Murió el obispo Miguel Hesayne, denunciante de la
dictadura. Tenía 96 años…
“La Iglesia debe meterse en política", dijo alguna vez el obispo
emérito de Viedma, uno de los pocos miembros de la jerarquía eclesiástica que
denunció al terrorismo de Estado.
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Publicado el domingo 01/12/2019 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
Miguel Hesayne, obispo emérito de
Viedma, murió este domingo. Fue uno de los pocos miembros de la
jerarquía de la Iglesia católica que denunció durante la dictadura las
violaciones a los derechos humanos, junto con Jorge Novak, Jaime de Nevares y
Enrique Angelelli. Nacido en Azul, provincia de Buenos Aires, estaba
por cumplir 97 años.
Hesayne se había ordenado como sacerdote en 1948, a los 26 años, en el
seminario San José de La Plata. En 1975, pocos meses antes del golpe
militar del 24 de marzo de 1976, fue nombrado obispo de Viedma. Desde ese lugar denunció los secuestros y desapariciones.
“La tortura es inmoral, la emplee quien la emplee"
El 21 de abril de
1977 Hesayne intentó presentar al ministro del Interior de la dictadura, Albano
Harguindeguy, de visita en Río Negro, los casos de violaciones a los derechos
humanos que se denunciaban en el Obispado. “Regresé de dicha entrevista
angustiado, apenado y embargado de un gran temor por el futuro inmediato de
nuestro país”, escribió tres días en una carta dirigida a Harguindeguy.
Hesayne dijo
entonces haber comprobado que no se trataba de “errores cometidos por algunos”
sino que “desde la alta oficialidad se reniega prácticamente del Evangelio al
ordenar o admitir la tortura como medio indispensable”. También señaló
públicamente: “La tortura es inmoral, la emplee quien la emplee. Es violencia y
la violencia es antihumana y anticristiana”.
Su declaración en el juicio por la muerte de Angelelli
En 1985, Hesayne
declaró en el Juicio a las Juntas. En 2006 fue también uno de los testigos en
el juicio por la muerte del obispo Enrique Angelelli, a la que calificó como un
“martirio”. Recordó que Angelelli le dijo que estaba siendo perseguido y le
manifestó su intención de renunciar porque veía cómo le estaban matando a sus
ovejas, ya que no podían –o no habían logrado– matarlo a él.
A los pocos días
de la muerte del obispo riojano, Hesayne recibió un anónimo en carta expresa
con matasellos de Córdoba en la que le decían más o menos estas palabras: “No
siga hablando, ya hemos callado a Angelelli”.
Frente a la pobreza
En democracia,
Hesayne mantuvo en alto su voz contra las políticas de ajuste. En los '90 se
opuso abiertamente a la política económica del menemismo. Defendía la necesidad
de que los hombres de la iglesia participaran en política, y recurrió a la
publicación de cartas como modo de hacer escuchar sus cuestionamientos.
En 1999 le
escribió a Carlos Menem, en medio de una polémica que el entonces presidente
mantuvo con el titular de Cáritas de Argentina, el obispo Rafael Rey. Menem
aseguró que en su gestión la pobreza había bajado, Rey lo desmintió, con la
aclaración de que había aumentado en relación a los cinco años previos. Menem
acusó a Rey de "mentiroso"· Hesayne decidió entonces escribir su carta. "Ud. puede
hasta engañar al Papa con sus falacias políticas, pero no a Jesucristo, para
quien todos sabemos que verdaderamente hoy la pobreza es demasiada".
En 2001, con otra
carta, criticó las políticas neoliberales de Fernando de la Rúa. "Su
gobierno viene tomando medidas que son un genocidio de guante blanco",
sostuvo. Y se preguntó si era lícito que el presidente siguiera comulgando.
Durante la
presidencia de Eduardo Duhalde salió al cruce de los pedidos de que necesitaba
tiempo para salir de la crisis. “Con la 'caridad limosnera' o 'ayuda social' no
se cumple con la justicia social. El primer derecho de un hombre o de una mujer
es el trabajo dignamente remunerado. Van a ser 26 años que vengo escuchando la
promesa de que, una vez arregladas las grandes finanzas y pagadas las deudas
del Estado se va a encarar la solución del problema social en forma digna. Se
lo oí al ministro Martínez de Hoz en noviembre de 1976, en al aula episcopal
pidiendo paciencia a los obispos. Y ahora se escucha de Ud. y colaboradores que
se tenga paciencia".
El obispo se
destacó durante toda su trayectoria por su compromiso social y por su tarea en
defensa de los derechos humanos, aun cuando esto lo llevó a enfrentarse con
muchos de los miembros de la jerarquía católica argentina. En 1995, cuando
tenía 72 años de edad y todavía le faltaban tres para llegar al límite
establecido por la Iglesia para abandonar el gobierno pastoral de una diócesis,
renunció a su cargo. Desde su retiro se dedicaba a la formación del laicado, en
la ciudad de Azul.