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domingo, 8 de enero de 2012

El amor en tiempos de Internet... De Alguna Manera...

El amor en tiempos de Internet...


Cómo son las separaciones 2.0. Cortar o empezar relaciones, a un click de distancia.

“No estoy preparada para darle unfollow” sentenció Marina, a la vez que entraba al muro del Facebook de Lucio y revisaba con angustia, el álbum de fotos que databa de hacía 2 meses atrás ante cada foto que los había retratado, aún felices, en Mar de las Pampas. No le bastó tirar cartas de amor, fotos, devolver fotos y algún que otro cd, y dar un portazo.

El registro virtual de su historia de amor de 8 meses la acosaba en cada red social que habían compartido. Desde el inicio, ya que así se habían conocido, siendo dos alias digitales anónimos. Entre tweet y tweet, compartieron hashtags, luego pasaron al muro de Facebook, luego a los mensajes privados, mientras ella estudiaba para la facu y él estaba desempleado.

El primer encuentro a ciegas, fue esperado no solo por Marina y Lucio sino por todo el timeline compartido de seres extraños, pero que habían vivenciado el histeriqueo desde la comodidad de sus pantallas, con espíritu voyeurista. Nada más entretenido que la nueva novela de la tarde en formato 2.0.

Todo concluyó cuando él consiguió trabajo y empezó a frecuentar más a su nuevo grupo de amigos y a los happy hours de oficina que a la PC.

Lentamente, luego del abrupto corte, Marina inicio una investigación cercana al “stalkeo”. Fueron fallidos sus intentos de hackear sus contraseñas. Revisaba su muro cotidianamente y cualquier mención o nueva amistad femenina en facebook alimentaba su angustia, sobre todo si venía acompañado de una foto de perfil voluptuosa…

Ante cada nuevo tweet de @lucio45, la sola presencia de su avatar en el timeline le paralizaba el corazón: sin embargo tampoco podía tomar la decisión de borrarlo, en una acción más masoquista que valiente.

Se empezó a hacer costumbre tener que acompañarla para ir a chequear los lugares donde Lucio hacía check-in en foursquare, aún cuando no estábamos de acuerdo. Armó una columna especial para él en el Tweetdeck donde tenía su search actualizado a cada momento. La peligrosa stalker en la que se había convertido y la creciente obsesión nos hizo alertarla y pedirle que lo borre de sus redes, y así retome no solo su vida, sino también su dignidad y salud mental.

No importaba si lo leía en TW, Facebook, si escondía el blackberry para no llorar ante la lectura de los viejos sms, que aún guardaba. Lucio estaba grabado a fuego en su cabeza y en su corazón, el objeto de su obsesión.

Cualquier duelo es un proceso de desenvestidura libidinal, es decir, cada recuerdo o vivencia, tienen una intensidad en nuestra cabeza y en nuestro corazón porque están cargados afectivamente, y es el duelo el proceso inverso de esta carga. Los vamos “descargando de afecto”, por decirlo simple, y el proceso de quita de este afecto, recuerdo por recuerdo, es doloroso.

Al registro físico, mnémico y material de la existencia de un amor, hoy se le suma un nuevo compendio de evidencias: el digital. La tentación de “saber” está al alcance del mouse. Y el duelo no por ello es “virtual”. Por el contrario el duelo es muy real, y las nuevas herramientas no solo dan la posibilidad sino que exacerban el morbo y el poder fisgonear qué es o en qué anda ese ex del cual nos despedimos hace mucho o poco. 

Si antes tener “amigos en común” que te pudieran vincularse con un ex era un problema, hoy las amistades en común las brinda la misma tecnología.

¿Y Marina?. Recién después de 6 meses, Marina empezó a olvidarse de chequear su TL diariamente y torturarse con las fantasías que le generaba Facebook dejaron de tener sentido.
Otras cosas ocuparon su cabeza. Un buen día escribió el tweet: Adiós.

Al fin quitó la pesada carga afectiva al último recuerdo, vió que no valía la pena cambiar su user y apretó unfollow, pero no en su timeline, sino en su cabeza.

Porque también es un click en la mente lo que nos libera de estar pendientes de alguien.

© Escrito por Carla York (*) y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 8 de Enero de 2011. (*) Carla York es psicóloga y autora del blog Deja correr el río