TV y libros: un amor
posible…
TV Y LIBROS. La permanencia de los programas de cultura.
Con rating escaso pero
seguidores fieles, los ciclos de literatura en la televisión tienen continuidad
desde hace 25 años. Los conductores de varios de estos ciclos analizan las
claves del fenómeno.
Tienen un público que para la TV es escaso pero para la
cultura es numeroso. Tienen seguidores que los acompañan por la programación
del cable y de la televisión abierta. Tienen formatos tradicionales unos o
incorporan códigos del lenguaje audiovisual otros. Los programas de literatura
en la TV parecen estar inmunes ante los rigores del rating: desde Los siete
locos de Cristina Mucci, que ya cumplió 25 años, hasta el reciente ciclo de
cuatro clases magistrales que dictó por Canal 7 el escritor Ricardo Piglia,
estas criaturas extrañas del mundo del espectáculo siguen siendo el deleite de
una audiencia reducida pero fiel.
Escenas de la novela argentina fue una serie de cuatro
programas, producidos por la TV Pública y la Biblioteca Nacional, que salieron
al aire los sábados de septiembre. Piglia –de regreso al país tras su retiro
como docente en Princeton– le dio un nuevo impulso a este género que ocupa un
espacio en la TV desde mediados de los años 80. El escritor incorporó
invitados, entrevistas, preguntas del público e imágenes de archivo que le
dieron al ciclo una dinámica televisiva, sin dejar de ser una clase sobre literatura.
(Ver: “Tenemos que hablar más de libros...”).
Los programas que se hicieron un espacio tienen nombre y
apellido: además de Los siete locos , de Mucci, Ver para leer , Continuará y
Disparos en la biblioteca , de Juan Sasturain; El refugio de la cultura y Otra
trama , de Osvaldo Quiroga; El fantasma y Mujeres por hombres , de Silvia
Hopenhayn; y Esta noche libros , de Gerardo Rozin, entre otros.
La calidad del programa más allá del formato es la apuesta
del escritor y periodista Juan Sasturain: “Un programa de televisión tiene,
antes que nada –como un libro o una película– la obligación de ser eso: un
(buen) programa de televisión. Que se sostenga por sí mismo –sea atractivo, el
público lo vea y se interese por su forma y realización– más allá de los
ocasionales contenidos: la cocina, la entrevista, el fútbol, el concurso de
baile, la ficción, el humor, la política, la salud, la música, los libros (o la
literatura y los escritores) como en este caso. Todos los formatos son válidos:
sólo hay que hacerlos bien”.
Sasturain, quien confiesa que comenzó a hacer tele “a los 60
años largos” señala que: “El caso de Ver para leer puede ser ejemplar. Fue una
idea de Claudio Villarruel que desarrollaron Federico Huber (director) y Sonia
Jalfin (productora y coguionista) antes de invitarme a escribir y conducir. Y
una de las claves para que funcionara está, creo, en la adecuación entre el
producto/programa y el medio: Telefé era y es un canal comercial, muy popular,
de audiencia masiva y Ver para leer, nunca lo olvidó. Viajaba ‘chupado’ los
domingos a la noche, muy tarde, detrás de Susana o de Gran Hermano, que le
dejaban la pantalla caliente”.
La pionera de la tele en programas de cultura, Cristina
Mucci, recuerda sus comienzos: “Jamás había trabajado en la tele, fue una
audacia. Nosotros comenzamos en el 87, fue el primer programa desde el regreso
de la democracia. En los 60 hubo algo, pero había quedado muy atrás. Al
principio del gobierno de Alfonsín había una riqueza cultural extraordinaria.
Yo hacía la página de Cultura en el diario La Razón, de Jacobo Timerman, cuando
él volvió al país en el 84, y ahí surgió esta idea de llevar el tema a la tele.
El modelo que había era el programa francés Apostrophes. Entonces yo fui a la
Embajada de Francia y me dejaron ver algunos tapes”.
El ciclo que recuerda Mucci es, tal vez, el más emblemático
del género. Conducido por Bernard Pivot durante 15 años, entre 1975 y 1990,
tenía un efecto inmediato en su audiencia: después de la emisión de los
viernes, las librerías francesas vendían los sábados los libros que Pivot
bendecía al aire. Las causas de su éxito se remiten, según los críticos, a su
pasión por la lectura, a su amor al medio televisivo, a ser insobornable en sus
elecciones, y a la humildad de considerarse tan sólo “un intérprete de la
curiosidad pública”.
Las emisiones históricas de este ciclo también tienen sus
anécdotas: desde la más escandalosa, la de Charles Bukowski, borracho,
manoteando a una sorprendida dama de las letras francesas, hasta la entrevista
a Vladimir Nabokov, la favorita de Pivot.
“Después cerró La Razón y me quedé sin trabajo -recuerda
Mucci- y entonces puse mi energía en tratar de hacer el programa. Félix Luna me
contactó con Canal 13, que era estatal, y presenté el proyecto. Cuando me
dijeron que lo hacíamos, ahí me dio terror. Entonces lo llamé a Tomás Eloy
Martínez, quien además de su gran cultura tenía experiencia, ya que había
trabajado en los comienzos de Telenoche, con Mónica y Andrés Percivale.” “Con
Los siete locos nunca arrasamos con los rating –agrega– pero siempre tuvimos
una buena audiencia, de alrededor de un punto, unas cien mil personas sólo en
Capital y Gran Buenos Aires. Tampoco hay que aspirar a mucho más, si pensamos
que de algunos libros se venden mil ejemplares”. Hablar de temas de la cultura
y no ir al ritmo de los lanzamientos es la receta que Mucci aplica para su
ciclo: “Yo genero temas, tampoco tenés que ir atrás de la industria editorial;
hay que tener independencia económica. Por eso estos programas son para la TV
pública, es el lugar indicado, porque no es un canal comercial”.
Después de canal 13, Mucci fue convocada para ATC junto a
Carlos Ulanovsky, y durante los noventa estuvo en Canal á. “Ya hace 11 años que
estamos de nuevo en Canal 7, salvo un breve sobresalto en 2004 cuando
levantaron el programa –a Quiroga y a mí–, pero tuvimos tanto apoyo de
escritores, colegas y público que nos volvieron a poner a la semana”.
Además de Apostrophes , el otro programa emblemático que
comenzó en los años 70 fue A fondo , del español Joaquín Soler Serrano, que
salió al aire entre 1976 y 1981 por Televisión Española. Pasaron por el ciclo
personajes de la talla de Borges, Cortázar, Rulfo, Onetti, Puig, Alberti,
Donoso y Vargas Llosa.
En uno de esos programas (el ciclo puede verse en YouTube y
recientemente lo transmitió Encuentro), Borges confesó cómo se las arreglaba
para convivir con su ceguera. “El hecho es que ya me he acostumbrado a la
soledad, y yo sé que tengo que poblarla de fantasmas, de cuentos, de fábulas,
de poemas”, le dijo al periodista.
Soler Serrano era un especialista en indagar en los detalles
menos conocidos pero relevantes de los escritores. El ciclo se limitaba a una
charla con el entrevistado, con una destreza asombrosa para mantener la
conversación durante una hora o más, y un conocimiento exhaustivo de su obra.
Al punto que Cortázar le dijo: “Estás muy bien informado, realmente, yo no sé
por qué estoy aquí”.
Para Osvaldo Quiroga, “la forma de abordar la literatura en
televisión (El Refugio tiene 18 años en el aire, 12 en la TV Pública, y ahora
se llama Otra trama) parte de la premisa de generar un puente entre el libro y
el televidente. En mi caso, siempre traté de despertar el interés por el
contenido del libro y por las formas literarias que despliega. En mi vida la
mayor satisfacción que he tenido es la gente que me dice que empezó a leer por
el programa. Con eso solo ya estoy hecho”.
Pero, además, El Refugio es un programa de radio. “Yo trato
de potenciar la radio con la televisión –comenta Quiroga–; también creo que es
fundamental apostar siempre a la excelencia, cueste lo que cueste. Pero la
relación del público de la TV con la cultura es despareja. En mi opinión, la
oferta de televisión de pésima calidad es altísima, pero también hay opciones,
como las que ofrece la televisión pública y el cable. También creo que son muy
buenas las ficciones que por suerte comienzan a ofrecerse en casi todos los
canales. La producción cultural argentina es extraordinaria. Y la de las letras
ha sido siempre admirable”.
“Para mí –concluye– el mejor programa de libros fue
Apostrophes.
¿Sabés por qué? Porque el conductor leía doce horas por día.
No se puede hacer un programa así si no amás la lectura y si no dejás los ojos
en los libros. La cultura no es aburrida ni está destinada a señoras que no
tienen nada que hacer. La cultura es un ejercicio de erotismo permanente”.
© Escrito por Silvana
Boschi y publicado por la Revista Ñ de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a los
7 días del mes de Diciembre de 2012.