Antes que nada hay que señalar la muy buena concurrencia de votantes, un hecho altamente positivo.
Las encuestas serias, que predijeron el triunfo categórico del oficialismo, acertaron.
La fórmula Cristina Fernández de Kirchner-Amado Boudou alcanzó un guarismo superior al 45% que la pone en un escenario de cómodo triunfo en primera vuelta en la elección del 23 de octubre próximo.
Hubo un claro desenganche de la figura de la Presidenta del resto de sus candidatos distritales en Córdoba, Santa Fe y la Capital Federal.
Lo anterior ha dado la razón a los integrantes de su núcleo más duro que le aconsejaron no involucrarse fuertemente en ninguna de las campañas locales.
La muy buena elección en las provincias de Sante Fe y Córdoba demuestra que al amparo del boom de consumo los sectores rurales urbanos han superado su enojo con el Gobierno, al que ahora apoyan.
Los hechos de corrupción que salpican al Gobierno no han tenido ningún efecto negativo sobre su masa de votantes.
Los episodios de Jujuy, el escándalo por el manejo irregular de los fondos públicos asignados al proyecto Sueños Compartidos de la Fundación de Madres de Plaza, tampoco.
Lo mismo vale para la decisión de vetar el 82% móvil para los jubilados aprobado por el Congreso y la de no pagar los haberes a aquellos que han ganado juicios reclamando por ajuste de haberes.
La inflación, menos que menos.
La Asignación Universal por Hijo motorizó votos para el oficialismo.
El aumento de la mínima para los jubilados, también.
Falta aún conocer datos cualitativos que nos permiten conocer un poco más en profundidad la trama del voto de ayer. Allí veremos, pues, la real dimensión de fenómenos curiosos como, por ejemplo, el caso de aquellos que habiendo votado por Mauricio Macri en la elección a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, lo hicieron ahora por Cristina Fernández de Kirchner.
La oposición, por su parte, ha hecho muchísimo para generar las circunstancias que llevaron al resultado de ayer.
El decálogo incluye:
Sus personalismos.
Su incapacidad de generar propuestas alternativas que suenen creíbles a la ciudadanía.
Su incapacidad para buscar acuerdos sustentables.
Sus desavenencias (empezando por las que protagonizaron Felipe Solá, Mauricio Macri y Francisco de Narváez; siguiendo por la que hubo entre Ricardo Alfonsín, Julio Cobos y Ernesto Sanz; pasando por la que tuvieron Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá; extendiéndose a la que hubo entre Ricardo Alfonsín y Hermes Binner y terminando por la que pusieron de manifiesto el mismo Hermes Binner con Fernando “Pino” Solanas).
El Gobierno ha demostrado tener una notable capacidad de recuperación. Lo ha ayudado la bonanza económica. Es claro que los problemas estructurales de la economía del país no se sienten en el bolsillo de la casi mayoría de los argentinos. Es también claro que la oposición no transmite la impresión de poder aportar cosas mejores a esta realidad.
La crisis de 2001 todavía está demasiado presente en el recuerdo y la vivencia de muchos compatriotas. Y esa imagen ahuyenta a muchos ciudadanos de varias de las figuras de la oposición.
El panorama político de aquí a las elecciones del 23 de octubre queda fuertemente condicionado por el resultado de ayer.
Así como están las cosas sólo un hecho excepcional e inesperado –lo que en la jerga de los economistas se conoce como “el cisne negro”– puede augurar un resultado diferente al de estas horas. Serán sesenta días muy particulares. Más allá de lo que digan los líderes de la oposición, a estas horas la campaña por venir parece ser la campaña por la nada. Para tener alguna chance, deberían producir un cambio copernicano en sus actitudes y alcanzar los acuerdos que en todos estos meses no lograron.
Nadie sabe cómo actuarán, por otra parte, líderes del peronismo que hasta aquí se mantuvieron alejados de la Presidenta. El caso más relevante a estas horas es el del flamantemente electo gobernador de la provincia de Córdoba, José Manuel de la Sota.
En ese ámbito –el del justicialismo– el número de intendentes que, según los resultados, pudieron haber pensado en apoyar a Eduardo Duhalde saben que eso ya fue.
El radicalismo, por su parte, ha dado un paso más en su imparable camino de debilitamiento.
Para alguna de las figuras de la oposición, lo de ayer tiene aire de ocaso. El de Duhalde es uno de los casos en cuestión. El de Elisa Carrió, también.
Daniel Scioli ha salido airoso y fortalecido. Su proyecto presidencial comienza a delinearse. Deberá enfrentar la dura pelea interna del círculo presidencial, del que dio fe en su discurso de ayer, pero al que no quieren los integrantes del núcleo duro del kirchnerismo.
Los resultados de ayer, por otra parte, han vuelto a ilusionar a los que sueñan con el proyecto de “Cristina eterna”. Este proyecto es algo latente, que nunca murió y que, ayer, revivió.
La Presidenta pronunció un buen discurso, sin agresiones y de reconocimiento a la totalidad de las fuerzas políticas que participaron de la elección. En 2007, el día de su victoria, hizo lo mismo, prometiendo una relación de convivencia y tolerancia con los opositores. Lo que vino después fue exactamente lo opuesto. ¿Serán diferentes esta vez?
© Escrito por Nelson Castro y publicado por le Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos AIres el lunes 15 de Agosto de 2011.