Delicias del otro fútbol, el olvidado…
“Encontré un fútbol que creí que no existía”, dice Federico Peretti,
director de la película que se estrena hoy. Pequeñas personas con historias
grandes.
Existe. Hay que buscarlo. En categorías como la C o la D o en las ligas
del interior del país. En las tribunas de madera. En las canchas ubicadas entre
montañas. O en aquellas que el frío y la nieve hace que parezca más una pista
de hockey sobre hielo que un campo de juego. En cada uno de esos jugadores,
técnicos o árbitros que lo hacen por pasión, por amor al deporte. Porque la
plata se la ganan arriba de un colectivo, curando pacientes en un hospital,
manejando un taxi o levantado paredes en una construcción. También se lo puede
encontrar en la honestidad de esos dirigentes que ponen plata en vez de
llevársela. Es real. En Argentina, hay otro fútbol.
“Es la mirada de este
fútbol un poco olvidado que uno no le da tanta bola porque en los grandes
medios no hay espacio”, explica Federico Peretti, el director de El otro fútbol, el documental que se estrena hoy. Y agrega: “Me encontré con un fútbol
que yo pensaba que no existía. Que ese espíritu amateur de jugadores que juegan
por amor a la camiseta se había abandonado”. Para verlo, hay que buscarlo.
Cuarenta y ocho mil
kilómetros en avión, en colectivo o, en su mayoría, arriba de un auto que
coleccionó multas varias. De la Quiaca a Ushuaia y de Corrientes a San Juan.
Tres años de trabajo. De fines de semana o semanas enteras fuera de casa. Y el
objetivo -logrado- de encontrar, a través de historias, imágenes, sonidos y
silencios, que existe otro fútbol.
“Hemos ido a clubes
donde el presidente vende pollos u organiza peñas para tratar de que el club
siga en pie y donde realmente juegan por el hecho de seguir perteneciendo a la
sociedad y que la gente que vive ahí siga teniendo un lugar para ir el fin de
semana a hacer un deporte”, cuenta a 442 Peretti.
En las ligas del
interior, la rivalidad es adentro de la cancha. Afuera son todos vecinos. “Ves
al árbitro que se come unas empanadas con los equipos cuando termina el
partido. Todos viven en una ciudad. En el partido se matan, todos quieren
ganar. Pero cuando termina el encuentro siguen con su vida”, describe el
director de la película.
“Me sorprendió mucho
el tema de las canchas. En Tinogasta, Catamarca, cuando no hay partido la
cancha está cerrada y dejan dos caballos pastando en el medio del campo de
juego. O en La Quiaca, donde es una cancha de tierra, piedras y la pelota va
para cualquier lado. Y los jugadores juegan como si fuera en La Bombonera, no
les importa. En Chilecito, si le pegan fuerte le pelota rebota contra una
montaña que tiene 300 metros”.
Peretti, quien junto a
Fernando Prieto, investigador y productor, llevaron adelante la realización de
la película, asegura que la idea era “centrarnos en pequeñas personas, con
grandes historias que cuenten un poquito de qué va este mundo del ascenso,
rodeados de estas ligas, de estas canchas y de estos clubes”. Para poder
mostrar, en la pantalla grande, que existe otro fútbol.