segundo, dio dos pasos
atrás y se ubicó detrás de unos molinetes. Extendió los brazos y alcanzó a
mirar de reojo a las seis recepcionistas que atienden en el hall.
L (gritando): ¡Nooo! Vos no entendés. Yo trabajo acá hace 33
años. ¡Soy discapacitado! (volvió a mirar a las recepcionistas). ¡Soy ciego,
sordo y mudo!
P: Pero, Lezcano, sólo queremos saber…
L: No, no. No entendés. Gracias, gracias, me voy. Me voy.
Y se fue. Nunca más volvió a atender los llamados de PERFIL.
Pocos minutos antes del incidente con Lezcano, PERFIL intentó comunicarse con
el director operativo, arquitecto Pierro, que devolvió nuestra llamada
combinando una cita en su oficina. Diez minutos después, Pierro llamó
cancelando el encuentro
ARQUITECTO PIERRO: Disculpame, pero es imposible. Estoy
ocupado.
PERFIL: Es sólo un momento, pocos minutos.
AP: No…además, ¿cómo llegaron hasta mí? ¿Cómo saben...?
P: Bueno, tenemos fuentes...
AP: No puedo, no puedo.
P: Tal vez mañana, en otro momento. Podemos hablar por
teléfono, pero no creo que sea lo mejor…
AP: Por teléfono, no.
P: Quizá lo mejor sea que nos veamos afuera del Ministerio…
AP: Bueno, eso puede ser. Mañana lo llamo.
El llamado, obviamente, nunca se produjo y luego de varios
cruces el arquitecto Pierro dijo, a través de su secretaria, que: “No conoce
ninguna información al respecto”.
El sábado a las 8.30 de la mañana llamé al vocero de Miceli,
Silvio Robles:
— ¿Qué? –me contestó.
—Que había un bolso con 239.631 dólares.
—No…, mirá, yo no sé nada. A mí no me cuentan todo, ¿Entendés?
Hay cosas de las que ni me entero. Dejame llamarla… en un rato. Y te llamo.
A la hora del cierre de esta edición, el vocero Robles no se
había comunicado con ninguno de mis teléfonos, con los que, por supuesto,
cuenta.
Decidí irme a dormir.
© Escrito por Jorge
Lanata y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el
sábado 29 de Diciembre de 2012.