Mi Amigo Huracán…
Primer escudo del Club Atlético Huracán, 1908, Buenos Aires, República Argentina.
Acá estoy, sentado en el
colectivo, mirando por la ventanilla como algunas personas corren por llegar a
destino, otras caminan sin ninguna otra preocupación que comprar comida, o tal
vez, ropa o alguna necesidad material que logre satisfacer sus deseos más
urgentes. ¿Yo?, voy camino hacia el hospital, un tanto preocupado y a la vez
impaciente por llegar a mi destino. Ayer me enteré de que un amigo cayó bajo,
toco fondo, que venía trastabillando en las últimas semanas hasta que
finalmente tuvo que ir a parar al hospital. Ese amigo que voy a visitar se
llama Huracán.
En la parada de la esquina bajo y
giro hacia la derecha para caminar cuadra y media y llegar al hospital.
Mientras voy caminando miro el cielo completamente nublado, con nubes oscuras,
cuervas, negras de tormentas, de esas que en cualquier momento te escupen una
lluvia torrencial que te hacen correr como loco para cualquier lado seco o
reparo. Ya cerca de mi destino empiezo a ver gente, mucha gente arropada con
esos colores inconfundibles como lo son el blanco y el rojo, esos colores que
pintan la pasión, la locura, que nos identifica de los demás. Entro al
hospital.
Adentro, veo más y más personas
con los colores, pero esta vez el grado de ánimo es bajo, deprimente, observo
caras largas, escucho llantos. En una esquinita de la sala de recepción hay
personas rezando, en otra hay personas calladas, silenciosas, dolorosas; sigo
caminando y la desesperación me empieza a invadir hasta llegar a perderme en el
viejo hospital, le pregunto a una joven con cara muy triste: ¿Sabés en que
habitación está?, ¡Si, en la habitación 73! me contesta con voz bajita. Camino
y camino, veo la hora y pienso en que llegue justito para el final del horario
de visita, capaz me dejen verlo me pregunto, aunque sea dos minutitos, algo.
Llego a la habitación 73, veo
salir 3 amigos, jóvenes, medio entre llantos y caras de esperanza y les tiro
una pregunta al aire, ¿Y, como está?, uno me contesta, ¡pasó rápido, porque va
a venir la enfermera y no va a dejar entrar a más nadie!, entro.
Ya en la habitación 73 lo
veo…postrado en una cama, cara pálida, enferma, me quedo un rato paralizado al
verlo en semejante situación, miro para todos lados, busco respuestas a ninguna
pregunta que me hice todavía, no sé, habrá sido el shock de verlo desmayado,
con los ojos cerrados pero vivos, con el corazón lastimado pero aun latiendo
muy fuerte, no lo sé, mi cuerpo se mueve involuntariamente hacia él, camino un
par de pasos, me siento en la silla al costado de su cama y le tiro una
pregunta, ¿Me escuchas?, no hubo respuestas, ahí es cuando empiezo a perder una
lagrima, dos quizás tres, y le tomo la mano izquierda.
- ¿Qué te hicieron globito?,
¿Quién o quiénes fueron los cara duras que te llevaron a esta realidad?, ¿Cómo
es que la suerte te es esquiva, te es casi nula?-, no me contesta, silencio,
solo el ruido del respirador bastante fuerte, entonces apoyo la oreja hacia el
aparato que lo ayuda a mantenerlo vivo, y alcanzo a escuchar voces, escucho:
Globo, globo de mi vida, vos sos la alegría de mi corazón ♫♪...
Me doy cuenta que el respirador es lo único que lo mantiene con nosotros, y ahí empiezo a temblequear, se me empieza a erizar la piel, me sudan las manos, largo un llanto aborbotonado, contenido, sufrido, reprimido, y le hablo.
Globo, globo de mi vida, vos sos la alegría de mi corazón ♫♪...
Me doy cuenta que el respirador es lo único que lo mantiene con nosotros, y ahí empiezo a temblequear, se me empieza a erizar la piel, me sudan las manos, largo un llanto aborbotonado, contenido, sufrido, reprimido, y le hablo.
Aunque no me contestes, yo sé que
me escuchas Huracán, decime; ¿pensáis darte por vencido? ¿Vas a tirar más de
100 años de historia, de alegrías, de momentos inolvidables y otros no tantos,
pero en fin tanta vida? ¿Y si te vas, que hago yo? ¿Que hacen ellos? ¿Qué van a
hacer esas caras inundadas de llantos, de esperanza por verte salir de esto,
que han copado la sala de espera, la sala de recepción, y coparían cualquier
sala de lo que sea del viejo hospital del barrio?, quiero decirte que no estás
solo, que ellos están, que yo estoy, todos estamos unidos para verte mejor, la
vieja esperanza del principio del siglo pasado por verte grande, más grande que
nunca, nos ha llenado de fuerzas que te las estamos mandando en cada partido,
en cada minuto. Abrí los ojos y decime que no te rendís, que seguís fuerte a
pesar de la marea en contra, que a pesar de que te robaron, te ultrajaron, te
manosearon tantas mentes huecas y sin pasión, todavía tenés fuerzas para
levantarte y pelear. Yo sin vos, no sería yo, sería una cosa más entre todo,
largaba emocionalmente yo… ¡cuando de repente!, llega la enfermera y me avisa
que se termina el horario de visita.
Medio entre empujones trata de
sacarme de la habitación y yo le tiro a mi amigo Huracán un consuelo: ¡Globo,
mañana voy a venir otra vez, y el domingo voy a la cancha, voy a demostrarte
que en las malas estamos muchos más! Salgo de la habitación 73.
Muchas personas se habían ido, y
otras aun seguían firmes, pensé que tal vez se trataba de algún caso de
fidelidad o abandono, pero no me preocupé, porque yo sé lo que siento, yo sé el
amor que tengo, yo sé la fidelidad que le tengo a mi amigo Huracán. Salgo del
hospital, me prendo un pucho y empiezo a recordar el sonido del respirador
artificial, ¿Cómo era?:
Globo, globo de mi vida, vos sos la alegría de mi corazón ♫♪♫
Globo, globo de mi vida, vos sos la alegría de mi corazón ♫♪♫
© Escrito por Maximiliano (JuJu) y publicado en patriaquemera.com el
viernes 28 de Septiembre de 2012.